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Reencuentro III

Estaban sentadas la una frente a la otra, con su enorme plato servido de pasta y una copa de vino para acompañarla, en el centro de la mesa estaba la lasaña, todo se veía realmente exquisito.

—Esta es la receta que más éxito ha tenido en el restaurante —comentó Margareth— ¿Qué opinas? —preguntó.

Amber acababa de llevarse un bocado a la boca

—Pues ya veo por qué, ¡es increíble! Siempre has sido la mejor cocinera que he conocido Mar, me alegra que te esté yendo tan bien, lo mereces —respondió Amber con una sonrisa, al terminarse su bocado.

—Me encanta esto, tú sabes que es lo que siempre quise, cocinar y vivir de esto —dijo Margareth, en su voz se vislumbraba la emoción con la que lo decía.

— ¿Hace cuánto pusiste tu restaurante? — preguntó Amber, agarrando la copa de vino y dándole un sorbo.

—Hace un año, Fray vio la oportunidad y me lo sugirió no podía negarme, aparte, tenía que salir de Londres, tengo una demanda. — respondió Margareth, clavando el tenedor en un pedazo de lasaña para llevárselo a la boca.

— ¿Una demanda?, ¿por qué? —preguntó Amber sorprendida.

—Incumplimiento de contrato, ya sabes, la agencia de modelaje que me contrató, me demandó por todas esas veces en las que no asistí y porque al final, dejé el trabajo —respondió Margareth, no parecía que eso le causara tristeza en lo absoluto.

—Pero era porque ese trabajo no te ayudaba a recuperarte, no te ayudaba en nada, en realidad —dijo Amber un poco molesta y no pudo evitar recordar esos momentos que vivió con Margareth, parecía que en sólo un año, habían vivido casi todo lo bueno y lo malo que una pareja puede vivir.

—Pero tú sabes que a ellos sólo les importa el dinero... Y ahora yo veo las cosas de otra manera. Doy gracias infinitas que ya no estoy en eso — dijo mientras sonreía y pensaba que esas gracias infinitas sólo podían estar dirigidas hacia Amber. Antes de comer otro bocado, preguntó— ¿Y tú Amber? Ya terminaste la carrera... ¿Qué tal te va?

—No puedo quejarme, estoy trabajando en una galería hace seis meses, aún mis obras no se exhiben, exhibimos las de otros artistas, los que están siendo conocidos, pero la verdad, es que me gusta mucho trabajar ahí —respondió con el tono visiblemente emocionado.

—No dudo que en poco tiempo tus obras empiecen a ser exhibidas también, siempre me gustaron mucho, dibujas y pintas increíble —le dijo Margareth, quien recordó esas veces en las que Amber la había dibujado a ella, todas las veces en las que Amber había pintado algún paisaje o cualquier otra cosa, sólo para ella.

Recordaba como esos momentos desencadenaron en una pasión absoluta, en un éxtasis total, recordó en particular esa vez que la dibujó desnuda y después hicieron el amor apasionadamente, embriagadas por el momento.

Amber sonrió, sin duda había recordado lo mismo. Se quedaron en silencio durante unos minutos, ambas recordando lo mismo, sintiendo la misma emoción, la misma intimidad que desde la primera vez que se conocieron habían experimentado, esa sensación como si estuvieran siempre en la misma sintonía.

—Y... ¿Sales con alguien? —habló por fin Margareth, su voz sonó un poco diferente.

—No —dijo Amber moviendo la cabeza, pensó en Noah y en la propuesta de él para salir, la cual estaba tomando en cuenta, pensó en contárselo, pero no, sabía que en el fondo eso no era algo importante. Quería decirle que intentó salir con otras personas, con alguna otra mujer, y que nadie se le asemejaba en lo más mínimo, pero sólo se limitó a decir que no.

— ¿Con nadie? —Preguntó Margareth sorprendida y agregó— ¿Y Jammie...?

— ¿Jammie? —Amber se sorprendió por esa pregunta— Tiene ya un tiempo que no se de él, yo sabía que nunca iba a funcionar... la verdad... me buscó cuando llegué de Londres, pero no, ambos sabíamos que lo nuestro nunca se dio, ni iba a darse.

—Loud fue a reclamarme —comentó de pronto Margareth.

Amber frunció el ceño, no sabía a qué se refería...

—Cuando, cuando te fuiste —siguió diciendo Margareth, llevando la vista hacia su plato, y jugando un poco con el tenedor. Esta vez, su voz sonaba con un tono extraño, era claro que le incomodaba hablar de ese tema, de la partida de Amber. — Loud fue a mi casa y me reclamó, dijo al observar aquella entrevista que te hicieron, que yo tenía la culpa que te hubieras ido así...

Amber agachó la mirada, se sentía tan apenada por hablar de aquello.

—Lo-lo siento —fue lo que alcanzo a responder.

Margareth frunció el ceño visiblemente confundida, observó a Amber, que aún tenía la vista agachada.

—Bueno, Loud me odiaba desde antes, desde que ambos te conocimos, digamos que sólo me odio un poco más —respondió Margareth sonriendo, tratando de suavizar las cosas, no quería ahondar en el tema que tanto le dolía en el alma. Amber levantó la vista y sonrió ligeramente.

— ¿Y Cassie? —preguntó Margareth tratando de cambiar el tema.

—Está bien, tuvo que quedarse un semestre más por algunas materias, ya sabes que a veces por estar en la fiesta descuidaba cosas-contó Amber sonriendo divertida. Margareth también sonrió. — pero está muy bien.

—Me alegro —respondió Margareth con sinceridad. Apreciaba mucho a Cassie, y después de lo que había hecho aquél ultimo día en Londres, le tenía un cariño especial. Margareth se preguntaba que había hecho Amber cuando se enteró que Cassie había sido la que le había dado su teléfono. Constantemente se lo había preguntado y en ese momento volvió la pregunta a su cabeza, pero no le preguntó nada.

— ¿Tus padres se quedaron en Londres? —preguntó Amber, llevándose el ultimo bocado de pasta a la boca.

—Sí, pero quieren venir una temporada, en realidad, vienen siempre en vacaciones. Pero están pensando en venir a vivir por acá. Solemos hablar todos los días, creo que cada vez nos llevamos mejor. —dijo Margareth reflejando la felicidad que aquello le causaba, quería agregar que también por eso, se sentía en deuda con Amber.

Amber sonrió complacida, la ponía realmente muy feliz saber aquello.

Margareth bebió de su copa y ambas terminaron de cenar, llevaron los platos a la pileta y Margareth sugirió que salieran a sentarse en la mecedora que se encontraba justo afuera, para que observaran las estrellas unos momentos. Sabía que Amber adoraba hacer eso, ambas salieron con las copas de vino.

— ¿Ya no escribes? —preguntó Margareth, después de algunos minutos en silencio en los cuales habían estado observando aquel cielo tan mágico y bebiéndose el vino.

—No... Dejé de hacerlo, desde hace tres años —respondió Amber nostálgicamente, quedándose pensativa. Queriendo decirle que sólo podía escribirle a ella, bebió de su copa, terminándose el último sorbo.

Eres realmente buena, creo que deberías volver a hacerlo Amy, tienes talento, en verdad —le dijo con una sonrisa.

Margareth siempre había alentado a Amber para que hiciera las cosas, siempre le decía que lo que hacía era muy bueno, que tenía mucho talento. Ella no sabía si lo que le decía era verdad o el amor que Margareth sentía por ella, hacía que la viera casi perfecta.

Margareth se disculpó unos momentos y entró rápidamente a la casa, subió las escaleras y a los pocos minutos, salió con una caja en sus manos, se sentó y la abrió, sacó un papel de ahí, era un verso que Amber le había escrito. La caja estaba llena de las cartas y dibujos que Amber le había regalado. Con mucha calma lo leyó...

Armonía

Soy idea, eres palabras.

Soy melodía, eres canción.

Soy lluvia, eres tormenta.

Soy fuego, eres incendio.

Soy espíritu, eres divinidad.

Soy instante, eres eternidad

Amber no pudo evitar sonrojarse, ella le había escrito eso. Hacía tres años que ya no escribía nada, lo había intentado, en realidad solamente un par de veces, porque cada que quería escribir algo sólo podía venir a su mente la figura de Margareth...

—Creo que... Ahora ya no podría escribir nada —respondió Amber sonriendo apenada.

—Yo creo que sí, tienes talento, es como algo nato, un don, algo que ya es muy tuyo. Tengo tu cuaderno con las historias que me... Que escribiste, de vez en cuando las leo y me atrapan una y otra vez, tengo los poemas, escribes hermoso Amy, yo creo que no deberías dejarlo... Tus libros, estoy segura que tus libros serían todo un éxito —concluyó sonriendo.

— ¿Tú crees? —preguntó Amber.

—Estoy segura. Siempre me gustó la pasión con la que escribes, con la que dibujas y pintas, todo lo que expresas al hacerlo. Me gustaba mucho, realmente me gustaba cuando me leías poemas de Sabines, de Whitman o de Cummings... Nunca he conocido a nadie que haga esas cosas y menos como tú las haces... Tan sólo estar aquí viendo las estrellas, yo sé que para ti esto es diferente a como lo vive el resto, esto lo conviertes en algo especial —Margareth sonrió con ternura, tomando la mano de Amber durante unos minutos.

Recordó todas esas veces en las que hojeó el cuaderno de Amber, cuando leyó una y otra vez los versos que le había escrito, hasta aprendérselos de memoria. Recordó como cada noche leía el libro de Jaime Sabines que Amber le había regalado. Recordó cómo había tratado de escuchar poesía en la voz de otras personas, las veces cuando asistió a la facultad de literatura y poesía en Londres, para escuchar poemas, meses después de que Amber se había ido, tratando de sentirse mejor, y se dio cuenta que nadie transmitía las cosas así, como Amber. Nadie lo hacía con esa pasión y con esa inspiración. Se daba cuenta cada vez que conocía a alguien, que nadie tenía eso que Amber tenía. Nadie disfrutaba de todo como lo hacía Amber. Nadie vivía así como ella, haciendo a las pequeñas cosas como las más importantes, siempre había amado eso en ella, su pasión por la vida, su compasión por todo, su sensibilidad y nobleza.

Amber sentía la mano de Margareth en la de ella, sentía su suavidad, la tocaba lentamente, como si fuera la primera vez que lo hacía, cerró los ojos, tratando de concentrarse sólo en lo que estaba sintiendo. Ni siquiera quería que la visión de esa noche tan mágica estrellada, interrumpiera esa sensación, no quería que nada opacara ese momento.

—Háblame, dime algo... Dime un poema, de esos que solías decirme —dijo Margareth trayendo a Amber de vuelta, su voz sonaba sutil, con un toque sensual, como esas veces anteriores en Londres, o sería que por el calor del momento, ¿Amber se lo estaba imaginando?

Amber abrió los ojos y volteó a verla, Margareth la observaba también, fijamente, sin soltar su mano. Amber evocó los poemas de Sabines, los cuales Margareth amaba, comenzó a decirle uno, con mucha calma...

Tu nombre

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.

Y otro más...

Me doy cuenta de que me faltas
y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es pesadumbre.

Este último siempre lo tenía en mente, siempre que recordaba a Margareth, que recordaba ese año, este poema tenía que ir entrelazado a sus recuerdos. Amber miró al cielo, notando que su voz se quebraba al decirle este poema, sintió cómo Margareth apretaba su mano al oír su voz entrecortada.

Vio las estrellas, cada una más iluminada que la otra, parecía que las estrellas se ponían de acuerdo para alumbrar cada vez más, parecía que justo donde estaban sentadas Margareth y ella, estaba más iluminado que los otros lugares, parecía que ese momento estaba escrito en algún lugar, parecía que tenía que pasar. Le susurró finalmente un poema más, de Cummings, preciso para lo que Amber estaba deseando en ese momento;

Quiero mi cuerpo, cuando está con tu cuerpo

Es algo tan nuevo.
Los músculos mejor y aún más los nervios.
quiero tu cuerpo, quiero lo que hace,
quiero sus modos, quiero el tacto de su espina
dorsal, sus huesos y la palpitante
-lisura-fiel que he de
otra vez, otra y otra
besar, quiero besarte aquí y allí,
quiero, lentamente palpar, rozar el vello
de tu eléctrica piel, y aquel que nace
sobre la hendida carne... Y grandes ojos migas de amor,
y tal vez quiero el estremecimiento
bajo de mí, de ti tan nueva...

Observó a Margareth, tenía los ojos cerrados y en su rostro había una expresión que a Amber le gustaba, no sabía cómo describirla, pero ya la había visto antes, muchas veces antes en Londres, Margareth la seguía amando también, lo sabía, estaba segura.

Después de unos minutos, después de repasar las palabras dichas por Amber, Margareth abrió los ojos, sonrió dulcemente y la observó, clavando su mirada en ella durante unos minutos, aún no habían soltado sus manos, estuvieron así durante unos minutos más, solo observándose fijamente, cada una recordaba los momentos que habían vivido ese año en Londres, sonreían sutilmente, tocaban sus manos.

Hasta que Margareth la soltó, era como si hubiera algo que no la dejaba seguir así, Amber pensaba que era por Holly, esta vez no sólo estaban ellas dos, había alguien más, alguien a quien Margareth quería... Aunque en realidad Margareth no pensaba en Holly, lo que a Margareth la detenía era otra cosa, lo mismo que durante esos tres años le había causado tanto dolor, quería saberlo, sus palabras salieron sin que ella pudiera evitarlo, una tras otra, como una ráfaga...

— ¡¿Por qué nunca me contestaste Amber?! ¡Te llamé durante casi un año! —dijo muy alterada, levantándose intempestivamente de la mecedora, su voz se iba cortando a la par con cada palabra.

Amber tragó saliva y la observó, podía notar el coraje en el rostro enrojecido de Margareth y sabía que tenía toda la razón en sentirlo.

—Tenía miedo... De ti, de mi... De todo... Cuando... cuando salió nuestra foto en la televisión, cuando me entrevistaron, me aterroricé —respondió, con toda la vergüenza que aquello le causaba...- También tenía miedo de que esto no fuera real, que este amor solo fuera algo de ese momento. Pensé que sí, que si me alejaba de tu vida, si tú no volvías a saber de mí y yo de ti, todo se quedaría en ese año —respondió con la voz a punto de quebrarse.

— ¡¿Cómo pudiste pensar eso?! —Preguntó Margareth aún con la voz muy alterada— He pasado los tres últimos años pensando en ti, todos los malditos días de mi vida, a cada momento, yo te he amado desde el principio Amber, yo te... —se interrumpió y haciéndose para atrás.

—Lo sé... Soy una idiota, tenía miedo de todo lo que estaba pasando... en verdad pensé que si no sabía de ti, que si no volvía a hablarte, esto desaparecería... Que todo sería más fácil... Pero no. No lo fue, ha sido el peor error de mi vida —decía con lágrimas en los ojos y el llanto en la garganta— Yo he pasado también cada día de mi vida recordándote, pensando en ti... Queriendo verte... cuando escuché tu nombre en la radio fue como si mi alma regresara a mí, me di cuenta que nunca podría dejar de amarte Mar...-Amber se levantó y se acercó a Margareth, que retrocedió, sus ojos estaban ya todos llenos de lágrimas.

—No tienes ningún derecho a interrumpir así en mi vida, a llegar así, de repente, otra vez, a revolver mis sentimientos... justo cuando yo estoy tratando de rehacer todo con alguien más, justo cuando yo ya tengo estabilidad. No Amber, no tienes ningún derecho...

Margareth comenzó a sollozar con mucha intensidad y se alejó de Amber, entró rápidamente a la casa. Subió las escaleras y Amber la siguió.

—No tienes idea todo el dolor que he sentido desde que te fuiste sin decirme ni una sola palabra, desde que no contestaste mis llamadas... Y no Amber, no ayuda nada verte aún con el maldito anillo en tu dedo —decía Margareth entre sollozos, su voz se quebraba más al pronunciar cada palabra— no sé ni siquiera que pretendes con traerlo puesto, si no cumpliste nad... —volvió a interrumpirse por los sollozos, que cada vez aumentaban más— te odio Amber, te odio con toda mi alma —agregó con violencia.

Esto hizo que Amber llorará aún más, sintiendo una punzada en el corazón. Escuchar que Margareth la odiaba era lo peor que podía escuchar, sentía como todo su ser se rompía y sabía que, después de todo, nadie podía culparla por odiarla. Pero Amber sabía que tenía que decirle todo lo que sentía por ella, si antes no lo hizo, está vez no iba a irse sin que Margareth supiera todo lo que Amber sentía por ella, aunque tal vez, ya fuera demasiado tarde...

—Mar, sé que soy una idiota... Sé que tú mereces a alguien que no sea tan cobarde, que no se vaya, que no huya cada que tiene miedo... Pero yo, yo te amo con todas mis fuerzas, ¡te amo Margareth! —dijo con todo el amor que en verdad sentía— y tú... tu a mí, me sigues amando... aunque digas que me odias, hoy, hace unos momentos, he sentido todo, todo tu amor... —al decir esto el sollozo de Margareth aumentó— Perdóname Mar, no voy a volver a dejarte, no podría soportar volver a perderte... —hablaba con tantas lágrimas como le era posible llorar, mientras se acercaba poco a poco a ella.

Margareth se encontraba en la habitación, de espaldas junto a la ventana, observaba la calle, no volteaba a verla, pero Amber podía escuchar su respiración, escuchaba como lloraba, era un llanto intenso. Amber se colocó justo detrás de ella, acarició su cabello y lo olió, cerró los ojos e inspiró ese olor tan único, ese olor que la embriagaba toda, ese olor que recordaba cada noche. Después colocó sus manos en los brazos de Margareth, se pegó a su cuerpo, Margareth no se quitó, y Amber sentía como su respiración aumentaba, su cuerpo la delataba moviéndose conforme aumentaba su respiración, podía sentir que ese pequeño contacto la hacía estremecer por completo. Amber no dejaba de oler su cabello, de acariciarlo, le susurraba con la voz muy entrecortada palabras de perdón y de amor, no podía dejar de llorar, todo lo que había sentido en esos tres años de su vida, se conjugaba ahí, estaba sacando todo el dolor que había sentido, todo el dolor que aquel error le había costado, sabía que tal vez había perdido a Margareth para siempre, pero esta vez, le diría lo que significaba para ella, lo que en ese año, no tuvo el valor de admitir.

—Soy una idiota, la más idiota, una cobarde, perdóname... Antes, antes no pude decirte esto, pero te amo Mar, te amo con toda mi alma, te amo como dije que no se podía amar, te amo como dije que no quería amar, te amo como no sabía que podía amar — dijo haciendo una mueca de tristeza, y acariciando con mayor devoción el cabello de Margareth, sentía que estaba perdiendo para siempre al amor de su vida. — No tienes idea lo que ha significado para mí estar lejos de ti este tiempo...

Margareth no respondía, hasta que después de algunos minutos que a Amber le parecieron eternos, por fin volteó, quedando de frente, ambas podían sentir la respiración de la otra, Margareth tomó tiernamente entre sus manos el rostro de Amber, limpio cada una de sus lágrimas.

— Sí, eres una idiota, pero mi idiota —dijo con su voz muy dulce e inmediatamente la besó con ternura. A pesar de todo el dolor que Amber le había causado, el amor que Margareth sentía por ella, era mucho más fuerte, por más que había intentado odiarla día y noche, no podía, la amaba, la amaba como el primer día.

Parecía que en ese beso se conjugaban todas las emociones que estaban sintiendo, que sintieron durante esos tres años, Amber colocó la mano en la mejilla de Margareth y la acarició con mucha suavidad con los dedos, el beso se fue tornando de mayor intensidad mientras seguían tocándose. Margareth le acariciaba los brazos, la cintura, el cuello, quería sentirla toda, quería que esos tres años se desvanecieran en ese momento. Amber se separó un poco de ella y le besó muy tiernamente los ojos, las cejas, los párpados, la boca, la nariz, las mejillas, el cuello, como si quisiera que sus labios recordaran cada parte, que se aprendieran de memoria cada cosa que tocaban, como sí quisiera arrancarle con sus besos, todo el dolor que le había causado. Margareth sonreía con dulzura, colocó su mano en el pecho de Amber y la acarició suavemente por encima de la ropa, Amber suspiró levemente.

Ambas se recostaron sobre la cama y se separaron un poco para observarse con mucha calma, estuvieron así algunos minutos, sólo observándose la una a la otra, sentían que todo eso era un sueño, el mejor de sus sueños que estaba haciéndose realidad, querían hacer eterno ese momento. Margareth comenzó a quitarle la blusa y el pantalón, sus dedos exploraban por completo el cuerpo de Amber, ella se sentía embriagada, hizo lo mismo a su vez, desvistió a Margareth y su lengua empezó a danzar por su vientre, bajando y subiendo, haciendo que el cuerpo de Margareth se convulsionara con cada toque. Amber sentía las manos de Margareth en su espalda acariciándola, besó su cuello y lo mordió ligeramente con suavidad, esto hizo que Margareth lanzará un gemido.

Por fin quedaron piel a piel, Margareth puso una de sus manos en el cabello de Amber acariciándolo, le decía cuánto la amaba, cuánto le fascinaba su cabello, su cara, su cuerpo, toda ella. Amber le respondía llena de amor, colocó sus manos en la espalda baja de Margareth atrayéndola hacia ella completamente, sus cuerpos se unieron con totalidad, y cada poro de su piel se estremecía, como esas veces anteriores, era como si estuvieran viendo y viviendo una película que ya conocían, su película favorita.

Después de estar de frente, sintiéndose la una a la otra, marcando un perfecto compás con sus cuerpos unidos, Amber se colocó boca abajo y sintió la lengua de Margareth recorriendo toda su espalda, bajando y de nuevo, subiendo. Sentía los labios de Margareth en sus orejas, dándole pequeños mordiscos bajando por su cuello, sentía la humedad de la boca de Margareth en cada parte de su cuerpo. Colocó sus manos encima de las manos de Amber, entrelazándolas y Amber pudo sentir completamente su cuerpo arriba de ella en su espalda, era la sensación más fascinante que jamás había experimentado, sentía el movimiento del cuerpo de Margareth arriba de ella, sentía como el suyo se movía a la par, sentía el sudor que estaban exhalando sus cuerpos.

Las manos de Margareth se colocaron en su pecho y lo apretaron, hundió los dedos en ella, sus cuerpos se movían rítmicamente como si estuvieran sincronizados para hacerlo. Amber sintió la mano de Margareth entrando en ella, y no aguanto más, gimió y se estremeció totalmente debajo de Margareth, quien a su vez no dejaba de moverse también, podía sentir todo el sudor que sus cuerpos exhalaban, el sudor en el cuerpo de Margareth caía como gotas de lluvia, cada gota era una muestra de todo el amor, el deseo, el placer que estaba sintiendo, cada parte de su vida, de su conciencia, de su memoria, de su alma, todo, escapaba en cada gota.

Y lo sintieron por fin, parecía que estaban a punto de explotar y así fue, explotaron. Cada centímetro de su piel experimentó un hormigueo intenso, esa sensación que era de ellas, sólo de ellas, la sintieron una y otra vez, primero con gran fuerza y después una tras otra, parecía que se diluía, pero nuevamente aparecía, continuaba y continuaba, en largas secuencias, parecía que las secuencias duraban eternamente.

Sus cuerpos estaban rendidos, totalmente rendidos al placer. Ellas respiraban agitadamente, jadeando y exhalando todo el amor que estaban sintiendo. Se murmuraron palabras de amor, se abrazaron durante un largo momento. Hicieron el amor una vez más y otra vez y otra y otra, sólo se recuperaban para volver a hacerlo, para volver a fundirse en ellas, olvidando todo lo demás, recobrando los años perdidos.

Hasta que por fin sus cuerpos cayeron completamente rendidos y durmieron largamente. Amber durmió profundamente, Margareth se despertaba y la observaba ahí a su lado, desnuda, veía su cuerpo y lágrimas brotaban de ella, eran lágrimas de felicidad absoluta, de amor, de éxtasis, de estar experimentando lo que pensó no volvería a experimentar jamás, la amaba, la amaba con cada parte de su piel y de su alma. La acariciaba tiernamente, susurrándole cuanto la amaba, acariciaba su cabello y besaba su frente, parecía que así teniéndola en sus brazos todo cobraba sentido.

Al fin llegó el momento en que ambas se despertaron, Amber al observarla sonrió como hace mucho tiempo no había sonreído, la observó fijamente recorriéndola con sus ojos, sonriéndole con ternura, no podía quitar esa sonrisa de su rostro, hasta que le dijo con la voz entrecortada y casi en susurro:

—Mar... eres mi sueño hecho realidad, lo que no sabía que estaba buscando, pero que mi alma necesitaba urgentemente y en ti encontré, eres mi pintura favorita, mi poema favorito, mi canción favorita, mi libro favorito, mi película favorita, mi palabra favorita, mi murmullo favorito... Eres todo lo que necesito para ser, para ser realmente, contigo soy todo lo que quiero ser. No quiero estar sin ti, no puedo estar sin ti, te amo, te amo más de lo que te puedo expresar...

En las mejillas de Margareth podía observarse como las lágrimas comenzaban a escurrir una tras otra, atrajo hacia sí con mucha fuerza a Amber, la amaba, ahora más que nunca la amaba, nunca iba a dejar de hacerlo, la vida le había demostrado que no podía dejar de amarla.

—Te amo Amy, eres lo mejor que me ha pasado...

Ambas se abrazaron con mucha fuerza. Parecía que trataban mezclar sus cuerpos, tratando de que sólo quedara uno. Tratando de que el amor que sentían en ese momento las convirtiera en un solo cuerpo.

— ¡Le diré a mis padres, a mi familia, a mis amigos, a todos, al mundo entero, sobre nuestro amor! —dijo Amber felizmente y Margareth sonrió con mucha alegría, besó dulcemente su frente.

Se quedaron ahí recostadas pasado el mediodía,hasta que Margareth bajó a preparar el desayuno; jugo, café, pan tostado yfruta, regresó y ambas comieron en la cama, parecía que estaban recién casadas,que estaban en su luna de miel, se daban de comer una a la otra, no sedespegaban ni un segundo. Era como si siempre hubieran estado juntas, como si esos años lejos nunca hubieran pasado.

—Tengo que regresar a casa Mar, todos han de estar muy preocupados por mí —dijo Amber mientras le daba un beso en la mejilla a Margareth.

-No quiero que te vayas nunca- respondió Margareth con la cara triste.

Amber la besó tiernamente en la frente.

— ¡Eres hermosa! Nunca más me voy a ir... Pero yo vivo en New York, ven a vivir conmigo, ¿sí? —preguntó alegremente.

Margareth se sorprendió, todo lo que estaba pasando era mucho para ella, mucho en tan poco tiempo, parecía que Amber estaba decidida a estar con ella, sólo con ella. Aunque no podía negar que sentía mucho miedo y por otro lado estaba Holly, aunque no la amaba, sentía un cariño especial por ella, pero amor no, nunca iba a sentir por absolutamente nadie lo que sentía por esa mujer que estaba frente a ella.

— ¿En serio Amy?

—Si Mar, no pienso separarme ya ni un minuto de ti, sé que aquí tienes tu restaurante, pero estoy segura que en New York también tendrá mucho éxito, mucho más éxito, sabes que es una ciudad más conocida que Boston, con más apertura, tienes que ponerlo allá, ¡imagínate la sensación que será en la quinta avenida!

Margareth sonrió, quedándose pensativa, en verdad todo eso le parecía un sueño.

— ¿Sabes que soñé con este momento cada día de estos tres últimos años? —tomó la mano de Amber y la beso— Habíamos hablado Fray y yo, sobre expandir el restaurante, poner más en otras ciudades, sólo que la quinta avenida me parecía algo lejano, pero... si Amy —asintió con la cabeza— quiero hacerlo, te amo como nunca voy a poder amar a nadie, quiero estar contigo, con nadie más. Aunque... Tengo que hablar con Holly antes, lo sabes y tengo que arreglar todo lo demás.

Amber la observaba con una amplia sonrisa y la abrazó con fuerza, no quería soltarla nunca más.

—Lo sé Mar, yo hablaré con mis padres, hoy mismo. ¡Te amo, te amo, te amo! —le respondió gritando y llenándola de besos por toda la cara, haciendo que Margareth riera con emoción.

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