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Capítulo 24

Eleonora

La canción de Abigail continúa apareciendo en mi cabeza como una fastidiosa mosca que quieres quitarte de encima. Había casi olvidado su voz, ahora su melodía serpentea en mi mente como los nervios que no he logrado contener desde que salimos de Inferno.

Miro por la amplia ventana de la Media Luna. Ni en mis sueños hubiese creído que estaría dentro de una, mucho menos varada en el espacio. El reflejo de todos esos puntos a millones de años, lejos de mi acariciando con su luz mi rostro todavía con rastros de sangre.

Sostengo las manos detrás de la espalda, pellizcándome la piel para convencerme de que no es mi imaginación. De que no estoy muerta y de que esto no es producto de mis últimos momentos de vida. La realidad es que estoy frente a un universo más grande que todas mis células juntas. Yo soy un grano de arena, ni la montaña más grande de la tierra podría compararse a esto que están viendo mis ojos.

Me acerco al vidrio, mis manos se afincan en él y siento frío. Así debe de ser ahí afuera, yo podría flotar en ese infinito de estrellas en busca de esa felicidad que se me fue arrebatada. En busca de una realidad en donde mis pensamientos están llenos de esperanza y no de recuerdos de muerte y sangre.

–Nunca había pensado que esto sería así.

La voz de Ulrich ni siquiera me distrae de esto. Sé que está cerca cuando siento el calor de su cuerpo. Mira hacia al frente también, toda esa luz iluminándole los ojos claros que son parecidos a lo que me imagino yo como el alma, si se pudiera sentir todo y nada, mucho y poco, la descripción para mí sería este momento.

–Había visto fotos. Videos. Documentales... Pero nunca imaginé lo que se sentiría al verlo con mis propios ojos.

–Vamos a ir a Genova–mi voz se siente rasposa después de pasar tanto tiempo en silencio.

–Sí.

–No vamos a volver–enfrento su mirada. Ulrich no me responde. Él no tiene todas las respuestas de este mundo. Aun así, encuentro lo que busco en sus ojos. Yo sé que no vamos a volver. Pero quería saber si alguien más tiene tanto miedo como el que yo tengo ahora. Tanto miedo a lo que nos enfrentaremos.

¿Habrá más monstruos? ¿Más pesadillas que salieron de mis miedos más profundos?

¿Más personas que perder?

Ulrich me atrae a su cuerpo rodeándome en un abrazo que no sabía que necesitaba. Me aferro a sus hombros, no puedo sostener su piel porque nos cubren estas asquerosas escamas negras del Krain. Tomo una profunda respiración antes de soltar todas las lágrimas que he acumulado, mis jadeos no tardan en hacerse presentes y lo único que me mantiene de pie es Ulrich a quien también escucho como respira entrecortadamente mientras su espalda se mueve cuando trata de contenerse.

Con las estrellas y toda esa obscuridad, lo único que me sostiene de no lanzarme a sus garras de misterios y frío, es Ulrich.

–No puedo prometerte que todo estará bien. Pero voy a cuidarte, Eleonora.

Asiento escuchando mis jadeos que no puedo controlar mientras Ulrich ayuda a mi cuerpo a no desfallecer. Acaricia mi cabello revuelto por lo que vivimos hace unas horas. Ahora estamos atrapados aquí arriba, desde aquí puedo ver la sombra de mi tierra. De mi hogar, o lo que queda de él.

Si pudiera estirar la mano, podría estar ahí de nuevo siendo una chica simple con una familia, con una vida. Pero eso nunca va a volver, por más que encontremos una oportunidad allá o una esperanza. Ahora soy una serpiente de escamas negras preparada para matar...

–Voy a cuidarte.

Las estrellas centellan suavemente afuera. Aquí dentro apenas hay iluminación y el lugar estaría vacío de no ser por Ulrich y por mí, quienes continuamos abrazados buscando consuelo. Me tranquilizo mucho después, cuando mis piernas no aguantan más. Aun así, Ulrich no me suelta y se sienta junto a mí para ver las estrellas, sus dedos de entrelazan con los míos mientras admiramos la inmensidad antes de que tengamos que enfrentarnos a Genova...

–¿Cómo entraremos? –pregunta KJ, sus ojos están hinchados y su voz es dura.

Nos encontramos en una sala donde hay una extensa mesa ovalada y blanca que parece levitar, las sillas blancas hacen lo mismo. No tienen patas. Alek y Barry están sentados con una expresión que no sabría descifrar.

Quedamos nosotros. Mi equipo. Wenn, Al, Gabriela, Rei, Félix, el chico que encontraron Ulrich y Boris, que debe estar en alguna parte... y Josua, quien no sabemos si quiere continuar con su vida. Se hizo lo que se pudo con su pierna arrancada, pero le dijo a Gabriela que lo dejara morir. Al parecer, tenía una relación con Kelly, quien fue asesinada por un Cercano. La dejamos atrás...

Me sacudo con esa última idea, no había opción. Así como tampoco la había con el General, ni con todos nuestros compañeros. ¿Había forma de salvarlos? ¿Hubo forma de hacer que Oliv viviera? Detengo mis preguntas cuando Ulrich me sostiene la mano y Boris masajea el hombro.

–¿Qué sigue ahora? –pregunta Ulrich con una calma que jamás escuchado en su voz–. Tenemos casi un día sin movernos... ¿Cómo funciona esta nave?

–No necesitamos movernos por el espacio para llegar. Esperamos la coordenada–responde Barry–. La memoria tiene el mensaje.

–¿Y si no responden? –habla Wenn, sus cejas están unidas, se ve tan cansada como cualquiera de nosotros.

–Sí responderán–en la voz de Alek no hay duda. En sus ojos puedo distinguir algo más, a menos que el cansancio esté jugando en mi contra.

Continúan hablando, mi cabeza no puede procesar palabras por más que trate enfocarme. El dolor en donde está mi Krain persiste, lo único que me advierte es que mis niveles están más bajos de lo normal, pero eso no es una sorpresa. No me puedo permitir desvanecer de nuevo, ya es momento de que ate cabos y rellene preguntas por lo menos antes de llegar a Genova.

–¿Qué tan seguros están de eso? –pregunta Wenn apoyando sus manos sobre la mesa. Su cabello corto está pegado a su cráneo en una combinación de sangre, sudor y arena–. ¿Así como lo estuvieron de que buscarían a nuestros compañeros? ¿Los "desalmados"?

–Wenn–trata Al de detenerla, ella la evita de un movimiento brusco mirando con odio a Alek.

–Ustedes viven de suposiciones. Por eso que todos estamos casi muertos.

Wenn se retira dejando un silencio pesado. Ali sale detrás de ella. Alek mira una de sus manos sobre la mesa, el ceño unido que le hace sombra a sus ojos. Barry se recompone en la silla aclarándose la garganta. La amplia ventana de la habitación nos muestra la infinidad del universo, parece como si estuviésemos y no estuviésemos moviéndonos. Me quedo perdida en esa imagen hasta que Boris me agarra la mano, mirando al frente con los dientes apretados.

–Así que, lo que tenemos que hacer es esperar que respondan esta supuesta coordenada. ¿No?

Nadie responde por unos largos minutos.

–Sí–dice Barry.

Boris asiente, igual de sucio que nosotros, destrozado. Todavía sostiene mi mano.

–Entonces vayamos a descansar. Esta nave tiene suministros y una reserva de agua. Habitaciones donde hay camas. Vayan a asearse. KJ me ayudará a revisar lo que hay para comer.

Todos le hacen caso, los únicos que se quedan en la sala son Barry y Alek. Ulrich me espera en la entrada porque no siento que pueda moverse sin antes decir algo, aunque no sale nada de mi boca. Siento como si me hubiesen arrancado y escupido a una pesadilla peor.

–Yo espero que esto al final valga la pena–mi voz sale lastimosa, trago–. Que todos estos sacrificios que estamos haciendo tengan sentido. Y que mis sacrificios también valgan lo suficiente para conocer la verdad.

Alek no me mira, su silla está en dirección al panel de estrellas. Es Barry que asiente con esa cara de vergüenza que me provoca repulsión.

Ulrich me toma de la mano. Me aferro a su cuerpo sin sentir cómo camino, ni cómo respiro. Aquí no hay gravedad que nos haga levitar, pero siento como si mi mente estuviese allá afuera con las estrellas y galaxias, y no aquí dentro, donde debería estar.

La habitación en donde entramos es simple. Camas individuales con sabanas blancas y mesas de metal junto a estas. La iluminación proviene de las lámparas redondas que proyectan luz azul. Hace frío. Incluso con el Krain que regula mi temperatura, siento frío.

–Vamos a darte un baño–me dice Ulrich.

Esta habitación parece burlarse de mí. Se ve tan pacífica con sus esquinas curvas, todo blanco, el piso limpio y liso. Las camas que se ven cómodas. Parece un mal chiste.

Ulrich desliza sus dedos por mi cuello buscando mi atención. Me mira con las cejas unidas, sus ojos grises suplicándome.

–Vamos a descansar. Entra en el baño. Buscaré algo para ti.

El baño está al final de la habitación. Es simple, limpio, y blanco. Lo primero que veo al girarme es un espejo, en donde veo a una mujer de expresión derrotada y surcos de cansancio. Cubierta de sangre, como una cazadora.

Mis ojos se llenan de lágrimas, no puedo quitar la vista de esa persona que no reconozco.

Quiero gritarle, decirle que se pudra por no haber podido salvar a los demás, por no haber podido hacer nada por Oliv. Quiero estrellarle algo que la destruya por completo para no tener que verla nunca más. Le doy la orden al Krain que retire el traje de mi cuerpo. Quedo con las muñecas y tobillos marcados por una barra negra incrustada a mi piel, si intento arrancármela, voy a dejarme la carne viva.

Ni de esto puedo escapar, no puedo escapar ni de mi propio cuerpo.

La ropa debajo del Krain es una franelilla gris y shorts negros que se adhieren a mi cuerpo del sudor y la mugre. Sigo odiándolo, detesto esta figura que se dejó usar, incluso con el riesgo de destruirse a sí misma, todo con el pretexto de salvar a Abi, de recuperar a mi familia.

Ulrich entra en la habitación con ropa doblada en sus manos. Se me queda viendo sin interrumpirme, ni hacer el intento de limpiar las lágrimas que me hacen un camino por la cara sucia.

Se acerca después de dejar en algún sitio la ropa. Se pone detrás mí, continuo con mi mirada fija en el espejo. Ulrich comienza a deshacer mi trenza, mi cabello no se mueve, es seco y sucio. Desenreda mi cabello suavemente con sus dedos, me llega hasta más debajo de los hombros.

–Vamos a lavarte. ¿Está bien?

Siento sus manos sobre mis hombros en un intento de hacerme reaccionar.

–No recordaba cómo era mi cara–digo.

–¿Y qué ves?

Trago.

–No sé quién soy.

Ulrich toma una larga pausa mirándome a través del espejo, sigue tratando de desenredar mi cabello con esa expresión que parece más una máscara que usa para cubrir todo lo que está sintiendo.

–Eres Eleonora–me giro para verlo. Ulrich me acaricia el rostro, sujetándome como si nos fuésemos a perder en segundos–. Eres la misma que, aunque tenga miedo, se arriesga para salvarnos a todos.

Ulrich besa mi frente. Un ojo, después otro. Mis mejillas.

–Eres a la que amo incluso en medio de este mundo desastroso. En la que pienso cuando las pesadillas no me dejan dormir. Por la que sigo aquí. Eres la razón por la que hago lo que hago.

Habla con firmeza mirándome a los ojos, me deja sin aliento.

Lo beso suavemente, Ulrich me sostiene con sus cejas unidas. Es tan joven, somos tan jóvenes, y aún así, hemos sufrido más de lo que se puede ser honesto. Ahora sintiendo la respiración de Ulrich, sostengo esa sensación de refugio en mi interior por si alguna vez esto hace falta, que es muy posible que en algún punto del futuro, todo vuelva a salirse de los carriles.

Ulrich me aprieta en su pecho con un abrazo, ya no tiene puesto el Krain. Hace tanto no sentía el calor de su verdadera piel. Todos sus brazos tienen pequeños cortes, sus manos fuertes me acarician los hombros mientras sus labios me dan besos en la frente.

–Vamos a estar bien. Oliv ahora está bien. Sigamos por ella.

Más tarde, sin saber qué hora es, ni qué día. Ulrich y yo nos acostamos en la misma cama. Mi cara está limpia, tengo un corte en el pómulo reciente que arde, pero mi cuerpo está sin un rastro de sangre. El rostro de Ulrich, cerca del mío con los ojos abiertos, está igual de limpio. Él tiene un golpe en la ceja, hay una barba creciente que recubre la piel de su cara.

Hay una tenue luz de la lámpara de la mesa que me permite distinguir el gris de sus ojos, sus cejas pobladas, pero finas, algunos lunares. Acaricio su cuello y él suspira cerrando los ojos todavía sosteniendo esa pena en su rostro.

Sus manos se sienten suaves mi cabello, quisiera quedarme aquí por siempre. Olvidar que alguna vez fui una asesina o que perdí a mis seres amados. Quisiera con todas mis fuerzas existir para vivir este ahora en busca de borrar ese dolor palpitante que va más allá de mi corazón.

No quiero cerrar los ojos, veo a Oliv dejar de respirar cada vez que lo hago.

No quiero dormir, temo que esas bestias me devoren en mis pesadillas.

Quiero quedarme despierta bordeando el rostro del hombre que amo, fingiendo que soy una muchacha que está experimentando el amor en un mundo normal donde no tengo que luchar para sobrevivir.

–¿Cómo crees que sea Genova? –le pregunto. Él suspira una vez más.

–No quiero imaginármelo. Cualquiera de las opciones me decepcionaría.

–Siento que conozco ese lugar, aunque jamás lo he visto. No recuerdo que haya aparecido en mis sueños.

–¿Qué más viste en esos sueños? –casi susurra, como adormilado mientras acaricio su rostro.

–A todos. A Moonrik, Alek y Barry. También a Abigail, a mi papá. Es como si fuesen más bien recuerdos, pero cuando creo que estoy a punto de recordar, se esfuman. Precisamente como un sueño.

Él suspira. Estamos viajando sin movernos a ningún lado, es como flotar. Aunque no sé si es por la nave, o es por lo que estoy viviendo ahora. Un momento de seguridad después de años. Unas horas en las que puedo fingir que estaremos a salvo.

A pesar de esa sensación, en mi cabeza esos recuerdos pasean como un eco. Mañana, en horas o semanas, nuestra vida va a volver a cambiar.

–Si algo me pasa... –empiezo. Me sisea–, en serio.

–Nada te va a pasar.

–Sabemos que eso no es verdad.

Ulrich abre suavemente sus ojos grises.

–No lo voy a permitir. De ahora en adelante, no te dejaré.

Sus palabras lastiman. Es una mentira que no proviene de él, sino de las circunstancias. Acaricio una vez más su cabello acercándome más a su cuerpo.

–Si algo me pasa, tienes que seguir adelante–digo finalmente, él no responde–. No sabemos qué pasará en Genova. No sé por qué tengo estos recuerdos o sueños, lo que sé es que nos encontraremos con algo muy distinto a lo que hemos vivido.

–Sea lo que sea–comienza, sus manos se deslizan por mi cuello. Ulrich me observa fijamente a los ojos, veo temor en ellos, también determinación–, ya superamos todo esto. Lo que sea que tenga que pasar, estaré a tu lado.

Asiento. No puedo decir nada más porque me besa y me deja acostarme sobre su pecho, donde las pesadillas me despiertan del susto, pero él está ahí para abrazarme después. 

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