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XXV

4 años después, lunes 15 de abril.

El despertador no sonó como era de costumbre, fueron los primeros rayos de sol que penetraron por las ventanas que lo hicieron levantar. A su lado no se encontraba su amada Eliette, por lo que se puso en pie buscando en el baño sin encontrarla, asimismo bajo a la planta baja y tampoco estaba ni en la sala ni en la cocina, eso le pareció extraño.

—Qué extraño, ¿habrá salido de compras? Pero me fuese dicho para que la llevara y no me fuese despertado a esta hora, además ella debió apagar la alarma.

Suspira algo pesado dispuesto a subir a la habitación para poder ducharse e irse a la empresa, ya llevaba una hora de retraso; cuando iba por el tercer escalón se escuchó la puerta abrirse con torpeza a lo que al girar su cabeza visualizo a su pareja con varias bolsas de compras, siendo seguida por las dos empleadas y el chofer quienes traían más.

—Cariño, ya despertaste, pensé que dormirías más.

Comenta esta antes de dejar pequeñas indicaciones a sus empleados en voz baja e ir rápidamente donde estaba aquel chico, que aunque fuese poco aún tenía ese rostro de recién levantado, por lo que le abraza con una gran sonrisa.

—No te sentí en la cama, y al despertarme veo que estoy solo en la casa, ¿por qué no me avisaste? Te fuese acompañado, linda.

Corresponde al abrazo y luego a un pequeño beso que esta le dio plantando su vista en las bolsas, pero esta hizo que se diera la vuelta y empezase a subir.

—Lamento, no avisarte, cariño, te veías muy cómodo y como hoy no iremos a trabajar decidí dejarte dormir, así que ven, vamos a la habitación.

Su afirmación le hizo arquear su ceja izquierda, ¿cómo que no irían a trabajar? Hasta su conocimiento es un día común, no hay festejo, no es día festivo y no hay eventos. Tanta fue la mirada de confusión que tenía este chico al momento que ingresaron juntos a la habitación.

—Seguro que te estarás preguntando el porqué, pero es que hoy te he reservado para mí, puesto que te tengo una hermosa noticia, así que necesito que te quedes aquí en la recámara en lo que preparo el desayuno.

—¿Pasa algo o se me ha olvidado una fecha importante?

—Klu, tranquilo, la sorpresa si es importante, pero no es porque haya una celebración que se te haya olvidado o algo, espérame y no salgas amor, déjate sorprender.

No dejo ni que me pronunciara nada más antes de dejarle un beso corto a su pareja y salir disparada de la habitación.

«¿Qué estás planeando hermosa? Andas rara estos últimos días»

Sin más que decir, toma su ducha antes de colocarse algo de ropa cómoda; se sentía gran cantidad de movimientos en la planta baja, lo cual causaba cierta curiosidad en Klaus, por querer saber que era lo que su pareja tramaba. Su fuerza de voluntad era alta, de no querer bajar y quedarse sentado en la cama como su chica le había ordenado, tenía que ser paciente.

La puerta se volvió a abrir a los cuarenta minutos dejando ver a la rubia quien le coloco una venda en los ojos a su amado y le ayudo a bajar con cuidado a la sala de estar. El corazón de Klaus se emocionaba, seguro la sorpresa era algo grande.

—¿Amor? ¿Qué es lo que está pasando?

—Ya casi llegamos a la sala, a la cuenta de tres te puedes quitar la venda, ¿listo?

—Listo, amor, muero de curiosidad.

—Bien... Uno... Dos ... Y... Tres. ¡Sorpresa!

Este se quitó la venda que cubría sus ojos, los cuales se abrieron como platos al ver lo que se mostraba frente de sí. Globos de color azul y rosa pastel decoraban la mesa, un delicioso desayuno de panqueques en forma de biberón con fresas en corazón le daban indicios de lo que ocurría, pero al tomar en sus manos una pequeña caja decorada de los dos colores se sentía nervioso ante la noticia que se acontecía. La rubia le motivo a abrirla, adentro estaba la verdadera sorpresa, por lo que a abrir sus manos temblaban con cierta sorpresa y su emoción desbordaba por lo que observaba.

Un overol de bebe, junto a unos zapatos y la prueba de embarazo positiva, le hizo entender por qué la rareza de su novia. Ahora todo tenía sentido, el porqué de sus malestares o de los mareos en la empresa, todo porque Eliette estaba embarazada.

—Dime que no es una broma, cariño... ¿Seremos papás? ¿Los dos?

—Sí, Klu, Klu... Seremos padres, tengo dos meses de embarazo.

Sentía como sus lágrimas de felicidad querían salir de las cuencas de sus ojos, simplemente su primera reacción fue abrazarla y luego besarla, besarla con una felicidad incomparable. Desde hace mucho se imaginaba conformar una familia con esta mujer, puesto que, para él, Eliette es el amor de su vida.

—¡Seré padre! ¡Voy a tener un bebé!

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