Capítulo 3
La primera vez que vi a un Susurro, me perdí en un entrenamiento. Fui tan estúpida, tenía miedo de todos y de todo. Era la más pequeña en edad, tamaño, fuerza. Era ágil y hábil, pero nada más.
Fue en un bosque bastante alejado de aquí. Me enlisté después de vivir medio año en un refugio, viviendo entre ratas, infecciones y casi nada de comida, o camas. No perdí mi pierna porque el soldado que me salvó supo sacar la bala y curar la herida, de no ser por él, quizás hubiese muerto de una infección en ese albergue.
Durante esa misión, teníamos que buscar agua y cazar nuestra propia comida. Y claro, qué buena idea era sacrificar a la flaquita. No tuve otra opción que adentrarme sola a ese bosque, temblando de miedo, mirando atrás cada pocos segundos. Pálida y con mis manos temblando logré encontrar agua. Y cuando miré al frente, ahí estaba. Como un tigre acechándome, en completo silencio.
Corrí, me caí muchas veces, me astillé incluso una costilla. Pero corrí por mi vida. Grité tanto que mis cuerdas vocales se desgarraron. Y Ulrich me salvó.
Él también era un nuevo. Un flaquito, como les dicen a los que se enlistan. Ulrich se le lanzó con un cuchillo en mano y le atornilló el ojo con el filo. Resistió ahí varios minutos, hasta que llegaron los demás y terminaron el trabajo.
Ulrich salvó mi vida.
Después de eso, estuve cada hora entrenando, cada minuto odiando ser tan inútil, de no poder haber hecho nada ese día en que desapareció mi familia, y de haber puesto en riesgo la vida de un soldado que apenas me conocía.
Llegué a este equipo por obligarme a ser quien pudiese proteger, por el odio de no poder haber hecho nada ese día. Por salvar a Abigail. Llegué a IS por odiarme a mí misma.
Y aunque estoy en este equipo, aclamado por la milicia y gobiernos, nunca olvidaré como me miró esa cosa, ese Susurro, esa vez. Como si yo fuese un pedazo de carne.
Nunca he podido superar el miedo que les tengo.
Por eso mi respiración se acelera, mis manos empiezan a sudar. Se me tranca el pecho. Retrocedo un paso.
–No te muevas, El–susurra Ulrich, me pone una mano en la espalda–. Ninguno se mueva, Olivia y Kal sigan, intenten hacer movimientos lentos, ya no nos queda tanto tiempo del escudo.
El escudo parpadea. El Susurro con su cola y patas largas merodea y mira en nuestra dirección atento de haber visto algo.
– ¿Qué le pasa al escudo? –pregunta Boris.
–No lo sé... Lo revisé antes de salir–escucho el terror en la voz de Oliv, de Oliv. El escudo parpadea de nuevo.
Se apaga.
El escudo se apaga, y quedamos a la vista del Susurro.
–Eleonora y Boris, conmigo. Ustedes continúen, ¡rápido! –grita Ulrich refiriéndose a Oliv y KJ, Kal empieza a trabajar con mayor velocidad mientras Oliv lo cubre con la Vértebra.
Nosotros tres nos ponemos en una posición de diamante, Ulrich nos pide a mí y a Boris que vayamos a una esquina del Susurro para acorralarlo. La bestia se acerca a nosotros, nos muestra sus dientes. Parece un león atrapado en una jaula. Hace un sonido de susurro que sale desde su garganta, todavía conserva ese sonido metálico y pegajoso.
– ¿Qué hace? ¿Por qué no ataca? –dice Boris en el auricular, manteniendo su Vértebra en dirección al Susurro.
–Es una distracción, están cazando... ¡Termina ya eso, KJ!
– ¡Estoy en eso! –grita de regreso, no le quitamos la vista al Susurro que nos acecha, ellos son parecidos a un felino.
–Disparémosle–digo.
–No–ordena Ulrich–. Mantén la calma. Le disparamos cuando tengamos que correr, dejaremos que Oliv y Kal se vayan, ahí lo mataremos.
Se escucha desde abajo más sonidos guturales.
–Están saliendo... Saben que estamos aquí–casi susurra Boris, su expresión es sólida, pero está algo pálido.
–Mantengan la calma–responde Ulrich, todavía apunta al Susurro dando pasos hacia atrás.
–Listo–dice KJ. Le disparo al Susurro en las piernas traseras.
– ¡No! –grita Ulrich, el Susurro comienza a hacer esos sonidos repulsivos–. ¡Teníamos que empezar a correr!
–¡Dijiste que disparáramos cuando ellos terminaran! –respondo.
–¡Ahg! ¡Oliv, KJ! ¡Corran! –ambos asienten, y con el Krain encendido, se detienen unos segundos. Todos nos detenemos–. Están saliendo... ¡Corran!
Ulrich le dispara a la bestia, entre él y Boris le disparan una y otra vez.
–Vete, Eleonora–me ordena.
–¡No los puedo dejar aquí!
–¡Que te vayas ya!
Aparece un Cercano, su boca abierta mostrando esas encías sangrientas. Sin pensarlo, corro a él. Le disparo lo más rápido que puedo en las piernas, lo apuñalo en el cuello cuando no puedo alcanzar su ojo.
Viene otro Cercano. Me lanzo, con el riesgo de caerme al suelo, a la cabeza del que apuñalé en el cuello, y se retuerce, me marea, cuando le clavo una daga en el ojo o más profundo que puedo. Boris deja solo a Ulrich, y me ayuda a dispararle al otro mientras Ulrich se enfrenta al Susurro. Boris, el hombre con mejor puntería en este maldito planeta, le da a su ojo y su cabeza explota.
–¡Váyanse! –grita Ulrich.
–¡No seas idiota, no te vamos a dejar aquí! –le grita Boris. Dispara acercándose con pasos cruzados, la bestia va retrocediendo al paso en que Boris carga su Vértebra y explota el cuerpo del Susurro.
–¡Muérete, maldito! –le grita al Susurro, hasta que le da a su cabeza, explota. Bañados de sangre negra, nos detenemos.
Miro a Ulrich, tiene una herida en el cuello. Sostiene todavía su Vértebra atento, escucha algo.
–Vámonos. Ahora. Muévanse. Vienen más.
Corremos en la misma dirección que Oliv y KJ. Hasta que me doy cuenta de algo importante, disminuyo mi paso.
–No explotó–digo.
–¿Qué? –dicen, se detienen.
–No explotó... La bomba. ¡No explotó!
–Maldición–susurra Boris–. ¿Qué hacemos?
Ulrich mira atrás, en dirección a la bomba.
–Tengo que volver. Esta misión tiene que ser exitosa. Todo habrá sido en vano.
–Voy contigo–le digo.
–No. Tú te vas con Boris. Necesito que adviertan de los fallos en la misión, necesito que, si no estalla la bomba, inyecten el Globo.
– ¿Contigo ahí? ¡Estás enfermo! –le sujeta el hombro Boris–. Vamos contigo.
-–Necesito que alguno advierta, necesito sólo cinco minutos.
–Yo voy contigo. No pienso discutirlo–le digo–. Tú ve, Boris. Si esa mierda no estalla, inyecten el Globo.
Boris asiente y se echa a correr a toda velocidad a la misma dirección que KJ y Oliv Ulrich me advierte con una respiración y una mirada severa. Enciende el Krain y se va delante de mí. No me importa, lo sigo.
Regresamos al área, ahí están los cadáveres de esas cosas ya pudriéndose. Ulrich se lanza a la bomba y yo sostengo la Vértebra. Escucho los aullidos, la vibración en el piso. Ellos saben que estamos aquí y vienen hacia nosotros.
–Conectó bien los cables. Pero no tiene la presión suficiente. Hay que reactivarla, que comience su conteo desde cero.
–¿Cuánto tomará eso?
–Los siete minutos que debimos tomar para correr. Como era el plan original–dice entre dientes, eleva las cejas.
Bufo. Mantengo mi Vértebra arriba, afinando mi audición.
–¿Terminaste?
–Aún no–me responde.
–No es por presiones, pero, ¿podías apurarte?
–Cállate y concéntrate.
–Ya vienen. No sabemos si su salida está más cerca de lo que pensamos. Termina eso–digo sintiendo una gota de sudor bajar por mi frente.
Me cruzo a la izquierda cuando siento la presencia de algo mirando. Ahí está un Cercano acechando. Se acerca con velocidad y sin dudarlo disparo. Ulrich se mantiene inerte, agradezco que sea así porque necesitamos que esa bomba explote. Pero temo cuando se acerca otro en la misma dirección en la que salió el Cercano. ¿Qué podemos esperar? Estamos sobre su nido al borde de aniquilarlos.
Ambos me muestran sus dientes sangrientos, de encías llenas de saliva. Ese sonido gutural que hacen sin siquiera abrir la boca escarba mis nervios. Pero mantengo mi expresión severa y mi Vértebra arriba, estudiando y analizando con el Krain un posible ataque del que podamos salir vivos.
Pruebo posibles resultados con el Krain que me alerta de los latidos de mi corazón y me da una opción del 62%, sólo si hago las cosas bien. Es más de la mitad, es suficiente. Por eso corro, me arrodillo y disparo para inmovilizarlos y que su cabeza esté a mi altura para apuntar a un ojo. Explota las piernas del primero, grita. Eso podría atraer a los demás hacia acá.
–¡Apúrate, Ulrich!
Un disparo viene detrás de mí y explota la cabeza del monstruo. Ulrich se pone a mi lado y me ayuda a dispararle al otro hombro a hombro hasta que su carne negra empieza a derretirse. Las Vértebras nos brindan tiempo suficiente, sin ellas estaríamos siendo comidos en este momento.
Lo más asqueroso de estas bestias no es que coman por hambre, no cazan humanos porque necesiten comernos. Lo hacen porque les gusta matar. Les gusta desmembrar los cuerpos y dejarlos ahí como si no significáramos nada. Nuestras vidas no valen para ellos.
–¿Contenta? –me dice Ulrich cuando suelta el aire contenido.
De repente es arrastrado hacia atrás, sus uñas se entierran en el barro y deja atrás la Vértebra.
–¡Ulrich!
Empiezo a disparar acercándome a ese monstruo que lo atrapa desde el tobillo, arrastra a Ulrich por la tierra mientras el intenta llegar a su pantorrilla para sacar una daga, pero es demasiado rápido. Corro frente al Cercano intentando llegar a su ojo, no puedo disparar a sus piernas. Estallaría y con ella, Ulrich. Podría matarlo.
–¡Dispara! –me grita.
Si disparo a sus patas traseras Ulrich muere. Si no lo hago, Urich muere. Sintiendo una gota de sudor bajar por mi nuca, evalúo desde el Krain posibles resultados mientras doy pasos hacia atrás apartándome del Cercano, para hacerlo olvidar que tiene a una presa sujeta desde su cola, si se lo lleva a la boca... Ulrich muere.
Y no puedo permitirlo.
Por eso, meto mi Vértebra en el seguro de mi espalda y me lanzo a correr directo a ella.
–¡Eleonora! ¡No!
La bestia abre su boca, me muestra su lengua. Ya tengo mi daga preparada, a la bomba no le quedan sino dos minutos para estallar cuando reviso el dorso de mi brazo en la pantalla que me alerta del conteo. El nido está debajo de nosotros y vamos a morir si no salimos de aquí.
Arriesgándome a que me quite un brazo, me sujeto fuerte a su cabeza. Hundiendo un cuchillo que saco desde el nudillo de mi dedo medio a su ojo. Grita de dolor y casi me alcanza un pie con su boca, se mueve conmigo sujeto a su cara, Ulrich continúa intentando llegar a su pantorrilla para sacar una daga, pero yo me adelanto y aprovecho de apuñarle la lengua con el mismo tipo de daga con la exploté a otro Cercano más temprano cuando corría con Boris.
Hace un sonido desgarrador y desagradable antes de derribarme al suelo con una fuerza tal capaz de quitarme el aire. El dolor me atraviesa el pecho y espalda mientras el Cercano se retuerce tratando de quitarse la daga. Veo a la imagen borrosa de Ulrich gritando que me levante, me agarra del brazo y me obliga a correr, pero siento ese asqueroso sabor de la sangre en mi boca, me sujeto un costado del torso mientras corremos como jamás lo habíamos hecho.
Escucho la explosión del Cercano, siento el calor detrás de mí. Ulrich no se detiene, todavía me tiene de la muñeca y me grita, no puedo ver bien, no puedo escuchar bien, me arde el torso que podría vomitar sangre.
En medio de todos los árboles, Ulrich me lanza dentro de lo más parecido a una cueva antes de que todo colapse. Escucho el piso desmoronándose. Las piedras de la cueva empiezan a caer, Ulrich me protege con su cuerpo con ambas manos a los lados de mi cabeza, siento sabor a sangre. Todo me duele, pero tengo más miedo de morir aquí aplastada. Las piedras nos bloquean la salida, escucho gritos guturales, sonidos de cañón, gritos humanos. Y lo único que hay es oscuridad aquí.
–Estamos bien–me susurra Ulrich–. No van a llegar aquí. Vamos a estar bien. No cierres los ojos, Eleonora. Mantente alerta.
La cueva vibra, caen escombros. Más sonidos aterradores, siguen saliendo Cercanos y quizás Susurros. ¿Estarán bien Oliv, KJ y Boris? ¿Lograron llegar al campamento vivos y completos?
No. Nadie llega completo de ninguna misión. Todos estamos vacíos. Somos soldados. Vivimos para servir a cobardes con medallas en sus trajes, medallas que ni siquiera se ganaron. Aunque insista en que vivo para encontrar a mi hermana y sea verdad que es la única razón por la que sigo viva; mientras que busco la manera de encontrarla, me desgasto en misiones como estas, en donde arriesgo con cada paso mi vida.
Debo mantenerme con vida para encontrar a Abi.
Por eso me esfuerzo en mantener los ojos abiertos mientras siguen cayendo escombros, mientras escucho gritos y cañones, mientras escucho pasos pesados. Se me resbala una lágrima, pero es todo. Me enfoco en la respiración de Ulrich. Todavía me mantiene contra la pared de piedra detrás de mí.
–La última vez que vi a mi mamá, me dijo que no hiciera nada peligroso–sonrío.
–Tú sí que eres obediente–digo con dificultad sólo para distraerme del dolor tan intenso en los costados de mi torso. Ríe.
–Era medio idiota en ese entonces.
–¿Eras?
–Nunca sigues órdenes. Te dije que dispararas.
–No iba a dispararte. No puedo dispararle a mi superior.
–Ahora sí soy tu superior... Qué excusa–responde, quiere distraerme del dolor–. No vuelvas a hacer eso...
– ¿Qué? ¿Salvarte la vida? –siento que se me va el aire–. ¿Hiero tu ego masculino?
Una explosión. Se acerca a mi cuerpo. No soporto más el dolor.
– Ulrich... Voy a morir.
–¿Qué?
–Sí... Una costilla me está perforando el pulmón.
–Muéstrame el diagnóstico.
–Identifíquese para conocer el diagnóstico–le informa el Krain encendido sobre mi frente, la pantalla ilumina nuestros rostros. Respiro con dolor, siento sabor a sangre.
–Líder del equipo primer de la IS, A2210. Integrante Primer Mando, Friemann Ulrich.
Le muestra mi diagnóstico. Tengo dos costillas partidas, y otra está cerca de mi pulmón derecho. No podremos salir de aquí hasta que todo se calme, además, tienen que venir por nosotros estamos encerrados aquí, en oscuridad y escombros.
Ulrich suspira.
–Eres...–niega–, una suicida. Tienes que acostarte y quedarte ahí, no puedes moverte. Es una orden.
Asiento, siento sabor a sangre.
–Esto nos va a traer muchos problemas. No te estoy gritando ahora porque no puedes gritarme de vuelta, no tendría mucho sentido.
–Te salvé la vida, maldito.
–Y yo salvé la tuya, estamos a mano.
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