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Capítulo 7

—¡No! —grité arrodillada al borde de la cascada al ver el cuerpo de mi hermana perderse entre las aguas— Eres un maldito —le grito a Leonardo llena de odio. Cuando estoy por lanzarme sobre él, un disparo que no sé de donde proviene, impacta en su pecho haciendo que caiga de rodillas frente a mí, para finalmente cerrar sus ojos—. Púdrete. —Escupo con rabia.

Lloro de amargura frente al cuerpo sin vida del asesino de mi hermana. La tristeza que me embarga me imposibilita dejar de llorar. La vida me ha quitado muchas cosas, pero nunca ha dolido tan intensamente. No la disfruté nada. ¿Será que yo misma la arrastré a este final? Esa duda me carcomerá por dentro porque ella no está para responderme.

Siento unos brazos que me abrazan y sin voltearme, me acurruco a él buscando una protección que jamás he tenido. Reconozco el perfume varonil de Max envolverme. Él no habla, aunque debe de tener muchas preguntas.

—La mató. —Mi voz sale rota. Max me abraza más fuerte. El llanto se hace presente nuevamente. Cada segundo que pasa, el momento en que mi hermana cae, llega a mi cabeza, recordándome que no pude hacer nada por salvarla.

—Todo estará bien. —Intentar darme palabras que me consuelen es lo peor que puede cometer Max ahora, sin embargo, opto por no decir una palabra.

Me toma en brazos como si nada y nos alejamos del cuerpo de Leonardo. Al menos alguien me ahorró el trabajo de acabarlo con mis propias manos. No descansaré hasta destruir todo el legado Sotomayor. No dejaré ni las cenizas, incluido Abraham, ese maldito también es culpable de la muerte de mi hermana, aunque no haya jalado el gatillo.

Mi hermana murió por una razón en particular: los diamantes. Esa es la principal razón, pero yo, voy a cumplir con su encomienda. Voy a completar el trabajo que ella dejó inconcluso, pero eso será luego, cuando acabe con todo lo que queda del imperio de Leonardo.

Llegamos a la mansión sin apenas darme cuenta. Estoy tan metida en mis pensamientos, en todo lo que tengo que hacer, en el dolor que cargo, que no puedo pensar en nada.

—¿Dónde está mi hija? —Es lo primero que dice Octavio al vernos entrar por la puerta.

—Muerta. —Es todo lo que digo y el hombre se descompone por completo cayendo sentado en el gran sofá. Ya en este momento mi rostro está inexpresivo. Ahora lo que me domina es la sed de venganza. Los deseos de masacrar.

—Todo esto es tu culpa —dice mirándome y me mantengo impávida.

—Octavio —dice Maximiliano intentando defenderme.

—No le digas nada Maximiliano. Él tiene toda la razón. Mi hermana fue a ese lugar a salvarme y el maldito de Leonardo la mató. —Octavio cierra sus ojos con dolor—. Alguien se me adelantó y desde la oscuridad salió un disparo que lo mató frente a mis ojos —explico lo ocurrido a ambos.

—No puedo creer que le siguiera haciendo daño después de lo que le hizo —chilla Octavio —. Tu hermana sufrió mucho, ese maldito la abusó y la golpeó a su antojo hasta que yo la saqué de allí.

—Se pudrirá en el infierno y yo, no dejaré en la tierra a nadie que pueda continuar con su legado. —Él me observa con la sorpresa reflejada en sus ojos—. Voy acabar con los que estuvieron tras de mi hermana por los diamantes y los llevaré a su dueño, una vez haya cumplido con eso, seré libre y habré vengado a mi hermana. Sé que ahora mismo usted me odia, pero necesito de usted para convertirme en quien debo ser. —Tanto Octavio como Maximiliano me observan sin entender. Son lentos —. Necesito ser una profesional como lo era Karime, necesito aprender a defenderme.

—Muchacha, estás cegada por el dolor por la muerte de mi hija —dice el hombre con pesar—, ella no hubiera querido esto para ti.

—Yo tampoco quería ver a mi hermana morir frente a mis ojos y tuve que verlo, Octavio. —Suspiran con pesadez, ambos.

A cada rato sentía la mirada de Max sobre mí mientras esperábamos a los hombres que mandó Octavio a buscar el cuerpo de mi hermana. Su mirada denota preocupación, la cual es por mi causa. Él se ha dado cuenta cuanto me ha afectado lo de Karime. Ninguno de ellos sabe, el caos que desaté en la cárcel. Desataré el mismo aquí fuera y si tengo que pasar el resto de mi vida allí dentro, lo haré gustosa, luego de hacer lo que tengo que hacer.

—Odio verte así —dice Max sentándose a mi lado.

—Es mejor que te acostumbres. No sé qué veías antes en mí, pero lo que haya sido, no regresará.

—Siempre quisiste dejar esto atrás. Tienes la oportunidad. —Enfurezco en ese momento y me levanto.

—No pienso comenzar mi vida como si nada cuando mi hermana está muerta —grito enrojecida de furia sin importar que todos en la casa me escuchen—. Acabaré con quien se interponga en mi camino para lograr mis objetivos —sentencio—, no te conviertas en uno de ellos. No me importará pasar por sobre ti para lograrlo —Lo miro, retándolo, en cambio él, está sorprendido ante la declaración que he hecho.

No puedo pensar en nada más. El rencor y el odio dominan mi corazón justo ahora. Ninguna de las personas presente aquí, saben el dolor que siento dentro de mí, pero ese mismo dolor, es el que me impulsa a seguir, a no rendirme, a no dejarme caer antes de cumplir con Karime.

Maximiliano se mantiene en silencio, parece que mis palabras taladran su cabeza una y otra vez. No puedo culparlo, lo he amenazado. La verdad es que lo deseo a mi lado, mis sentimientos por él están muy bien ocultos, pero eso no quita que lo desee a mi lado como mi apoyo, aunque él no lo sepa y no lo sienta así, pero ni modo. Lo jodí. Se levanta y en silencio, se va del salón.

Al tocar la almohada me es imposible conciliar el sueño a pesar de que llevo más de 24 horas sin dormir. Lo único que deseo ahora no lo puedo tener: mi hermana, que aún no la encuentran. No tengo miedo de lo que pueda suceder, mi cabeza no ha dejado de maquinar. Solo debo de hablar con Octavio. Lo haré mañana. Con ese pensamiento, logro quedarme dormida.

—Karina—escucho una voz apagada tras de mí —, te amo hermana. —La escucho al tiempo que me doy la vuelta y ella me observa con lágrimas en los ojos.

En cuanto la veo corro abrazarla, pero alguien sostiene mi brazo impidiéndome llegar hasta ella, cuando volteo, es Abraham que me observa con maldad. Me pega a su cuerpo poniendo su mano sobre mi boca. Lucho contra él y termina dándome una bofetada que me hace marearme y cuando despierto, veo a Leonardo apuntándole con el arma a Karime mientras ella no sabe qué hacer al borde del precipicio. Finalmente le dispara y ella cae al vacío.

—¡No! —grito despertándome y entonces unos brazos me vuelven a envolver después de todo lo que le he dicho. Me aferro a él derramando lágrimas al haber revivido todo.

—Calma Karina. —Intenta calmarme—, todo saldrá bien.

—Discúlpame, Max. Jamás te lastimaría. No podría hacerlo, aunque quiera—confieso y luego de decirlo me arrepiento.

—¿Por qué no podrías lastimarme? —¿Para qué pregunta lo que ya sabe?

—Olvídalo Max. Confórmate con saber que no te haré daño —sentencio.

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