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Paciencia

Al llegar a Boston, sintió como una ola de aire fresco le daba en el rostro, le parecía que nunca antes había podido sentir el viento de esa manera, nunca antes había disfrutado tanto de aquello. Se acomodó un mechón de cabello que el viento había despeinado, detrás de la oreja y se recargó en su auto. Lo había estacionado enfrente de la casa de Margareth y su plan principal había sido ir directo hacia la casa, tocar y cuando Margareth abriera, lanzarse en sus brazos y besarla, besarla una y otra vez. Pero al llegar, observó que otro auto estaba estacionado afuera de la casa, observó también el auto de Margareth, que ya había observado los días anteriores, pero aquel auto no, ese auto no lo había visto antes. Amber pensó que ese auto podría ser el de Fray, pero en seguida recordó que Margareth le había dicho que regresaba hasta después de una semana y aún no se cumplía el plazo.

Y entonces otro nombre vino a su mente; Holly, estaba segura que ese auto estacionado afuera, era de Holly y no pudo evitar sentir una descarga en todo el cuerpo, no pudo evitar que el miedo se apoderara de ella. Y los pensamientos que también la inundaban, no ayudaban a quitarle aquel miedo. Pensaba que tal vez estaban adentro, reconciliándose. Pensaba que tal vez, Margareth se había arrepentido de lo que había pasado la noche anterior entre ambas, tal vez Margareth se había dado cuenta que en realidad amaba a Holly. O, pensaba que, simplemente, Margareth no estaba dispuesta a correr más riesgos y prefería quedarse con Holly, porque ella le daba toda la tranquilidad que Amber nunca le había dado. Cuando estos pensamientos se posaron en la mente de Amber, negó moviendo la cabeza, eso no podía pasar, la noche anterior Amber había sentido como todo el amor aún seguía en Margareth, aún la amaba tanto como lo había hecho tres años atrás.

Le parecía que llevaba siglos afuera de esa casa, Amber no acostumbraba a usar reloj, por lo que tomó su móvil y lo encendió, marcaba las cuatro de la tarde con diez minutos. Pensó también que tal vez Margareth creía que ya no iría de nuevo, no habían quedado en una hora fija, pero Amber sabía que no había calculado bien y se le había hecho tarde, también el tráfico no había ayudado mucho a agilizar su traslado. Volvió a pensar que Margareth se había cansado de esperarla y había llamado a Holly para seguir en su relación como si nada hubiera pasado, una vez más, negó con la cabeza, maldiciéndose un poco así misma por no poder dejar de pensar aquellas cosas.

Los alrededores de la casa de Margareth estaban llenos de árboles, justo a la derecha de la casa, había un árbol enorme que le daba una sombra impresionante. Observó también que las casas estaban un poco alejadas unas de otras, todas tenían algunos metros llenos de naturaleza. Observó con mayor detenimiento la casa de Margareth y una vez más, comprobó que la podría reconocer aunque estuviera rodeada de mil casas más. Por un momento, le pareció que estaba en Londres, afuera de aquella casa, aunque claro, la casa actual no era tan enorme como la de Londres, pero había algo, algo que tenían en común y que decía que le pertenecían a Margareth. Tal vez era el color, ambas café, ambas con acabados de madera. Pero había algo más, algo que Amber no sabía cómo explicar, pero que era muy Margareth y que Amber podría reconocer esa casa como suya, en cualquier momento y en cualquier lugar.

Resopló nerviosamente y volvió a acomodarse el mechón que el viento seguía despeinando en su rostro. Tenía una mano en la bolsa de la chamarra negra que llevaba puesta y después de acomodarse el mechón de cabello, guardo la otra mano también, pues el clima con ese viento, ocasionaba que se sintiera todo muy frío. Observó la puerta de la casa abriéndose y su corazón comenzó a palpitar rápidamente, podía sentir los latidos en su sien, en sus brazos, en sus manos... Estaba estacionada muy cerca de la entrada de la casa, por lo que pudo distinguir a la perfección a las dos personas que salían de ahí; Margareth y Holly.

Su mirada se cruzó primero con la de Margareth, quién le sonrió tímidamente. Podía observar su rostro enrojecido y la conocía tanto para saber que había llorado, y no un poco, había llorado en verdad. Amber un poco confundida, le devolvió la sonrisa, no sabía cómo interpretar su expresión, quería ir corriendo a abrazarla, pero al observar la escena, prefirió seguirse quedando recargada en su auto. Después, su mirada se cruzó con la de Holly, y esa mirada vaya que la podía interpretar, le parecía que si Holly tuviera un arma, en ese momento la usaría sobre ella sin pensarlo un minuto. Amber ante este pensamiento, tragó saliva un poco asustada. Ambas iban caminando, acercándose a ella, aunque podía descifrar que Holly iba hacia su auto y Margareth, no tenía la menor idea si caminaba hacia ella... Holly pasó enfrente y Amber la observó, ambas se observaron fijamente. Holly se detuvo algunos segundos y antes de seguir caminando, volteando hacia Margareth, comentó con mucha seriedad, con mucha furia impregnada en sus palabras.

—Sólo espero que no vuelva a hacerte daño, que no vuelva a dejarte, porque estarás cometiendo el peor error de tu vida...

Holly observó algunos segundos a Amber, con esa misma mirada llena de furia y siguió caminando hacia su auto que estaba a lado del de Amber y se subió. Amber estaba realmente confundida, ¿aquellas palabras querían decir que Margareth le había dicho todo?, ¿Entonces, Margareth había dejado a Holly?, ¿Margareth la había elegido?

Observó cómo Holly arrancaba el auto frenéticamente y se perdía por la calle y volvió la vista hacia Margareth, que ya estaba casi enfrente de ella. Amber observó algunas lágrimas descendiendo por sus mejillas y aquello le partió el alma. Sabía que Margareth quería a Holly, sabía que lo que fuera que hubiera pasado, le había dolido mucho.

Le sonrió tiernamente y Margareth regresó aquella sonrisa, alzando los hombros. Amber lo supo, con esa sola acción, Margareth le decía que, casi a pesar de sí misma, la elegiría por encima de cualquier otra, que la amaba por encima de cualquier circunstancia. Con esa pequeña acción, Margareth le decía que era ella, sólo ella. Amber sonrió ampliamente, sabía que Margareth se sentía dolida, que terminar con Holly no era fácil. Pero también, no podía evitar que una inmensa felicidad la inundara completamente, el amor que se tenían no había podido extinguirse, Amber podría jurar que se amaban más que nunca.

Rápidamente, con los ojos llenos de lágrimas, abrazó con mucha fuerza a Margareth, que ya no pudo aguantar más y sollozó con vehemencia, aferrándose al cuerpo de Amber, abrazándola con toda la fuerza con la que le era posible hacerlo. Amber sentía las lágrimas de Margareth resbalando por su cuello y la apretaba más, tenía que hacerle sentir que esta vez sería diferente, esta vez no la dejaría ir, esta vez no se iría, esta vez no le haría daño.

La abrazó pegándola a su cuerpo hasta donde podía, con una de sus manos acariciaba muy suavemente el cabello de Margareth, quien no dejaba de llorar. En esas lágrimas no sólo estaba el dolor que le había causado terminar con Holly y decirle la verdad, estaba también la emoción del reencuentro con esa mujer que tanto amaba. Reencuentro que pensó nunca más pasaría. También estaban todos sus miedos, el miedo que acababa de sentir esa mañana cuando observó el reloj y se daba cuenta que Amber no llegaba. Miedo de que Amber volviera a irse de su vida. Y también estaba la inmensa alegría que estaba sintiendo en ese momento, la alegría que acababa de sentir al salir de la casa y observar a Amber recargada en el auto, con esa expresión que sólo podía tener cuando algo le preocupaba... Alegría de estar en sus brazos una vez más, en esos brazos que tanta paz le daban. Y estaba también la incertidumbre, la incertidumbre que siempre estaba presente cuando se trataba de Amber.

Margareth no quería desprenderse de ese abrazo, si por ella fuera, se podrían quedar así toda la vida. Poco a poco, se fueron separando, quedando con las manos unidas, Amber al acariciar la mano de Margareth, pudo sentir en el dedo, el anillo, y de nuevo sonrió. Había pensado que Margareth se había deshecho de él y hubiera tenido toda la razón en hacerlo. Pero sentir el anillo, le confirmaba una vez más, que sus sentimientos eran tan profundos, tan fuertes, tan indestructibles. Le hacía darse cuenta una vez más de lo cierto que eran las palabras dichas por Margareth; eran almas gemelas que se pertenecían.

—Pensé que no vendrías —dijo Margareth con un tono muy bajo de voz, después de todo el camino en silencio. Se encontraban en la carretera en el auto de Amber. Después de charlar un poco, Amber había convencido a Margareth de ir a su casa en New York. Margareth aún se sentía muy insegura con todo lo que estaba sucediendo.

— ¿Por qué pensaste eso? —preguntó Amber, cerrando los ojos y arrepintiéndose inmediatamente de haber hecho aquella pregunta. Era claro que Margareth tenía muchas razones de sobra para pensar eso.

Margareth volteó a verla unos segundos y no dijo nada, aunque no hizo falta, su mirada lo expresó todo.

—Lo... lo siento —agregó Amber, viéndola realmente apenada— sé que tienes motivos de sobra para pensar eso. Sé que lo que hice te causo mucho dolor. Pero también sé, que no lo volveré a hacer, porque todo ese dolor que te causé a ti, también me lo cause a mí misma —Amber había detenido el auto, saliéndose de la carretera y observaba fijamente a Margareth, tomó una de sus manos entre las suyas. Margareth seguía con aquella cara llena de incertidumbre. —Mar, yo sé que tal vez no confías en mí porque tienes toda la razón en no hacerlo, pero... pero te juro que te amo, que no voy a volver a dejarte. No-no lo soportaría —los ojos de Amber comenzaron a llenarse de lágrimas y Margareth la observó llena de ternura.

Claro que una parte de ella no confiaba del todo, una parte de su alma estaba aterrorizada de que pudiera volver a pasar lo que había pasado tres años atrás. Una parte de ella, se negaba a aceptar que todo aquello estuviera pasando realmente. Pero otra parte, la parte a la que había escuchado esa mañana, la parte a la que le había hecho caso, eligiendo a Amber por encima de Holly, le decía que la mujer que en ese momento tenía enfrente, la amaba tanto como ella. Le decía que las palabras de Amber eran reales. Margareth abrazó con fuerza a Amber, duraron así bastantes minutos, ninguna quería separarse, ninguna quería romper ese momento. Hasta que, Margareth poco a poco se separó.

—Te amo, my lady —respondió. Haciendo que Amber sonriera profundamente, y que esa sonrisa le llegara a los ojos, que se iluminaron al recordar el sobrenombre que ambas se decían. Haciéndole saber que Margareth, no había olvidado absolutamente nada de su relación.

—Te amo, te amo, te amo —repitió Amber. Tratando de que cada vez que pronunciaba aquellas palabras, Margareth las pudiera sentir en lo profundo de su ser.

— ¿Ahora quién es la cursi? —preguntó Margareth un poco burlona. Ambas comenzaron a reír.

Amber iba a encender de nuevo el auto, para regresar a la autopista, pero Margareth, la detuvo.

—Amy, no quiero ir contigo a New York —dijo en tono bajo, haciendo que Amber frunciera un poco el ceño.

—Si no estás lista para conocer a mis padres, lo entiendo... no tienes porque...-

—No me refiero a eso nada más —interrumpió Margareth en ese tono bajo— me refiero a ir a vivir contigo a New York.

Amber observó algunos segundos a Margareth, no podía descifrar lo que su expresión decía.

—Fui, fui muy egoísta al pedirte eso... —respondió Amber, avergonzada— tú tienes una vida aquí, no puedo pedirte que te vayas conmigo y ya. No puedo aparecer de pronto y pedirte que cambies todo, sólo por mí...es más, si tú me dices que vivamos aquí, yo-yo acepto. Puedo conseguir un trabajo... —siguió diciendo Amber, casi sin frenar entre cada palabra. Margareth no pudo evitar sonreír. Aquello le gustaba tanto, cuando Amber estaba nerviosa o se sentía insegura y comenzaba a hablar rápidamente, en verdad le gustaba.

— ¿Puedes callarte unos segundos? —pidió Margareth riendo de manera divertida. Amber frunció el ceño y después sonrió contagiándose por la sonrisa de Margareth.

—Amy, si quiero ir a New York, no sólo por ti. También por mi restaurante, te dije que ya estamos abriendo en diferentes estados y sería increíble abrir uno en New York. Pero vivir contigo —Margareth se detuvo y tragó saliva— creo que llegar y vivir contigo es apresurar las cosas.

Amber sonrió un poco más, quería responderle que ella apresuraría más las cosas y le pediría que se casaran esa misma noche. Quería responderle que había pasado tres años sin ella y lo único que quería era recobrar el tiempo perdido. Quería decirle que ya se le hacía eterna esa charla sin poder tenerla en sus brazos... Pero sabía que Margareth tenía razón, sabía que Margareth quería ir con calma porque su herida aún no sanaba del todo.

—Necesito tiempo... —concluyó Margareth haciendo una mueca con sus labios, para después morder uno de ellos. Amber la observó y no pudo evitar las ganas que tuvo de besarla. Se acercó y la besó un poco, con mucha ternura.

—Tendrás todo el tiempo del mundo, my lady... —respondió Amber sonriendo con ternura— yo... yo te voy a demostrar que puedes confiar en mí, te voy a demostrar que en verdad te amo. Te voy a demostrar que no quiero volver a perderte, te voy a demostrar que soy tu alma gemela. Te voy a demostrar que esta promesa —dijo alzando la mano donde tenía el anillo-es real...

Margareth sólo pudo sonreír también, llena de amor, le causaba una enorme alegría saber que esa mujer que tenía enfrente estaba dispuesta a todo por ella, que esta vez, estaba dispuesta a jugarse todo por estar a su lado.

***

Aquel día, después de conversar un rato más, Margareth decidió que aún no era momento para ir con los padres de Amber, y regresaron a su casa. Pasó alrededor de un mes cuando Margareth junto con Fray decidieron mudarse a New York. Buscaron un departamento y comenzaron con los arreglos para poner en marcha el restaurante en la quinta avenida, y así fue, el restaurante comenzó su marcha y lo cierto era que les estaba yendo excelente. Cada vez había más gente queriendo probar la comida de Margareth y después de casi medio año, se había vuelto el lugar más popular de la zona. Margareth y Fray decidieron abrir nuevos restaurantes en diferentes zonas del país, por lo que todo iba mejor de lo previsto. Los padres de Margareth, después de hacer algunos arreglos, decidieron ir a vivir al país, mudándose a Los Ángeles, por lo que cada que podía, Margareth iba a verlos, algunas veces acompañada de Amber, al ver a Amber y saber que salían de nuevo y que estaban tratando de recuperar los momentos perdidos, se sintieron muy felices, siempre habían sentido un aprecio muy especial por Amber y a pesar de lo que había ocurrido cuando Amber decidió marcharse, la querían en gran medida. Dael se había casado un año atrás y en algunas ocasiones visitaba a Margareth y a Fray, al principio, estaba realmente molesta con Amber por todo lo ocurrido y por la forma en la que había visto sufrir a su mejor amiga, pero poco a poco, al ver como Amber se esmeraba en demostrar que en verdad amaba a Margareth, había vuelto a sentir mucho aprecio por ella, sintiéndose realmente feliz por la felicidad que irradiaban ambas.

Amber y Margareth cada vez se sentían más felices, aunque, iban a paso lento, porque Margareth no podía ir de otra manera, estaban recuperando aquello que en Londres las había unido. A Amber le parecía que el amor que sentía por Margareth no podía desvanecerse, le parecía que no habían estado lejos tres años, porque en la profundidad de su alma, sentía todo ese inmenso amor sin un cambio absoluto. Margareth trataba con todas sus fuerzas de resistirse y estar un poco desconfiada, pues algunas ocasiones no podía evitar recordar lo que había sucedido.

— ¿Quieres que te acompañe a tu evento mañana? —Le preguntó Amber refiriéndose al evento de chefs que Margareth tendría el día siguiente.

Aquel día, era un día de esos, en los que Margareth se sentía insegura.

Se encontraban en el departamento de Margareth y Fray, en la habitación de Margareth. Amber se encontraba sentada en la cama, mientras Margareth buscaba algo en una caja en el closet.

—No —respondió secamente— Iré con Fray...

—Oh... Pensé que podría acompañarlos. Me encantaría hacerlo, mañana no tengo trabajo y pensé que... —comenzó a decir con entusiasmo.

—Que no quiero que vayas, Amber —interrumpió Margareth molesta, saliendo del closet.

Amber hizo una mueca de tristeza y suspiró. Se levantó de la cama y se acercó a Margareth. Con muchísima ternura puso una mano en su cabeza, la atrajo hacia ella y la besó.

—Te amo Mar, como a nadie... Y bueno, se toman muchas fotos y me las enseñan —agregó tiernamente.

Entendía que Margareth tuviera estos arranques y ella sólo podía demostrarle que era verdad esto, que era verdad que la amaba y no iba a irse, que estaba ahí, dispuesta a todo, dispuesta a amarla. Salió de la habitación de Margareth.

Margareth tragó saliva y algo en su pecho lo sintió, cada que pasaba algo así, Amber la comprendía. Y lo sabía, no podía seguir con todas sus dudas, sus miedos e inseguridades. No podía seguir siendo grosera como lo era en algunos momentos. Se daba cuenta que Amber la amaba, la amaba tanto como ella.

La paciencia que Amber le tenía, la hacía sentir segura, notaba que Amber esta vez, se sentía completamente segura de lo que sentía. Y sonrió para sí misma, sintiéndose en ese momento la persona más afortunada del mundo.

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