Rima XXVII
Amber no pudo evitar que algunas lágrimas comenzaran a caer por sus mejillas, lo que acababa de escuchar le causaba mucho dolor, tan sólo imaginarse todo lo que Margareth había tenido que vivir y sola, sin nadie para apoyarla ni ayudarla. Ahora entendía muchas cosas, muchos comportamientos de Margareth, ella la conocía realmente, conocía lo que Margareth era en verdad y sabía todo el dolor que había sufrido, que aún, estaba sufriendo... Y por otro lado estaba ella, ¿qué haría Amber?, la quería, la quería tanto, eso no podía negarlo ya, pero ella aún no estaba lista para afrontar tantas cosas, Amber estaba asustada.
No pudo seguir sumergida más tiempo en sus pensamientos, pues Cassie entró al apartamento pocos minutos después de que Margareth salió. Amber había ido a la cocina a servirse agua, en el mismo vaso del que Margareth había bebido antes, se encontraba bebiendo agua, y con los ojos un poco llorosos, cuando Cassie con su voz, la regresó a la realidad.
—Amy, acabo de ver a Margareth salir, vaya que se veía mal... —Cassie colocó su bolso en el sofá y caminó hacia Amber. Amber se estaba tratando de limpiar las lágrimas que aún corrían por sus mejillas.
Cassie se acercó y confundida observó a Amber, le colocó una mano en la espalda...
— ¿Qué pasa, Amy?, ¿qué tienes? —preguntó muy preocupada.
Amber se bebió de un sorbo el agua que aún le quedaba, cerró unos segundos los ojos, tratando de saber qué hacer...
Suspiró, ya no podía seguir ocultándole a Cassie lo que estaba pasando, tenía que decírselo, en ese momento la necesitaba, la necesitaba más que nunca... Dejó el vaso en el lavabo y después de unos segundos de silencio, le pidió a Cassie que se fueran a sentar a la sala, al parecer, en aquella sala, tendría la segunda charla reveladora del día.
—Amber me estás asustando —dijo Cassie preocupada, ya sentada en el sofá, observaba fijamente a Amber, que se había sentado subiendo ambas piernas al sofá, como solía hacerlo, pero sus manos estaban entrelazadas en sus piernas, tratando de quitarse el nerviosismo que tenía.
Amber tragó saliva.
—Margareth vino aquí a contarme algo...
Cassie no le había quitado la vista de encima, estaba confundida, no le sorprendía que Margareth hubiera ido al apartamento a hablar con Amber, hasta donde sabía eran muy amigas y no era la primera vez que Margareth iba. Lo que la tenía muy sorprendida era la expresión que había observado en Margareth, que apenas la saludó cuando ambas se encontraron afuera del apartamento y le sorprendía aún más la expresión de Amber, y sus lágrimas. ¿Por qué estaba llorando Amber?...
—Antes, tienes que saber todo volvió a decir Amber con su voz nerviosa.
Cassie frunció el ceño y siguió en silencio, estaba cada vez más confundida...
-Margareth y yo salimos... —dijo Amber observando a Cassie.
Cassie no había dejado de fruncir el ceño, no entendía a qué se refería Amber.
— ¿Salen? —preguntó. Eso ya lo sabía, en realidad todos salían con Margareth, todos solían salir juntos, todo el tiempo.
—Sí salimos... pero como pareja... —respondió Amber.
Cassie alzó las cejas en expresión de sorpresa, sus ojos y sus labios se abrieron al mismo tiempo.
—O sea, quieres decir que tú y ella... que ella y tú —decía Cassie haciendo movimientos con el dedo, sin poder terminar la frase.
Amber asintió con la cabeza.
—Ella y yo somos novias —era la primera vez que Amber decía que ella y Margareth eran eso, novias y algo en su estómago lo sintió profundamente, era verdad, a pesar de nunca ponerse dicho título, eso eran Margareth y ella.
Cassie se levantó del sofá y comenzó a caminar, en su rostro se observaba una expresión confundida, hasta que de pronto sonrió, sorprendiendo a Amber que la observaba.
— ¡Pero claro!, si era tan obvio... —dijo Cassie aun sonriendo.
Esta vez, fue Amber la frunció el ceño.
—Por eso no podían estar sin abrazarse todo el tiempo... por eso sus besos en la mejilla, también, todo el tiempo —Cassie rio un poco— por eso esas miradas que claramente sólo se pueden dar en dos personas que se aman —Amber hizo una mueca, ¿acaso el amor no se puede ocultar?, pensó— Por eso habías estado actuando tan extraño. ¡Dios! era tan claro, ¿cómo no me di cuenta? —preguntó Cassie volviendo a sentarse.
Amber no sabía que responder, no esperaba para nada esos comentarios.
—Cassie tú sabes que yo... que a mí no me gustan las mujeres, yo, yo no soy así... —dijo vagamente.
—Pero estás enamorada de ella, ¿qué más da lo que eres, Amy?... te enamoraste de una persona y ya... —respondió Cassie tomando la mano de Amber.
Amber sorprendida por aquel comentario, sonrió ligeramente.
— ¿Cómo sabes qué estoy enamorada de ella?
—Amy, te conozco, si no lo estuvieras no me lo habrías contado... —respondió Cassie muy segura de sus palabras.
Amber permaneció algunos segundos en silencio.
— ¿No estás molesta? —preguntó de nuevo.
— ¿Molesta?, ja, ja, ja... ¿por qué habría de molestarme, Amy?, bueno, tal vez un poco, porque no te enamoraste nunca de mí en todos estos años, ¿tan poco atractiva soy? —bromeó Cassie haciendo que Amber riera ruidosamente y le diera un pequeño golpe en la pierna— En serio Amy, eres mi mejor amiga, yo te amo por lo que eres y sí hay alguien que te haga sentir amor, no me importa que sea mujer, hombre o marciano.
—Ja, ja, ja- rio Amber y después abrazó tiernamente a Cassie— ojalá todos lo pudieran ver así, ojalá yo misma lo pudiera ver así de fácil como tú —agregó con un tono triste, después de desprenderse del abrazo.
—Sé que es algo difícil para ti, Amy, pero tienes que saber que yo te apoyo, ¿eh?, lo único que yo quiero es que seas feliz.
Amber sonrió tiernamente.
—Eres la mejor amiga que alguien puede tener —dijo tomando la mano de Cassie.
—Lo sé, lo sé —respondió guiñando un ojo— ¿alguien más lo sabe? —preguntó con más seriedad.
—Fray y... Loud.
— ¿Loud? —preguntó Cassie sorprendida.
En seguida, Amber le contó todo, desde que empezó a salir con Margareth, cómo pasaron las cosas, le contó cuando Loud se enteró y le contó lo que acababa de pasar, lo que Margareth horas anteriores le había confesado.
—La amas —dijo Cassie sonriendo.
¿Por qué todos a los que terminaba contándoles, llegaban a esa conclusión tan fácilmente, más fácil que ella misma?, se preguntó Amber.
—La amas —volvió a decir Cassie— pero tienes miedo y bueno, ¿quién no lo tendría estando en tu lugar?... pero ella también te ama a ti —agregó muy segura.
Amber frunció el ceño.
—A veces, trató de convencerme que sólo soy una más para ella. Y... y tengo miedo de que sea verdad, que para ella, sólo sea una más —comentó, con la voz llena de inseguridad.
Cassie la observó algunos segundos, se dio cuenta que, nunca antes había escuchado ese tono en Amber.
—Amy... he visto cómo se comporta contigo, como te ve. Nunca le he visto esa mirada con nadie más. Tontamente yo creía que te quería mucho como amiga- sonrió- y estaba celosa por eso, porque ella y tú tienen algo que nadie más puede tener, claramente ahora sé que es, pero me decía a mí misma ¿por qué Amy y yo no nos podemos ver o llevar así?...ahora ya sé porque y claro que no me quiero llevar así contigo —volvió a bromear.
Amber rio nuevamente, y le dio otro pequeño golpe, pero esta vez, en el brazo.
—Tonta... ni mi tipo eres —dijo bromeando también, era la primera vez que se sentía cómoda hablando de ese tema, eso sólo Cassie lo podía conseguir.
—Pues no, no tengo ojos azules —siguió bromeando Cassie y después hablando con más seriedad, agregó. — Pobre Margareth, no puedo imaginarme lo que tuvo que pasar. Amy tienes que estar con ella, yo sé que es más fácil decirlo que vivirlo, pero yo te conozco, hace unos minutos, cuando me hablabas de ella, tus ojos... tenían un brillo que no lo había visto antes, nunca antes, la amas Amber y ella, ella te ama a ti, no se hubiera atrevido a mostrarse así contigo, a exponer esa parte de ella, que le causa tanto dolor, sí no te amara tanto.
Amber se quedó pensativa reflexionando las palabras de Cassie, era cierto, Amber sabía que no se podía exponer aquello tan doloroso a cualquier persona, sabía que para mostrarse así, tan vulnerable como Margareth lo había hecho, era porque sentía algo muy especial por ella, algo muy profundo, mucho más profundo de lo que Amber quería aceptar. Después de un poco más de charla, ambas cenaron y se fueron a dormir.
***
Había pasado casi una semana desde aquellas pláticas tan reveladoras, y era lo mismo que Amber había pasado sin hablar con Margareth. No la había llamado y Amber tampoco lo había hecho, aunque moría de ganas de hacerlo, no se había atrevido. Era sábado por la noche y se encontraba en la sala, frente al televisor, junto con Cassie. A Amber en realidad no le solía gustar ver la televisión, por lo que ella como de costumbre, estaba leyendo, pero pudo escuchar que en el programa que veía Cassie, estaba saliendo Margareth. Era un programa que hablaba de las celebridades del momento y al parecer estaban transmitiendo algún evento del día anterior y la fiesta que se había realizado después con Margareth y otras celebridades.
Amber hizo a un lado su libro y observó algunos momentos la pantalla, observó con especial atención a Margareth, para Amber se veía como siempre en aquellos eventos, fingiendo estar feliz. Pensó que, a pesar de todo lo que habían hablado, Margareth seguía en eso...
Amber resopló y movió la cabeza en negativa.
— ¿Por qué no lo deja? —preguntó aturdida.
— ¿Por qué tú no puedes decir que son novias? —contraatacó Cassie. Su voz sonó tranquila, sin ningún reproche, sólo quería enfrentar a Amber con sus propias palabras.
Amber frunció el ceño.
—Es diferente —respondió seriamente.
—En parte no —Se encontraban recostadas de frente, cada una recargada en un brazo del sofá. Cassie se acomodó, sentándose en el sofá.- es la forma de vida de Margareth, no creo que le sea fácil dejarla de un día a otro... Tú, toda tu vida has creído que te gustaba algo y de pronto eso cambia, tampoco puedes decirlo de un día a otro... —agregó Cassie seguramente, con una media sonrisa.
Amber se quedó callada algunos minutos, reflexionando las palabras de Cassie.
—Pero yo no lo elegí... —comentó tenuemente Amber.
—Lo sé, Amy —afirmó Cassie, con un tono comprensivo. Entendía por lo que Amber estaba pasando, o al menos trataba de hacerlo. — ¿no la has llamado? —-preguntó.
Amber negó moviendo la cabeza.
—Ella tampoco lo ha hecho —agregó tratando de quitarle importancia, mientras se recostaba más en aquel sofá, recargando las piernas en Cassie, que ya se encontraba completamente sentada.
—Yo creo que está dándote tu espacio... o tal vez cree que no quieres verla.
—La verdad, no sé qué quiero —dijo Amber tajamente, a la par que volteaba hacia la televisión y tomaba el control apagándola, Margareth en la pantalla comenzaba a dar una entrevista sobre aquel evento.
Cassie se levantó del sofá y se inclinó para acercarse a Amber tratando de quedar de frente a ella.
— ¿Quieres un consejo? —preguntó, tomando la barbilla de Amber entre sus dedos, aunque la pregunta, sonó más como afirmación.
Amber la observó fijamente y asintió con la cabeza, la verdad era que más que nunca necesitaba un consejo. En ese momento, se sentía tan perdida...
—Llámale o ve a verla, hazle caso a tu corazón. —Dijo Cassie, sonriendo con mucha seguridad.
Amber tragó saliva, mientras Cassie se alejaba caminando hacia la habitación. Tomó el libro de Bécquer que había puesto en el suelo y siguió leyendo o al menos intentando hacerlo... Parecía que cada línea que leía, hablaba de aquella mujer, de lo que la propia Amber sentía.
Tu pupila es azul y, cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul y, cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.
Rima XIII, Gustavo Adolfo Bécquer.
Suspiró, cerrando los ojos y negó con la cabeza... ¿por qué justamente tenían que hablar de pupilas azules?, ¿por qué no pueden ser verdes, esmeraldas, cafés, negras o hasta... amarillas?, se dijo... Hojeó rápidamente el libro y se detuvo al azar en otro párrafo, para darse cuenta que, al parecer, todo conspiraba para que ella no pudiera dejar de pensar en Margareth.
Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta, ríes, y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve...
Rima XXVII, Gustavo Adolfo Bécquer
—Está bien me doy por vencida —susurró Amber para sí misma, interrumpiendo la lectura, cerrando con fuerza el libro, aventándolo en el sofá y observando el techo con una mueca de resignación...
"Hazle a tu corazón", esas palabras resonaban en la cabeza de Amber, observó el reloj, marcaba las 8 menos cuarto, su mente decía que no, pero su corazón decía adelante. Sólo quería verla; ver esa pupila azul dilatándose, abrazarla, respirar ese olor tan parecido a la lluvia que sólo podía tener Margareth. Se levantó del sofá, tomó su chaqueta y salió rápidamente del apartamento, sin avisarle a Cassie a donde iría.
***
La casa de Margareth se encontraba aproximadamente a hora y media del apartamento, Amber decidió caminar un poco antes de tomar un taxi, el clima estaba despejado, el viento soplaba un poco fuerte y Amber no quería perderse esa sensación que tanto le gustaba, de sentir su rostro siendo tocado por el aire fresco. El cielo ya estaba oscureciendo, aunque aún podía verse con claridad, a Amber le encantaba aquello, poder caminar y respirar libremente el olor que traía la noche consigo. Cerca de su apartamento, había un pequeño parque, donde los árboles llenos de hojas de color naranja, ofrecían un espectáculo increíble a la vista, al menos para aquellos que como Amber, se fijaran en esos pequeños detalles. Caminó un poco por ahí, desde siempre, caminar cerca de árboles o de alguna cosa natural, ayudaban a Amber a despejar su mente...
Le parecía que su cuerpo cobraba vida propia, dirigiéndose a aquel lugar al que tanto anhelaba ir. Hazle caso a tu corazón, volvió a escuchar en su mente una vez más.... rápidamente, en la esquina del parque, tomó un taxi.
Se encontraba afuera de la enorme casa, parecía que la escena de días anteriores, se repetía, Amber tocaba y tocaba la puerta, pero una vez más, nadie la abría.
Respiró profundamente, se sentía sumamente agitada, tenía miedo, terror, de volver a encontrarse con lo que días anteriores se había encontrado. Tocó una vez más y al volver a no obtener respuesta, abrió con su propia llave. Atravesó el jardín de la casa, y se dio cuenta que del otro lado, donde se encontraba la segunda entrada, al rincón, se veía mucho desorden, eran al parecer sillas y mesas, como si hubiera habido alguna reunión.
Ingresó a la casa y está se encontraba en un mayor desorden del que había visto afuera. Al parecer sí, había habido una fiesta, había vasos, botellas, colillas de cigarrillos, un sin fin de cosas regadas por todos lados. Observó ropa regada, y se alteró cuando vio que entre esa ropa, había ropa interior de mujer. Sabía, estaba segura que esa ropa no era de Margareth. Y los celos la invadieron por completo.
Gritó el nombre de Margareth en tres ocasiones, hasta que escuchó que bajaba las escaleras, lucía un poco aturdida, como sí se acabara de despertar, tenía los ojos aun entrecerrados y bajaba agarrándose el cabello con una mano. Llegó hasta donde estaba Amber y ya con los ojos más abiertos la observó, Amber pudo observar una vez más esa mirada tan extraña en ella, lo había hecho de nuevo...
—Amy —dijo Margareth sonriendo con una felicidad visible, acercándose a Amber, a la par que ésta, retrocedía.
— ¿Volviste a hacerlo? —dijo seriamente Amber, mientras la observaba fijamente. Los ojos de ambas se veían con intensidad, pero al formular esta pregunta, Margareth desvió la mirada.
— ¿Hacer qué? —preguntó fingiendo no entender.
—Sabes de qué hablo —volvió a decir Amber, retrocediendo un poco más.
Margareth se quedó parada y sin ver a los ojos a Amber respondió dubitativamente.
—No...
Amber sonrió tristemente y negó con la cabeza, Margareth volvió a acercarse a ella.
—No te acerques —dijo con un hilo de voz Amber, alzando un poco la mano.
Margareth se quedó congelada.
—M-me... ¿me tienes miedo? —preguntó tenuemente, y muy sorprendida, lo que menos quería era causarle miedo a Amber, a ella no.
Amber tragó saliva y su respiración aumentó, aquello era verdad, le tenía miedo...
—Yo... yo no voy a hacerte daño, Amy — dijo con un tono que reflejaba la tristeza que estaba sintiendo.
—La otra vez lo hiciste... te lanzaste encima de mí... —respondió Amber, un poco espantada.
La cara de Margareth revelaba la vergüenza que sentía en ese momento, tal vez podría estar drogada, pero en menor medida que la vez anterior y sabía que en sus cinco sentidos nunca podría hacerle daño a Amber.
—Lo siento —respondió agachando la mirada, para después volver a observar con esa mirada llena de desconsuelo a los ojos a Amber, que a su vez la observaba fijamente— es verdad —agregó tristemente, confundiendo a Amber, que frunció el ceño— no soy alguien que debas tener en tu vida.
Ambas seguían paradas una enfrente de la otra, era como sí sus pies no intentaran moverse, porque sabían lo que podría pasar al hacerlo...
—Estaba... estaba preocupada por ti, quise venir a ver como estabas —respondió de pronto Amber, su voz impregnaba una seriedad combinada con preocupación.
Margareth sonrió discretamente, aunque podía ver en el rostro de Amber enojo y molestia, su voz delataba que estaba preocupada por ella. Margareth había pensado, que desde la plática, Amber no querría saber más de ella. Quería llamarla al siguiente día, en realidad, desde que salió de su apartamento, quería regresar y volverla a abrazar, volver a tocarla, porque tan sólo eso le era suficiente para sentirse mejor, para poder sentir paz. Desde que había conocido a Amber, una ola de tranquilidad se había posado en ella, era como sí el alma de Amber la pudiera tocar y calmar a sus entrañas.
—Te he extrañado —respondió Margareth sonriendo sutilmente, a la par que intentaba acercarse de nuevo a Amber.
Esta vez, Amber no retrocedió, pero tampoco se acercó, simplemente se quedó estática.
—Tanto que hiciste una fiesta —respondió irónicamente, visiblemente molesta.
Esto sorprendió a Margareth, Amber no solía ser de esas personas que reclamaban nada, pero esta vez, sabía que Amber tenía mucho que reclamarle.
—Fue... fue por el evento, Jim dijo que teníamos que festejarlo y propuso mi casa. Firmé para salir en un video musical... —comenzó a explicar, aunque sus palabras no reflejaban la alegría que se suponía tenía que sentir al contar sus proyectos.
—Lo vi en la televisión —interrumpió seriamente Amber. Se hizo para atrás donde estaba uno de los sofás de la sala y se sentó en él. Margareth la siguió, aunque ella no se sentó, se quedó parada observando a Amber.
Después de algunos minutos de observarse la una a la otra, Amber haciendo una mueca con los labios, preguntó...
— ¿No piensas dejarlo, entonces?
Margareth volvió a desviar la mirada y se dirigió al otro sofá, el de una plaza, que se encontraba a lado de donde estaba sentada Amber.
—Amy... esto es muy difícil, no puedo dejarlo de un día para otro... tengo contratos —respondió con desánimo, tratando de explicarle, tratando de que Amber pudiera entenderla.
—Y firmas más... —interrumpió tajantemente Amber. Se sentía tan molesta, sabía que no era algo fácil para Margareth pero no podía evitar enojarse porque Margareth ponía lo material por encima de su bienestar, por más que trataba, no podía entenderlo.
—¿Qué quieres de mí, Amber? —preguntó Margareth un poco alterada, gesticulando con las manos, mientras se levantaba del sofá para colocarse enfrente de ella— dime que quieres y lo hago —agregó con un hilo de voz.
Amber alzó la vista, observando fijamente a Margareth... ella misma se lo preguntaba ¿qué era lo que quería de esa mujer?
Pasaron algunos minutos en silencio hasta que Margareth más alterada, volvió a preguntar.
—Dime, Amber ¿qué quieres?
Amber se levantó, quedando justo enfrente de Margareth, podía sentir su respiración, volvió a observar sus ojos, esta vez a sólo unos pocos milímetros y volvió a notar esa mirada extraña, esa mirada que había visto aquella tarde. Ambas se observaban con mucha intensidad, sus respiraciones estaban aumentando, podían sentir la respiración de la otra como si fuera propia.
—No lo sé, maldita sea, no sé qué quiero de ti —respondió Amber, llevándose una mano a la cabeza, también se sentía alterada.
Margareth llevó una de sus manos a la mejilla de Amber, y la acarició, Amber al contacto, cerró los ojos, tan sólo ese mínimo roce la hacía estremecer hasta la más recóndita parte de su ser.
—Yo sí sé lo que quiero —dijo Margareth susurrando y acercándose aún más a su rostro— te quiero a ti, sólo a ti...
Y los labios de Margareth se unieron con los de Amber, sus bocas sentían tanta urgencia, tanta sed, era un tipo de sed que sólo podía calmarse con la boca de la otra, únicamente con esa boca, con esos labios.
Minutos después, Amber se separó agitada, comenzó a caminar en la sala, tratando de calmar lo que su cuerpo quería hacer en ese instante. Margareth se acercó a ella, tomándola por el brazo para que quedaran de frente. Era tanta la pasión que sentía por ella, que con sólo un beso la hacía perder la razón.
—Margareth, te... ¿te acostaste con otra? —preguntó Amber tímidamente, casi en susurro. Observando la ropa que estaba en el suelo.
Era cierto que no tenían el título de novias, pero casi desde el principio, Margareth había establecido un tipo de acuerdo donde sólo salían ellas dos, dónde Margareth por primera vez, afirmaba no necesitar a ninguna otra. Dónde decía que no quería a ninguna otra, donde necesitaba exclusividad. Donde Margareth le había dado exclusividad a Amber. Aunque ella, al salir con Loud, había roto de cierta forma ese acuerdo.
Margareth frunció el ceño y llevó la vista hacia el suelo, dónde Amber estaba viendo. Algo dentro de ella, se alegró, Amber estaba celosa, estaba celosa de ella. Margareth sonrió sutilmente.
—Amber, ¿en verdad crees que después de estar contigo, después de besarte, de hacerte el amor a ti, yo podría siquiera fijarme en otra mujer? —sus palabras sonaban conmovedoras.
Amber tragó saliva y no respondió nada
—Esa ropa no tengo la más mínima idea de quién es, vino tanta gente, yo, yo me subí a mi habitación. Hicieron lo que quisieron en mi casa. Amy, te juro que no me acosté con ninguna mujer. Te juro que desde que tú y yo salimos, tú eres la única con la que he estado, con la que quiero estar.
—No necesitas darme explicaciones —interrumpió Amber, seriamente- no tienes por qué hacerlo. Ni siquiera sé porque te hice esa pregunta, no... olvídalo —agregó tragando saliva.
—No... Claro que tengo porque darte explicaciones, porque quiero ser toda para ti y te quiero a ti, toda —agregó en un tono desesperado, con los ojos cristalinos.
—Yo, yo no puedo Margareth...—respondió Amber, desviando la mirada, esta vez su voz se llenaba de inseguridad... Sabía a lo que Margareth se refería, la quería sin secretos, sin nadie de por medio, sólo ellas dos, enfrentándose a todos.
Margareth se llevó una mano a la cabeza, en señal de frustración.
—Amy, no voy a volver a drogarme —dijo de repente, con un tono diferente, haciendo que Amber frunciera el ceño.
—Eso es algo que tienes que hacer por ti, no por mí —afirmó Amber, desprendiendo su brazo de la mano que aun la sostenía.
Un suspiro, fue lo único que Margareth pudo articular; ¿por qué tienes que ser tan difícil?, pensó. Se sentó de nuevo en el sofá, pero esta vez en el grande, recargando los brazos en las piernas, cubriendo con las manos su cara.
—Margareth —dijo Amber, con la voz más tranquila, sentándose también en aquel sofá, cerca de Margareth— no podemos seguir así, peleando todo el tiempo.
Margareth se descubrió el rostro y la observó, sabía que Amber tenía razón, siempre la tenía, Amber siempre era la voz de la razón, aunque eso no siempre fuera bueno para ella.
—Yo te amo, te amo a pesar de lo que soy, te amo como sé que nunca voy a amar a nadie más —respondió con sus ojos llenos de lágrimas, haciendo que Amber sintiera estas palabras en la profundidad de su alma.
Amber no respondió, no sabía lo que ella sentía por Margareth, no sabía sí era amor. La quería, la quería tanto eso ya no podía negárselo, pero no estaba segura de responderle de la misma manera...
—Creo que... necesitamos alejarnos —respondió Amber pesarosamente— ya no quiero pelear más. Necesitamos pensar qué hacer, tomarnos un tiempo para eso... —concluyó tranquilamente, observando a Margareth.
Margareth asintió con la cabeza, observando fijamente a Amber. Amber se levantó, se despidió de Margareth y se encaminó hacia la salida. Antes de salir de la casa, escuchó que Margareth musitó.
—Yo sé lo que quiero hacer, quiero estar contigo, sólo eso.
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