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43: ¡Hey, Rosón!

❝Antes❞
20 de julio, 2021

Yellow de Coldplay se reproducía en mis auriculares. Mi mejilla estaba apoyada en el pecho de Pablo, los latidos de su corazón se mezclaban con la melodía de la canción, creando una linda armonía.

Era demasiado temprano. Estábamos en el tren para ir a nuestras casas. 

Escuchábamos música juntos, él llevaba uno de mis AirPods y yo el otro. Sus dedos acariciaban mi hombro, creando aleteos en la boca de mi estómago.

Todo el fin de semana junto a él fue maravilloso. Valía la pena haber mentido.

Al llegar, Pablo fue a dejarme a mi casa. Suponía que mamá y Benjamín estaban en el trabajo. Supuse bien, sus coches no se veían.


Pablo y yo nos estuvimos besando bajo el umbral de la puerta. Un beso de despedida que se volvieron más de 10 besos que me dejaron sin respiración. Tuve que obligarme a dejarlo de besar, esos besos podrían llevarnos a ir corriendo a mi habitación, seguir besándonos y desnudarnos.

—Te llamo más tarde —Dejé un último beso en su mentón.

Pablo me sonrió y beso mi frente, un gesto dulce.

—Vale.

Fui a mi habitación, tiré la mochila y mi maleta, le di una rápida mirada a las cuatro paredes y me acosté.

Sonreí al recordar todo el finde, fue perfecto. Los juegos en la playa, el molestarnos y comernos a besos, nuestro beso infinito, ver una película al aire libre, luego los besos, desnudarnos y haber hecho el amor. Sé que mi primera vez teniendo sexo no fue con Pablo, pero, él si fue el primero en hacerme el amor, me hizo sentir amada y única.

Él fue el primero. Mi primer amor. Mi gran amor.

Al día siguiente, el domingo, me levanté al no sentirlo a mi lado. Por un segundo creí que se había ido, claro que me abofeteé mentalmente. Pablo no era como los demás, él se había levantado antes para hacerme el desayuno y ver el amanecer.

Nos dimos otro beso infinito.

Las horas pasaron, jugamos en la playa, paseamos por la ciudad costeña, al llegar a casa y antes del almuerzo, volvimos a hacerlo, me corrí en sus dedos. En la noche fuimos a una fiesta, bailamos, nos besamos y nos divertimos. Fue perfecto.

Quería repetir ese fin de semana.

Cerré los ojos y me dispuse a imaginarme los recuerdos de los dos días en la playa. El sonido de tacones me hizo abrir los párpados, miré hacia la puerta y vi como mis risueñas amigas entraban a mi habitación.

Ni siquiera pregunté cómo fue que entraron. Ellas tenían su llave.

—¡Cuéntanos todo! —chillaron y se tiraron a mi cama.

Sus miradas curiosas. Un par de ojos zafiros, unos verdes y grises, que miraban mis simples ojos marrones.

Al ver que me quedaba callada, Ester habló en un grito.

—¿Ya desfloraste a Gavi?

Ese tipo de pregunta que soltaba hacía que me arrepintiera de haberle contado sobre que Gavi era virgen.

—Ester, no seas vulgar —la reprendió Carla.

—Perdonen, perdonen —Respiró y puso una postura firme, me miró a los ojos—¿Gavi y tú ya tuvieron relaciones?

—Pues...

Sentí mis mejillas arder.

Ellas chillarón, emocionándose por mí.

—¡Ese sonrojo ya nos da la respuesta!

—Y dinos ¿Cómo fue? Con todo y detalles —habló Pau—¿Fue sexy? ¿Salvaje?

—Fue...

Ester me interrumpió.

—Apuesto 50 euros a que solo duró 20 segundos —se burló, riéndose escandalosamente.

—No... —La miré mal—. Ester no te burles.

—¿Sí duró 20 segundos? Lo hizo, es, me corrijo era virgen y siempre duran eso —Siguió burlándose.

—No y Ester deja de burlarte, además prometiste que no mencionarías sobre que era virgen. Lo prometiste.

Vayas promesas.

—Lo sé. Lo sé. Lo sé.

—Confío en ustedes y saben que siempre les cuento todo. Pero prometan que no dirán nada.

—Es una promesa, cariño —Ester me dio una sonrisa sincera—. Las promesas de mejores amigas no se rompen.

Les conté lo del fin de semana. Obviamente omití ciertas partes privadas.

Una hora después me encontraba acostada con Carla en la cama. Escuchaba las risas de Ester y Pau desde mi armario, se probaban la nueva ropa que mamá me había comprado. Como cuatro niñas íbamos a jugar a los desfiles de moda.

—Val —Me llamó Carla.

—¿Si, Carla?

—Lo siento por decirles a Ester y Pau que estaba en la playa con Gavi, sé que dijiste que no les dijera nada. Ellas vinieron a verme, preguntaron por ti y se me escapó.

Volteé a verla. La conocía, sabía que se le escapaban las cosas, no lo hacía con malas intenciones, así era Carla.

—No importa. Mamá no se enteró de la mentira.

Y me siento mal por eso.

—¿Y se lo dirás?

—Ya sabes la respuesta.

Nos mantuvimos en silencio unos segundos, hasta que Carla volvió a hablar.

—Val...

—Dime

—¿Te gustó?

No era necesario preguntar a qué se refería.

—Fue lindo, demasiado.

—Quiero un novio o novia que me quiera, como Gavi te quiere —suspiró.

—Ya verás que encontrarás uno.























































💌💌💌





























Me quedé dormida después de que mis amigas se fueran. Mi habitación estaba a oscuras cuando me desperté y enredada entre mis sábanas, me estiré y lo primero que agarré fue mi móvil. La luz de la pantalla me hizo cerrar los ojos, lento parpadeé y fui acostumbrándome a la luz.

Vi que tenía mensajes de Pablo, mi Pablo.

Niño bonito gruñón 😇😡:

He visto que habrá
una feria de libros

¿Quieres ir?

Val

¿Estás despierta?



Me:

Sí!
Siiiiiiiii
Siiii

Si quiero ir

Y recién me levanto

Peroo siiiiiii
si quiero ir
🥰




















Vi que no se conectaba hace como una hora, supuse que estaría ocupado. Dejé el teléfono a un lado y me puse de pie. La tela calentita de mis calcetines me protegieron del frío. Salí de mi habitación en busca de mi mamá oso. Ya era tarde, debía estar en su despacho.


Llegué y sin tocar abrí la puerta y entré.

—Pero ¿Quién fue la que te crio tan mal educada? —Mamá preguntó con sarcasmo, dejó de mirar la pantalla de su ordenador.

—Pues tú.

Como una niña pequeña, corrí hacia ella con los brazos estirados, rodeé su escritorio y la abracé sentándome en su regazo.

—Te extrañé, ma.

—Solo fueron dos días.

—Una eternidad —exageré y curiosa miré hacia su ordenador—¿Qué haces?

—Corrigiendo estos planos, son unas propuestas, de unos pasantes y son algo buenos. Falta pulirlos —Miré con rareza la pantalla, no entendía mucho del trabajo de mamá, solo cuando ella me enseñaba los 3D.

Deje de mirar la pantalla y miré su escritorio, estaba algo desordenado. Y no algo, muy desordenado.

—¿Eso es café? —Miré su termo.

—Lo es.

Estiré mi brazo hacia el termo y antes de que mis dedos lo agarraran, recibí un manotazo.

—Auch.

—Busca tu propio café.

—Solo quiero un sorbo.

—Anda a la cocina y prepárate uno —Me saco la lengua y agarró su termo, dio un sorbo y lo volvió a dejar en su lugar.

Estiré mis brazos hacia el termo.

—Al menos déjame olerlo.

—Pero que adicta.

—Tú me hiciste así.

Mamá siguió con su capricho de no darme de su café. Lo hacía para cabrearme y para cambiar de tema dijo:

—¿Cómo te fue en el campamento?


¿Campamento?

Sí, el campamento.

Miré mis dedos.

—Pues... Bien.

Tenía suerte de que ella no me estaba viendo. Sabría que le estaba mintiendo.

Y mi conciencia me mataba. Sabría que no me castigaría, pero, si me daba algo de vergüenza al contárselo.

—¿Irás mañana al trabajo?

—Sí, reuniones, debo de revisar algunas otras y mucho, mucho trabajo...

Me seguía contando. La mente me carcomía. Sin detenerme a planificar lo que le diría, le dije:

—Mamá, Pablo y yo lo hicimos.

Me bajé de sus piernas

Mamá me miró sin entender, sus pobladas cejas se arquearon y sus ojos iguales a los míos, me miraron como si ya supiera lo que le iba a decir—¿Qué hicieron? —preguntó, quería que se lo dijera.

—Lo hicimos.

—Chiquitita, sé más específica.

Jugué con mis dedos y rápido hablé:

—Pablo metió su aparato reproductor masculino en mi aparato reproductor femenino.

Cerré los ojos para no ver su cara.

—Dios, pero que especifica.

Abrí los ojos, me encontré con su cara de...

No expresaba nada.

—¿Estás molesta? ¿Decepcionada? —Se quedó callada—. Di algo.

Mamá dio una bocanada de aire, cerró los ojos e hizo como si estuviera meditando.

—Di algo.

—Estoy tratando de que el espíritu de mi madre no se apodere de mí.

—Mamá. Es en serio.

Ella abrió los ojos.

—Lo sé y prometí no ser como mi mamá —Me agarró de las manos y me miró sincera—. No te regañaré. Es tu cuerpo y estoy 100% segura de que te has cuidado.

—Lo he hecho.

—Así que supongo que no has ido a ningún campamento.

—No... —Me quite el collar que llevaba y saque la llave—. Fuimos a la casa de la playa. Lo siento por no decírtelo.

Mamá agarró la llave y sonrió como si estuviera recordando.

—Es algo que yo hubiese hecho a tu edad —murmuró—. A diferencia de que tu abuela me amenazó con mandarme a un internado.

—La abuela era, era la abuela. Era...

—Una bruja

—No y no hables así de tu mamá —La regañé—. Ella era muy linda.

—Contigo.

—¡Mamá!

—Vale, era linda. Buena persona, una bruja.

Mamá y la abuela tuvieron una relación, muy diferente a la nuestra. Era una especie de amor y odio. Aun así, ambas sabían que se amaban.

—Y dime...

—¿Qué?

—¿Qué fue lo que pasó entre tú y Gavi? No quiero detalles, obviamente.

—Fue perfecto...


































💌💌💌























22 de julio, 2021

Vi a Pablo entre las personas y la sonrisa fue dibujada en mis labios. Él aún no me veía. Quizá era por la gran cantidad de personas que había para entrar a la feria.

Lo vi como me busco con la mirada, al no encontrarme sacó su móvil del bolsillo de sus vaqueros. Mi teléfono empezó a sonar, lo saqué de mi pequeño bolso y vi la pantalla. Pablo me estaba llamando. Contesté.


—Val ¿Dónde estás?

Le miraba. Seguía buscándome.

—En la entrada ¿Dónde más?

—No te veo.

—Pero yo sí. Estoy junto a una señora.

—Hay muchas señoras.

—Ya voy yo por ti.

No colgué la llamada. Con el móvil pegado a la oreja, caminé esos cuantos metros que nos separaban. Justo Pablo se había volteado y me daba la espalda.

—Val ¿Dónde estás? No te veo —preguntó a la vez en que yo me puse de puntitas y tape sus ojos con dos de mis manos.

—¿Es acaso usted el chico más guapo de toda Barcelona? —susurré.

Pablo volteó obligándome a apartar mis manos de sus ojos, el marrón de nuestros orbes chocaron. Me vi reflejada en el brillo de sus pupilas y luego sus labios capturaron los míos.

—Hola.

—Hola, guapa.

Le sonreí y alcé mi mano a la altura de su cabello, le despeiné.

—¿Vamos?

—Vamos a por esos libros.

Junto su mano con la mía y entramos a la feria, a lo largo del camino se veían varios puestos con montones de libros. Un paraíso.

—Pablo —Jale de su mano, él me miró—. Lo primordial es encontrar una de las primeras ediciones del principito —Saqué mi móvil y le enseñé una fotografía del libro—. Es una joya y la quiero tener. 

—Será tuyo, hermosa.

Su cumplido hizo que me ardieran las mejillas. Le di un besó en su mentón y le susurré un "Vamos, bonito".

Recorrimos cada puesto, ojeaba cada libro y me llevaba los que más me llamaban la atención. Tenía esa necesidad de llevarme todos, pero mamá me había dejado el límite de llevarme unos cuantos.

No sé cuanto tiempo paso, había encontrado un puesto con bastantes libros de literatura clásica, ya tenía algunos en casa, pero las viejas ediciones me incitaban a llevarlas conmigo.

—A este paso, tu habitación se llenará de libros, Val —dijo Pablo a la vez que yo le daba otro de los libros. Él se había ofrecido a llevarlos y ya tenía una gran pila.

—Ese es el punto —murmuré—. Cuando tenga mi propia casa, tendré una gran biblioteca solo para mí.

—No te saldrás de esas cuatro paredes.

—Me conoces tan bien —Sonreí tonta y más al decir—. Pero si saldría para verte.

Pablo volteó hacia otro lado, para que no  viera la rojez de su cara. Pero fue tarde, ya la había visto, al igual que la tierna sonrisa que me daba.

Seguimos buscando el libro que quería, pero, entre tantos mundos creados por papel y tinta, no lo encontré. Me di por vencida y por esa negativa, me llevé dos libros más.

—Mamá nos espera para almorzar —Le recordé a Pablo, quien murmuró un "vale".

Almorzaríamos con mamá y Benjamín, eso quería decir que tenía que avisarle a Pablo sobre que mamá ya sabía lo que hicimos todo el fin de semana y que había 99% de posibilidades de que empezará a tomarle el pelo.

—Eh Pablo

—Si ¿Te llevaras otro libro, Val?

—No... es... —Llevaba una gran pila de libros, le quité la mitad y los sujeté en mis brazos.

—¿Qué?

—Mamá lo sabe.

—¿Qué sabe? —preguntó, sin esperar lo que le iba a decir.

Miré a mi alrededor y al confirmar que no había personas cerca a nosotros, hablé de paporreta.

—Sabe que metiste tu aparato reproductor masculino en mi aparato reproductor femenino.

Le miré a la cara, mejillas sonrojadas. Dejé de verlo lo al escuchar un fuerte sonido.

Pablo había dejado caer los libros.

—¡Pablo!

—Perdona, perdona —Se agachó a recogerlos.

Dejé los libros sobre la madera de un puesto y me agaché a ayudar a Pablo.

—¿Tú se lo dijiste? —quiso saber.
—Sí... es que no podía decirle una mentira, me pillaría.

—Y ahora me odia.

—No, vale que soltara uno que otro comentario vergonzoso, pero ese es su humor.

—¿No me prohibirá verte?

—Es flexible, vale. Solo te dirá "Gavi rompiste las reglas, perdiste puntos. No podrás casarte con Val" —remedé la voz de mi madre y seguí—"Y no se olviden de la puerta abierta".

Me puse de pie con los libros en mano, Pablo me hizo un ademán para que se los diera. Se los di y agarré los que dejé sobre la mesa.

































💌💌💌



























El almuerzo fue algo...

Pues mamá no mencionó nada sobre lo que le conté, quizá porque Benjamín estaba presente entre nosotros. Al terminar de almorzar, fuimos a la casa, solo mamá, Pablo y yo, Benjamín aún tenía trabajo y lo agradecía, las miradas incómodas que le lanzaba a Pablo me ponían fuera de órbita.

Sujetaba las bolsas de mis libros, mientras mamá buscaba el móvil en su bolso.

—Te lo has olvidado.

—Noo

—Te la has olvidado

—Que no, ves aquí está —Sacó su móvil, rodé los ojos al ver que me saco la lengua y luego miró a Pablo. Le señaló con su dedo—. Ya sé lo que hiciste, jovencito.

Mordí el interior de mi mejilla al ver la cara asustada de Pablo. Dicha cara se calmó, luego de que le susurrara un "relajate". Miré a mamá para lanzarle una mirada de "No lo avergüences", pero me quedé callada al ver el rostro asustado de mi madre, o Pablo se lo contagió o había visto a un fantasma.

—¡Hey, Rosón!

Volteé y miré confundida hacia un hombre, su acento era estadounidense, tenía porte alto, cabello castaño que no sabía si tiraba al marrón o al rubio, llevaba una chaqueta de cuero y se me hacía que lo había visto antes, pero a la vez era un completo extraño.

Un balbuceo de mamá me hizo mirarla, estaba pálida.

—Christopher...

Christopher...

Ese mismo Christopher.

La cara que me resultaba familiar, dio un destello en mi memoria. Tenía una fotografía de él, era vieja, pero era su cara y ese acento, era el mismo acento americano que escuchaba a través de un teléfono. Sus llamadas nunca fueron constantes, pero lo reconocía. Era él.

—¡Papá!

Corrí hacia él, dejando las bolsas de mis libros en el asfalto. Corrí hacia él como si fuera la niña pequeña que siempre lo esperaba todas las tardes. Corrí hacia él y esa vez si lo pude sentir en un abrazo. 
































































Hola. Xoxo

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