Reencuentro II
Amber se congeló durante unos segundos que le parecieron eternos, otra vez el huracán entrando en ella y revolviendo todo cuanto podía, su cuerpo empezó a temblar un poco, su respiración aumentó, podía sentir los latidos en cada parte de su cuerpo, su corazón... estaba a punto de salir, a punto de explotar... respiro hondo y después de algunos segundos que parecieron eternos, por fin, volteó...
—Mar... Margareth —dijo tartamudeando, mientras la observaba detenidamente. No tenía puesto el uniforme que suelen llevar los chefs, llevaba unos jeans ajustados, una blusa un poco escotada que se tapaba un poco con el saco café que tenía encima, y que combinaba con las botas del mismo color.
Observó su cara, tenía una ligera capa de maquillaje y podía notar cada una de sus pecas en su rostro, sus ojos; estaban tan hermosos como siempre, parecían aún más azules que antes, su boca ligeramente pintada de rojo, marcaba una sutil sonrisa de... ¿alegría, tal vez?... Su cabello estaba más largo que la última vez que la vio y las ondas que se formaban se marcaban más, aún seguía rojo, aunque más bien era rojo mezclado con café, más sobrio que antes, pero seguía siendo pelirroja, su pelirroja.
La notaba más delgada que la última vez, pero aún con ese cuerpo que a Amber le parecía perfecto, tan bien formado, habían pasado tres años y seguía observando en ella la misma juventud de siempre, Margareth era traga años, siempre lo iba a ser, estaba hermosa, realmente hermosa, para Amber siempre iba a ser la más hermosa.
—Te vi al entrar... ¿Qué haces aquí? —preguntó Margareth sutilmente, sin ocultar la enorme sorpresa en su voz.
A su vez, Margareth observaba detalladamente a Amber, observaba su cabello rizado que tanto le fascinaba, parecía que estaba más claro que antes, veía sus ojos marrones enormes, esa mirada intensa y misteriosa que siempre sentía que la traspasaba, su boca que tenía una expresión que no sabía definir con exactitud, en realidad, toda su cara tenía esa expresión...
Observaba que se veía un poco más grande que la última vez, pero aún tan joven como siempre, apenas acababa de cumplir 24 años. Observaba su cuerpo que seguía siendo tan delgado y que a Margareth le fascinaba, vestía un pantalón negro entallado, unos tenis y una blusa blanca, y por el clima se tapaba con una chamarra pequeña negra. Observó sus piernas que le parecieron aún más largas que como las recordaba, le parecía tan hermosa, para Margareth ella siempre se veía así. Observaba cada detalle de Amber, su lunar arriba del labio de lado derecho, su barbilla que esta vez se veía más partida que como la recordaba, sus cejas que seguían tan gruesas y marcadas como siempre, y que para Margareth eran bellísimas, sus manos largas que tantas veces la estremecieron... Era claro que también para Margareth, Amber era la mujer más bella, como tantas veces se lo había dicho.
Estaba observando a esa mujer que tanto había amado, a la mujer que más había amado en su vida... y que, tal vez, ¿amaba aún?...
Se acercó un poco a ella y Amber dubitativamente, respondió...
—Vi... Escuché sobre este restaurante, tu restaurante y quise venir a verlo... —a verte, deseaba decir en verdad, pero no lo hizo, pensó que no era el momento aún...
— ¿Vives por aquí? —preguntó Margareth aun con la sorpresa que no podía ocultar, hasta donde sabía Amber vivía en New York y era extraño que hubiera ido solo a ver su restaurante, existía una distancia considerable entre ambas ciudades...y también, ¿en dónde podría haber escuchado hablar de él?
—No... En realidad no —sonrió Amber un poco nerviosa— sigo en New York, pero escuché... en un programa de radio hablaron de este lugar —mientras más se escuchaba a sí misma, más se daba cuenta de lo ilógico que era todo, estar ahí sólo por escucharlo en un programa de radio, en realidad estaba ahí por Margareth, por ella, solo por ella.
— ¡Oh! ¿Hablan de mi restaurante en la radio? —dijo Margareth incrédula, a la vez que sonreía ampliamente— no tenía idea...
—Sí creo que se está volviendo famoso... —contestó Amber sonriendo también...
— ¿Quieres que vayamos por un café?... —preguntó Margareth dubitativa, pero no quería perder más tiempo, sabía que Amber estaba ahí por ella, no por el restaurante, nadie mejor que ella la conocía, y lo sabía— pero aquí hay mucha gente, podemos ir a mi casa, si quieres, está a la vuelta.
—Claro —respondió Amber inmediatamente, observando a Margareth, en realidad ninguna de las dos dejaban de verse, era como si sus ojos no pudieran creer lo que estaban observando, lo que tenían enfrente, como si temieran despertar en cualquier momento y darse cuenta de que todo era un sueño— mi carro...¿te subes? —agregó, mezclando las palabras.
—Podríamos llegar caminando... pero está bien vamos en él para que no lo dejes aquí... —contestó acercándose más a Amber...
—Es este —dijo Amber señalando su carro que estaba justo detrás de ella, mientras de la bolsa del pantalón sacaba las llaves, las cuales cayeron inmediatamente al suelo, sus manos temblorosas no podían ocultarse... cuando estaba así, solía tirar absolutamente todo, Margareth lo sabía y no pudo evitar sonreír, se agachó para recoger las llaves y entregárselas, ambas rozaron ligeramente sus manos...
—Gra... gracias... —le dijo Amber tartamudeando, y observándola un poco, en seguida intentó abrir el carro... Y con esto una acción fallida tras otra; primero se equivocó de llave, después metió la llave al revés, y finalmente las llaves volvieron a caérsele al suelo... Margareth la miraba sonriendo, siempre le había encantado la torpeza de Amber y como ésta aumentaba cuando estaba nerviosa y era claro, que el nerviosismo se debía a ella, le gustaba ver como Amber seguía siendo la misma de siempre...
—Si quieres yo abro —le sugirió Margareth con una sonrisa un poco divertida.
—Al parecer mis manos no me están ayudando para nada —respondió Amber, llevándose una mano al cabello y haciendo esa mueca con los labios que solía hacer y a la vez que le daba las llaves a Margareth, agregó— abre tú por favor, es la llave más grande.
Margareth en un abrir y cerrar de ojos abrió el carro, afortunadamente para arrancarlo Amber tuvo mejor suerte y pudo hacerlo en seguida...
***
— ¿Entonces escuchaste sobre mi restaurante en un programa de radio? —preguntó Margareth mientras se sentaba en el sofá y ponía la charola con el café en la mesita que estaba justo enfrente, Amber estaba sentada a su lado— ¿Y supongo dijeron cosas realmente buenas para hacerte manejar hasta aquí, sólo para probar mi comida...? —agregó sonriendo y extendiéndole una taza a Amber.
—Supongo... en realidad tenía curiosidad, quería conocerlo... —contestó Amber pensativamente y después le dio un sorbo al café.
—La curiosidad siempre te ha movido para hacer lo que quieres —le dijo Margareth en un tono tranquilo, no se vislumbraba reclamo, lo dijo como hubiera podido decir cualquier otra cosa, como si le hubiera preguntado si le gustó el café. Aunque se arrepintió, tal vez no eran las palabras que debió usar.
—La verdad es que... quería verte, saber de ti... —agregó por fin Amber con cierta nostalgia en sus palabras, pensaba en lo que Margareth acababa de decir.
—Me da gusto volver a verte —comentó Margareth con una sonrisa sutil a la vez que dejaba la taza de café en la mesita. En su mente evocaba ese año junto a Amber, parecía que por un instante volvían a estar en Londres, sintió algo que no pudo explicar— ¿Pero te arrepentiste..?, cuando... Cuando te vi, ya ibas saliendo del restaurante —agregó.
Amber veía fijamente a Margareth, parecía que sus ojos no podían creer que estaba ahí, sólo a unos pocos centímetros de ella, que la escuchaba hablar, que la hubiera encontrado...
—Pensé que... Después de todo no era buena idea llegar así de la nada... A... a mí también me da gusto verte... —contestó con ternura, sin dejar de verla ni un sólo segundo, ahora parecía que la que desviaba la mirada era Margareth, tal y como Amber tantas veces antes lo había hecho.
—Llegar así de la nada... —Margareth repitió estas palabras como un eco, dichas más para sí misma. Y volteando a verla durante unos segundos, para después nuevamente desviar la mirada, agregó sin poderlo evitar— Estás aún más hermosa que hace tres años.
Amber sonrió y no pudo evitar sonrojarse como todas esas veces anteriores.
—Tú también lo estás... tienes un aspecto excelente —le dijo, queriendo decirle en realidad, que era la mujer más hermosa que podía existir en el universo.
Margareth a su vez sonrió discretamente, y llevó una de sus manos a su rostro, a sus ojos, se limpió algunas lágrimas que empezaban a fluir. Amber la observaba, sabía que estaban sintiendo lo mismo, ese momento, estar ahí, era como un sueño para ambas. Pero Margareth no sólo sentía la emoción que Amber estaba experimentando, también estaba lo otro; Amber había desaparecido de su vida tal y como había llegado ahora, de repente, y eso era algo que a Margareth le causaba dolor. Amber tomó la mano de Margareth en la suya durante unos segundos, hasta que Margareth la soltó, era como si quisiera evitar cualquier roce con ella, Amber lo entendió y no volvió a intentarlo.
—Lo lamento, soy una tonta, no quería llorar —dijo Margareth sonriendo apenada.
—No te preocupes —contestó Amber sonriéndole tiernamente.
Margareth se levantó y llevó la charola con las tazas del café a la cocina.
Durante esos minutos, Amber pudo observar detenidamente la casa de Margareth, estaba realmente bonita, no era tan grande como la que tenía en Londres, pero el lugar tenía muy buen aspecto, toda hecha de madera... justo al lado de donde se encontraba sentada Margareth, había un mueble pequeño que tenía colocado encima una fotografía, la cual Amber no había visto, porque aparte de que solía no fijarse en muchos detalles, Margareth al estar sentada de ese lado, tapaba aquel mueble. Amber se acercó a ese lado del sofá y vio la fotografía de cerca, era Margareth, estaba con otra mujer, ambas estaban abrazadas y podía observarse que no eran sólo amigas, era claro, eran pareja.
Amber observó detenidamente la foto, y un sentimiento de tristeza se apoderó de ella, Margareth se veía feliz no podía negarlo, pero Amber esperaba que... En realidad no tenía idea que esperaba, pero ver la foto la trajo a la realidad, Margareth estaba con alguien más haciendo su vida, ¿qué podía esperarse Amber?, ¿qué la esperara hasta que ella se decidiera por fin a buscarla, si es que algún día lo hacía?... Amber fue la que sacó de su vida a Margareth, sin previo aviso, así, de repente, tal como ahora había aparecido nuevamente. Amber se limpió algunas lágrimas del rostro y volvió a colocar la fotografía en su lugar. Se dio cuenta que lo que se había tratado de negar esos tres últimos años de su vida y el año que había pasado con Margareth, estaba ahí presente, no había servido de nada negarlo, el amor no puede negarse y ella lo sentía... Lo podía sentir todo.
Margareth regresó y se sentó nuevamente en el sofá, esta vez Amber no la observó, lo que observaba con detenimiento era la casa y se dio cuenta que en el mueble que se encontraba enfrente había otra fotografía, más pequeña que la anterior, pero eran las mismas personas Margareth y... su ¿novia?, ¿esposa?... Amber observó la fotografía fijamente y Margareth se dio cuenta de lo que estaba observando. Amber llevó su vista hacia la esquina del mueble y observó una fotografía más, esta vez sólo salía aquella mujer. Amber estaba segura que esa fotografía la había tomado Margareth, no pudo evitar recordar las veces en las que la había fotografiado a ella...
—Ella... ¿Ella es tu novia? —preguntó por fin Amber tragando saliva y aún sin poder observar a Margareth, tenía miedo que Margareth pudiera observar su rostro, la tristeza que la estaba embargando.
—Sí, lo es, se llama Holly- contestó Margareth, casi inaudible, parecía que se sentía apenada al hablar de ese tema.
— ¿Cuánto llevas con ella? —preguntó nuevamente Amber, esta vez volteo a ver a Margareth, que seguía observando aquella fotografía.
—Casi medio año —respondió aún con esa voz, pareciendo no querer responder.
—Y la... ¿La quieres? —preguntó una vez más Amber, recordó la plática que en una ocasión tuvo con Margareth, donde ella le decía la diferencia de querer y amar a una persona, lo que Amber quería preguntar en realidad era si la amaba, pero tenía miedo que la respuesta fuera sí, sabía que si la respuesta era esa, todo estaba perdido, pero también tenía miedo de un no, tenía miedo de todo lo que esa respuesta pudiera desencadenar.
—Si la quiero, es una gran persona —contestó Margareth con un tono extraño otra vez, volteando por fin a verla.
Amber pensó que sus palabras no sonaban como alguien que está enamorada, evocó nuevamente esa charla que tuvieron, cómo Margareth se expresaba del amor, recordó todas y cada una de sus charlas, recordó cuando la presentó con Fray, con sus padres, recordó cómo se expresaba de ella, no hablaba así de su actual novia, no veía la emoción que sentía cuando hablaba de ella, tal vez era que Margareth no quería incomodarla hablando de Holly, tal vez Amber sólo se estaba haciendo ilusiones...
—Me alegro que ella sea una gran persona... Es lo menos que te mereces —dijo Amber sinceramente y preguntó con un tono melancólico— ¿es una relación formal?
—Está empezando a serlo, ella quiere formar una familia conmigo.
Esa respuesta fue como un balde de agua fría para Amber, sintió un frío extraño por todo su cuerpo, y sólo pudo sonreír discretamente.
— ¿Y tú Mar, también quieres formar una familia... con ella?, ¿vives aquí con ella? —preguntó sorprendida y lamentándose de hacerle tantas preguntas, pero a eso había ido, a saber de ella, aunque lo que estaba escuchando le estaba rompiendo lentamente el corazón.
—Amber... sabes que mi sueño siempre ha sido casarme... pero no sé si quiero hacerlo con ella —contestó Margareth volteando a ver a Amber, su mirada era un poco extraña. Y no sabía porque pero aunque intentaba no podía mentirle a Amber, nunca había podido hacerlo— Y ella no vive aquí, yo vivo aquí con Fray.
— ¡Fray! ¿Cómo está Fray? —dijo Amber con una sonrisa más amplia, siempre había sentido un cariño muy especial por Fray.
—Está muy bien, ya sabes como siempre. Es mi socio, en el restaurante, y justo ahora salió de viaje para arreglar unas cosas del trabajo —contestó Margareth sonriendo también.
La conversación había cambiado drásticamente y Amber quería saber más de esa mujer que ahora formaba parte de su vida, quería saber qué había hecho que se fijara en ella, la observaba en las fotografías, si bien no tenía un mal aspecto, tampoco era el tipo de Margareth...
De repente, se escuchó un ruido afuera, el ruido del motor de un auto que se estacionaba justo enfrente, y por la oscuridad que había traído la tarde consigo, no se alcanzaba a observar a través de las ventanas quien había llegado, hasta que tocaron la puerta.
Margareth se levantó a abrirla y la mujer que estaba afuera la abrazó, no cabía duda, era Holly, entró y observó fijamente a Amber, ella también la observaba detenidamente, pudo ver que en las fotos se veía mejor que en persona, y reafirmaba su opinión, no era el tipo de Margareth, tal vez sólo por el cabello que era un poco ondulado, pero físicamente... Margareth muchas veces le había dicho como le gustaban las mujeres y siempre la descripción era exacta a Amber, pero Holly, Holly no era así, era de una estatura menor a Margareth y a Amber, no era delgada, pero tampoco con sobrepeso, podría decirse que tenía un cuerpo medio, tenía ojos claros, pero pequeños, no grandes como a Margareth le gustaban, su cabello, sí, era un poco rizado, pero no era como los rizos de Amber, no eran desordenados, y no estaban claros... de la cara en realidad no era fea, aunque a Amber no le parecía nada bonita, tal vez eran los celos que estaba sintiendo los que hacían que la viera de esa manera.
—Ella es Amber —le dijo Margareth a Holly, señalándola, se podía notar la incomodidad en su voz y en su rostro— Y ella es Holly —le dijo a su vez a Amber. Holly y Amber se dieron la mano tratando de parecer amables.
—Creo que vengo en otro momento —le dijo Holly a Margareth y la besó. Amber observó y desvió la mirada. Ambas, Margareth y Holly se encaminaron hacia la puerta.
—Hasta luego —le dijo Holly a Amber y ella respondió lo mismo.
Pasaron unos minutos antes de que Margareth regresara. Amber escuchó algunas voces, e inmediatamente el motor encendido del auto de Holly el cual emprendía su marcha, Margareth entró nuevamente.
—Lo lamento, no quería causarte problemas —le dijo apenada.
—No... no te preocupes. Holly sabe que... Quién eres —le respondió inseguramente Margareth volviéndose a sentar
—Sabe que fuimos... Que soy... —decía Amber sin poder terminar la frase.
—Sabe lo que tuvimos... —completó Margareth, no sabía si era apropiado decir que habían sido novias, pues nunca se dieron ese título. Y ella misma se lo preguntaba, ¿qué había sido en realidad ella para Amber?...
—Bueno, me imagino que no ha de ser de su agrado que esté aquí, en tu casa... —dijo Amber haciendo esa mueca con la cara.
Margareth la observó unos segundos, observó su boca, siempre le había gustado cuando hacía esa cara, solía decirle que cuando hacía esa expresión le daban ganas de... De besarla... Decidió mejor, observar hacia otro lado.
—No te preocupes Amy, en serio —volvió a decir con un tono amable— ¿Quieres quedarte a cenar? —preguntó en el mismo tono amable, sonriendo discretamente.
Amber sonrió ampliamente, ya se estaba haciendo tarde, tendría que manejar durante la madrugada para regresar a casa, pero no podía perderse por nada esa oportunidad, estaba ahí, ahí con Margareth, iba a cenar con ella...
—Claro —respondió Amber con una amplia sonrisa.
—Viniste hasta aquí para probar mi comida, creo que no puedes irte sin hacerlo... Y vas a probar mi receta secreta —comentó Margareth sonriendo ampliamente también y guiñándole el ojo. Se levantó y le indicó a Amber que fueran a la cocina. Margareth sacó de los diferentes cajones todo lo necesario para preparar la cena, específicamente prepararía pasta con lasaña, Amber la observaba, le gustaba mucho como Margareth amaba hacer eso, esa era su verdadera pasión, podía verse cuánto disfrutaba cocinar.
—Te tengo que sacar de la cocina, recuerdo que puedes causar un caos... —decía Margareth con la voz divertida— ¿o ya sabes algo sobre esto?
—La verdad no, aún no tengo la más mínima idea —contestó Amber abriendo los ojos y con la cara apenada, como una niña cuando acaba de ser descubierta haciendo una travesura.
—Y puedes tirar todo... —agregó Margareth sonriendo burlonamente.
Amber hizo una cara de aflicción y sonrió divertida, recordó aquella vez que ocasionó un caos en la cocina de Margareth, recordó todas las veces que Margareth cocinaba para ella, recordó lo divertidos que eran esos momentos junto a ella.
—Puedo ayudarte cortando los ingredientes y poniendo la mesa, eso sí lo puedo hacer —respondió Amber, su voz sonaba diferente, especial, como si mágicamente hubieran retrocedido tres años y estuvieran en Londres. Margareth asintió sonriendo tiernamente.
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