XV
Un año más tarde...
Han pasado ya un año desde lo ocurrido en Canberra. Era de admitirse que se podía extrañar tanto la ciudad como aquellas amistades que quedaron en el pasado, pero a pesar de todo este cambio resulto para bien, puesto que Klaus ha avanzado en tan poco tiempo que hasta había consolidado una empresa de entretenimiento. De pensar que todo empezaría con una cámara que le regalo Eliette, y de paso, ella fuese su hermosa modelo.
Fue un año de adaptación y disciplina. Esta mujer le enseño a regularse en cuanto a sus vicios, a no ser grata de estos y que dañasen la salud de quien amaba; por lo que, de manera casi inconsciente, esa adicción fue desapareciendo, dejando atrás esa vida de joven rebelde. Se encontraba en sus veintidós, casi veintitrés años, debía hacer algo con su vida para obtener los placeres gustosos de esta misma.
Durante todos esos meses fue conociendo a la mujer de cabellos rubios cada vez más. No eran pareja oficial todavía, pero eso no quita el hecho de que en ocasiones parecían más que amigos, aquellos que se esconden de sus padres, aquellos que se celan y se ponen de malhumor. Estaba cansado ya de esa tontería, por lo que quería entablar una relación de verdad, y bueno, ¿por qué no hacerlo con una cita en el bosque? A fin de cuentas, en ese sitio fue que le conoció.
Ahora mismo se encontraba retirándose de la oficina. La empresa K&G Entertemient se encargaba de todo lo que tenía que ver con producción musical, fotografía, maquetación, manager de artistas, entre demás servicios. Irónicamente, tuvieron una gran acogida en el mercado surcoreano por demostrar un estilo de música distinto y con una producción a otro nivel. Ser bueno en los negocios y tener un rostro tallado por los dioses aportaba mucho a este tipo de sociedad, por lo que el trabajo nunca faltaba, así que los descansos debían ser bien aprovechados.
Su llamada era algo muy especial, puesto que se encontrarían en una de las cafeterías del centro. Eliette no sabía en absoluto de la sorpresa, pensaba que solo la invitaría a un café a eso de las tres de la tarde, lo cual no era del todo cierto, hoy era un día en el que su historia se volvería a reencontrar, pero esta vez sin intrusos que aparezcan a arruinar los momentos de magia que rebotan cuando se miran directo a los ojos.
Llamada telefónica.
—Klu, Klu, ¿ya saliste? Me he retrasado un poco, pero ya voy en camino.
—No te afanes bella, yo apenas también estoy saliendo, así que conduce con cuidado.
—Voy en un taxi, el auto se ha pinchado en la mañana.
No pudo evitar dejar escapar una pequeña risa; desde la otra línea se escuchó un "hum" de su parte y seguro que ya tenía en sus labios un hermoso puchero.
—Bueno, mejor para mí, así no te puedes bajar de mi auto y solo serás mía hoy.
—Estás loco, ¿lo sabías?
—Un poco, pero bueno, entonces nos vemos en la cafetería, no te imaginas cuanto deseo verte.
—Yo también mi Klu, Klu. Nos vemos, maneja con cuidado.
Fin de la llamada.
Estaba ya sentando en el asiento del conductor cuando termino la llamada, con una gran sonrisa en sus labios como cuál enamorado anda por la vida. Empezó la marcha hacia el destino que no quedaba a más de quince minutos en auto desde la empresa, seguro hasta podría llegar primero que Eliette, pero lo cierto fue que llegaron al tiempo, ¿destino o casualidad? Siempre se pregunta.
Después de un par de zancadas llega hasta donde se encuentra la chica en pie para poder abrazarla. Extrañaba tanto su olor, puesto que fueron dos semanas donde tuvo que viajar por compromisos laborales a lo que se sentía tan solo, pero ahora por fin volvía a tenerle en sus brazos. Tras los saludos ingresan al sitio de comidas, el cual no se encontraba tan poblado que se diga, pero aun así la mesa que tenían estaba algo alejada de los demás. Se llama al mesero para que los atienda.
—No sabes las ganas que tenía que ese avión aterrizara aquí, necesitaba correr a verte, pero había llegado muy cansada.
—No me quisiste avisar cuando llegaste, te fuese recogido en el aeropuerto.
—Quería que fuera sorpresa, pero llegue a las doce de la noche, me imagine que estabas dormido; aunque eso no importa, hoy ya estamos juntos.
—En eso, si tienes razón, yo estoy deseando que nos volvamos a separar.
Su sonrisa resplandeciente inundó su corazón haciéndolo latir como si el mismísimo Rayo McQueen le diera todo su nitro a ese trozo de carne que los mantiene con vida. Los latidos hacen parte de un sentir que a veces es confuso, pero que te demuestra que a fin de cuentas estás vivo.
La plática era amena, y como no, se supone que todos al estar con el amor de su vida se sienten tan cómodos que no quisieran que el tiempo corra. No existe palabra alguna para definir lo que se siente al estar enamorado, pero la más cercana podría ser felicidad.
—Sabes, te tengo una sorpresa, vamos que la tarde es larga.
—¿A dónde iremos, Klaus?
—Solo déjate sorprender querida centinela, este romeo tiene un par de cosas que confesar.
Dice con tal vacilación y jugueteo en sus expresiones, que al poner en pie le toma de la mano a la joven para ir en dirección al auto luego de cancelar lo consumido. La distancia de la cafetería al bosque encantado era de una hora con veinte minutos, tiempo que quizás para muchos es eterno, pero Klaus y su excelente compañía no lo era.
El bosque encantado de Hong Zoo les volvía a abrir sus maravillosas puertas llenas de naturaleza, misterio y preguntas sin resolver; pero a la vez, regresaba con una gran magia que solo pocos podían sentirla, en el caso de Klaus era aquella atracción por la rubia de ojos color miel. En cuanto a Eliette, ella sí escondía algo más allá de lo conocido por el ser humano.
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