Capítulo 27
No sé cuántos días han pasado. Si se le pueden decir días. Ya aquí no sé cómo transcurre el tiempo. La única forma en la que no cuento los segundos es cuando Ulrich y yo estamos acostados en la misma cama con todo este silencio envolviéndonos, incluso un par de veces, logrando acallar mis pensamientos de pánico.
En un momento de delirio, antes de quedarme dormida, deseo quedarme aquí arriba si puedo estar con Ulrich sin temer que me envíen lejos o a otro equipo por quererlo, sin tener miedo de que un Susurro me arranque las extremidades.
Sé que él también lo piensa, porque hay minutos enteros que se queda mirándome a los ojos mientras me acaricia el cabello con ese velo en su expresión que ruega por más tiempo. Sus dedos bailan en mi cuello cuando me acerco para besarlo. Hay un poco de oscuridad, no hay nadie más que nosotros en esta habitación.
Sus labios se sienten bien. Sus dedos deslizándose por mi cuello y hombro hace que de mi cabeza se esfumen las ideas o preocupaciones. Ahueco su rostro entre mis manos, atrayéndolo más a mi cuerpo. Apoya su peso en uno de sus brazos conforme su otra mano se hace paso debajo de mi camisa, en mi cintura.
Intensifico nuestro beso con un suspiro cuando su mano acaricia la piel de mi espalda. Me besa el cuello, el rostro, los hombros. Gruñe cuando lo aprieto contra mi cuerpo que no emite ni una palabra. Me comunico con suspiros y con miradas que le sostengo cuando desaparece parte de mi ropa. Y de su ropa.
Somos respiraciones agitadas y cuerpos vaporosos. De carne viva, de manos exploradoras que descubren relieves y texturas en el cuerpo del otro.
Estando sobre él sus labios susurran a mi oído, sus brazos abrazan mi torso. A veces una de sus manos se escapa a mi muslo desnudo, dejando algunas marcas de su agarre. Lo beso pidiéndole al tiempo que si muero, por lo menos me permita revivir este encuentro.
Cuando han pasado unas horas y estamos los dos viéndonos a los ojos, Ulrich poco a poco se queda dormido. Mis dedos acarician la piel de su rostro cansado, Ulrich no me lleva más que unos años arriba pero ya surcan algunas líneas de expresión entre sus cejas y frente.
Su respiración se lentifica. Incluso abre un poco los labios mientras yo continúo tratando de memorizar cómo se siente su piel a mis caricias.
–No mueras–susurro como última petición. Una que sólo escuchamos yo y el tiempo.
Hay demasiado silencio.
Parece que todos estuviésemos muertos. Se podría pensar que lo estamos de no ser porque nos reunimos una vez por lo que establecimos como día para comer las reservas de lo que hay en la nave. Tampoco estoy al tanto de cuánto de eso queda, o de agua. Todo se come y se bebe en total silencio. KJ solo mirando su comida, Wenn con esa expresión de disgusto que ya está tatuada en su rostro.
–Hay que llevarle comida también a Josua–me dice en voz muy baja Boris sacando una lata de comida de un estante. Lo que escucha son las cucharas tallando lo que queda en las latas.
–¿Por qué hablas así? –digo con seriedad. Ya empieza a molestarme–. Podemos hablar normal, no estamos muertos.
Todos me miran, pero nadie asiente o parece estar de acuerdo. Somos un puñado y casi todos tienen un aura de derrota que logra enfurecerme. Hay motivos. Aun así, no he decidido morir aquí todavía.
Con un sonido de resignación le quito a Boris la lata de las manos, salgo por la puerta sin decir nada más. No hay necesidad de palabras de aliento, no serán escuchadas. Lo que necesitamos es una respuesta.
Camino a través de las habitaciones hasta llegar a donde está Josua, en la última a la izquierda. Toco la puerta dos veces antes de tener acceso para pasar. Me lo encuentro con una barba creciente en su rostro, sus manos entrelazadas en su regazo y esa expresión perdida que también encuentro en mis compañeros.
Suspiro armándome de paciencia. No puedo juzgarlo, a nadie. Lo que temo es que pierdan la cordura. Que nos perdamos aún más cuando estamos a tan solo una respuesta de saber más. De poder finalmente hacer algo.
–Hola, Josua–lo saco de sus pensamientos. Él se sobresalta en un pestañeo. Mueve su único pie acomodándose en la cama con un suspiro largo–. ¿Te sientes bien hoy?
Asiente recibiendo la lata ya abierta. Sumerge la cuchara sin llevársela a la boca.
–¿Han recibido alguna respuesta? –su voz sale como si tuviese mucho tiempo en silencio. Niego. Él come un poco mirando un punto fijo en la pared–. No les seré muy útil si llegamos...
–Eres un genio en la robótica–respondo tratando de no agobiarlo con palabras de aliento–. Al llegar, podremos resolver lo de tu pierna. KJ puede ayudarte.
–No hablo de mi pierna.
Nuevamente mi paciencia enfrenta un reto, por eso respiro profundamente antes de sentarme.
–Josua, ya sobreviviste a todo ese desastre. Kelly no hubiese querido que te rindieras–por más trillado que suene mi consuelo es la verdad. Si yo hubiese muerto, no querría saber en vida que Ulrich no pudo continuar–. Ella salvó tu vida. Úsala...
–No lo entiendes–suena mecanizado. Piensa sus palabras todavía manteniendo fija su mirada en la pared–. Estaré de nuevo atrapado.
Uno mis cejas.
–¿Qué quieres decir?
–No importa en dónde estemos. Siempre estaremos atrapados.
Busco su mano. Reacciona enseñándome sus ojos casi amarillos en una expresión absurda, porque no tiene emoción alguna.
–¿Cómo que estaremos atrapados? –pregunto con cuidado–. ¿En Genova, quieres decir?
No asiente. Pero el sonido que hace al tragar sus nervios me da la respuesta.
–¿Cómo lo sabes? ¿Sabías de Genova?
Mira lentamente al frente. Sus movimientos son instintivos.
–Estaremos atrapados.
–Josua–lo agarro del hombro tratando de captar de nuevo su atención.
–Suéltame.
–¿Puedes decirme a qué te refieres?
–Suéltame–con lentitud deshago mi agarre.
–¿Qué sabes de Genova?
–Lo que sé es que ninguno de nosotros saldrá vivo de ahí.
Esto no va a llevar a ningún lado. Me levanto con la tolerancia drenada, decidida a dejarlo para yo mantenerme cuerda. No. No he decidido morir aquí. Esto no se puede terminar así. No quedaremos atrapados en esta nave, ni en Genova.
–Ella sabía de ti–dice antes de que yo pueda salir por la puerta.
–¿Quién?
Una respiración.
–Kelly.
No le encuentro sentido a sus palabras. Negando con la cabeza para despejarme, dejo que la puerta se cierre detrás de mí.
Camino a mi habitación. No quiero ir a la sala de mando, ni al comedor. No quiero ver las caras planas de mis compañeros, ni de Barry, a quien no he visto desde que Wenn lo atacó. Tampoco quiero enfrentarme a KJ que no se acerca a nosotros, y cuando tratamos de hacerlo, todo él grita sin emitir un ruido que nos odia.
–¿Eleonora?
Me giro encontrándome a Ulrich. La línea de expresión entre sus cejas es más visible.
–Estaba con Josua–digo–. Ya no quería seguir ahí.
–Estaba buscándote.
–¿Qué pasa?
–Al parecer hemos recibido una respuesta.
Me paralizo. Siento una punzada de nervios en el estómago y mi boca se seca. No alcanza para que sonría de alivio porque Ulrich no parece tener el mismo alivio que yo.
–¿Pero?
Asiente.
–Es de los de Alek y Barry. Pero hay un problema. Esta nave se registró cuando salió de Genova. Es buscada. Pueden escanearnos al llegar–hace una pausa rascándose el cuello con impaciencia–, nos pueden volar. O secuestrar la nave.
Yo río con ironía.
–De las dos formas terminamos muertos.
Él me sujeta una mano. Sus dedos cálidos entrelazándose con los míos.
–Encontraremos la manera. Barry le pidió ayuda a KJ.
–¿Él aceptó?
Asiente.
–Con una condición.
–¿Cuál?
–Quiere irse.
–Genova está a un viaje–explica Barry, sus manos tiemblan mientras está sentado frente a nosotros con la mirada fija en la mesa.
Wenn y KJ están en la esquina más alejada mirando a Barry como una presa. Alek está detrás de él con los brazos cruzados esperando que continúe, como nosotros. Ya sé de qué nos advertirá. Lo que hace que me lata el corazón con ferocidad es lo siguiente. ¿Tendrá una respuesta alentadora, una solución? ¿O simplemente nos arriesgaremos a que todo sea en vano?
–Nuestro problema es que nos pueden rastrear–dice después de soltar aire contenido. Sus manos siguen con ese temblor cuando las apoya con las palmas abiertas.
–¿Cuál es la solución? –se atreve Boris.
Alek se adelanta. Sus ojos se cruzan un instante en mi camino cuando va a sentarse junto a Barry.
–Pueden enviarnos protección. Pero corremos el riesgo de que los sigan, o que el enfrentamiento sea grave.
–Estamos entonces jodidos–escucho la voz de KJ.
–¿Podrías dejar de estorbar? –el tono de Boris hace que KJ abra la mirada. Puedo decir que se ve un poco avergonzado. Baja su rostro y Boris con un gesto se apoya de la mesa–. Todas las opciones terminan igual, de alguna u otra manera tenemos que arriesgarnos.
–Sí. Estoy tratando de establecer una comunicación más estable con ellos para entrar en detalles. Espero que la respuesta llegue pronto–continúa Alek–. No podemos cambiar el código de esta nave.
–¿Qué hace que nos rastreen? –pregunta Ulrich.
–Identifican todas las naves que entran o salen. Es una red.
–Es la red Krain–suelta Barry. Nos mira a todos, incluso a Wenn–, es la red Krain.
–¿Podrían identificarnos a nosotros también? –pregunta Gabriela.
–¿Cómo que la red Krain? –la respiración de KJ se vuelve irregular.
–Es el mismo formato. Solo que... La de Genova es más sofisticada, más selecta y extensa. Lo de nosotros es un velero comparado con un barco de titanio.
–¿Y así dices que es el mismo formato? ¿No que nosotros la habíamos creado?
–Se rediseñó para uso interno, no es como la de ellos.
–¿Estamos registrados ahí? –nos dirigimos a Gabriela. Barry evalúa unos segundos qué responder mordiéndose el interior de la boca.
–No lo sabemos. Nosotros sí. Ustedes... Seguramente, de otra forma.
–Tienen más información de nosotros, que nosotros mismos–KJ se toca la cien y suspira–. Entonces, ¿qué haremos para entrar?
Alek está mirando la laptop de Barry con el ceño fruncido, sus ojos van de un lado al otro.
–Esperaremos una respuesta. Al parecer, tienen una operación en desarrollo. Podemos aprovecharlo.
–¿Cómo una distracción? –pregunto. Alek asiente–. ¿Cuánto tenemos que esperar?
–Estamos en ese proceso–nos dice Barry.
–¡Pues que sean más rápidos! –Wenn golpea la mesa, Barry se estremece cerrando los ojos en busca de paciencia.
–Les avisaremos en unas horas–Alek se levanta enfrentándose a Wenn y KJ quienes ya los miran con repudio.
Todos empiezan a salir, aunque yo me voy detrás de KJ agarrándolo de un brazo. Lo llevo hacia uno de los pasillos sin escuchar ninguna queja de su parte, excepto el movimiento brusco que hace para apartarse. Se cruza de brazos poniendo un pie sobre la pared.
–¿A dónde piensas que vas a ir? –le digo. Siento mi respiración descontrolada– ¿Qué te dijo Wenn que te convenció tanto?
–Quiero ir a cualquier otra parte lejos de esta mierda. Si ellos quieren que estemos de su lado, ¿por qué no nos dicen la verdad desde ahora? ¿Por qué esperar? Yo sabía cosas, pero no era ni la punta del iceberg. ¿Qué no ves? ¡Ellos también son parte de esto!
–¡Y son la única opción que tenemos para escapar de esta nave! –miro hacia un lado, me acerco lo suficiente para alzar la barbilla–. ¿Crees que no lo sé? ¿Qué no sospecho de ellos?
–Parece que se te olvidó.
–No. No se me olvidó, KJ. Estoy tratando de mantenernos vivos y ustedes no están colaborando.
Su cabeza niega con una sonrisa oscura de por medio. Parece un niño asustado, parece alguien que ha perdido toda la esperanza y cometerá una locura. KJ es mi familia. No pienso perder a nadie más.
–Yo no soy ningún superior para decirte esto–empiezo. No sé si se reirá en mi cara. Le pongo un dedo en el pecho sin perderlo de vista– pero te prohíbo que te vayas.
Él no dice nada. O quizás, esté pensado demasiado porque hay mucho que decir. Se va con un sonido de frustración a pasos pesados.
Mientras, yo me quedo aquí. Me deslizo por la pared hasta llegar al suelo porque mis piernas ya no logran sostener la presión de mi cabeza. Late y me duelen hasta los ojos. Aun así, me alcanza la consciencia para pedirle a cualquier ser que exista que nadie más muera.
Y que, de una vez por todas, nos den respuestas.
–Eleonora–escucho como un eco–. Eleonora...
Al abrir los ojos me encuentro con Gabriela. Estoy en la misma posición, los codos sobre las rodillas y la pared sosteniendo mi peso. Me acomodo en el suelo tratando de ubicarme. ¿Me desmayé, me quedé dormida?
–¿Cuánto tiempo pasó? –la boca me sabe a sangre. Me mordí el interior de la mejilla. Lo noto al pasar mi lengua y sentir el sabor metálico. Gabriela me ayuda a levantarme.
–Te acabo de encontrar.
–¿Hay noticias?
–No... No han dicho nada–me mira fijamente–. Tu ojo derecho está rojo.
–¿Qué?
–Sí, ¿estás bien? Wenn puede revisarte.
–No–respondo muy rápido–. No es necesario, es el estrés, seguro. Ve a descansar, no sabemos qué se aproxima.
Asiente sin quitarme la mirada. La veo alejarse mientras yo camino unos pasos buscando una superficie que se refleje para verme. Al llegar a una de las ventanas, veo lo que me advirtió Gabriela. No sólo está rojo, tengo una mancha de sangre interna en todo el borde inferior. Wenn tiene una mención en enfermería, sin embargo, no podría decirle que me examine después de verla tratar de asesinar a Barry.
He estado peor. Puedo soportarlo, igual que mi cabeza latiendo al ritmo de mi corazón.
Le resto importancia como he estado haciendo desde que mi Krain comenzó a doler para dirigirme a la sala de mando. Hago mi esfuerzo porque la ansiedad no me carcoma, por no dejar que la mirada amarilla de Josua me persiga con sus palabras. Haré lo imposible para que no nos atrapen otra vez, a ninguno.
No podemos permitir que nos quiten la posibilidad de hacer algo, no de nuevo.
Al entrar a la sala de mando, encuentro a Alek sentado con un codo apoyado de la mesa flotante, sus dedos en la cien mientras se balancea en la silla mirando la laptop frente a él. La misma que nos permitió entrar en Inferno, que nos puede dar la respuesta si continuaremos vivos. Trato de no mirarla y seguir de largo para sentarme junto a él a esperar.
–¿Estás bien? –pregunta después de verme dos veces.
–Sí, luego nos preocupamos por mi ojo. ¿Hay alguna noticia?
–No todavía.
–¿Qué haremos si no responden?
–Lo harán–dice muy convencido.
–Entonces, ¿por qué se tardan tanto?
Suspira dejándose caer en la silla.
–Quisiera tener todas las respuestas, Eleonora.
Miro hacia un lado poniendo una mano sobre la mesa, evitando su mirada y mi propia decepción. Hay que seguir esperando, es lo que trata de decir.
–Ese pendrive, ¿cómo funciona? –busco una excusa para no estar en silencio.
–Es la "llave" de esta nave–hace comillas–. Por eso pudimos entrar a Inferno. Hicimos que se activara un sensor de la nave. Al encenderla, envió directamente el código a nuestra base.
–¿Qué código?
–Que vengan por nosotros–me enfrento a su rostro tenso–. Lo recibieron. Respondieron que había una operación en proceso. Nos puede beneficiar. Es todo.
–Sé que dijiste que no tienes todas las respuestas. Pero, ¿quién vendrá por nosotros?
–Los Media Luna–sé que de haber podido sonreír, él lo hubiese hecho.
–¿Eras parte de ellos?
Su atención se desvía hacia un lado. Sus dedos tamborilean en la superficie plana y fría. Todo aquí es así, frío.
–Sí.
–¿Cómo llegaste a ellos? –Alek me observa por unos largos segundos. Como si estuviese a punto de decir algo sabiendo que no puede. Es justo como me mira la mayoría de veces. Y hay algo en mí, que lo impulsa a tratar de sacar eso que quiere mencionar.
–Me quedé solo. Genova era todo lo que la humanidad deseaba para su futuro. Ahora... Donde yo crecí, fue diferente. No tengo muchos recuerdos de ese sueño futurista.
–No responde mi pregunta.
–¿Se sabe de algo más? –Boris hace presencia en la sala con Barry.
No me había dado cuenta que mi cuerpo estaba muy inclinado hacia adelante en espera de una respuesta hasta que con lentitud, me dejé caer en la silla a la mención de esa pregunta de la que depende nuestra vida. Boris toma asiento junto a mi y Barry continua sus pasos hasta detenerse en la amplia ventana que nos muestra la infinidad.
No hay más opciones, no podemos volver a la tierra. ¿Qué nos harían de nosotros regresar? Me estremezco al pensamiento. Sabemos más ahora que cuando nos fuimos de Base Unión. Podrían torturarnos, tratar de sacarnos respuestas que aún no tenemos. La muerte, estoy segura, sería mejor que lo que nos harían.
–Seguimos esperando. Acordamos que ellos nos buscarían sea como sea al nosotros enviar la señal. Tienen que venir por nosotros. Les interesa–le responde Alek tanteando nuevamente sus dedos sobre la mesa.
–¿Por qué?
–Por lo que hay dentro de esta la nave. Lo que llevamos vale más que cualquier cosa.
–¿Por eso estás tan confiado de que vendrán? –soy yo quien de nuevo se encuentra con su mirada.
–No tengo la menor duda.
Así pudieron pasar horas. Ninguno habló mucho, Barry estuvo todo el rato mirando hacia la inmensidad respirando tan lento que cualquiera podría creer que se quedó congelado. Boris apoyado de la pared con los brazos cruzados, yo ofreciéndole de vez en cuando una que otra mirada, mientras Alek miraba la pantalla, esa laptop, ya obsoleta en nuestra tierra... Con una expresión tranquila, quizás con algo de impaciencia, pero tranquilo.
Estuve preguntándome todo ese tiempo qué era lo importante. ¿Se refería a mí y a todo lo que han tratado de decirme desde que ellos dos, tres, con Moonrik, aparecieron en nuestras vidas? No pude preguntar, Alek estaba expuesto y él no me diría nada. No percibía que estuviese ignorándome, se veía concentrado en la pantalla frente a él lo suficiente para yo ni siquiera intentar buscarle la mirada.
Tampoco me permití imaginar o suponer nada sobre lo que nos íbamos a enfrentar. Sea lo que sea, recibiremos respuestas. Si vivimos. Nuevamente la advertencia de Josua late en mis pensamientos mientras el reloj corre. El silencio me empieza a afectar, casi podría alucinar. A la llegaba de esa idea, el Krain comienza a molestarme otra vez. Dejo caer mi cabeza en dos de mis dedos, masajeando en busca de un alivio, tratando de que ninguno se de cuenta.
Boris deja de moverse en la silla. Con los brazos cruzados se queda dormido con la barbilla pegada al pecho. Alek no emite sonido, Barry está inexpresivo. No podría decir con exactitud la cantidad de tiempo que pasa, lo que sé es que me quedo atrapada en mis propios pensamientos, son tan vívidos que cuando Alek me toca el brazo, reacciono con brusquedad, levantándome de golpe, dejando mi mano ahora sobre el suyo con la otra mano en un puño.
Alek se queda con la expresión fria, incluso Barry se gira a vernos y Boris se despierta de la silla donde estaba, levantándose al mismo tiempo que ocurre todo.
–¿Todo en orden? –escucho la voz se Ulrich sintiendo las gotas de sudor frío bajar por mi frente y cuello, mi pecho no alcanza el aire suficiente, sale y entra por mi boca.
Lo suelto tan rápido como sucedieron las cosas, saliendo un momento de la habitación con el paso apretado. No me voy lejos, me quedo a unos metros de la puerta tratando de que el recuerdo de esa alucinación del rostro del General derritiéndose, de Ulrich diciéndome que todo moriríamos... De otra yo... Se espante. Esos no eran pesadillas, por lo menos no todas. Algunas pudieron ser... Alguna clase de recuerdos. El estómago se me revuelve, me apoyo de mis propias rodillas jadeando como si hubiese corrido kilómetros.
–¿Qué pasa? –la mano de Ulrich se posa en mi espalda. El Krain me está quemando el cerebro, ya no sé hasta que punto solo son palabras, me gotea la nariz–. Eleonora.
–Estoy bien–me limpio la nariz con el dorso de la mano haciendo lo posible por esconderlo–, volvamos adentro. ¿Dónde estabas?
Ve por un instante detrás de mi con los hombros tensos.
–Después te lo diré.
Ulrich se queda con nosotros sentado junto a Boris sosteniendo la misma posición de hace un rato. Los hombros y el cuello tensos, evitando cualquier palabra igual que los demás. Mantengo mi vista en un punto fijo tratando de llegar al número mil en mi cabeza para distraerme de cualquier especulación, el silencio empiezo a sentirlo como algo palpable, se siente pesado sobre mí, trata de arrastrar mis terrores a los números que me estoy esforzando por contar en un ritmo constante... Setecientos uno... Setecientos dos... Setecientos tres...
Barry se voltea, Alek se inclina hacia adelante en su silla.
Boris y Ulrich se miran de reojo, el último apretando la mandíbula.
Es casi imperceptible el sonido que hace. Un bip que nada más podrías escuchar... Si estás en mucho silencio...
Ahora lo entiendo.
Alek traga y aprieta dos teclas al mismo tiempo. Primero se escucha una interferencia, después, hay una larga pausa que me deja los pelos de punta.
–Aquí, Base Unión 1. ¿Me escuchan?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro