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Capítulo 23

Eleonora

–¿Qué carajo es esto? –dice Boris junto a mí. Yo me quedo estática en el sitio.

Alek pasa delante de mí, examinando con Ulrich los cuerpos flotando en cápsulas, conservados en líquido verde azulado. Todas son mujeres. Hay aproximadamente cinco hileras de diez puestos en donde ellas están dormidas, ¿o muertas? Empiezo a caminar entre ellas buscando algo que no me permito terminar de imaginar.

Ella podría estar aquí... ¿Y si mi madre está aquí? Camino entre ellas con mí respiración agitada, con mis manos temblando mientras mis ojos detallan cada facción del rostro de estas mujeres jóvenes, buscando algún indicio de cabello rubio cenizo.

Me detengo frente a una con el cabello rubio cuando Alek me toma abruptamente del hombro.

–Es imposible que Abigail esté aquí–me quedo observando a la mujer frente a mí, está completamente desnuda. Hay un tubo en su boca que va hacia arriba, se conecta con el tanque que hay detrás de su cápsula–. No la busques.

–¿Quiénes son ellas? ¿Por qué todas son mujeres? ¿Quién les hizo esto? –a pesar de que ella no se asemeja en absoluto a Abigail o a mamá, siento que puedo verlas a ellas en esta mujer. Sus extremidades flotan en un sueño infinito, ¿dónde está ella? ¿En dónde está su consciencia?

–Son mujeres de Genova. Es lo más probable–responde.

–¿Qué les hicieron? –pregunta Ulrich, su voz es demandante–. ¿Cuánto tiempo tienen aquí?

Todos miramos a Alek, él mantiene sus manos detrás de su espalda y una expresión relajada, aunque podría llegar a ser triste.

–No es tan sencillo de explicar.

Hay un silencio demasiado pesado para obviarlo, lo noto antes de que pueda responder. Le advierto con la mirada a Alek quien no tarda en entender. Salimos rápidamente y observo la puerta donde noto que todos mis compañeros están apuntando hacia afuera. El General va de primero, tensando su Vértebra atento al sonido que reconozco de inmediato.

Metálico, y a la vez, como la risa de una hiena. Aunque esta vez el sonido es más agudo, lo hace más terrorífico. Mi piel se eriza, también me pongo en posición. El cañón de mi Vértebra se carga mientras tomo aire entrecortadamente.

Los latidos de mi corazón se hacen pesados.

–Atentos–nos dice el General.

Suenan como varios a la vez, como metal siendo golpeado con una brutal violencia. Trago en grueso.

Se disipa el sonido de sus risas repentinamente, no me relajo, es justo lo que hacen antes de atacar. El General sube abruptamente su cañón hacia arriba, donde dos Cercanos justo como los que encontré dentro de camión, nos muestran su boca negra llena de dientes.

El General dispara sin dudar, ambos caen con su piel negra derritiéndose en el suelo como caucho.

–¡Corran! –grita el General.

Veo que Oliv sujeta de las muñecas al niño de Genova antes de que todos salgamos disparados por la puerta. Los sonidos de los Cercanos vuelven a intensificarse, son como del tamaño de un perro, pero sus garras y dientes lucen igual de letales que las de un Cercano común. Corremos con Alek y el General adelante.

Cuatro Cercanos salen de la barandilla con sus garras fuera, saltan hacia nosotros. Rei le dispara a uno y le clava un cuchillo en el ojo, su sonido de dolor hace que mis oídos piten. Corro a ayudar a Al quien lucha por quitarse uno de encima, le disparo en la cabeza y Al le termina de asesinar.

Más Cercanos pequeños se acercan a nosotros por delante, es como una pequeña ola de esas bestias. Se convierte en una masacre de sangre negra y roja, uno de ellos hace un rasguño en mi mejilla, me saco rápidamente una daga del muslo y no dudo en clavársela inmediatamente en el ojo.

–¡Llévatelos! –grito. Alek y Ulrich me miran a la vez–. ¡Llévenselos a la nave!

Alek ayuda a Oliv con uno y empieza a correr con ella y el niño, Ulrich le dispara ferozmente a los que continúan subiendo por la barandilla mientras Boris acuchilla a uno en el suelo que grita con dolor, Kelly le dispara a uno que salta hacia Boris y lo mata antes de que le haga daño.

Pero uno le salta a ella directo por el cuello, no tarda en reaccionar, disparo mientras grito con todas mis fuerzas... Es demasiado tarde. Ella ya hace en el suelo con el cuello abierto.

–¡NO! –la voz de uno de mis compañeros, Josua, se desgarra con su nombre. Ella era parte de su equipo, se descuida y un Cercano le ataca por la pierna, arrancándole un pedazo debajo de la rodilla antes de que el General le dispare. Le da la orden rápida a Boris de que se lo lleve, sin dudarlo, Boris se lo lleva a los hombros, Josua continúa gritando con desesperación.

–¡Corran! ¡Sigan a Ulrich! –él continúa disparando hasta que escucha su nombre. Por un breve instante me encuentro con sus ojos y lo entiende. Llévatelos.

Doy unos cuantos disparos más antes de levantar a Wenn del suelo y correr hasta que mis piernas arden. Es como aquel día. Wenn se convierte por un momento en Abigail, me aferro a ella para seguir, para ignorar a mis pulmones que me piden que me detenga y el corte en mi mano que no deja de sangrar.

Corro como ese día que perdí a mi familia, siguiendo a través de mi Krain la posición de Alek. Volteo a ver un segundo y me alivia encontrarme con Al y Gabriela. No suelto a Wenn, también siento como aprieta mi mano.

Escucho bombas explotar detrás de mí, Al y Gabriela las lanzan para retrasarlos, no creo que sea suficiente. Siento que mi corazón llora la pérdida de más compañeros, los dejamos de nuevo atrás.

Le disparo por instinto a un Cercano que nos sorprende en la escalera, lo sé, ellos nos siguen. Estamos cerca, veo el posicionamiento de mis compañeros mientras mi Krain me indica mis niveles de estrés, mi estabilidad mental solo se sostiene por la adrenalina porque empiezo a delirar, por un segundo me siento otra vez esa chica de diecisiete años a la que su madre le pidió huir.

Escucho la voz de mamá gritarme que huya mientras esta camada de Cercanos se aproxima a devorarnos. Este sucio lugar es un laberinto, tengo que girar unas cuantas veces antes de dar con la enorme entrada en la que Boris me grita que corra. Miro hacia arriba, de nuevo el cielo se está cayendo, de nuevo perdí de vista a mamá y papá. Nos abandonaron.

Jamás los busqué porque ellos me abandonaron primero.

Los latidos de mi corazón están en mi boca, no suelto la mano de Wenn. Este lugar está lleno de naves vacías, la que está frente a mi... Es en donde el resto espera.

Es la nave de media luna. Blanca y enorme, llena de secretos. Ahí está todo por lo que hemos estado luchando hasta ahora. Mis ojos sin yo darme cuenta, empiezan a humedecerse incluso cuando la adrenalina en mi cuerpo no da señales de disiparse.

Ahora cubierta de polvo, un mito, pero es nuestra salida de este lugar. Es real.

–¿Dónde están Ulrich y KJ? –casi le grito a Barry que mueve sus dedos sobre el teclado, esas bestias están cerca, los escucho desde aquí–. ¡¿Dónde están?!

Mi voz se desgarra, escucho muchos sonidos, las risas asesinas de los Cercanos, los gritos de mis compañeros y el túnel que empieza a abrirse en la pared de piedra que sostiene todo este lugar para que salgamos. La nave se abre, los Cercanos empiezan a aparecer, no dudo en disparar mientras los demás suben a la gran nave en forma de media luna, esa de la que dudamos, esa que también es una esperanza.

Oliv corre hacia ellos y, antes de que pueda gritar para que se quede, aprieta el botón del escudo...

–¡Eso bastará para que Ulrich y KJ regresen! ¡Tuvieron que abrir esa puerta manualmente! ¡Los controles de las puertas están allá! –señala detrás de mí la gigante pared de piedra con nuestra salida, un rectángulo sin iluminación más que el leve reflejo del sol, muy arriba de nosotros. Mi corazón late a mil por hora conforme los Cercanos pequeños, tan feroces como sus madres, se amontonan en el escudo que empieza a parpadear.

Se aplastan unos contra otros en el vidrio, gritan con sus sonidos metálicos, mi corazón palpita con fuerza, me sudan las manos.

Oliv, con el rostro bañado en sangre negra, apunta hacia ellos como yo con las Vértebras, escucho su respiración. Mis pensamientos se dirigen hacia Ulrich, hacia KJ. El Krain trata de hacer una conexión con ellos, es en vano...

–¡No puedo comunicarme! –grito.

–¡Suban ya! –escucho a lo lejos la voz de Barry quien nos grita desde la entrada de la nave, se sostiene de la puerta mientras los motores empiezan a encender, apenas puedo distinguir su rostro. Todo se vuelve rojo repentinamente...

Suenan alarmas.

–¿Ahora que mierda está ocurriendo? –grita Oliv a mi lado. Barry no deja salir a Al para ayudarnos, distingo de reojo un forcejeo antes de escuchar la advertencia. Una sirena.

–¡¿Ahora qué?! –mi voz se escucha desesperada, el escudo empieza a titilar. Sé lo que ocurre cuando empieza a caer tierra del techo, las piedras, polvo y la arena me llena el cabello, pero yo sigo apuntando al escudo que está a nada de desvanecerse, los Cercanos nos muestran su boca negra y sus garras largas que promete desgarrarnos.

–¡Eleonora! –escucho la voz de Ulrich, miro hacia atrás. Los motores de la nave están encendidos, es casi silenciosa de no ser por sus motores que giran con el mismo tono azul del que era el cielo, el mismo color del cañón de la Vértebra. Empieza suavemente a levitar, la camisa de Barry aletea con el viento. Dejo de escuchar el latir de mi corazón cuando veo que el escudo se apaga.

Cuando los Cercanos, sin piedad, corren hacia nosotros.

–¡Corre! –Oliv me agarra de la muñeca para acercarnos a la nave. Un Cercano me tumba al suelo, no pierdo el chance de clavarle mi último cuchillo en el ojo.

Su sangre me entra en la boca. Le grito a Oliv que corra, ella sigue disparando, pero se acerca una manada bastante grande como para acabar con ambas. Mis piernas arden mientras intentamos llegar, Ulrich y KJ disparan desde su posición para darnos más tiempo, la nave ya levita unos metros sobre el suelo... ¿Sí nos van a dejar y me equivoqué?

El frío me quema la piel cuando escucho el grito de Oliv. Es alcanzada por el profundo rasguño de un Cercano antes de ser abatido por los cañones de KJ y Ulrich que no se detienen. Sin pensarlo un momento, la agarro de los brazos para levantarla sin detener mis pies, chorrea sangre. Nos van a destrozar.

–¡Vete, vete! –me grita. Aprieto todavía más mi agarre cuando grita, reuniendo fuerzas para levantarla sobre mi cuerpo mientras su pierna deja una estela detrás de nosotras.

Un Cercano grita lo suficientemente fuerte para acribillarme los oídos antes de que el General tome a Oliv con el rostro enrojecido y la lance a la nave. Me ayuda a subir mientras Ulrich protege sus espaldas. KJ se lanza junto a mí dentro de la nave, Barry ya no está aquí. Observo a Oliv, que tiene los ojos abiertos llenos de horror, su cara, como la mía, bañada en sangre espesa y negra de los Cercanos.

–¡La puerta! ¡Se está cerrando! –grita Ulrich mientras continúa disparando. A su Vértebra no le queda casi energía, desde aquí puedo ver la misma expresión de desesperación que tengo yo.

Escucho al General desde la puerta maldecir y golpearla, se baja mientras la nave vuelve a subir con lentitud.

–¡Voy yo! ¡¿Dónde está esa mierda?!

Todo esto pasa en cuestión de minutos, demasiado rápido para que mi cabeza lo procese, demasiado intenso para que mi cráneo duela del lado en donde está el Krain, ni me molesto en hacer un gesto porque veo como el General empieza a correr mientras le dice a Ulrich que lo cubra lo suficiente para dejarlo llegar.

–¡No va a poder volver! –grita Oliv.

Ulrich da unos cuantos disparos más antes de que el cañón no ceda más. La nave se ha despegado lo suficiente del piso para que el salte y sólo la alcance con las manos. Soy la primera que se lanza a él para subirlo, escucho que afuera empiezan a caerse pedazos. Entre KJ y yo lo subimos con todas nuestras fuerzas.

Un Cercano se aferra a la puerta.

Ulrich le da una patada en el ojo, pero no es suficiente, KJ lo asesina con su Vértebra. Sus manos están temblorosas y su cara aterrada.

–¿Dónde está? –Ulrich habla con su Krain, KJ sigue apuntando a la puerta. ¿Ya no nos alcanzan? –. Está bien, es la palanca gris junto a los monitores. Hay una llave, gírela y podrá jalar la palanca.

–¿Volverá? –pregunto. Ulrich no me contesta, veo que traga.

–Está bien–le responde a su Krain.

–Eleonora–del Krain habla el General. Repentinamente, el pecho empieza a dolerme. Él no va a volver.

–¿Sí?

–Tu papá estaría orgulloso de ti–la nave se mueve como si hubiese caído algo sobre ella, sigue levitando, escucho como todo a mi alrededor se hace pedazos. El único lugar a salvo es aquí dentro... Eso también es una mentira–. Hice lo que pude para mantenerlos unidos a ustedes... Para mantenerte con vida.

Nuestro alrededor empieza a derrumbarse, los Cercanos siguen gritando mientras nos elevamos para llegar a la salida. Para ser libres... Mientras el General se queda aquí, sacrificándose por nosotros. Mi pecho se aprieta. Ese hombre amargado que odié por años porque no me daba el permiso que yo quería. Él sabía que no iba poder llegar, que yo podía morir. Estuvo pidiéndome que no muriera desde que llegué a la IS. Alguien además de mi equipo y de Ulrich, ya me había pedido que no muriera.

Mientras nos elevamos con una lentitud tensa, y veo a mis compañeros sintiéndome aturdida, escucho la respiración del General. Ninguno dice nada, él está en conexión con nosotros en el Krain. Donde está ya debe haber oscuridad, ¿tendrá miedo? Ulrich me sujeta la mano con una expresión de terror que no había visto antes.

–Gracias–digo a través de la línea.

–Manténganse unidos.

Podría decir que sentí como sonrió un poco antes de perder el contacto para siempre...

Miro hacia al frente temblando del terror, mi estómago quiere devolverlo todo. Este lugar se está desboronando como mis esperanzas. Ya no hay luces, nada más gritos de los Cercanos y la interferencia que queda en la conexión del Krain, las últimas palabras del General son ahora un eco para mí.

Estoy bañada en sangre, el olor me marea, el sabor me asquea. Pienso en el General, en mis compañeros que acaban de morir, ellos habían logrado llegar aquí... Una vez más, algo nos arrebató las expectativas, las opciones. Las manos me sudan, el pecho me palpita, ya casi no puedo respirar.

–¿Oliv?

Cruzo mi mirada, KJ tiene a Oliv agarrada de la mano. Ella está sin color y con los ojos entrecerrados.

–¡¿Oliv?! –le grita KJ sujetándola de los hombros. Algo en mí termina de perderse por completo–. ¡Olivia, no, por favor! ¡Dios! ¡No!

La voz de KJ se desgarra, me quedo inmóvil mientras veo que Ulrich le aprieta el abdomen a Oliv en el intento de hacer que no pierda más sangre, su Krain ha desaparecido. Escucho mi respiración sintiendo el dolor de esto hasta en los huesos. Boris se lanza al piso junto a ella, sus gritos se distorsionan en mis oídos.

–¡Sosténla, Boris!

Le grita Ulrich mientras la acuesta en el piso. Trata de reanimarla, fijo mi mirada en su mano flácida en el piso de esta nave. En los ojos cerrados que jamás volverán a ver las estrellas del cielo en las noches de turno. Su sangre carmesí manchando el blanco brillante de esta superficie cubierta de polvo y tierra, manchando las manos de Boris que nunca podrá hacerle esa pintura que ella le pidió, esas manos desesperadas por retener su vida.

–¡No, Oliv! ¡¿Por qué?! ¡No nos dejes, Olivia! –trato de sostener a KJ conforme para mí todo transcurre con lentitud. El velo del tiempo cubre esta escena, los segundos se escapan, los minutos no existen. Se ocupa de dejar la miseria a su paso, de borrar los recuerdos de esperanza para trazar con su estela la más profunda de las penas.

Los gritos de KJ retumban en mi memoria donde el recuerdo de mi amiga, que estaba hace unos minutos con vida batallando a mi lado, pidiendo que la dejara para yo salvarme. Que hace días me hablaba sobre estrellas, sobre su madre, que me decía que ellos, este equipo, era mi familia ahora.

–¡Maldita sea!

La imagen de Boris gritando de dolor, de sus lágrimas dejándole un rastro en el rostro y de Ulrich presionando repetidamente su pecho en el intento de traerla de regreso, es peor que cualquier pesadilla que haya podido tener con alguna de esas bestias que la asesinaron, peor que un Susurro, que mis pesadillas con Abigail, que la muerte. Puedo matar a los Cercanos y Susurros, a Oliv ya no la puedo tener de nuevo...

Porque se ha ido. 

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