Capítulo 12
Su cuerpo se pega más al mío, si es eso posible.
El beso me hace jadear en su boca, y por primera vez siento lo que es que el corazón se me quiera salir del pecho al sentir tanta pasión, tanto deseo en solo un beso. Nos despegamos por falta de aire, nuestra respiración frenética nos indica lo extasiados que estamos. Max pega mi cuerpo al suyo para que sienta lo que ese encuentro ha provocado en él.
No quiero pensar en todo lo que conlleva seguir adelante con lo que empezamos. He deseado esto por mucho tiempo. Jamás creí que sucedería, pensaba que eso quedaría en un deseo que debía reprimir con todas mis fuerzas, pero ahora solo deseo sentir, mañana tendré tiempo en pensar lo que ocurrirá en el futuro.
Esta vez soy yo quien toma la iniciativa y vuelvo a besarlo. Agarra mis muslos por detrás y me sube sobre su cuerpo, envuelvo mis piernas a su alrededor, y sin abandonar mi boca, camina conmigo en brazos a paso rápido para llegar a lo que supongo sea su habitación o la mía, no me importa.
Al entrar a la habitación, la cortina que cubre la ventana, se encuentra abierta, logrando que la luz de la luna ilumine de una manera hermosa nuestro encuentro.
Me baja despacio, acariciando mi cuerpo a medida que lo hace, primero acaricia suavemente mi pierna desnuda, ni siquiera recordaba que había bajado con mi bata de dormir, continúa por mi cintura, levantando a su paso mi vestido, hasta hacerlo salir de mi cuerpo.
Al sentirme dispareja, comienzo a tocarlo con una seguridad y experiencia de la que carezco, solo dejándome llevar por lo que siento, por el deseo que recorre cada centímetro de mi piel caliente, que parece que tengo fiebre.
Mientras lo acaricio tomándome mi tiempo, lo beso, pero esta vez a mi ritmo, con suavidad, pero con el mismo deseo latiendo dentro de mí. Max me deja guiar la situación disfrutando de la danza de nuestras lenguas que parecen tener una batalla por quien saborea más a quien.
Cubro sus hombros con mis manos, sintiendo bajo mi palma el calor que desprende su piel. Continuo mi recorrido llegando a su abdomen, sintiendo esos cuadritos que te derriten, se ve que se ejercita, por algo está tan bueno. Su boca abandona la mía para ir a mi cuerpo y yo le permito el acceso echando mi cabeza hacia un lado. Sus besos me provocan un cosquilleo delicioso entre mis piernas, siento una humedad que creo que nunca antes sentí.
—Quiero disfrutarte, saborearte de punta a punta —gruñe, tomándome desprevenida y me lanza sobre la cama cubriendo su enorme cuerpo de 1.90, contra el mío de 1.68.
Al estar solo en un tanga cómoda y minúscula, veo como pasa la lengua por sus labios, como si tuviera frente a él, un manjar que se muere por devorar, y no sé qué me excita más, el que ese manjar sea yo o verlo así de excitado por mí.
Su boca se detiene en mis senos sensibles que piden su atención con premura, al mismo tiempo que su mano sigue su camino hacia el punto de mi delirio. Abro mis piernas sin vergüenza, ofreciéndoselo, pidiéndole sin palabras que me toque y calme el dolor del deseo insatisfecho que poseo en estos momentos.
Un gemido involuntario sale de mí, cuando el calor de su boca hace contacto con mi pezón erguido y seguidamente corre mi tanga a un lado, logrando que su dedo se introduzca con facilidad dentro de mi feminidad. La mezcla de ambas, me tiene en el séptimo cielo.
Su forma de tocarme, de querer complacerme, me tiene completamente en una nube que se eleva cada vez más al paraíso del cual no deseo bajar. Necesito aire ante tantas sensaciones ricas que siento en todo mi cuerpo, me siento muy sensible, cualquier roce causa estragos en mí.
Luego de darle la misma atención al otro seno, su boca sigue descendiendo, regando besos húmedos por todo mi abdomen, mi ombligo, hasta finalmente llegar a mi intimidad. Retira el tanga empapado y lo lleva a su nariz para olerlo.
¡Joder! Nunca había visto algo tan erótico como eso.
Esta vez el recorrido de sus besos comienza en mis piernas, lo observo en su labor enfebrecida de deseo, quiero rogarle que me haga suya de una vez, pero es demasiado hermoso ver con la pasión, el desenfreno, pero también la ternura y el cariño con el que me está haciendo suya, a su ritmo, a su tiempo.
Cuando llega a la zona interna de mi muslo, siento varios temblores que no puedo evitar, así como los gemidos, se hacen presentes. Mi espalda se despega del colchón ante la primera lamida que da por toda mi intimidad. Al ver que quiero cerrar mis piernas, usa su fuerza para mantenerlas abiertas, a su merced. Le ruego, pero él no me escucha y sigue en su faena hasta que mi orgasmo llega, enviando corrientes por todo mi cuerpo.
No puedo moverme, no siento mis piernas.
¡¿Qué coño es esto?!
Sube hasta quedar a la altura de mi cara y tomo su boca, es tan extraño sentir mi sabor. Sin detenernos, lo ayudo a quitarse su pantalón de pijama. Abro mis piernas invitándolo a invadir mi cuerpo y sigue torturando moviendo su erecto falo por toda mi humedad, hasta que cansada de tanto preliminar, lo hago entrar.
Jadeamos al mismo tiempo al sentir tanta exquisitez.
Sus movimientos primero son lentos, tortuosos, cuando lo que deseo es que me tome con lujuria para calmar el maldito dolor entre mis piernas. Gracias a Dios, lo hace, chillo de gusto. Aparta el cabello que tengo en mi cara y me da un tierno beso en la punta de la nariz.
Me falta el aire, sin embargo, no quiero que se detenga. Arremete contra mi cuerpo como he deseado desde que pisamos la habitación, con pasión, desenfreno. Mi segundo orgasmo comienza a formarse en mi vientre, esa deliciosa sensación que va creciendo hasta que finalmente exploto gritando su nombre y tras algunas embestidas más, él me sigue, derramándose dentro de mí.
Cuando sale de mi interior, me atrae a su cuerpo y así, sintiendo mil cosas hermosas, me pierdo en el sueño.
A la mañana siguiente, despierto a causa de la luz del sol que se filtra por la ventana, porque las cortinas están abiertas. Salgo de debajo de su cuerpo y lo observo, relajado, deliciosamente desnudo. Me dan ganas de repetir lo de anoche, pero ahora tengo que hacer exactamente lo que me trajo a esta isla.
Voy a mi cuarto y me visto rápidamente, como algo rápido en la cocina y salgo, recordando las indicaciones de mi hermana. Camino por el sendero que se abre a mi derecha, luego de haber recorrido el largo al inicio de la frondosa vegetación. Entre las grandes plantas, encuentro la pequeña cueva, la oscuridad ante mí, no me deja ver, hasta que avanzo y una pequeña luz se hace presente.
¡Los encontré! Encontré el camino de los diamantes, tal y como mi hermana me indicó.
¡¡¡¡Bum!!!! Llegamos a los diamantes.
¿Se esperaban que estuvieran en la isla?
Los kiero, Kya😘💫
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