Capítulo 7
Me despierto exaltada cuando veo a mi papá ser devorado vivo por un Cercano en mi sueño. Mi piel empapada en sudor. Me paso las manos por el rostro antes de darme cuenta de que ya el cielo aclaró.
Me duele ya no poder recordar cosas de mi familia. Recuerdo sus rostros. Pero a qué olían o cómo sonreían... Es algo que simplemente ya no puedo recordar. Lo que se ha quedado en mi memoria son los gritos de Abi y la última mirada de terror que me dio mamá antes de desaparecer. A papá pidiendo que corriéramos. Quizás sí fue devorado vivo por un Cercano, porque busqué pistas sobre él y nadie sabía de quién estaba hablando.
Todavía temblando, termino de ponerme el uniforme. No es algo a lo que me acostumbre aún. Ninguno de nosotros se ha acostumbrado a ver tanto desastre, tantas muertes y sangre. No entendemos por qué. El Primer Gobierno jamás nos ha explicado los porqués de sus ataques. Nos afirmaron muchos años atrás que ellos existían. Pero, ¿por qué nos atacaron después de tanto tiempo?
Peleamos una guerra sin sentido, no hay nada por lo que pelear porque nadie, excepto quizás el Primer Gobierno, sabe por qué nos atacan. O quiénes son en general.
Me encuentro con mi equipo en el comedor. Estamos nosotros solos. Todos callados y con miradas perdidas. Hasta KJ tiene esa expresión de derrota, mientras se ve sus dedos ahora metálicos.
–Buenos días–saludo. Nadie responde más que con un asentimiento–. ¿Me perdí de algo?
–Lo que quedaba de Japón... –empieza KJ.
–Hubo otro ataque ayer. Terminaron con lo que había quedado de Japón. Ahora somos menos–termina Ulrich. Mira un punto en la pared, aprieta su mandíbula.
Me siento junto a ellos sintiendo un vacío en el pecho. Me muerdo tan fuerte el interior de la boca para evitar llorar que termino por sentir el sabor a sangre. La sangre me hierve de ira, de impotencia.
–Un equipo aéreo fue, claro-reanuda Boris–. Todos desaparecieron antes de poder hacer algo para ayudar... O rescatar a sobrevivientes. Un segundo ellos estaban en el aire, y al siguiente no. Se esfumaron antes de que se diera la orden de disparar.
–¿Disparar a qué? –digo entre dientes.
–Apareció una nave... O es lo que nos explicaron antes de que llegaras–dice Oliv–. No hay fotos, ni videos. Otra vez el mito de la nave en forma de media luna.
–Fue la que apareció ese día en todas partes–agrega KJ todavía viendo sus dedos de metal, no hacen ningún sonido–. Apareció simultáneamente en los puntos de ataque. Creo haberla visto como muchos, recuerdo haber estado saliendo de la universidad y la vi cruzar el cielo. Pero nadie tiene seguridad de que exista.
–Si muchos la han visto, ¿por qué no hacen algo? ¿Qué están haciendo que no se dedican a rastrear esas malditas naves? –pregunto, son preguntas estúpidas que nadie puede responderme, pero es lo único que evita que golpee con mi puño ahora cerrado la mesa.
–No es tan fácil–me responde KJ–. He intentado diseñar algo que perciba la señal o vibración que emiten. Si vienen de otra parte, su vibración puede ser diferente a la de nosotros. Pero se van tan rápido que parecen invisibles los malditos... Llegan y se van, no nos dan el tiempo suficiente de estudiarlos porque son rápidos. Su tecnología es doscientos años más avanzada... Son estadísticas, aunque yo creo que se equivocan. Son muchos años más de atraso lo que tenemos nosotros.
–Ya se hace la hora–dice Ulrich mirando su reloj, se levanta de la mesa. Todos hacen lo mismo menos yo. Necesito encontrar una forma digerir la noticia–. Adelántense.
Boris, KJ y Oliv, quien está un poco pálida, salen de comedor callados y derrotados. En seis años no hemos tenido ni una victoria importante. No hemos logrado salvar a nadie en masa. Todos han muerto.
–Nora... –Ulrich se siente frente a mí. Evito su mirada de ojos grises porque podría vomitar de todo el dolor que siento por esas personas, por esos soldados que desaparecieron–, no digas nada en la reunión.
–¿Por qué no? –lo enfrento–. ¿Cuánto más tendremos que soportar arriesgar nuestras vidas, sus vidas sin sentido alguno? ¿Cuál es el sentido de todo esto?
–¿Entonces qué quieres? ¿Huir como una cobarde? –lo observo. Mi rostro se contrae con tanta fuerza que Ulrich aligera su tensión.
–No soy una cobarde–lo señalo–. Y en tu maldita vida se te ocurra llamarme así otra vez.
Ulrich suspira y esquiva la mirada. Mis piernas tiemblan, no puedo levantarme.
–No es lo que quise decir, ¿entiendes? –comienza, baja su mirada, pone una mano sobre la mesa para intentar captar mi atención. Sus ojos grises nuevamente me analizan con una mirada suave–. No quiero que tengas repercusiones. No mereces que te castiguen por decir la verdad, yo no... Quiero que te pase algo malo. A ninguno. No es justo. Pero te lo he dicho... A veces siento que estos de aquí son más terribles que esos de arriba. Y para evitar morir, si quieres buscar a tu hermana, tenemos que hacer las cosas con cautela e inteligencia.
No tengo más remedio que asentir e intentar dominar la impotencia que siento, lo único que quiero es gritar. Regresar el tiempo. Hacer algo.
Aún así, no puedo hacer nada. Ninguno de nosotros puede.
Me levanto y él igual. Quedamos unos segundos frente a frente. Ulrich suspira resignado y me rodea por el cuello en un abrazo. Por la sorpresa, espero unos segundos para terminar por aferrarme también a la chaqueta de su uniforme para evitar echarme a llorar por personas que no conocí... Pero que seguramente sufrieron como yo, o más. Por personas que lo perdieron todo, su hogar y su familia. Su vida.
Yo todavía estoy viva.
–Estaremos bien–me dice–. Tenemos que sobrevivir para buscar a Abigail.
–Está bien–asiento en su pecho, todavía rodeando su espalda.
–Vamos.
–Sí... –respondo. No me suelta, y yo tampoco.
Al distanciarnos, noto sus cejas fruncidas pero esa mirada suave permanente en su expresión.
–Piensa antes de hablar, el ambiente está tenso por la noticia.
Cuando caminamos, me guía con su mano en mi espalda. Me enfoco en esa sensación para no pensar en lo que se aproxima.
Ulrich aparta su mano segundos antes de entrar a la habitación en donde está nuestro equipo y otros más a los que reconozco del campamento. La habitación está oscura y hace frío, hay una gran pantalla detrás de la mesa cubierta de papeles y manchas de café. Los demás se ven igual de consternados que nosotros. Hasta el General se ve algo amarillo mientras sostiene sus manos detrás de su espalda. Y también está ahí junto a él a un lado de la mesa ese hombre del interrogatorio con el mismo traje azul, ese que nos mandó al Hoyo.
–Buenos días–dice el General–. Nos estará acompañando el ministro de Relaciones del Primer Gobierno para... discutir, algunos puntos de lo ocurrido, y nuevas propuestas de una misión importante que podría hacer la diferencia en nuestra historia.
Hay suficientes personas para estar hombro a hombro. Ulrich se antepone a mí, Boris, KJ y Oliv están en el otro extremo. Oliv junto a Boris y KJ poniéndole su mano de carne en el hombro.
–Gracias, General–el hombre se acomoda su traje y pone sus dos manos sobre la mesa, hay mucho silencio. No puedo evitar verlo con rencor–. Lo de esta madrugada fue devastador. No hay manera en que pueda explicarles lo terrible que fue porque ustedes mismos saben qué se siente, y le extiendo mis mayores condolencias a nuestros combatientes japoneses aquí en la sala. Su pueblo era representado por la fortaleza e inteligencia, y contribuyeron mucho con la búsqueda de respuestas de esta situación ya hace casi siete años... Sin embargo, es duro decirlo, nuestros esfuerzos no han sido suficientes. Todos nuestros muertos merecen paz y la manera de encontrarla es erradicándolos desde la raíz.
Presiona un botón desde un control y la pantalla detrás de él se ilumina con fragmentos de imágenes guerra. Las imágenes se despejan y revelan un video en donde hay personas de rostros rasgados y suaves corriendo llenos de sangre. Es un video de la tragedia en Japón. Cercanos y Susurros persiguiéndolos, bombardeos.
No se ven naves, sólo bombardeos que hacen volar a esas personas por los aires. Siento que dejo de respirar cuando veo una madre abrazada a su hijo gritando con desesperación, segundos después, deja de existir porque estalla otra bomba que deja la pantalla gris. La persona que grababa también murió...
Los dedos de Ulrich tocan los míos. Regreso a ver su rostro y aunque generalmente es una piedra inexpresiva, contiene su ira con la mandíbula marcada y apretada. Sigue mirando la pantalla, todos los hacemos. Hay un minuto de silencio, es absurdo, eso no los regresará a la vida.
Son inocentes. ¿Qué clase de demonios asesina a criaturas inocentes? Sea cual sea el pecado de nuestros antepasados, no deberíamos sufrir y pagar por sus errores con nuestra sangre.
Pero así es nuestra realidad. No tenemos más opción. Es luchar o morir en vano esperando que otros hagan algo.
–Es devastador–dice el hombre del traje azul–. Todavía no podemos creer que alguien tenga el corazón para cometer un acto así. Y ese es el problema, ¿son alguien? –deja caer el control sobre la mesa y despeja el blazer de su cadera cuando la sujeta con una mano–. ¿Es justo que tengamos que pasar otros siete años más esperando a descubrir quiénes son?
Toma el control de nuevo, retrocede y hace una pausa. Señala la esquina de la pantalla.
Nadie respira, todos con nuestros ojos fijos en esa imagen que puede ser lo que estábamos esperando para confirmar nuestra realidad.
La nave en forma de media luna.
Veo a Oliv que suelta el aire por sus labios. Ella fue una de las personas que logró ver esa nave, nadie le había creído. Hasta yo había dudado. KJ fue quien le afirmó haber creído verla. Y ahí está. Sí existe.
Es apenas un borrón. Detrás de ellas hay otras similares, pero más pequeñas y aparentemente de color blanco. Intento analizar lo que piensan mis compañeros. Ulrich continua con ese gesto fruncido, Oliv se sujeta de Boris, quien tiene los labios discretamente abiertos y sus ojos verdes sorprendidos. KJ todavía mantiene su mano de carne en el hombro de Oliv, su expresión es neutra, pero sus ojos están perdidos.
–Está claro que no era un mito. De alguna parte debían venir, ¿nunca vieron películas de aliens? No son precisamente platillos voladores, pero están bastante cerca-el hombre asiente con una ceja enarcada y con sus manos en la cadera.
–¿Qué quiere que hagamos entonces? –dice Ulrich calmado, no hay rencor, ni enojo. Es una pregunta peligrosa por la que se está arriesgando, para que los demás del equipo no tengamos repercusiones. Todos se regresan a verlo, él mantiene su mirada fija en el hombre del traje. Sereno–. Creo que ya es el momento que vaya al grano. ¿Cómo vamos a proceder si no nos están dando la información suficiente?
–¿Y tú crees que ellos la tienen? –dice Alexander, del escuadrón H2210, señalando al hombre–. Todos aquí estamos por lo mismo, nadie sabe el por qué estamos batallando.
- ¿Y no crees que ya es tiempo de averiguarlo? –responde–. Ya es suficiente de que intenten forzarnos a librar una batalla de la que no sabemos nada–dirige nuevamente su atención al frente–. ¿Qué quiere que hagamos y por qué ahora? Nuestras vidas tienen valor. No somos máquinas que pueden reemplazar.
–Es suficiente–dice suavemente el General, haciendo un movimiento con su mano.
Ulrich tensa los músculos de su espalda y hombros. Hago lo mismo que él hace un rato. Toco su mano con mis dedos.
–Encontramos nuevos datos, efectivamente–dice el hombre refiriéndose a Ulrich, después regresa con elocuencia a todos los demás–. Tenemos una pista de una supuesta base aquí en la tierra, a donde van esas naves. Si logramos hallar una, podremos recolectar más información beneficiosa para el futuro. El líder de escuadrón tiene razón. Después de siete años, ahora tenemos una oportunidad.
–¿Dónde será la misión? –pregunta Boris de brazos cruzados. Su barba suave pelirroja le otorga seriedad.
–Se les darán los detalles al llegar una persona que quiero presentarles–sonríe con sus manos detrás de su espalda–. Él y yo nos quedaremos aquí por un tiempo. Espero que no les incomode.
Pasan dos segundos tensos antes de que el General de la orden de retirada. Salimos en orden y con una expresión consternada. El silencio que hace después es como una advertencia.
–Barry Tyesson–nos dice KJ–. Es el ministro de relaciones del Primer Gobierno desde hace cinco años, cuando se establecieron los gobiernos. Es un puesto bastante importante.
–¿Relaciones? –pregunto.
–Entre los gobiernos y lo que queda de propiedad privada, es diplomático. Negocia la administración de los recursos. Ascendió repentinamente–responde.
–Debe estar bastante ocupado–añado mientras los cinco caminamos de regreso al comedor. Aunque Ulrich se desvía–. ¿A dónde vas?
No responde. Boris me pone una mano en el hombro.
–Déjalo solo–me dice–. Lo necesita.
-Ha estado así desde el ataque en el campamento–agrega Oliv, todavía está un poco pálida–. Creo que también me voy. Intentaré aprovecharme de estas vacaciones.
–¿Voy contigo? –pregunto.
–No. Está bien. Quiero dormir–KJ también se despide y acompaña a Oliv a su habitación, Boris me mira y sonríe quitándose su cabello pelirrojo de la frente.
–¿Qué dices si me cortas el cabello? –río.
–Sabes con quién estás hablando, ¿no?
–Vamos, Nora. En serio necesito quitarme todo este cabello.
Ruedo los ojos y empezamos a caminar a su habitación.
–Seguro Oliv te dijo que no–Boris sonríe.
–No. Quiero que me lo cortes tú.
–Eres un mentiroso.
–Bien. Me dijo que no lo haría hasta que le pagara.
–¿Le debes dinero? ¿Cómo?
–¿Quién usa dinero hoy día? –responde.
–¿Entonces qué?
–Una pintura–me detengo–. ¿Por qué te sorprendes?
–No lo sé. No sabía que siguieras pintando–suspira cuando continuamos nuestro camino.
–Tengo lo suficiente para hacer un dibujo, guardé papel y lápiz cuando estuve haciendo labor en oficinas. Pero no tengo como para hacer un lienzo.
–¿Crees que podamos conseguir alguna vez?
–No quiero ser optimista, quizás sí. Tengo esperanza de que sí.
–¿Podría pedirte también un dibujo como pago?
–Pero no le digas nada a Oliv. ¿A quién te gustaría dibujar?
Me muerdo los labios.
–A Abigail.
–¿Recuerdas lo suficiente su rostro? –me pregunta cuando tomo asiento en su cama al llegar a su habitación y él busca las tijeras y hojilla.
–Algo así. Nos parecíamos bastante. Nada más que ella era más bonita–río.
–Tú eres bonita.
–Esas cosas ya no importan mucho ahora.
–Yo creo que a Ulrich si le importan–toma asiento en la silla de su escritorio después de darme las tijeras.
–Eso tampoco importa–respondo después de un rato.
–¿Segura?
–Mjúm–respondo–. Necesitamos sobrevivir. No sé si voy a morir mañana.
–Por esa razón tienes que decírselo.
–¿El qué precisamente? Parecemos dos adolescentes–ríe.
–Cállate. Finjamos que somos universitarios en alguna ciudad del mundo, y no soldados con sangre de Cercanos en las manos, ¿bien? Aprovechemos un poco de normalidad.
–Si tuviésemos algo de normalidad, créeme que no estaría aquí contigo.
–Es lo bueno de las tragedias, ¿no? Te obligan a buscar nuevos horizontes.
–Mis horizontes no eran precisamente el de matar Cercanos.
–¿Qué querías?
–Cosas de gente normal. Una casa, un auto. Quizás una familia–digo. Y es cierto.
–Parece un sueño muy general. En nuestros días parece inalcanzable–empiezo a peinar y cortar su cabello pelirrojo–. ¿No me vas a preguntar qué quería yo?
–¿Qué querías tú? –pregunto en medio de una risa.
–Quería viajar.
– ¿A dónde?
–No lo sé. Quería ir a muchos lugares. Había vivido en pobreza casi toda mi vida y cuando gané esa beca para estudiar arte, mi vida mejoró y empecé a tener sueños.
– ¿Y tus padres? –hay un silencio.
–Mi mamá nunca me quiso. Me dejó con mi tía paterna cuando cumplí ocho. Y mi papá trabajaba día y noche, poco lo veía. Un día no volvió y asumimos que lo habían asesinado. Tenía muchas deudas.
–No lo sabía.
–Nunca preguntaste.
–Sí pregunté. Sólo que no sabía la historia completa. ¿Qué pasó con tu tía?
–Ella murió un año antes de la tragedia. La extrañé mucho, pero agradezco que haya sido así. Murió en paz. No la imagino viviendo en medio de este desastre, era una mujer bastante tranquila. ¿Qué hay de tus padres?
–Te lo he dicho muchas veces. No sé qué pasó con ellos.
–No hablo de eso. ¿Cómo eran contigo y Abi? –mido su cabello para asegurarme de cortarlo bien, lo peino mientras pienso mi respuesta.
–Nos amaban. Eran los mejores padres.
– ¿Nunca intestaste buscarlos?
–En el refugio donde me trasladaron, nadie sabía quiénes eran. Cuando entré al ejército, muchos archivos habían desaparecido incluyendo expedientes, así que no sé si él está vivo o muerto. Mamá se esfumó. De ella no encontré nada.
– ¿Crees que...?
–Sí. Prefiero creer que están muertos a pensar que están sufriendo. Ya casi estás.
–¿La barba?
–Eso lo puedes hacer por ti mismo. Deberías quitarla de todas formas, se enojará el General–bufa mientras se levanta y se sacude los cabellos, después se mira al espejo.
–Soy bastante apuesto, ¿verdad que sí?
–Sí, Ulrich te tiene algo de envidia.
–¿De verdad? –sonríe–. Y yo que pensaba que él era el tipo más apuesto que había conocido.
–Se lo diré–río–. Después hablaremos de mi paga.
– ¿A dónde vas?
–A buscar al tipo más obstinado que he conocido–le digo antes de salir.
Camino por Base Unión con naturalidad, aunque la verdad es que la mayoría del tiempo estamos a la defensiva. Aquí no hay peligro, o es lo que nos dicen. Pero es difícil relajarse cuando vivimos más de medio año en territorio Cercano, con una cantidad limitada de agua y comida.
Se nota la diferencia entre los soldados de esta base y los IS. Nosotros tenemos más ojeras, nos vemos mayores de lo que somos. Algunos perdieron masa muscular. O extremidades.
Base Unión es prácticamente el centro de reunión de los ministros de gobierno. Hay mucha seguridad porque aquí guardan copias de documentos confidenciales, expedientes y datos restantes. La poca información general que se tiene de lo que queda de nuestro mundo está aquí, tan cerca y lejos al mismo tiempo, y eso sólo hace que sea más frustrante el hecho de que peleamos sin saber nada en concreto las razones de nuestra lucha.
Y por más que intente esconderlo, por más que quiera hacerse creer que no siente nada. Ahí está él dándole golpes a un saco. Sin ninguna expresión en el rostro, siendo feroz con sus puños y torso desnudo. Me apoyo del marco de la puerta para intentar captar su atención.
– ¿Sabes qué me dijo Boris hace un rato? Que cree que eres el tipo más atractivo que él haya visto.
No responde, continúa enfocado en el saco.
–Quizás yo pueda empezar a creerlo. Si pierdes un brazo como KJ, podrías verte más sexy.
Me mira de reojo, noto que no hay rastro de diversión en su mirada. Se detiene y se da la vuelta para quitarse la camisa. Mientras, recorro su espalda ancha y sus hombros desnudos. Su piel tiene cicatrices visibles en sus manos, brazos. La más notoria es la de su espalda, que cruza desde su hombro irregularmente hasta la mitad de su cintura. Fue un Susurro hace dos años.
Su Krain no reaccionaba por un fallo en el sistema, él siguió dirigiendo la misión por más que le pedimos que se quedara. Por poco lo mata, KJ aniquiló a ese Susurro y lo salvó.
Yo todavía no he pagado esa deuda.
–Puedes ser agradable cuando te lo propones, pero la mayoría de veces eres poco amigable–bromeo. Él suspira.
–¿Qué quieres, Eleonora?
–Nada. Quería saber si estás bien–se pone una camisa gris. Todavía el sudor empaña su frente y su respiración es irregular.
– ¿Sólo eso? –asiento de brazos cruzados.
–Eso y a decirte lo de Boris. ¿Qué piensas?
–No quiero hablar ahora, Eleonora.
Respiro profundo.
–Siempre haces lo mismo–le digo.
–¿Te debo explicaciones? –enarca una ceja, yo uno las mías.
–¿Te las pedí? Vine a preguntarte si estabas bien. Me dijiste que no dijera nada en la reunión y allí estabas tú retando al ministro.
–No es tu asunto–bufo con cinismo.
–¿No es mi asunto? Te recuerdo que eres nuestro líder de escuadrón.
Se acerca con su bolso al hombro, intento mantenerme estática, no puede intimidarme. Le levanto la barbilla sólo para molestarlo.
–¿Qué me harás? ¿Castigarme por decirte la verdad? –digo entre dientes, siento su respiración cerca de mi rostro.
Estamos lo suficiente cerca para sentir esa irresistible tensión entre ambos. Sigue con su mandíbula apretada y mirándome a los ojos. Si espera a que baje mi mirada está muy equivocado. Me acerco un poco más, sólo para averiguar si se inmuta a mi cercanía.
–Si estás esperando algo, detente–dice con firmeza.
–¿O qué? –sostengo mi mirada–. Siempre haces lo mismo. Te haces el fuerte, pero la verdad es que Friemann Ulrich, el excepcional líder del escuadrón A2210, tiene miedo de enfrentarse a él mismo.
Se acerca un paso.
–Yo no te pregunté. Te estoy pidiendo que te detengas como tu líder, no como tu amigo–está molesto. Así que sonrío.
–¿No somos amigos? –proyecto mi labio inferior hacia afuera.
No responde, pero su mirada se hace más intensa. Se acerca con esa expresión que hace que de unos cuantos pasos hacia atrás y tenga que mirar sobre mis cejas a la sombra de su altura. Termino por enderezarme y casi digo algo más, pero lo que hace a continuación me eriza la piel y acalora mi cuerpo.
El filo de su nariz recta recorre la piel desnuda de mi cuello hasta mi mandíbula, pasando por mi barbilla hasta que vuelvo a ver sus ojos grises. Mi respiración se agita más cuando siento su respiración en la vena que palpita en mi cuello. Sus labios se dirigen a mi oído después de sujetar mi muñeca para acercarse a mi cuerpo.
–Te recuerdo que yo soy quien da las órdenes–dice, suena amenazante, pero también hay algo en su voz que tiene el mismo deseo que yo de continuar–. A diferencia de ti, yo no juego cuando asumo mi papel.
–¿Y fuera de él? –lo tiento con voz ronca, lo miro directamente a los ojos ahora gris un tono más oscuro. Haz algo más, intento decir.
Entreabro los labios esperando por su respuesta. Pero afloja su agarre y da dos pasos hacia atrás. No quito la sonrisa de mis labios y cruzo mis brazos.
–¿Qué quieres, Eleonora?
Me subo un hombro y me encamino a la salida, pero me sujeta la muñeca cuando paso a su lado.
–Te hice una pregunta–me exige.
–¿Te debo explicaciones? –uso en su contra. Sube instintivamente sus cejas, pero después las relaja y niega con la cabeza soltando un suspiro, me señala con una expresión de touché.
Sonríe.
Sonrío también.
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