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VII

Después de cenar, esa noche Gwen se quedó a dormir a su lado, fue difícil conciliar el sueño, puesto que sus pensamientos le traicionaban, además de repetir la discusión con Harper y que su noviazgo de dos años se fuera al caño, también le recordaba aquel beso encantador de Eliette que le dio en el salón, que con decir que parece un tonto, a ninguna de las dos las quería ver, por lo que cuando amaneció se hizo el enfermo para no ir a clases.

—Ve que te tomes el medicamento, apenas salga, vendré a donde ti.

—Tranquila hermana, estaré mejor después, ve con cuidado.

—Me avisas cualquier cosa, por favor, vamos, ponte el paño en la cabeza.

—Sí, no te preocupes, ve tranquila Gwen.

Sonríe escuchando el timbre de la puerta, por lo que la despidió con la mano antes de toser un poco, cuando salió decidió asomarse ligeramente por la ventana del cuarto notando como todos estaban afuera esperando, pero al ver que solo Gwen salía ríe un poco tras notar como Harper quería ingresar, pero esta no la dejo.

—Si no nos vamos llegaremos tarde.

—¿Por qué no me dejas quedarme con él? No puede estar solo si está enfermo Gwen.

—Él me dijo que no me preocupara que estaría bien, y si quiere estar solo entonces es mejor dejarlo solo Harper, además que no te quiere ver ni en pintura, sabe que te vas.

—¿Cómo que sabe que me iba? Pensé que no se lo ibas a decir.

—Yo no se lo dije, se lo confirmé, él se enteró y por ello definitivamente no quiere nada contigo, porque no fuiste capaz de decirle.

—Bueno, Harper, como dicen por allí, te toco perder —palmea su hombro Tyler, siendo quitada inmediatamente por ella.

—Cuándo te vayas y hagas tu nueva vida podrás olvidarlo, no lo tendrás que ver.

—Lo arruine todo, ya no me voy, mis padres al saber que termine con Klaus me dijeron que el viaje se cancelaba, como que no les salió el contrato.

—O más bien obtuvieron lo que querían, que terminaras con Klaus.

La mirada se plasmó en Wanda, quien solo levanto los hombros, desde la habitación intentaba entender que decían, pero eso no se podía bien, al parecer hablaban de lo que pasaba; al final se dieron media vuelta y se marcharon a la facultad, fue allí donde aprovecho para tomar una ducha y sacar la taza de café que tenía bajo la cama la cual había funcionado para poner el termómetro en cuarenta grados.

—Bien Klaus, hora de irle a pedir perdón.

Suspira algo pesado para tomar las llaves de la moto de la mesa de noche junto al casco que se encontraba en el pequeño puf, saliendo en dirección al panteón, donde se encontraba la morada de su madre; el camino no fue demorado gracias a que las vías estaban algo solitarias.

Se detiene previamente en una de las tantas floristerías que estaban fuera del recinto para comprar un bello ramo de flores rojas, puesto que eran el color favorito de su madre, para así después de pagarlas ingresar subiendo la loma de la entrada para estacionar bajo el árbol que quedaba al lado de la tumba de su madre la cual estaba diagonal a la iglesia. Poco a poco veía que las tumbas vecinas habían sido sacadas y reemplazadas por nuevas; así era el negocio de la muerte.

Han pasado siete años desde que la perdieron por aquella bala perdida que la mato. En parte, era su culpa por no haberle hecho caso cuando quería que fuese a una clínica de rehabilitación, el remordimiento de conciencia produjo que después de su muerte la situación con las drogas empeorara, por lo que ahora con sus veintidós años trata de tener más control e intenta dejarlo, esa fue la promesa que le hizo a su madre y antes de morir la cumplirá. Cada día lucha con ello, porque no desea ser internado.

—De nuevo, como hace días también vine solo para pedirte perdón, juro que me estoy esforzando en dejar este mundo madre, pero no puedo, simplemente no puedo oponerme ante las tentaciones... Te prometí que algún día se me acabaría esta necesidad, lo lograré, para cumplir tu última voluntad.

Comenta en voz baja mientras limpiaba la grama de la tumba, al igual que cambiaba aquellas flores que tenía marchita. Unos pasos se percibían, por lo que le pareció extraño que al girar su cabeza era un hombre, posiblemente cuidandero de este lugar, tenía la mirada gacha, se encontraba sucio y maloliente, definitivamente daba una mala impresión.

—¡Hey Lovsatt! Cuidado espantas al muchacho, ven aquí ogro maloliente.

—¿Lovsatt?

Observa la placa y el hombre levanta su rostro ante él. No podía creer lo que estaba viendo, tenía su "padre" de frente después de haberlos abandonado, siendo Gwen y él un niño.

—Klaus, ayúdame, hijo...

—Señor, se debe estar confundiendo, mis padres están muertos.

Sonríe ladino antes de tomar el casco entre sus manos dispuesto a colocárselo, el sujeto que se intentó acercar fue aprendido por el cuello por quien se ve que es su superior, aunque no sintiera nada más que repulsión, no podía permitir que lo trataran así, su madre le enseño ayudar y más a aquel que fuese necesito, sin importar quien fuese.

—Señor, no es necesario que lo agarre así, por favor, suéltelo.

—Lo siento muchacho, pero él sabe que no se puede acercar a los visitantes, y menos en ese estado, es más fácil que cabe su fosa y se tire a morir, de por sí, olor a muerto ya tiene.

—No lo justifico y quizás lo apoye, pero déjelo, no pasa nada.

—Hijo... No me digas eso...

El hombre lo volvió a zarandear por las tonterías que seguramente él pensaba que el más viejo decía, por lo que solo suspiro convenciéndolo a que se marche y les deje a solas. Ahora era él quien lo zarandeaba por aquella sucia camisa mirándolo directamente a sus ojos. Qué desastre y decepción tener que parecerse a él en el físico.

—Escúchame bien, no quiero que me vuelvas a llamar hijo, yo no tengo padre, mi padre murió hace muchos años, y tampoco quiero que verte rondando la tumba de mi madre; mira que por tu avaricia quedaste por los suelos, te daré una obra de caridad porque sé que mi madre si estuviera con vida lo fuera hecho, pero no soy completamente ella, así que espero que esta advertencia te quede clara, no quiero verte de nuevo, estás muerto.

Lo soltó de golpe para sacar de su billetera varios dólares de $10 y entregárselos, termina por colocarse el casco y darle una última mirada llena de desprecio mientras se subía a su motocicleta.

—Si fueras evitado irte y dejarnos, quizás te merecieras nuestro aprecio, pero tanto para Gwen, como para mí no existes, estás muerto.

Dice sin más marchándose del sitio. Un nudo en su garganta se formó, siempre se había hecho la idea de su muerte, quizás duela menos cuando pase el día. ¿Por qué tantas sorpresas están aconteciendo seguidas? No todo es casualidad, esta semana no podría empeorar, o quizás sí, y el nuevo golpe al corazón se llamaba Eliette. 

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