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Aleteo

No se esperaba la visita que tendría ese día, cuando Margareth escuchó que tocaban el timbre, pensó que a Amber se le había olvidado algo, pero Amber ya tenía llave de su casa, ella misma se la había dado. Ese día, ninguna persona del servicio trabajaba, por ser el día de descanso de Margareth, le gustaba quedarse sola en casa y hacerse cargo de todo.

Cuando abrió la puerta se encontró afuera a Loud. Antes, esa visita hubiera sido algo normal, ya que ambos eran amigos, junto con los demás chicos de la banda, pero lo cierto era que desde que Loud empezó a fijarse en Amber, Margareth se alejó completamente de él. Loud sabía que a Margareth le gustaba Amber, desde el día que conocieron a las chicas en aquel bar, pero hasta antes de algunos acontecimientos, pensaba que Margareth ya no estaba interesada en Amber, pues Margareth solía ser así siempre, sólo le gustaban las mujeres para un rato y después ponía su vista en otra. Loud pensaba que al darse cuenta que Amber no era lesbiana, se había aburrido y ya no le interesaba más... eso lo pensaba, hasta que la noche anterior, observó algunas cosas que le parecieron extrañas.

—Hola Loud —dijo Margareth visiblemente sorprendida.

—Margareth —saludó Loud con seriedad— ¿puedo pasar? —agregó, al notar que Margareth no lo invitaba a hacerlo.

—Oh, claro, pasa —respondió Margareth haciéndose a un lado para que Loud pasara. Ambos caminaron del jardín hacia el interior de la casa...

— ¿Quieres beber algo? —preguntó Margareth acercándose a la barra de la cocina.

—Agua, por favor —respondió Loud mientras se sentaba en el sofá.

Margareth regresó con dos vasos de agua, le extendió uno a Loud y se sentó también en el sofá principal, no en el grande, donde estaba Loud.

Loud bebió un sorbo y por fin habló.

—Quiero ir al grano —observó fijamente a Margareth, que también lo observaba— Margareth, yo sé que estabas interesada en Amber —Margareth bebió de su vaso— quiero saber si aún te interesa. ¿Aún te gusta Amber, Margareth? —preguntó muy seriamente.

Margareth se bebió de golpe el vaso con agua, casi ahogándose por esta acción. Carraspeó un poco y respondió, aunque en realidad, lo que hizo fue preguntar...

—¿Por qué me preguntas eso?

—Margareth, no soy tonto... te gustaba desde que las conocimos y ahora, siempre estás con ella, ayer, ayer no dejabas de observarla, yo te vi... te conozco y creo que por la amistad que solíamos tener —Loud estaba diciendo muy serio cada una de sus palabras— merezco que me digas la verdad...

Margareth no podía sostener más la vista fija de Loud y desvió la mirada.

—Sí, me gusta Amber y mucho —contestó con seriedad.

Loud bebió de nuevo otro sorbo y se llevó una mano a la cara, tocándose la nariz, en señal de nerviosismo...

—Margareth... sabes que Amber no es como todas las mujeres que sueles conocer.

Margareth sonrió sutilmente, pensando que al menos concordaban enormemente en algo.

—Lo sé, Loud. Lo sé perfectamente, ella no es como todas.

— ¿Estás enamorada de ella? —volvió a preguntar en el mismo tono serio.

—Lo estoy —respondió Margareth, observándolo fijamente.

—Margareth, yo la amo, ella... ella está conmigo —dijo Loud, que parecía querer convencerse a sí mismo con sus palabras- ella no es así... no tiene tus gustos...

Margareth suspiró, en ese momento quería decirle lo equivocado que estaba, quería decirle que la noche anterior Amber había dormido en sus brazos, que la noche anterior la había tocado, quería decirle que Amber estaba enamorada de ella también, pero no lo hizo, ella no era la indicada para decir esto. Margareth no dijo nada.

—Quiero que te alejes de ella —volvió a decir tajantemente, mientras se levantaba del sofá.

Margareth estaba sentada aún y lo observaba frunciendo el ceño.

—Creo que eso lo decide ella, Loud, no tú... —respondió en ese mismo tono serio con el que habían llevado esa conversación, sin quitarle los ojos de encima.

Margareth no se sentía para nada cómoda con aquella situación, tenía una amistad de muchos años con Loud, solía apreciarlo mucho, lo quería. Pero lo que sentía por Amber iba más allá de cualquier cosa, más allá de cualquier persona, no podía explicarlo, no sabía porque estaba dispuesta a perder a todos a su alrededor... menos a esa mujer, la amaba, la amaba como nunca imaginó que podría amar a alguien... Ni Loud, ni absolutamente nadie le iban a prohibir que la viera, la única que podía hacer eso era la misma Amber y tal vez ni así, Margareth haría caso.

Loud enrojeció, se estaba molestando en gran medida.

—Hazlo Margareth, u olvídate de la poca amistad que queda entre tú y yo —agregó, dirigiéndose a la puerta y saliendo por ella. Loud se sentía indefenso, trataba con todas sus fuerzas de creer que Amber sentía lo mismo por él, de creer que Amber no estaba interesada en Margareth, pero algo muy en el fondo en él, sabía que esto no era verdad...

Sabía lo que tenía que hacer para saber la verdad, la tenía que saber de una vez.

***

La biblioteca de la facultad era una de las mejores bibliotecas en las que Amber había estado, le encantaban esos lugares, era amante de los libros y por lo tanto, le encantaba ir a las bibliotecas. Llevaba ahí alrededor de una hora, las clases ya habían terminado, pero se había entretenido ahí, con el libro que encontró, leía "Canto a mí mismo" de Walt Whitman, que era uno de sus autores predilectos. Recordó el día que le leyó a Margareth uno de sus poemas favoritos, y ese poema era para ella, tal vez no se lo dijo por pena o alguna razón similar, pero cuando le leía ese poema sólo podía pensar en Margareth.

Quédate conmigo hoy,

vive conmigo un día y una noche

y te mostraré el origen de todos los poemas.

-— ¿De quién es Amy? —preguntó Margareth con una enorme sonrisa, le gustaba cuando Amber le decía poemas, le gustaba escucharla hablar de libros, de sus autores favoritos, de las cosas que le gustaban...

—Walt Whitman —respondió Amber que también sonreía— ¿sabes?, también es uno de mis poetas favoritos.

—unto con Jaime Sabines- interrumpió Margareth...

Ambas se encontraban en el jardín de la casa de Margareth, sentadas en el pasto, una enfrente de la otra.

Amber hizo una mueca divertida.

— ¿Qué acaso ya sabes todo de mí? —bromeó— Jaime Sabines es mi favorito, pero Whitman, Whitman me encanta, sería el segundo favorito o algo así... —rio.

— ¿Ves cómo siempre hay uno que prefieres en particular? —Margareth también bromeó, recordando aquella plática que tuvieron.

Amber rio y movió la cabeza.

— ¿Quieres que te vuelva a decir, por enésima vez que tenías razón? — preguntó divertida.

— Mmm... me gustaría más que dijeras "la señorita Margareth Ray es la persona que me ha dicho lo más cierto en toda mi vida... ¡ah!, y es la más bella que he conocido" —bromeó Margareth.

—Ja, ja, ja... —reía Amber, después observó fijamente a Margareth que también reía y comentó— tienes razón... en ambas cosas y yo le agregaría "y es la más arrogante de todas, sin olvidar que tiene los ojos azules y la sonrisa más maravillosa que puedan existir" —se acercó a Margareth y le dio un tierno beso en los labios.

Margareth sonreía bobamente, con ese tipo de sonrisa que sólo puedes tener cuando estás con la persona que amas.

—Y... —dijo Margareth, después de regresar al mundo, tras esas palabras y ese beso— ¿por qué te encanta ese tal Whitman? —preguntó.

Amber se quedó pensativa...

—Creo que son muchas razones, me gusta porque es muy... no sé, profundo, esa sería la palabra para describirlo, es profundo, va a la raíz de todo, va al ser —Amber estaba muy pensativa, como siempre que hablaba de algo que le apasionaba- muchos de sus poemas son para sí mismo, ¿sabes?... para entenderse, para conocerse, para encontrarse —comenzó a ojear su libro, Margareth la observaba hipnotizada— justo este, me encanta —Amber leyó de nuevo otro pedazo de un poema.

Si no me encuentras en seguida, no te desanimes,

si no estoy en aquel sitio, búscame en otro.

Te espero, en algún sitio estoy esperándote.

Margareth escuchaba cada una de las palabras recitadas por Amber, siempre solía sentirse embriagada cuando Amber le decía algo, sobre todo algún poema, era como si en ese momento sólo existieran ellas dos, como si no hubiera nada más que la voz de Amber. Lo cierto era que, Amber solía hablar y recitar los poemas con mucha pasión, había algo en lo que decía, que hacía que quien la estuviera escuchando se sintiera contagiado por esa pasión. Y esto aumentaba cuando estaba con Margareth, sus palabras se volvían más intensas, porque Margareth le provocaba eso...

— ¿Tú qué le entiendes a este pequeño fragmento? —interrumpió Amber su lectura, para preguntarle a Margareth.

—Mmm... —Margareth se quedó pensativa.

Otra cosa que le encantaba de estar con Amber, era la manera en la que la ponía a pensar, sabía que estar con ella no era algo únicamente físico, le encantaba lo físico sin dudar, el contacto con su piel, con su cuerpo... Pero, su mente, poder entrar en su mente, era aún más intenso que entrar en su cuerpo. Era desafiante, era electrizante... Una vez, alguien le había dicho que, cuando una mente te cautivaba, siempre ibas a ser cautiva de ella, nunca ibas a poder liberarte. Y no en el sentido de estar encarcelada de una manera desagradable, más bien, no ibas a querer liberarte, ibas a querer más y más de esa mente insondable. Ibas a querer escarbar y escarbar cada vez más, ibas a ser una víctima voluntaria de aquella mente... Ahora, podía comprobar lo cierto de cada una de esas palabras, ella quería más y más de la mente de Amber, quería más de Amber, quería todo de Amber. Nunca había querido todo de ninguna otra mujer, como lo quería todo de la mujer que tenía enfrente...

—Tal vez que le está diciendo a alguien, probablemente alguien a quien ama, que la espera... Tal vez ni siquiera la conoce, pero está seguro que existe y que en algún momento se van a encontrar —respondió Margareth y después se mordió el labio, provocativamente, aunque sin querer.

Amber la observó, la deseaba tanto, cualquier movimiento que hacía Margareth despertaba a su cuerpo. Pero no sólo era un simple deseo carnal, ella también deseaba todo de Margareth, le gustaba tener esas charlas con ella. Margareth solía mostrarse muy superficial con todos, pero con Amber no, con Amber mostraba lo que en verdad era, lo que nadie podía alcanzar, su verdadera esencia. A la par, Amber se mostraba tal cual con ella, no sabía porque, casi desde el principio, había sido así, podía decirle lo que a nadie más, le gustaba la manera en la que Margareth la escuchaba, le preguntaba, le respondía...

Amber sonrió.

— ¿Algo así como que sabes que tienes a tu "alma gemela" en algún lugar? —dijo un poco divertida.

—Sí, aunque te burles de mi cursilería, yo sí creo eso —respondió Margareth sonriendo tiernamente.

Amber volvió a sonreír y rio un poco, tomo una pequeña hoja de pasto, que tenía a su lado y se la aventó a Margareth de manera juguetona.

—Lo sé, una vez más digo: "Margareth Ray eres la persona más cursi que he conocido".

Margareth frunció la nariz en señal de enojo fingido y alzó los hombros, como queriendo decir: "es la verdad, ¿qué le puedo hacer?".

Amber volvió a sonreír.

—La verdad es que, Whitman se habla así mismo, pero también, le habla a todos, nos habla a todos, a la naturaleza, al ser, al amor, a la verdad, a la vida, a lo bello, a lo repugnante...

Margareth un poco confundida la observaba.

—Es muy complejo —comentó.

—Ja, ja, ja, lo es, mucho... Escucha el inicio del poema... —respondió Amber, volviendo a leer el libro que tenía en las manos.

Me celebro y me canto,

y aquello que yo me adueño habrás de adueñarte,

porque todos los átomos que me pertenecen también te pertenecen.

Me entrego al ocio y agasajo mi alma;

me tiendo a mis anchas a observar un tallo de hierba veraniega.

Mi lengua, todos los átomos de mi sangre, formados de esta tierra y de este aire,

nacido aquí de mis padres que nacieron aquí, lo mismo que sus padres:

a los treinta y siete años de edad, con la salud perfecta, empiezo,

y espero no cesar hasta la muerte.

—Continúa —dijo Margareth, otra vez embriagada por la voz de Amber.

Amber continuó.

Dejo a las sectas y a las escuelas en suspenso,

me retiro un momento, satisfecho de lo que son, pero no las olvido,

soy puerto para el bien y para el mal, les permito hablar a todos, arrastrando todos los peligros,

naturaleza sin freno, con energía primigenia.

Yo creo en ti, alma mía; mi otro yo no sé humillará ante ti,

y tú no te humillarás ante él.

Entrégate conmigo al ocio sobre la hierba,

desembaraza tu garganta, no quiero palabras, ni músicos, ni versos, ni costumbres, ni conferencias, ni siquiera las mejores,

sólo quiero el arrullo, el susurro de tu voz suave.

—Tu voz suave, —repitió Margareth sutilmente— como la tuya... —le dijo seductoramente a Amber. — Tal vez no es para una persona en específico —continuó diciendo Margareth— pero esa última parte, yo podría con mucho gusto, decírtela a ti... —agregó, de una manera sugerente.

Amber se sonrojó... no podía evitarlo, esa mujer la hacía sonrojar todo el tiempo.

— ¿Sabes?, por eso me encanta la poesía, las letras en general, tú le puedes dar el significado que desees, el significado que necesites en ese momento, cada uno le podemos dar el significado que queramos... —respondió Amber.

— "Amy poeta" —dijo Margareth divertida.

Sus ojos no dejaban de observar a Amber, observaba su mirada, cómo se transformaba al hablar de esas cosas, observaba sus ojos marrones, cómo brillaban, siempre sentía que la podían traspasar, pero cuando estaba hablando de aquellas cosas, esa mirada era aún más profunda, ese color café en sus ojos se intensificaba y para Margareth, eso era el paraíso.

Amber rio divertida, solía tener una risa ruidosa y Margareth la hacía reír todo el tiempo, con ella disfrutaba de todo como con nadie más. Siguió algún rato leyéndole más fragmentos de aquel libro...

¿Que yo me contradigo?

Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?

(Yo soy inmenso, contengo multitudes.)

—Ya sé porque te encanta —comentó Margareth, cuando Amber finalizó la lectura...

—Pues sí, porque ya te dije las razones... —bromeó Amber.

Margareth sonrió...

—No —negó con la cabeza- olvidaste una, la más importante... te gusta porque es, todo eso, es cómo tú, es complejo y profundo, como tú. Pero a la vez es simple, creo que en la idea de me "Canto a mí mismo", ese canto, aplica para ti, para mí, para todos...es algo nuestro. Habla de la totalidad, de que todos somos parte de algo...y tú, tú piensas así. Tú eres así... —Margareth observaba fijamente a Amber.

A su vez, Amber veía como esos ojos azules se posaban en ella, parecía que la desnudaban, que le llegaban al alma, no pudo aguantar mucho esa mirada azul clavada en ella y dirigió su propia mirada hacia un lado.

¿Cómo era posible que esa mujer, la conociera ya a la perfección? Parecía que tenían 10 años de conocerse, parecía que tenían toda una vida de conocerse. Esas palabras que Margareth le acababa de decir eran perfectas, Amber era así... tragó saliva, y después se acercó para besar a Margareth, esta vez, el beso se volvió profundo, intenso, abarcador, tal y como había sido su plática.

...

***

El móvil de Amber sonó, trayéndola de nuevo a la realidad, a la biblioteca de su escuela. Observó el número y era Loud, rápidamente salió de la biblioteca y respondió. Loud le dijo que la estaba esperando afuera de la escuela y Amber acudió a verlo. No habían quedado de verse ese día, y comúnmente Loud no solía ir a recogerla después de clases, pero ahí estaba. Amber lo observó, se veía sumamente serio, Loud solía tener una sonrisa siempre, sobre todo cuando veía a Amber, pero esta vez era diferente. Amber lo saludó dándole un pequeño beso en la mejilla, y Loud sugirió que fueran a la cafetería que estaba a la vuelta...

Después de un largo silencio y de tomarse cada uno su café, para pedir otro, Loud por fin habló.

—Fui a ver a Margareth —jugó un poco con la taza de café, estaba visiblemente nervioso.

Amber abrió los ojos enormemente como siempre lo hacía cuando algo le tomaba por sorpresa.

— ¿Para qué fuiste a ver a Margareth? —preguntó dubitativamente.

—Le pregunté si está enamorada de ti. —respondió Loud, directo al punto, alzó la vista y observó extrañamente a Amber.

Amber no había visto esa mirada en él, frunció un poco el ceño. En ese momento, llegó la mesera con la orden de café y Amber bebió un sorbo rápidamente.

— ¡¿Qué le preguntaste qué, Loud?! —preguntó Amber aturdida, aunque en el fondo, sabía que eso tendría que pasar en algún momento.

—Por favor, Amber, no soy idiota —respondió Loud seriamente— me he dado cuenta cómo su cara se transforma cuando te ve, lo feliz que se pone al estar contigo, como no pueden estar ni un minuto separadas, sin abrazarse, agarrarse de la mano o cualquier cosa. No soy idiota, Amber. —volvió a repetir, sin quitar esa seriedad que lo envolvía.

Amber no dijo nada, no podía decir nada para desmentir esas palabras, observó a Loud, y bebió otro sorbo de café, quería aclarar su garganta, parecía que las palabras se habían atorado en ella...

—Margareth me dijo que lo está, que está enamorada de ti —continuó diciendo Loud.

Amber tragó saliva, su mirada ya no estaba en Loud, estaba viendo al suelo, como si estuviera apenada y lo estaba, realmente lo estaba. Y también estaba asustada, ¿acaso Margareth le había dicho todo?

—Quiero saber la verdad, Amber, ¿tú... tú también estás enamorada de ella? -preguntó, su cara reflejaba la tristeza que le causaba hacer esa pregunta.

Amber supo que Margareth no le había contado todo, sabía que ella era la encargada de hacerlo.

—Loud, yo... —respondió Amber dubitativamente.

— ¡Sólo dime la maldita verdad, Amber! —dijo Loud muy alterado golpeando un poco la mesa, haciendo que su café se derramara un poco y asustando a Amber. Las pocas personas que se encontraban en aquel café, voltearon a verlo, Loud se dio cuenta y bajo el volumen de su voz— sólo quiero saber la verdad, yo...yo te amo Amber, merezco saber la verdad —agregó, esta vez, con la voz apagada, mientras tomaba una servilleta y limpiaba el café derramado.

Amber cerró los ojos unos segundos, como tratando de encontrar qué hacer, qué decir. Sabía que no podía seguir mintiendo más, esas palabras dichas por Loud la habían traspasado completamente, él la amaba y ella le había estado mintiendo todo el tiempo.

—Sí, Loud —dijo, bajando una vez más la vista— estoy enamorada de ella. Salimos hace unos meses... —agregó, sin poder levantar la vista.

Los ojos de Loud parecían extraviados, se llenaron de lágrimas, pero no lloró, al menos no en ese momento, se aclaró la garganta sutilmente.

— ¿Desde hace cuánto tiempo? —preguntó con la misma voz apagada.

—Antes de que tú y yo empezáramos a salir —respondió Amber, su voz era muy tenue, llena de vergüenza, como si no quisiera estar diciendo eso, y no, no quería, sabía lo que sus palabras le estaban causando a Loud, pero no podía mentirle más— un mes después de mi llegada, en febrero.

Loud se quedó viendo fijamente su taza, pero en realidad no veía nada, sus ojos estaban perdidos. No pensó que Amber y Margareth salieran desde esa fecha, era mucho antes de cuando él empezó a salir con Amber, eran ya más de ocho meses...

— ¿Entonces yo fui una maldita tapadera?, ¿tu tapadera? —volvió a preguntar, con un volumen un poco más alto, pero aún tenía esa voz apagada, sin despegar la mirada de la taza de café, sus manos seguían jugando o tratando de jugar con ella.

Amber se quedó callada,odiaba hacerle eso a Loud, y lo que había dicho era cierto, había sido la tapadera a todo, ella lo había usado, se sentía como la peor de las personas en ese momento.

— ¿Desde cuándo idearon el plan tú y Margareth?

— ¿Qué...?... —Amber preguntó confundida, después entendió a lo que se refería Loud y continuó— no, no, Loud, no fue ningún plan... yo, yo no quería enamorarme de ella, cuando tú empezaste a frecuentarme, yo empecé también a verla a ella, pero sólo salíamos como amigas, te juro que yo, yo no planeé nada. Esto no es fácil para mí tampoco. Ella, yo la veía como amiga pero todo pasó tan rápido, de cierta manera la necesitaba cerca, nos necesitábamos cerca, nos enamoramos sin saber. Nunca había sentido esto que siento por ella, nunca una mujer me había hecho sentir lo que ella, nadie me había hecho sentir lo que ella me hace sentir. Es una cuestión de piel, de necesitarnos, de no poder separarnos —Loud desviaba la mirada, negando con la cabeza— Pero yo, yo siento un cariño especial por ti Loud, te juro que en un momento pensé que si salía contigo, podría olvidarme de ella, que Margareth sólo era algo del momento... Cuando me pediste que fuera tu novia, lo admito, acepté para que nadie sospechara de lo mío y lo de Margareth y porque ingenuamente, creí que podría enamorarme de ti como lo estoy de ella... —Amber hablaba, tropezándose con las palabras, su voz se entrecortaba con cada una.

Loud la observaba y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, esta vez una lágrima rodó por su mejilla y rápidamente la limpió, no articuló ninguna palabra.

—Margareth no planeó nada, cuando le dije que me habías propuesto ser novios, ella no estaba de acuerdo... pero ella, ella está enamorada de mí. —Amber veía a Loud, de una forma suplicante, necesitaba que creyera en ella— y ella iba a aceptar lo que sea porque siguiéramos juntas... tú sabes, puedes imaginarte, lo difícil que es esto para ambas —seguía diciendo Amber.

—Estás defendiéndola...—interrumpió Loud con molestia.

—No... Loud te estoy diciendo toda la verdad... En todo caso, quien pudo planear esto fui yo, yo no podía, aún no puedo afrontar frente a todos lo que siento por ella. Pero ella, ella es extraordinaria, Loud. Ha tenido que aceptar que tengamos esto en secreto para estar conmigo, ha tenido que aceptar que salga contigo, nos ha visto abrazados, besándonos y lo ha aceptado... —dijo bajando la mirada y con esa voz que revelaba lo mal que se sentía por decirle todo esto a Loud— ella, ella es maravillosa.

—Yo conozco a Margareth hace mucho tiempo, ella estaría dispuesta a lo que sea por conseguir lo que quiere, ella consigue lo que quiere y ya. Ella, ella sólo se divierte con las mujeres... a Margareth no le importa nada más, sólo ella misma. —dijo molesto. En ese momento se sentía doblemente engañado, y enojado, pero aún más enojado con Margareth, tal vez porque era a quién Amber quería.

Amber escuchó esto y sólo podía pensar en lo equivocado que estaba Loud, ella conocía a la verdadera Margareth, a la que nadie más tenía acceso y era el ser más maravilloso de todos.

—Margareth no quería esto, Loud. Siempre fue muy difícil para ella, sigue siendo muy difícil...

Loud escuchaba cada una de las palabras que decía Amber, tenía que odiarla, salir corriendo de ahí y decirle a todo el mundo de su relación, vengarse... pero lo cierto era que no podía, la escuchaba hablar así de y sabía que Amber estaba loca por ella, él quería que hablara así de él, no de Margareth.

—La amas —sentenció seriamente Loud.

Amber no respondió nada, no sabía si amaba a Margareth, se lo había estado preguntando todo el tiempo, ¿era verdad?, ¿ya la amaba?

Loud se levantó de la mesa, sacó su billetera y puso los billetes en la mesa para pagar la cuenta. Antes de marcharse, Amber con los ojos llenos de lágrimas, tomó su mano y le susurró...

—Loud, perdóname...

Loud la observó unos segundos y sin decir nada se marchó.

Las lágrimas comenzaron a brotar, Amber quería a Loud, claramente no como a Margareth, pero lo quería como a un amigo, le tenía un cariño muy especial. Loud era un buen chico y ahora Amber se sentía la peor de las personas, ahora Loud la odiaba y con toda la razón. Y aun así, Amber lo único que quería era ir a los brazos de aquella mujer por la que había pasado todo, sólo quería que Margareth la abrazara fuertemente, que le dijera que todo iba a estar bien, sólo quería estar en sus brazos para saber que así todo estaba bien.

Las siguientes semanas, las cosas habían transcurrido con bastante calma, al parecer la noticia sobre Margareth había perdido importancia y ambas, Amber y Margareth aprovecharon esa calma para estar juntas todos los días.

Todos ya se habían enterado que Amber y Loud ya no salían, él había sido el encargado de decirles a casi todos, pero no dijo la razón, no dijo que había descubierto la verdad sobre Margareth y Amber. Amber le había contado a Cassie su ruptura, pero aún no le decía la verdad, por más que lo intentaba, había algo que la detenía, algo en su interior que la hacía seguir ocultándole la verdad. Cassie sabía que había algo más, algo que Amber le estaba ocultando, pero no insistía, sólo le hacía saber a Amber que podía contar con ella para lo que fuera.

***

Algunas semanas después, Amber se encontró con Loud, había tratado de evitar ir a los conciertos que la banda ofrecía, aunque Cassie le insistiera, sabía que no era buena idea. Pero ese día se encontró con él, había asistido al museo Tate Modern, por una tarea escolar, Margareth estaba muy ocupada con el trabajo y no pudo acompañarla, y Cassie tampoco había ido, así que Amber estaba ahí sola, cuando se dio cuenta que también estaba Loud. Conversaron un poco e hicieron el recorrido juntos, hasta que decidieron ir a tomar algo. A Amber le sorprendió esto pues pensaba que Loud la iba a odiar, pero no, Loud quería estar bien con ella, aunque esto era muy diferente con Margareth, al parecer Loud había perdonado a Amber, pero a Magareth no.

—Gracias —le dijo Amber con una sonrisa, al camarero que les llevaba las bebidas.

—Y... ¿entonces esa era tu tarea? —preguntó Loud sonriendo y bebiendo de su cerveza.

—Sí, constantemente me mandan a este tipo de tareas y bueno, me encanta. Los museos son increíbles. —respondió Amber muy animada.

—Lo sé, yo cada que el tiempo me lo permite, trato de ir a alguno. Imagínate cuando tus obras estén ahí. —comentó Loud, aún sonriendo.

— ¡Oh!, sería un sueño hecho realidad —dijo Amber un poco sonrojada— pero bueno, ya sabes lo que dicen, soñar no cuesta nada —agregó haciendo una mueca con los labios.

Loud sonrió más, le era inevitable sentirse tan atraído a Amber, muy a su pesar, muy a pesar de que ella no sentía lo mismo por él.

—Yo creo que eres muy buena, tienes talento. Me encantó el paisaje que me enseñaste la otra vez. No sé, Amy, no creo que sea tan presuntuoso decir que algún día podrían exhibir tus obras.

Amber sonrió con ternura, sintiéndose muy halagada.

—Gracias, Loud —después de beber de su jugo, Amber comentó— Loud, yo... yo quiero disculparme contigo, una vez más, quiero que sepas que te aprecio mucho, que Margareth...

—Amber —interrumpió Loud— ya te dije que dejemos ese tema ahí... Yo estoy bien contigo y de ella, de Margareth prefiero no hablar...

Amber sonrió de lado y asintió con la cabeza, no entendía porque con Margareth las cosas no podían ser como con ella... No sabía que el coraje de Loud hacía Margareth era porque notaba el amor que Amber sentía por ella, amor que deseaba sólo para él.

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