XVI
Estaciona el auto en la zona de acampar que como lo esperaba estaba solitaria; nadie vendría un día de semana fuera de temporada. Descendieron del auto y Klaus condujo a Eliette hacia la única zona donde había una gran carpa decorada y bien equipada con neveras portables, mantas, cojines y bastante leña para una velada romántica.
—¿En qué momento preparaste esto? Se ve todo muy hermoso.
—La ocasión amerita una velada así de hermosa.
Sonríe mientras tomaban asiento en las mantas. Este abrió seguidamente una de las neveritas sacando dos cocteles de jugo de mango, esta era la fruta favorita de la rubia, por lo que se lo extendió con una sonrisa.
—Me ayudaron un poco, todo está totalmente fresco, espero te guste todo lo que tengo planeado.
—Eres un encanto...
Su sonrisa le daba miles de años de vida. Tras darle un sorbo a la bebida deja escapar una pequeña risa al notar como en sus ojos se apodera aquel brillo por el sabor gustoso del mango; por lo que le enseña que al fondo de la copa tenía trocitos de la fruta que como recompensa obtuvo un pequeño beso en una de sus mejillas.
—Sabes que me encanta el mango, se siente tan fresco y dulce a la vez.
—Por eso es que lo hice para ti, sabía que te gustaría.
Las copas chocaron antes de seguir dándole sorbo tras sorbo, disfrutando de aquella naturaleza que les rodeaba y los acompañaba con una amena melodía, tras las aves empezar a cantar de forma romántica, mientras el viento y los árboles les hacían el compás. Luego de minutos se pone en pie ofreciéndole su mano a la joven, el recorrido por su tierra empezaría. La laguna que una vez les hizo conocer sería el lugar perfecto para pedirle lo que tanto anhelaba decirle hace mucho tiempo, y era sobre volverse uno solo, un solo amor, un solo latir del corazón.
Las refrescantes aguas de la laguna dejaban ver su reflejo en ellas; el bosque, a decir verdad, se veía totalmente animado, seguramente por la llegada de Eliette, que desde hace un tiempo atrás no había podido venir por asuntos laborales. Era momento de volver, y por qué no hacerlo envuelta en una situación amorosa.
—¿Recuerdas que fue aquí donde nos conocimos? Admito que no soy un ser miedoso, pero sí me llegaste a impactar con aquel susto.
—Usted se había llevado algo que no era suyo, solo fue un sustillo, nada grave. De hecho, has sido el más valiente de los que habían pisado estas tierras, muchos se habían ido corriendo tras la advertencia, la misma que te di en frutos rojos.
—Me gusta mucho lo paranormal, y estoy a la expectativa de todo, por eso cuando te conocí me causaste mucha intriga.
—¿Y ahora que te causo Klu, Klu?
Comenta al tomar asiento en el verdoso césped que tenían bajo sus pies. Le observa con una sonrisa antes de arrodillarse frente de ella y tomarla de sus manos, dejando un beso en el dorso de estas antes de responder.
—Ahora lo que causas es mucho amor, deseo, el querer protegerte, mimarte, adorarte como la diosa que eres, eso y mucho más es lo que causas ahora en mi pequeña Eliette.
Su sonrojo respondió primero que ella ante las palabras de Klaus, se veía hermosa, tierna y como aquella mujer que no rompería ni un solo plato, sino al contrario, arreglaría aquello que estaba ya roto, dándole vida y utilidad de nuevo, así como hizo con él. Eliette le ayudo a salir de una vida trágica que llevaba en Australia... Por eso, mientras que para Harper fue una locura y decepción haber venido aquí, para él fue la cachetada que desato todo lo que sufría internamente y era ocultado por una fantasía irreal.
El silencio que había en ese momento no era incómodo, sino al contrario, estaba lleno de paz. Sus brazos tras encontrarse más segura le rodearon el cuello. Las manos de él, como quien conoce el camino, fueron directo a su cintura. Sus labios, aquellos que se deseaban desde hace meses atrás probarse como era debido, estaban dispuestos a unirse... Estaban a centímetros cuando un pequeño animal se interpuso entre los dos interrumpiendo el beso que no se llegó a dar.
—Hola, pequeño travieso, ¿estás perdido?
Cuestiono Eliette mientras tomaba al pequeño lobo que se encontraba en su regazo. Al parecer se había perdido de su manada, puesto que no se veía por ningún lado pistas donde pueda estar su madre.
—Deberíamos buscar a la manada antes de que nos busquen a nosotros.
—No tiene familia... ¿Lo podemos adoptar? Dime que sí, Klaus.
¿Adoptar un lobo? ¿Es en serio? Simplemente, no podía creer lo que estaba presenciando, pero al ver que lo trataba como si de un canino se tratara, no podía resistirse del todo a su loca idea. Durante su vida ha sabido que existen personas que adoptan animales exóticos, pero nunca que un lobo fuese su mascota; pero quién era él para juzgarla, si antes ella parecía que cuidaba este ecosistema con su alma.
—Nunca he visto algo parecido antes, pero si eso quieres preciosa, lo podemos adoptar.
—Gracias... No pienses que soy rara... Por favor.
—Tranquila, que cada vez me cautivas más.
Confiesa antes de brindarle un abrazo levemente notando como el pequeño cuadrúpedo se acomodaba entre ambas chaquetas. Eliette, aprovecho la circunstancia y planto un pequeño beso inesperado en los labios contrarios, todo como premio por haber agrado al pequeño lobo.
—Ya le has agradado a colmillo por lo que veo.
Su sonrisa de nerviosismo le hizo bajar la mirada al animal asintiendo, a pesar de todo, se veía un tierno cachorro. La idea seguía pareciendo descabellada, pero he aquí en donde aplica la frase que lo loco y lo nuevo es mejor que lo antiguo y lo aburro en ocasiones, quizás vale la pena cambiar un poco para aprender cosas nuevas.
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