Capítulo 22
Eleonora
El camión continúa moviéndose abruptamente mientras andamos. El Krain de KJ, quien ahora tiene la mirada perdida, nos enseña el camino. Estamos por llegar.
Ninguno aquí presente dice ninguna palabra, incluyéndome. Cuando intento hacer contacto visual con alguno para tratar de compartir su dolor, me esquivan. Me tratan como si hubiese revivido de los muertos.
Así fue.
Pero volví porque quería estar con ellos, a pesar de que todo está difuso en mi cabeza, aunque todavía donde está mi Krain en mi cerebro palpite, estoy aquí porque volví a protegerlos.
Me siento desconectada, trato de procesar lo que sucede a mi alrededor. Lo único que logra mi cabeza es confundirme con voces y recuerdos que no son míos, pero sí soy yo quien los oye o realiza.
Supe después de despertar que debíamos llegar a Inferno, esa nave que estamos buscando es muy importante a pesar de que no entiendo el por qué. Estoy cerca de descubrirlo, ¿será por fin la respuesta que tanto hemos esperado?
Barry y Alek, Moonrik, son de Genova. No sé si dejaron esas pistas para nosotros, lo que sé es que ellos pertenecen allá, quieren volver con esa nave. ¿Tengo que ir?
Diez minutos para llegar.
No quiero encender mi Krain, me da miedo encontrar todos mis porcentajes e índices por el suelo. Lo más probable es que así sea. No quiero ser más paranoica.
Después que desperté sentí una clase de esperanza que no había sentido en mucho tiempo. No esperaba encontrarme con este desastre, el pecho se me aprieta cada que recuerdo a los compañeros que dejamos atrás. Sin embargo, siento todavía esa esperanza que me dice que tengo la oportunidad de recuperar a Abi... De salir de todo esto.
No quiero ser una elegida. Es más bien mi responsabilidad el buscar la solución para lo que sea que hay detrás de esto.
Hay algo también que me dice que estamos bastante cerca de encontrar la salida.
–Ya estamos por llegar–digo. Ninguno me responde.
Ulrich junto a mi parece que no respira. Ha estado en silencio desde que ocurrió el accidente.
No fue ningún accidente. Fue un maldito atentado. ¿Pero por qué? ¿Por qué no acabar con nosotros y ya?
¿Qué es lo que quieren?
El camión se detiene. Todos tenemos nuestros Krain activados, amenazantes como cobras. Es lo que parecemos con los cuchillos debajo de las escamas del traje, las Vértebras encendidas sobre nuestras espaldas.
Soy yo quien abre la puerta.
Quito del campo de visión que me ofrece el Krain, mi estabilidad física y mental están estado de alerta. Ignoro eso para disponiendo de primer lugar el terreno junto a los posibles peligros, no me enseña nada. No hay nada. Estamos en medio de un desierto craquelado. Mis compañeros bajan detrás de mí, los del otro camión tienen la misma reacción confusa.
El sol me pica en la piel, desierto amarillo se extiende más allá de lo que puedo llegar a ver. Realmente no hay nada que nos indique que algo estuvo aquí, menos Inferno.
–¿Aquí es? –le pregunta Barry a Alek tratando de sonar neutral. Alek, con los datos del Krain saliendo desde su muñeca, asiente.
–Es aquí.
–Está bajo tierra–dice Boris.
Me giro a verlo, se ve convencido.
–Sí–responde Alek.
–¿Cómo sabes eso? –pregunto. Se sube de hombros.
–Es evidente. Ya Alek hubiese entrado en pánico de no ser así.
En otra ocasión hubiese sonreído. No ahora. Boris se ve demacrado y más delgado. Es la viva imagen de todo el sufrimiento que experimentamos en este estúpido viaje.
–Inserta el USB en la computadora–le dice Alek a Barry sin dejar de mirar los datos que salen de su muñeca.
Barry se saca del bolsillo el USB sin emitir ninguna expresión. Deja la laptop en el suelo para seguido, hacer lo que le dijo Alek. La pantalla de la laptop empieza a mostrar números en toda la pantalla por unos segundos hasta que se detiene.
–¿Qué hay? –pregunta Boris, no obtiene respuesta.
–Según Moonrik... –inica Alek–. Esto activará la entrada. El resto nos corresponde.
–¿Hay Cercanos ahí abajo? –soy yo quien pregunta, de nuevo no hay respuestas.
–Está bien–dice Barry. Veo su mano temblar antes de darle click.
No ocurre nada. Hasta que empiezo a sentir y escuchar la tierra que se mueve debajo de mis pies.
–¡Quítense todos! –grita Alek.
Empezamos a correr en la misma dirección, el suelo se levanta dejando una estela de tierra que se nos mete por los ojos en el camino empinado sobre el que corremos. Soy la primera en saltar cuando se levanta lo suficiente para hacer rodar uno de los camiones hacia abajo. Veo detrás de mí como se abre lo suficiente para dejar entrar un avión sin problema, la tierra sigue bajando desde el borde, mi traje se vuelve amarillo y tengo que entrecerrar los ojos para evitar rascarme.
Tiene altura suficiente para caber todos debajo de su sombra, tiene forma de sótano. Lo único que veo desde aquí es oscuridad. La plataforma nos indica que tenemos que bajar, podría caber aquí seis de nuestros camiones a la vez y aún quedaría espacio. No habría imaginado que sería tan grande... Y tenebroso.
–Bueno–dice Boris junto a mí con la respiración agitada, igual de amarillo que yo por la tierra–, ahora sí que no podemos volver. Los camiones salieron volando. Pero funcionó, ¿no?
Algunos tosen, otros se levantan del piso. Ulrich se asegura que Oliv esté bien mientras le ayuda a ponerse de pie. Barry se aferra a la computadora sorprendido y hasta nervioso. Alek está a unos pasos de entrar, estático en el sitio.
Mis pies se dirigen hacia él, noto que tiene la mandíbula apretada y se tensa más cuando me paro a su lado.
–La última vez que estuve aquí sospeché que no volvería en un largo tiempo–dice–. Tenía razón.
–¿Cómo vamos a volver?
–¿A Base Unión? –Alek se voltea a verme–. A Genova.
No me tomo la molestia de responder.
–Unos días, dos quizás, antes del veintidós de octubre, yo estuve aquí. Traje una nave.
–Una Media Luna–su asentimiento es casi imperceptible–. Sí eran reales.
–Tenía que hacer algo simple. O eso pensaba, hasta que verdaderamente te vi ahí. Eras una niña. Fue difícil encontrarte. Tu familia estaba bien protegida. Tu papá se encargó de eso.
–¿Mi papá? ¿Lo conociste?
–No. No había estado aquí en la tierra antes de eso. Pero Moonrik me lo advirtió. Era normal para él ir y venir. Aunque le gustaba más la tierra que Genova–su voz es tranquila. Mantiene sus manos quemadas detrás de su espalda.
–Pero él no me reconoció.
–Tratábamos de hacerte recordar. Se sorprendió cuando te vio a pesar de que sabía sobre el plan. Tu papá trabajaba aquí antes del incidente. Trataba de gestionar las opciones para un posible ataque en el futuro junto a la aviación.
Me atrevo a preguntar lo que por años evité incluso en mi cabeza.
–¿Sabes qué pasó con él?
Alek aprieta los labios, deja escapar un suspiro después de unos largos segundos.
–Temo decirte que no.
No puedo decepcionarme. Aunque eso explicaría por qué no encontré nada de él. ¿Eliminarían sus datos de la red por lo que trataba de hacer?
–¿Qué pasó con quienes desaparecieron?
Me encuentro con su mirada. Alek apareció en esos sueños que tuve cuando inhalé el gas. También después cuando estuve inconsciente. Me siento extrañamente familiarizada con el color marrón claro de sus ojos, la nariz larga y labios finos.
–¿Cuándo me dirás la verdad? –pregunto.
Su mandíbula de nuevo se aprieta, esta vez con dolor, el mismo que muestra cuando hace ese gesto conocido para mí: "quisiera decírtelo, pero no puedo". Lo he visto desde que entró a mi vida de nuevo. La última vez que lo vi curó mi pierna, me salvó.
–¿Por qué te fuiste ese día?
–Ponía en riesgo tu vida.
–¿Y si tú morías?
–No soy el más importante en esta misión. Estoy seguro de que ellos hubiesen encontrado la forma.
–Alek, ¿tú eres importante para mí? –pregunto con sinceridad, solo así cambia su gesto antes de que Barry nos interrumpa. Veo a mi equipo percatándome de que estaban escuchando. Me alejo para estar junto a Oliv. Ella no se molesta en mirarme.
–Es momento–dice Alek en tono militar sin hacerlo parecer una orden–. Para esto fueron todos los sacrificios que hicimos en el transcurso. Ustedes que sobrevivieron–dieciséis personas, incluyéndome, más Alek y Barry. Es todo lo que quedó. El chico de Genova. Seis mujeres y cuatro hombres, más Boris, KJ y Ulrich–, tienen la responsabilidad de seguir adelante.
Su rostro se relaja, también su voz con esas últimas palabras. Siempre que habla mantiene sus manos detrás de la espalda. ¿Le da vergüenza o es una postura que simplemente adopta?
Toma una respiración profunda cuando traga, como si intentara agarrar valor para decir las palabras que está pensando.
–Barry Tyesson y yo provenimos de un planeta llamado Genova–incluso yo me sorprendo, nadie habla–. Nosotros dos vinimos aquí para tratar de ayudar. No queríamos esto, no queríamos que sus compañeros murieran. Yo no los conocía personalmente, pero sus muertes y nombres siempre pesarán en mi memoria... Nuestros planetas comparten una injusta historia de avaricia. Ahora nosotros, incluyendo a quienes defendemos lo correcto, sufrimos las consecuencias.
Hay una pausa donde mira al suelo por un par de segundos.
–Genova tiene una grave situación desde hace años. No sabíamos que empeoraría en todos los sentidos. Yo vine aquí con una nave donde posiblemente se encuentre una solución para ello, y también, para buscar de su ayuda. Elegimos a los mejores. Sus compañeros fueron valientes y no sobrevivieron porque las situaciones ya nos sobrepasaban. No pretendo que nos entiendan, no es justo para ustedes. Mas espero que puedan ayudarnos a terminar con esto.
Lo que se escucha es el silencio. Incluso Barry todavía sostiene tembloroso su computadora esperando la reacción de los demás. Todos lo sabíamos, pero escucharlo es confuso. Alivio porque al fin estamos descubriendo algo importante después de años. Enojo por los sacrificios que se tuvo que hacer.
Aunque hay algo que pensar y es que ellos, Barry y Alek, no terminan de ser los responsables.
Son ellos.
Por esa razón soy yo quien da el primer paso con mi Vértebra en mano. No sé si todos me siguen, lo que sé es que se empiezan a escuchar pasos detrás de mí.
La plataforma es una rampa amplia sencilla, lo que veo delante de mi es lo que me indica el Krain en rojo, vacío.
Hasta que llegamos al final donde es del tamaño de un centro comercial regular, aunque no le quita lo impresionante. Lo que alcanzo a ver con mi visión en infrarrojo, son dos helicópteros y camiones como los de nosotros alineados uno al lado del otro. Bultos de armas, bombas, Vértebras. Como un almacén de todo lo que podemos necesitar.
A nuestros dos lados siguen apareciendo bultos de cables, cajas de materiales, ruedas enormes para los camiones. Sigue habiendo espacio suficiente para más. Estoy segura de que este no es el único almacén cuando veo en medio la gran puerta gris frente a nosotros, justo hacia la que nos dirigimos.
¿Qué más hay dentro de este lugar? ¿Qué más no alcanzamos a ver?
–Aquí había incluso invernaderos y pequeñas residencias–escucho la voz de Alek detrás de mí mientras con la poca luz que proyecta mi Krain me asombro con la cantidad de cosas que hay a nuestro alrededor–. Cuando yo llegué, esto no era un almacén. Supongo que dejaron todo esto abandonado aquí.
–¿Ahí es en donde debemos entrar? –pregunto señalando la puerta gigante hacia la que nos dirigimos.
–Sí. Es ahí.
Es una puerta simple de metal, no tiene nada que pueda asustarme. De todas formas, mi corazón late con fuerza. ¿Podemos encontrar al fin una respuesta para esto?
Me detengo frente a ella pensando en mis compañeros que murieron a manos de... ¿Quién? ¿El Primer Gobierno? ¿Ellos, los de Genova? No pueden morir en vano.
Por esa razón, la abro sin más.
A pesar de que está oscuro, noto que la estructura nos envuelve en un cilindro lo suficientemente amplio para guardar oficinas y habitaciones, algunas con las puertas de metal cerradas, otras abiertas por el apuro de escapar. No hay esquinas, solo pasillos profundos.
Me acerco para tocar la barandilla, asomándome puedo notar que continua con un patrón similar y no logro ver el fondo. Hay distancia entre una plaza y otra. Es solo un vistazo de lo que es este lugar, estoy segura. No hay tiempo para recorrer los pasillos, pero aquí debe de haber mucho más. Las paredes son grises, las lámparas del techo tienen forma hexagonal y la del medio, la que se alinea con la profundidad que permite la vista a las demás plazas es la más grande, son muy parecidas a un panel solar.
–No es interminable, pero su diseño hace que parezca que es así. Hubo espacio suficiente para alojar a muchos científicos y militares de Genova–dice Alek junto a mí.
–¿Qué es lo que realmente ocurrió? ¿Por qué ustedes se fueron?
Mira por un breve instante al suelo.
–Por su ambición.
–Es la última plaza–indica Barry con su computadora en mano–. Después de donde están los laboratorios.
–¿Cómo metiste la nave aquí? –pregunto.
–Hay ascensores, plataformas y túneles. Esto es solo una pequeña versión de la base que está en Genova. Ellos no sabían qué iban a atacarlos. Pensaron que se trataba de otra descarga de provisiones e información. Ejecutaron el plan de evacuación cuando ocurrió. Pasaría quizás un día y medio, dos, después de que dejara la nave aquí.
–¿Cómo estabas tan seguro de que iba a funcionar?
–No podía dejarla en otro lugar. No había más opción–responde cuando empezamos a caminar.
Miro hacia atrás donde está el resto de mis compañeros. Poco he hablado con ellos, algunos son de equipos distintos. Sin embargo, ninguno baja la mirada o aparenta estar asustado. Aunque a Al le sangra la frente, ella era del equipo de Samir. El que se puso una pistola en la cien. El equipo E2210, todos ellos están muertos. Excepto ella.
–Tu frente sangra.
Se lleva los dedos a su cabeza.
–¿Te sientes bien?
–No me había percatado de ello–Al tiene rasgos fuertes y tiene ojos verdes oscuros, con los que me observa sin expresión alguna.
–Buscaremos algo con qué limpiarte.
–No es necesario. No me duele.
–Lamento mucho lo que ocurrió con tu equipo.
Asiente con lentitud.
–Samir siempre fue muy sensible. No estaba preparado para esta misión.
–Creo que nadie lo está.
–Pero hay otros más fuertes que otros–responde casi de inmediato–. Los que estamos aquí, es porque fuimos más fuertes. Hay que mantenernos así.
No sé si quiera decir que sí, termino por asentir sin más nada que agregar.
Nuestras botas se escuchan pesadas cuando caminamos, cualquier sonido hace eco en todo este lugar. Hay lámparas en forma de panel en el techo apagadas. Las escaleras de granito por las que bajamos nos llevan a una segunda plaza similar a la primera, en esta hay más pasillos. Todo aquí es gris, los vidrios son amplios y oscuros. Me asomo en una de las habitaciones que tiene la puerta abierta, se ven máquinas apagadas, mesas con implementos de trabajos y computadoras. También sillas volcadas.
Ulrich abre una de las puertas que resulta ser una gran habitación con camillas y muebles, debió de ser una enfermería. Agarro una gasa de una de las estanterías y se la paso a Al quien me agradece con un asentimiento.
No perdemos mucho el tiempo ahí, continuamos el camino viendo con la ayuda del Krain y de las linternas de nuestras Vértebras.
–¿Dónde está? –escucho la voz de Oliv junto a Boris, quien responde es Alek.
–La última plaza. Ahí se dejaban las naves de Genova.
–¿Desde cuándo existe esto? –pregunto. Bajamos de nuevo escaleras en círculo, hasta llegar a la siguiente. Cada pasillo lleva a otro, es como un pequeño laberinto circular.
–La primera vez que Genova se comunicó fue en 1998. La primera señal fue aquí–responde Barry–. Por eso se llamaba Base Hope 77... Era una esperanza para ustedes. Los querían ayudar genuinamente. Crearon planes a largo plazo para solventar sus problemas de salud y tecnología. No todo salía bien, su sociedad estaba más atrasada. Aun así, nos quedamos.
Estuve esperando respuestas desde que perdí a mi familia. Buscando alguna razón para seguir adelante además de encontrar a Abigail con vida. Ahora que las tengo, no estoy segura de cómo sentirme. Ellos no vinieron a atacarnos, vinieron a ayudarnos. Y nosotros, ¿qué hicimos? ¿Sí nos merecemos esto después de todo?
–Como todo con el paso del tiempo, se corromperían algunas cosas. Habría contrabandos y algunos secretos de los que las élites estarían al tanto, pero era más fácil evadirlo con dinero. Eso no detuvo los planes que se tenían estimados para mejorar este planeta. No fue suficiente al final.
Siento ira fría. Sea lo que hayan hechos ellos en el pasado, ahora pagamos nosotros sus consecuencias. Saberlo así me dan ganas de volarlo todo. Siguen latiendo esos recuerdos en mi cabeza, no me llevan aún a ninguna parte, sé y no sé lo que viene a continuación.
–Ustedes querían armamento. Nosotros queríamos la paz–no se oye ni siquiera nuestra respiración, todos estamos sumidos en la voz de Barry que relata el pasado con neutralidad en su voz, ¿cómo no odia? ¿Cómo no quiere volarlos a todos? ¿Cómo es que, aun así, quiere ayudarnos? –. Claro que no somos unos santos. También somos humanos. Y como todo humano, cuando le atacan... Ataca. No sabría decirles si lo que ocurrió después no está bien, pero yo mismo sufrí por esas consecuencias. Después de eso, Genova no sería más el hogar de nadie. El Primer Gobierno terminó adueñándose de todo.
–¿Quién es el Primer Gobierno realmente? –pregunta Melany. Una de nuestras compañeras–. ¿Son ustedes? ¿Lo creamos nosotros?
–Los gobiernos de los países desarrollados estaban al tanto del intercambio que estaba ocurriendo entre Genova y la tierra. Digamos que los más conocidos empresarios y los políticos de más influencia, crearon esta... hermandad conocida como el Primer Gobierno. No eran más que inversionistas en los planes a futuro, hasta que todo ocurrió. Se aprovecharon de esto, de la mafia y de la necesidad de Genova. A estos últimos les conviene lo que ocurre.
–¿Y qué es lo que ocurre?
En medio de un silencio hueco, Barry suspira con pesadez.
–La exterminación de un futuro para cualquiera de las tierras. Si seguimos así, no quedará más que polvo–Barry ve la computadora en sus manos, su rostro cubierto aun por una ligera capa de tierra amarilla–. Ya estamos llegando. Dos plazas más y encontraremos lo que buscamos.
–¿Qué es esto? –escucho la voz de Boris asomándose en una de las puertas. Tiene un vidrio oscuro que no deja ver el interior.
–Boris–susurro como advertencia, él entra de todas formas.
Me voy detrás de él. La habitación es tan grande como una casa, las paredes blancas, mesas espaciosas y aparentemente frías por la porcelana. Hay demasiado espacio para máquinas, pantallas, tubos de ensayo y más. A mi izquierda, hay cuatro espacios completamente de vidrio... Boris se acerca a uno de ellos y me doy cuenta...
Hay alguien muerto en uno de ellos.
–Boris–mi corazón se acelera, Ulrich se dirige a su lado. Veo su expresión consternada, sigue unos pasos más allá buscando respuestas.
–No queda nada de esa persona–me dice. Por la posición en la que está pudo haber muerto con las piernas cerca de pecho. Quizás protegiéndose de la pesadilla de estar solo, le quito la mirada por respeto–. Lo dejaron aquí...
–Miren esto–nos dice Ulrich abriendo una puerta al final, nos acercamos. Escucho algunas botas curiosas detrás de mí.
Esto era un laboratorio, hay lo suficiente como para desarrollar la cura de cualquier cosa en este lugar. Tenían el presupuesto suficiente para esto porque, jamás vi algo así. Tanto dedicado a la investigación. Mesas con computadoras y microscopios, instrumentos de análisis. Cultivos de algunas partes del cuerpo, órganos conservados. Es un hospital completo en esta habitación.
Podría estar encantada de no ser otra ocasión.
Podría ser lo que más me hubiese sorprendido de este lugar.
Hasta que tengo que tragar saliva al entrar a la otra habitación.
Mi respiración se detiene un instante.
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