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Capítulo 9

Muchos dicen que el Primer Gobierno tenía algo que ver con élites secretas mundiales. Nadie está seguro de eso, pero lo que sí se sabe es que se organizaron bastante rápido, y eso es sospechoso. A pesar de que nuestro planeta se quedó sin muchos recursos, ellos se las arreglan para vivir en normalidad, el Segundo y Tercer Gobierno están ahí para que el eslogan del Primer Gobierno quede bien: "Unidos Estemos Todos". Es una cortina de humo. De todas maneras, los civiles están muy ocupados en sobrevivir como para intentar derrocarlos.

El Segundo Gobierno de la protección civil, declaraciones de emergencia y lo implicado a la Constitución, la Regla de los Fuertes, como le dicen para hacer más sencillo para los civiles el cumplimiento de las normas. Y el Tercer Gobierno... Preserva el patrimonio humano y se encarga de la protección de lo que quedó de fauna animal. No tienen mucho trabajo, no hay ya muchos animales sueltos, aunque sí ha habido crecimiento de vegetación y según sus estadísticas, el mar se ha limpiado.

Supongo que hay que ver lo bueno de esto.

Mientras nosotros estamos aquí sudando la gota gorda, con las camisas pegadas al cuerpo y nuestra piel enrojecida por el sol, algunos animales acuáticos nadan finalmente libres. Los equipos seleccionados hemos estado entrenando más que en cualquier otra ocasión de nuestra vida, el A2210 ha logrado las puntuaciones máximas en las pruebas de lógica, fuerza y trabajo en equipo, todo supervisado por Alek Vienova.

No ha tenido más contacto conmigo desde la última vez. Pero se esfuerza en hacerme la vida imposible mientras intento concentrarme en pasar estas pruebas. Es imposible que me supriman de mi equipo y de esta misión, aun así, no quiero ser el eslabón débil, y cuando grita mi apellido, no me estremezco.

–Al centro–dice, todos se hacen un círculo alrededor. Hay demasiado sol, mi cara arde, además de que estamos fuera de la base y no hay pavimiento debajo de nuestros pies, sino tierra naranja. Igual a la de las montañas rocosas que nos rodean–. Pelea.

–¿Qué?

Se sube de hombros mientras tiene las manos detrás de la espalda.

–Pelea.

–¿Por qué?

–Porque eres mala en combate–todos dan un paso hacia atrás y se escuchan algunos susurros. Es mentira. He tenido los mejores índices en combate desde hace tres años.

Se acerca velozmente y alza su puño, lo esquivo. Se levanta el polvo debajo de mis pies mientras doy otro paso hacia atrás cuando intenta atraparme, sonrío. Alek se endereza. No se ve irritado, en sus ojos hay algo que indica que sólo estaba bromeando, jugando con su presa.

Por eso no puedo esquivar un tercer golpe, que me deja desorientada unos instantes. Veo frente a mí a Oliv sostenerle el brazo a Ulrich quien respira con fuerza por la nariz. A partir de ahí, empiezo a tomarme esto un poco más en serio. Me abalanzo a él y le propino un golpe en las costillas, me giro hacia atrás, pero él me alcanza de la muñeca, lo que hace que levante mi pierna para liberarme de su agarre y dejándolo a él a mi altura y es ahí cuando le doy un golpe en la quijada. Pero él vuelve a meterme un golpe en el pómulo. Sé que no me golpea con todas sus fuerzas, mide mucho más que yo y su masa muscular se duplica de la mía, si así fuera, ya estaría en el piso.

Eso me hace enfurecer, porque yo no soy ninguna debilucha.

Cuadro mis hombros y subo mis puños a la altura de mi rostro, mirando fijamente a su cara, sostiene sus labios estirados y aparenta estar relajado. Lo engaño por la izquierda golpeando por la derecha. Le doy una patada en el costado, pero él me agarra del tobillo y tira hacia su cuerpo, dejándome en el piso con un fuerte golpe en la cabeza, el sol me ciega. Él se acerca, pero le doy un cabezazo siendo lo suficiente rápida para sostener su cabeza. Lo empujo del pecho con mis pies, pero él también es rápido y gira mi cuerpo, lo que hace que mi barbilla rebote en el suelo y mis dientes muerdan mi lengua.

Me suelta, y no pierdo tiempo de levantarme, escupiendo sangre. Ahora quien se cuadra es él, sonriendo con cinismo. Me acerco por la izquierda y le doy un golpe en el abdomen, y antes de poder golpear su cuello para alcanzar algo de ventaja y neutralizarlo, siento mi nariz doblarse y después, mi trasero en el suelo.

–¡Eleonora! –escucho la voz de KJ, pero es Ulrich quien grita.

–Le doblas la fuerza a esa mujer, ¿qué mierda le pasa? –le empuja por los hombros a Alek, pero él me sigue mirando. Y yo a él.

Mi nariz sangra y escupo sangre otra vez. No me importa, me levanto mientras Ulrich sigue demandando su atención. Sé que se contiene porque Alek estuviese demandado piedad.

–No se confíen de sus fortalezas–dice Alek con fuerza, se acaba el palabrerío entre los demás soldados. Ulrich me agarra del brazo para levantarme–. Nada es justo. Soy un hombre y ella una mujer. Pero, ¿creen de verdad que ellos van a detenerse a evaluar lo que son o no son? – señala, la vena de su cuello se tensa–. Si piensan así, están muy equivocados. Los Cercanos y Susurros no se detienen, nos ven como un pedazo de carne. Y estoy seguro que esos de allá, nos ven igual. Sus fortalezas no valen de nada si se confían demasiado de ellas, no sean idiotas–es lo último que dice, se da la vuelta con las manos en la espalda mientras Ulrich me tiene del brazo y mi nariz sangra.

Más tarde, mientras estoy en la enfermería, me cubren de ventas y curan las heridas de mi pómulo izquierdo y barbilla, donde ya tengo bandas con algodón y un ungüento que hará que en unas horas estén curadas, igual que los raspones de mis manos y codos. Los hematomas de mis piernas y costados de mi torso tardarán un poco más.

Descanso con las manos en el pecho, que también tengo cubierto de vendas. No me importan los golpes, ni que esté casi desnuda de no ser por una licra corta que apenas si cubre mi trasero también adolorido. Me molesta que me haya vencido.

No me importa su tamaño. Soy más rápida y ágil. Si me esfuerzo y no gano, ¿qué sentido tiene? Pedí que nadie me viniera a ver, pero escucho el sonido de la puerta abrirse y alguien se sienta en la silla junto a la cama. Creí que era Ulrich... Termina siendo Alek. Me siento rápido en la cama fingiendo que no me duele lo suficiente cada movimiento que hago. Alek se ríe.

–Tranquila, no tienes que levantarte–se burla. Lo miro con odio–. ¿Qué?

–Me malpusiste delante de mi propio equipo. Delante de todos esos soldados. ¿Por qué? ¿Qué querías probar? ¿Que eres más fuerte que yo? –mantiene su expresión cínica con una sonrisa, al parecer nació con ella. Se pone las manos detrás de su cabeza.

–Vine aquí para descansar. Afuera todos están con papeleos y cosas así.

–Puedes descansar en otra parte. Este cuarto está ocupado.

–Tú de verdad tienes personalidad.

–A mí no me importa lo que tú piensas. Eres un "superior"–hago comillas–, pero pareces ser el que menos se toma en serio esto. ¿Has visto alguna vez un Susurro, un Cercano? Parece que toda tu vida militar ha sido dentro de una oficina. No tienes ni una cicatriz a parte de esas en tus manos.

–Tú sí tienes muchas.

–¡Ya basta! Odio a las personas como tú, que fingen y fingen, y sólo están demasiado perdidos en sí mismos y en sus miedos para enfrentarse a la realidad.

–¿Entonces te odias a ti misma? –no respondo. Miro hacia otro lado haciendo un esfuerzo por respirar porque me duele el costado de mi cuerpo–. Si no eres esa clase de persona, ¿Por qué no me preguntas qué pasó con tu hermana?

–¿Para eso viniste? ¿Para torturarme? ¡Dime ya entonces qué pasó con ella! ¡Dime si está muerta para ya no tener que...! –no digo nada más. Alek me mira a los ojos con seriedad apoyando los codos de sus rodillas. Frota sus palmas.

–Ese día es muy confuso para mí. Estábamos de ronda porque había una alerta desde hace una semana. Pasó todo, me dieron la orden de meter a todos los que pudiese a ese búnker. Después de cerrar las puertas, salí a buscar más supervivientes. Hackeé las puertas para poder abrirlas después de buscar a más personas, y te encontré. Te llevé con los paramédicos, regresé y no podía abrir las puertas. Pero las forzaron... No había nadie.

Mi pecho se vacía.

–¿Eso era todo lo que tenías que decirme? –pregunto–. ¿No hay nada más?

–Ese día, muchos supervivientes afirmaron que sus hijas o esposas se habían esfumado...–se acerca a la camilla–, la verdad no esperaba volver a verte. Pregunté por ti después y nadie supo quién eras. No te cambiaste el nombre, ¿o sí?

Le ruedo los ojos sintiéndome profundamente decepcionada y amargada. Me dejo caer en la cama.

–No quiere decir que ella esté muerta–dice.

–Ya basta. Déjame en paz.

–No te puedes rendir. Así de simple. Te lo prohíbo–responde después de palmear sus piernas y dar unos pasos hacia la puerta–. Es una orden. Recupérate.

–¡Déjame en paz! –le lanzo una almohada, pero cierra antes de que pueda golpearlo.

Afinco mis uñas en mi cabeza estando boca abajo con las rodillas al pecho, quiero gritar, quiero matar. No me detengo hasta que siento la carne hundirse debajo de mis uñas y golpeo con todas mis fuerzas la camilla.

–¿Eleonora?

–Vete–respondo–. ¡Vete! ¿Qué no entiendes?

Me levanto de la cama, camino hasta él señalando la puerta con mi dedo. Ulrich sostiene la bandeja de comida con una expresión neutral. Eso me enoja más.

–¡Lárgate!

–¿Por qué estás llorando? –no me doy cuenta de que es así hasta que siento mi cara empapada y mi respiración más rápida de lo que puedo controlar, me detengo en seco–. Te sangra la nariz...

Me pongo el dorso de la mano debajo de la nariz, el espeso líquido me mancha. Ulrich deja la bandeja en una mesa frente a la cama y se acerca. No a mí, sino a la estantería donde busca una gasa para ponérmela en la fosa nasal. Me pide que me siente y me aferro al borde la camilla como si tratase de la vida de mi hermana.

–Te traje comida. Debes comer–me dice sentado junto a mí, sostengo la gasa–. ¿Qué pasó?

Esquivo su mirada.

–Nos darán equipamiento actualizado más tarde. ¿Has encendido el Krain?

–No quiero hablar de nada de esa mierda.

–Te diría que puedo ayudarte. Pero tú eres quien debe encenderlo para actualizarlo. La misión es en dos días.

–Te dije que no quiero hablar de nada de esto.

Suspira.

–Nadie dijo nada de ti, ¿sabes?

–No me importa, Ulrich.

–Eleonora, no puedes darte por vencida así.

–¿Cuándo podré hacer lo que yo quiera? Estoy harta de seguir órdenes.

–No es una orden. Es un favor–nuestros ojos se encuentran, pasan unos segundos de silencio–. Hazme a mí el favor de continuar con vida. Es difícil. Pero te necesitamos con vida. Yo te necesito con vida.

Nunca creí verlo, pero Ulrich temeroso, pone una mano sobre la mía. Algo en mí vuelve a la vida. Me aferro al gris de sus ojos, por un instante la idea de morir se disipa.

–Sigue con vida–dice antes de levantarse. Quiero pedirle que se quede. Pero en medio de esta guerra, pedirle eso es como un suicidio–. Come. Repón fuerzas.

Me da una última mirada antes de salir por la puerta, dejándome en la cabeza palabras que jamás había escuchado de su parte, ni de nadie. Nadie me había pedido que siguiera con vida.

Al día siguiente han desaparecido mis heridas en totalidad, pero todavía siguen vendados mis nudillos. Tuve encendido el Krain toda la mañana, hacía mucho que no solicitaba una revisión psicológica. En el Krain están todos mis datos. Hasta el récord de mis ondas cerebrales.

Mi promedio en resistencia, fuerza y lógica aumentó unos grados que pueden hacer la diferencia en combate, pero mi condición psicológica empeoró. Me indica ir al gimnasio a drenar con ejercicio y después a la enfermería a buscar las mismas pastillas naranja que me tomé la última vez.

–Ni de chiste–digo para mí misma mientras sigo en cama.

El sistema y mis nuevos datos terminan de actualizar y subirse a la red, siento un pequeño piquete que me hace llevarme las manos a la cabeza y tengo que sacudir la cabeza para aclarar mi vista. Mi temor siempre ha sido que esta mierda me explote en el cerebro.

–¿Te sientes mejor? –entra Oliv a mi habitación. Ya no estoy en la enfermería. No pienso entrar otra vez ahí a que me obliguen a tomar calmantes.

–Sí. Mejor–miento. Mi condición psicológica está apenas apta para la misión. Lo sé. Pero no puedo dejar solo a mi equipo, así que no tengo más opción que mantener la calma para que no haya irregularidades en el informe. Oliv se sienta junto a mí.

– ¿Cómo te preparas para mañana?

Me subo de hombros.

–No veo nada especial en esta misión. Seguramente consigamos un par de computadoras viejas que no digan nada que no sabemos–Oliv se muerde el labio.

–KJ usó el Aislador esta mañana–frunzo las cejas–. Estuvieron hablando un rato... Al parecer es serio. Podemos encontrar la forma de hablar con ellos.

–¿Crees que sea posible?

–Puede que sí. Lo más sospechoso es que después de escuchar eso, la señal se cortó. Como si hubiesen sabido que estábamos escuchando.

Asiento, analizo lo que escucho y puedo recordar esa conversación que tuvimos esa vez en el gimnasio. ¿Es posible que nos sigan saboteando? ¿Con qué propósito?

¿Qué no quieren que sepamos?

–Saldremos de aquí en la mañana–dice–, antes de que salga el sol. Estuve a cargo de las provisiones y llevamos suficiente comida como para pensar que no será un viaje de ida y vuelta. Alek habló y dijo que es lo suficientemente lejos como para considerar escribir algo que sea de recuerdo de nuestra existencia. ¿Estás segura de que fue él quien te salvó? Parece que no se toma la vida en serio.

–Pues, lo recordaba diferente. Quizás no tuvimos mucho tiempo para hablar.

–También irá con nosotros el ministro.

–¿Barry Tyesson? –bufo–. No va a sobrevivir ni un día. Es diplomático. No soldado. ¿Por qué quiere ir?

–Supongo que quiere hacer uso de sus habilidades. Si encontramos algo, no quiere perder el tiempo–mira hacia un lado–. ¿Qué crees que esté pasando? ¿Por qué ahora?

–No lo sé. Pero prefiero que estén pasando cosas a que no pase nada y sigamos combatiendo en vano..., si es cierto lo que KJ escuchó, estoy más dispuesta a ceder a la misión–respondo.

–Yo también. Quiero creer que... Habrá verdad en lo que sea que encontremos–recuerdo las palabras de Boris, es mejor morir por la verdad que vivir en una dulce mentira.

Nadie duerme esa noche, puede sentirse. En la cena todos están tensos y callados. En el comedor siempre se escuchan risas y voces hablando con fuerza, burlándose de alguna estupidez entre los soldados. Pero esta vez todos se enfocan en su comida. Mastico por bocados lo que sea que nos sirvieron, que parece ser carne, pero podría ser también un pedazo de cartón hervido, para no tener que hacer contacto visual con nadie porque me persigue la idea de que me dejarán atrás por mi estado psicológico.

Cuando estoy por conciliar el sueño en mi cama, mi Krain empieza a darme dolor de cabeza. Nuevamente siento ese incómodo pinchazo que intento ignorar por unos segundos hasta que el dolor se hace insoportable y me levanto. Algo fuera de mi ventana capta mi atención. El rayo de una linterna titila. No lo suficientemente fuerte, aunque sí como para atraer a alguien en específico.

Apaga la luz y distingo el rostro de KJ por la ligera capa brillante del Krain que cubre su rostro. Me pide que vaya y señala frente a mí. Oliv está profundamente dormida, no podemos arriesgarnos a despertar a las demás. Le niego con la cabeza a KJ.

Me levanto con cuidado y abro la ventana casi a límite de piso para salir. Mis pies se congelan y de inmediato sale vaho por mi boca. No me cubre más que un camisón de pijama, a pesar del frío me apresuro con cuidado a escabullirme hacia KJ, quien detrás de una edificación vacía.

Ahí me encuentro con Ulrich y Boris, mantienen una mirada seria y sus cuerpos tensos.

–¿Dónde está Liv? –pregunta Boris.

–Está dormida. Si la despertaba, corríamos el riesgo de que nos descubrieran nuestras amables compañeras de cuarto. Mañana encontraré la forma de decirle lo que sea por lo que me hayan levantado. ¿Qué pasa?

KJ enciende de nuevo su Krain y sostiene una tableta en donde salen figuras de relieve. Me parece conocida, es una imagen que vimos en una de las reuniones. Es Inferno-7.

–Ya lo habíamos visto antes. ¿Qué tiene? –pregunto sosteniéndome por los brazos para conservar el poco calor de mi cuerpo.

–Inferno-7 efectivamente era una base de la CIA. Antes. Cuando todavía no habíamos llegado a los noventa... –dice KJ, toma una pausa–, hay algo más. Está bajo tierra por una razón. Y es porque ahí se mantenían cierta clase de reuniones. ¿Recuerdan eso que dijo Barry en la primera convocatoria? –ninguno responde–. Tienen que prestarles atención a los detalles... Habló de una supuesta pista que nos serviría información... No estamos buscando una computadora–nos mira a cada uno a los ojos–. Estamos buscando una nave.

–¿Por qué una nave? –pregunta Boris a los segundos–. ¿Qué sentido tendría?

KJ sonríe.

–Es que, al parecer, estas naves aterrizaban ahí. Teníamos contacto con ellos, mucho antes de los ataques. Ahí pueden estar las respuestas de quiénes son y para qué vinieron aquí–sus ojos oscuros brillan, intenta contenerse.

– ¿Cómo lo supiste? ¿Qué escuchaste? –se cruza de brazos Ulrich, él también parece intrigado.

–Y cómo sabemos que no nos están escuchando o viendo ahora–añado.

–Mujer de poca fe–evito una sonrisa a su respuesta, KJ debe estar de muy buen humor–. Yo contribuí con el diseño de la red Krain. Sé sus puntos débiles y sé que mi Krain es ligeramente distinto al de ustedes. Les puedo asegurar que nadie tiene ni idea de que estamos aquí.

–Eso nunca lo habías mencionado, niño–sonríe Boris–. ¿De dónde sacaste esa información?

–Barry y Alek ingresaron a la red de Base Unión el día que llegaron. Aunque toda la red, evidentemente, está conectada y las diferencias son mínimas entre una base y la otra, las hay. Y Base Unión es como la capital de las quince bases operativas. Ellos ya estaban registrados aquí, pero había algo diferente y eso es muy sospechoso. No pude resistirlo, así que hice mi rastreo en sus Krain y conseguí unos documentos sobre Inferno-7. Muy viejos, tan viejos, que sólo eran fotografías escaneadas de los documentos originales que tenía algunas partes tachadas. Pero ahí estaban. Y aquí estamos–conserva una expresión de superioridad con esa sonrisa ladeada orgullosa. Boris bufa con una sonrisa y le revuelve el cabello.

–Tú de verdad eres un genio–dice. Me regreso a ver a Ulrich y también está sonriendo. No mucho. Apenas si sus labios se estiran, aunque hay algo que brilla en sus ojos.

–¿Es bueno que sepamos esto? –pregunta. KJ se sube de hombros.

–Supongo que sólo lo supimos antes. Tarde o temprano debían decírnoslo. Pero no estoy muy seguro si es así.

–No me importa. Tenemos una respuesta de millones de preguntas al fin. Es momentáneamente, suficiente para mí–digo. Boris y Ulrich me observan–. Ahora sólo hay que prepararnos para lo que nos encontraremos en el camino ahora que sabemos cuál es la meta. 

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