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Reencuentro

Sólo una vez había estado en Boston, hace algunos años, había ido con su familia a visitar a su tía Susan, que ya había muerto hacia más de 10 años. No tenía la menor idea de donde se encontraba la 540 Atlantic Avenue, pero preguntaría, total, dicen que esa siempre es la mejor manera de llegar a donde se quiere. Observaba la ciudad, Boston era en verdad una ciudad bonita, más grande de lo que se imaginaba, había muchas construcciones y el clima al estar en invierno era frío, a Amber le pareció que hacía más frío que en New York.

Pensó que tal vez hubiera sido buena idea decirle a Cassie que la acompañara, quien sin pensarlo lo hubiera hecho, pero no... Amber sabía que era algo que tenía que enfrentar sola, manejaba más deprisa que de costumbre... tenía miedo de hacerlo lento, de tener un mínimo momento para pensarlo un poco y arrepentirse, de dar vuelta y regresar, podría darse cuenta que no tenía caso ir, que si Margareth estaba ahí y no la había buscado más, era porque simplemente ya no quería saber nada de ella, y en realidad, ¿quién podría culparla?...


La carretera estaba despejada solamente con un poco de tráfico, tal vez se debía al clima, hacía mucho frío y parecía que estaba a punto de llover, en estos casos la gente suele preferir quedarse en casa... Amber solía manejar con música en el carro, esta vez no, intentó poner su cd favorito, pero al momento de encontrarlo se le cayó, era un manojo de nervios y esto mezclado con su torpeza, la cual se incrementaba con los nervios que sentía, complicaba en extremo esta pequeña acción de poner un cd en el aparato del carro. Prendió la radio pero en seguida decidió apagar todo, no quería estar en silencio, pero tampoco podía estar escuchando nada, en realidad no sabía qué hacer. Las casi tres horas que hubieran sido de camino se redujeron a dos, después de preguntar Amber llegó, por fin llegó...

Observó el lugar, el restaurante era completamente Margareth, dicen que los lugares a veces reflejan la personalidad de sus dueños y en este caso así era totalmente. Siempre le había gustado la manera en la que Margareth decoraba las cosas, el color rojo que era su favorito tenía que estar siempre presente, ponía un peculiar interés en los detalles, como si cada cosa tuviera que seguir un cierto patrón con lo demás, que hicieran que las partes y el todo en conjunto tuvieran una gran armonía. Todo lo contrario a Amber, quien aun siendo pintora, nunca se fijaba en los pequeños detalles.

El lugar era realmente hermoso, más grande de lo que Amber pensó, sin duda era un restaurante para cenar, se dijo que era para las cenas románticas que tanto le gustaban a Margareth y sonrió sutilmente. Notó como el color rojo mezclado con el color madera le daba al lugar ese toque de intimidad.

Decidió por fin entrar, pensó que tal vez por ser un lugar que se veía era preferentemente para ir en la noche, a esa hora de la tarde no habría tanta gente, pero no, se sorprendió cuando se dio cuenta que el lugar estaba casi lleno. Al parecer del otro lado el lugar era ¿diferente?, sí, se veía más casual, entró y comprobó que era un lugar magnifico al cual se podía ir a cualquier hora del día, era hermoso, era... era tan ella, tan Margareth.

No sabía si ella estaría ahí, suele pasar que la dueña algunas veces no está, pero según lo que había escuchado, Margareth era la chef principal, por lo que pensó que tal vez tenía que estar ahí, o pensó también que tal vez ella iba cuando quería y entonces iría después, o no iría, o... En realidad, pasaban muchas cosas por la cabeza de Amber...

De repente se quedó parada un momento y el pánico que cada vez crecía más y más, se apoderó completamente de ella... "¿Que estoy haciendo aquí?", se dijo y en seguida decidió salir del restaurante, caminó a toda prisa yendo hacia donde estaba estacionado su auto, estaba a punto de llegar pero... la escuchó... Era... Era ella...

- ¡Amber! -escuchó que gritaba.

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