Van Llegando los Problemas.
La mañana por la mañana, Balto se había levantado lo más temprano que pudo, hoy iba a haber mucho camino por recorrer. Iba a ser uno de esos días en los que tendría que estar moviéndose de un lado a otro. De pronto hubo más de una ocasión, en la que Balto comenzó a extrañar, aquellos días en los que no hacía casi nada en su bote, porque nadie lo quería para nada. Luego recordaba esto último y se olvidaba de inmediato de esa añoranza.
Sin embargo y pese a todo lo que uno podría creer, Balto no se había levantado temprano, solo porque tuviera prisa en llegar a tiempo. Había también otra razón por la que esperaba irse de la casa cuanto antes, quizá no se oiga muy bien esta razón, pero en una situación como la suya, era una razón más que válida. Tenía urgencia por salir de aquella casa, por la propia Jenna, con toda seguridad, ella iba a hacerle un montón de preguntas y también un montón de advertencias, todas con respecto a la misma cosa. Que tuviera mucho cuidado como fuera a meterse con alguien, en serio que así cada vez parecía más que ella no confiaba en él y que solamente en que él pudiera llegar a ser el infiel. Claro, tampoco era como que ella se pasara todo el día hablando solamente de eso, pero siempre que pasaba demasiado tiempo afuera, o en compañía de otra chica, Jenna siempre se ponía mal.
Era un caso realmente lamentable, pero ella no quería aceptarlo. No pensaba aceptar nunca que estuviera exagerando, o que en serio tenía un gran problema de desconfianza. Porque fuera de él, ella no parecía dudar nunca de la palabra de otros, otra cosa que le daba aún más miedo a Balto, ello lo ponía a pensar en la posibilidad de que alguien pudiera contarle por una mala percepción, o alguna otra cosa, que lo vio con otra chica y entonces el mundo ardería para él.
Esa misma rutina, de que ella siempre tuviera que hacer la advertencia y aclaraciones, porque no quería que estuviera llegando tarde a la casa y que si planeaba ir a otro lado antes de volver, le tuviera que avisar o hasta incluso pedir permiso. En un punto así sonaba más como su madre que como su pareja, cosa que ya solo era ridícula. Pero tratándose de Jenna, para ella era más que normal y tenía todo el sentido del mundo.
De cualquier forma, él solamente se levantó cuando Jenna, supuestamente seguía dormida, y decimos supuestamente porque claro, en realidad aún seguía despierta, pero esta vez decidió no decirle a su pareja, el mismo palabrerío de siempre, decidió que no valía la pena volver a repetirlo otra vez, porque de alguna manera extraña, consideraba que él ya debería de haberlo entendido luego de tantas veces que se lo había repetido, al menos por esta vez, lo iba a dejar pasar. Para la fortuna de él, esto fue lo que pasó, justo lo que él quería. Se levantó, pero mostrándole de igual forma cuánto la amaba, aún si ella jamás llegaba a darse cuenta, la besó levemente en la boca antes de irse.
Corrió rápidamente, fuera del cobertizo y antes de que pudiera darse cuenta, ya estaba en la calle, lo único que tenía que hacer, era llegar al cuarto de calderas, lugar donde se guardaban a los perros del trineo, a esperar a que salieran y entonces él se uniría a ellos. Balto siempre se había asegurado de hacer un buen trabajo y no solo eso, también había hecho todo lo posible por dar un buen ejemplo al resto de perros, pues como era él el perro guía y siempre los tenía que liderar, era logico que se comportará de la forma que ellos esperarían de un líder, después de todo era su mayor sueño y siempre había tratado de dar todo lo mejor de sí.
Cuando llegó, se encontró con que en efecto, había llegado mucho más temprano que el resto, en lo que respecta a los perros que no vivían con el resto en el cuarto de calderas y que tenían sus propios hogares. Cuando pasaba eso y él llegaba tarde, ya había al menos unos cuantos perros de trineo, también integrantes del equipo por supuesto, esperando pacientemente afuera a que se abrieran las puertas, pero tal parece que aquel no fue el caso. Como seguido pasaba luego, Balto había llegado en un buen momento, en cualquier momento, el muser llegaría y abriría las puertas, entonces el resto de los otros perros integrantes del equipo llegarían justo a tiempo y comenzaría solo otro día de trabajo más. Era lo justo, lo que pasaba casi todos los días, se sentó a esperar y mientras lo hacía, nuevamente comenzó a meditar y a reflexionar con respecto a lo mucho que había cambiado su vida. Este cambio, había sido con toda seguridad y sin temor alguna a equivocarse, el mejor que había tenido en toda su vida.
Sin embargo, luego también comenzó a percatarse de otras cosas. Es cierto que él siempre había deseado poder sentirse aceptado y querido entre la gente del pueblo y de hecho, claro que había tenido las esperanzas desde el primer momento de que todo fuera a cambiar para él tras sus actos heroicos, no era una certeza que eso iba a pasar, pero sí tenía la esperanza de que fuera así. Aunque resultó ser mucho más de lo que él creía.
Nunca se lo hubiera imaginado a decir verdad. Ahora la gente del pueblo sí parecía quererlo, cosa que sí le alegraba bastante, pero eso no era todo, más allá de simplemente ser aceptado y querido, Balto ahora también se había convertido no solo en eso, si no en un completo foco de atracción. Si le preguntaran a él, sería un tema muy embarazoso de tratar, por lo que preferiría no hablar de eso, pero tampoco es como que pudiera ignorar, que con atracción, él se refería al hecho de que ahora de pronto parecía gustarle a todas aquellas hembras caninas del pueblo, qué años atrás ni siquiera habrían volteado a mirarlo. Aquello sí que era un gran ejemplo de lo drástico que había sido el cambio en su vida, pero no un cambio precisamente agradable, el claro que se sentía halagado, pero a la vez también le causaba abrumación y cómo no, también le traía problemas con la única chica que él quería.
Siempre se hizo de oídos sordos, cuando el resto de sus compañeros de trabajo le señalaron lo obvio, pero si él nunca quiso hacer caso, era porque genuinamente creía que solo estaban exagerando.
Ahora se daba cuenta de lo mucho que decían la verdad. Todos, siempre le dijeron la verdad.
De pronto detrás de él había muchos perros, pero más específicamente, muchas perritas de pronto habían comenzado a mostrar interés en él. Escuchando a donde quiera que iba, cosas como silbidos y piropos, tanta amabilidad más que de costumbre, exclusivamente por parte del género femenino y lo que más difícil era aceptar, diferentes y variados coqueteos e insinuaciones.
La gente parecía darse cuenta al fin, de que en realidad él no era feo, ni mucho menos alguien repulsivo, desgraciadamente, esto al parecer estaba muy lejos de hacer sentir bien a Balto. Porque cada vez que algo así pasaba, se daba cuenta de lo mucho que iba a tener que preocuparse por lo que Jenna fuera a pensar de eso. Porque cada vez que ella se enojaba por eso, inmediatamente se convertía en alguien completamente diferente, a la chica que él conoció y de la que se enamoró. No era un simple enojo, era mucho peor.
Continuará...
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