Capítulo 26
Eleonora
El cuerpo de Oliv yace en una mesa fría de metal, está dentro de un traje espacial. Pegado a su cuerpo, sin tanque de oxígeno. Puedo ver su rostro a través del cristal del casco. No tiene ninguna expresión, sus ojos están cerrados para nosotros. Quiero creer que está dormida y despertará preguntando por qué la estamos mirando... No quiero olvidarme de su voz como lo hice con la de mis padres. No quiero que el recuerdo de sus palabras se esfume, me niego a olvidarla.
Sin embargo, sé que es imposible. Con el paso del tiempo, su risa empezará a empañarse en mi memoria. Los detalles de su rostro se desvanecerán hasta dejar el rastro de una cara que podría llegar a reconocer solamente si está frente a mí. Me da miedo, tengo miedo de olvidar a mi amiga.
Boris me toma por los hombros apartándome suavemente de ella. KJ está en una esquina de brazos cruzados sin emitir una palabra. Ulrich y Alek hablan cerca de la compuerta, dicen que tenemos que llevar a Oliv por un pasillo y ahí Alek se encargará de su cuerpo.
–No pude hacerle la pintura–me dice Boris, su mirada está clavada en el piso.
–No fue tu culpa.
–Pude haber hecho más.
–Todos hicimos lo que pudimos, Boris–trato de consolarlo. Tomo una de sus manos, aun así, sigue mirando al piso–. Ella lo entiende.
–Hubiese preferido ser yo.
–Pero estás aquí. Si hubieses sido tú, Oliv es quien estaría diciendo eso.
Medio sonríe. Boris es quien nos anima a seguir, nos mantiene fuertes con sus palabras. Verlo así me destruye, ver lo que nos ha hecho esto. A KJ siendo el más joven, que no se acerca, no nos mira. Boris suspira profundo aguantando las lágrimas. Me acaricia un hombro para irse con Ulrich.
Yo me quedo en mi sitio viendo como Boris es el que toma a Oliv en sus brazos, todavía sin mirarla. La carga como si ella fuese ceniza que puede volarse con el viento en cualquier momento. Una de las manos de Oliv cuelga con cada paso que da Boris al túnel, donde está Alek y Ulrich con trajes iguales.
–Iré yo–informa Ulrich.
Veo que Alek duda. Ve a Ulrich un momento, pero termina por asentir.
–Está atento. Sostendré la compuerta manualmente–ensarta un gancho pesado en su traje después de que Boris le entrega el cuerpo de Oliv.
Me recorren los escalofríos pensar que jamás la volveré a ver. Quiero gritar, llorar y tirarme al suelo. Sé que no puedo hacer eso. Por eso, me quedo viendo como Boris regresa a mi lado después de que se cierre una pared de vidrio que deja ver a Ulrich, Alek... Y Oliv.
–Alek abrirá esa compuerta, Ulrich está seguro el gancho no se soltará–respira–. Será rápido.
Asiento. No hay más que decir. Ninguno encuentra consuelo en un abrazo. Nos quedamos lado a lado compartiendo del desgarrador silencio que hay incluso cuando la compuerta empieza a abrirse y Ulrich comienza a caminar en el otro compartimiento que nos enseña el lugar donde descansará el cuerpo de Oliv... En las estrellas. En el infinito universo y sus millones de estrellas, los mismos que ella veía en las noches de guardia y de las que le hablaba su mamá.
–Ella está con su familia ahora–digo sintiendo el pecho reventar del vacío que nos envuelve como una sombra–. Oliv siempre hablaba de su mamá contándole historias de las estrellas.
–La mamá de Oliv tuvo que haber sido una buena mujer... –responde con un hilo de voz.
Ulrich da un paso afuera y empieza a flotar. Apenas puedo distinguirlo desde la lejanía, el cable que lo traerá de regreso todavía no se tensa. Alek sostiene la palanca sin mover un músculo. No veo más nada, no veo cuando suelta su cuerpo, ni la veo irse lejos. No puedo despedirme. Nunca hay tiempo para las despedidas, así se diga un adiós nunca se está preparado.
Aun así... Salen de mi boca esas dos terribles palabras que no me había atrevido a decir, por más que ya no pueda verla, ni escucharla, ni memorizar la imagen de su cuerpo yéndose con las estrellas.
–Adiós, Oliv.
Escucho a Boris tragar. Las lágrimas le mojan silenciosamente el rostro y terminan en su creciente barba pelirroja.
KJ se retira sin mirarnos. Nadie lo sigue.
No podemos cuidar a nadie en una guerra. Por más que queramos.
Me encuentro en una especie de comedor en una de las habitaciones de esta nave. Sola, sosteniendo un vaso de agua. Preguntándome cómo llegó esto hasta aquí y cómo se ha mantenido. Estoy bebiendo posiblemente agua de otra tierra.
Tengo pensamientos similares para evadir los deseos de encerrarme a llorar. No hay tiempo para eso ahora, hay que mantenernos firmes hasta que llegue una respuesta. No sé qué hora ni qué día es. Lo que sé es que no se escucha ni un suspiro, todos están escondidos. Todos estamos a la expectativa de que ocurra algo, nos educaron para esto. Para esperar sin saber qué.
Me tenso cuando escucho pasos entrar a la sala. Miro hacia el frente sosteniendo el vaso con el agua ya caliente.
Alek se sienta frente a mi con la espalda encorvada, con sus cejas haciéndole una sombra a sus ojos cansados.
–Lamento mucho lo de Oliv–dice después de un suspiro, luego de largos minutos pensando con las ideas clavadas en las manos. Asiento–. Lamento muchísimo que hayamos perdido a tantas personas.
–¿Por qué perdimos a tantas? ¿Necesitaban a tantos equipos para esto?
Alek me mira sobándose las palmas llenas de cicatrices, de quemaduras.
–No–responde finalmente–. Queríamos llevarnos a los suficientes a Genova. Tratar de hacer una diferencia. Nos exigieron traer a más de la cuenta por... Porque querían reducir el personal–mi piel se eriza–. Todo lo que vivimos además de que fue sádico, fue quizás hasta por amenaza.
–¿El Primer Gobierno sabe que estamos aquí?
–No lo tenemos muy en claro, Eleonora. Lo que sabemos es que te querían.
–¿A mí? –no sé cómo logro que salga mi voz–. Entonces, ¿todos ellos murieron por mí culpa?
–No. Tú no lo sabías–él suspira profundamente–. Es complicado.
–¿Más que todo esto?
Sus ojos se clavan en mí aún con esa expresión de dolor que trata de contener.
–No establecimos ningún contacto con ellos. Ellos, el Primer Gobierno, no sabía que teníamos esta nave. Estoy seguro de que nos dejaron venir para darle a la gente una falsa esperanza. Ahora, de nuestra tierra... No tenemos muy en claro quién hizo más daño. Los Cercanos pudieron ser para aniquilarlos. El gas...
–Para secuestrarme–se queda callado–. El niño que atraparon lo dijo.
–No pueden tomar a personas sin autorización. No podían llevarte.
–A menos que hayan estado de acuerdo–Alek parece pensarlo sin dejarme de mirar–. ¿De ese convenio hablaba el niño?
–Sí. Algo así. Es mucho peor.
–¿Qué hay detrás de todo esto? Cuando pienso que nos estamos acercando a la verdad, resulta que no estoy ni cerca.
Lo que sucede a continuación, me sorprende.
Alek me toma una mano. Su piel se siente rugosa, las quemaduras son prominentes e imposible de pasarlas por alto. Se siente familiar, como un sueño que crees poder recordar después de despertar.
–Trato de convencerme de que no te miento. Eleonora, si pudiera decirte todo ya mismo, lo haría. No sé cómo terminará esto, pero espero que al final, por lo menos por una vez, puedas decidir por ti.
Lo observo sin tener una respuesta clara. Mi mente se siente nublada, como si de pronto mis recuerdos no fueran míos. Es como tratar de ver a través de un vidrio empañado.
Podría haber respondido de no ser por un grito que hace que me levante de inmediato. Alek abre los ojos con la misma reacción. Ambos salimos corriendo para encontrarnos con Barry con un cuchillo en su cuello... De la mano de Wenn, quien lo sostiene con fuerza.
Barry levanta su rostro en el intento de evitar que el filo haga sangrar más su cuello por el que ya corre un hilo de sangre. Su rostro está magullado por golpes mientras que Wenn está ilesa, y con un aura de tranquilidad que me pone los pelos de punta. Levanto mis manos para darle el tiempo de pensar, para tratar de hacer que lo suelte.
Hasta que veo a KJ muy cerca de ellos.
–¿Qué haces ahí? –pregunto. KJ aprieta su mandíbula. Sin brillo en sus ojos, sin nada en absoluto que represente lo que él es.
Se sube un hombro.
–Tratando de mantenernos con vida–responde. Barry mantiene sus manos a la altura de su pecho. Se queja cuando Wenn toma con más fuerza el cuchillo de su mano.
–¿Qué pretenden hacer? –apenas oigo mi voz cuando salen las palabras.
KJ, Wenn, Félix, Al. Ellos tienen a Barry cautivo. Él no nos mira, no intenta moverse. Busco llamar su atención intercalando la mirada entre ellos y Barry. Alek se pone las manos detrás de la espalda y se endereza.
–Esto no hará que lleguemos a Genova–dice Alek.
–No. Pero me puedo vengar–la voz de Wenn sale como si estuviese disfrutando esto. KJ lo mira a él, en ningún momento ve mi rostro de súplica.
–Déjalo, KJ–doy dos pasos hasta estar junto a Alek–. Sabes que esto no es la solución. Sin él no podremos entrar.
–No vamos a entrar–me responde Wenn apretando aún más el cuello de Barry. El corazón me retumba en el pecho.
–Alek, hay que... ¿Qué es esto? –la voz de Ulrich llega detrás de nosotros. Se detiene abruptamente con la mirada clavada en KJ. Niega con algo que no sabría describir, en su cabeza de seguro surca más de lo que puede decir él–. ¿Qué mierda están haciendo?
Wenn sopla con burla.
–Tus órdenes aquí no sirven de nada, ni lo intentes.
–¿Qué quieres a cambio? ¿Quieres que te dejemos de regreso en la tierra? –pregunto procurando no escucharme tan asustada.
Barry desangrándose en el piso puede ser una imagen que veré pronto si no hacemos algo. Al y Félix no hacen nada. Ni siquiera se ven muy convencidos. Quienes me preocupan son KJ y Wenn. Mi amigo, mi compañero, ni siquiera mueve un músculo por el arrepentimiento. Tiene en una de sus manos una Vértebra. Su dedo está puesto sobre el gatillo del cañón.
–Wenn, ahí abajo ya no hay nada para nosotros. Nunca lo hubo. Tarde o temprano íbamos a ser exterminados–trago–. Ellos están buscando crear un mundo horrible, no nos necesitarán. Los refugios, la IS, el Primer Gobierno. Todo es una mentira, ¡tú lo sabes!
Wenn con su respiración agitada parece empezar a ceder. Su semblante empieza a notarse más pensativo aún sin soltar a Barry quien permanece tranquilo con sus manos a la altura de su pecho. KJ no cambia ni de postura. Pero veo que sus manos tiemblan.
–Nada de lo que pensamos que medianamente real, lo es. Ellos no buscan cuidar a nadie, ni siquiera los otros dos gobiernos. Todos son lo mismo y con los mismos objetivos.
–¿Y tú cómo sabes eso? –me dice. Siento que el mundo se detiene a mi alrededor.
–Porque lo sé–una lágrima se me desliza por la cara.
No trato de limpiarla. No quiero ver más muertes. Finalmente, estoy aterrada. Enojada. Al borde de la desesperación. Lo he contenido, no ha sido suficiente. Me acerco a ellos sin pensar en las posibles consecuencias manteniéndome inmutable y con los ojos en los de Wenn.
–No podemos matarnos entre nosotros. Ayúdanos–casi ruego–. Ayúdennos.
Les digo a los demás. Al y Félix se miran entre ellos.
–Tenemos que intentarlo–es lo último que digo antes de extenderle la mano para que me dé el cuchillo. Levanta su barbilla en medio de un suspiro, como aceptando que lo que podemos hacer ahora es esperar.
Suelta a Barry en el piso y se guarda el cuchillo. Barry respira tosiendo un poco mientras Ulrich y yo tratamos de levantarlo.
–Busquen una solución–demanda. Wenn me mira con sus ojos enrojecidos de la rabia. Se da la vuelta para irse, nadie la detiene. Ni siquiera Gabriela quien está de nuestro lado con el terror plasmado en el rostro. Fue ella quien gritó.
¿Qué más se puede hacer?
Alek se acerca a KJ, Al y Félix con esa actitud amenazante con la que llegó aquella vez en Base Unión. Levantando la barbilla y mirándolos con desdén los tres se mantienen firmes, aunque KJ es quien ni se molesta en parecer respetuoso o verse arrepentido.
–Si no quieren que al llegar a Genova los deje pudriéndose en una celda, es mejor que se larguen ya mismo de aquí.
Al y Félix se dan la vuelta asentimiento con vergüenza. KJ lo enfrenta, pero veo que su atención se dirige a mí que le hago un gesto de "por favor, ya no cometas ninguna estupidez". Contempla por unos cortos segundos la idea mirando de regreso a Alek para retirarse con la amenaza en el aire sin necesidad de decir una palabra.
–Por favor, Eleonora. Llévenlo a revisar abajo–baja su guardia–. Iré a ver si hay alguna respuesta.
Conteniéndose, Alek camina hasta la sala de mando. Ulrich y yo nos encargamos de Barry que por primera vez, no nos da ninguna palabra de aliento.
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