Capítulo 2
Ese día, la humanidad cambió, para bien o para mal, pero cambió.
Año 2044. Día sábado, 22 de octubre.
El mundo enteró se estremeció ante una amenaza. No era una amenaza, hasta después de esos ataques. Conocíamos sobre ellos, o por lo menos, nos los habían mencionado en la escuela y los políticos sin más remedio. No era un secreto que no éramos los únicos en el espacio, y es obvio, ¿qué tan idiota hay que ser para pensar lo contrario?
Extinguieron a más de la mitad de los humanos. Son unas bestias. Tan rápidos que apenas tenías el tiempo para detallarlos antes de que te devoraran por completo. No sabemos cómo tienen inteligencia. Los conocíamos, más la población civil no sabía nada acerca de ellos. De dónde vienen, cómo son. Muy pocos los han visto como son realmente. Uno solo, en realidad. Y la única evidencia que hay de eso, es una grabación de una soldado antes de morir. ¿Cómo esos malditos monstruos pueden pilotar? No lo sabemos, son preguntas de los analistas del ejército. Preguntas lógicas sin respuesta.
El mundo vivía una era de prosperidad, no había guerra. La tecnología estaba en su ápice, ni siquiera los celulares eran necesarios porque podías entrar tú mismo a la red, conectarte por medio de un implante en el lóbulo frontal, en donde tendrías todos tus registros, documentos, números de cuenta. Los índices de pobreza se desplomaron en el año 2025, la población con acceso a educación subió un 93%. La humanidad parecía estar rozando la cúspide de lo que llamaban los políticos "paz mundial".
Hasta claro, ese 22 de octubre en donde mi vida se arruinó. La vida de millones.
El cielo siempre tiene una tintura violeta desde ese día, recuerdo haber visto como el cielo estaba rojo sangre.
La tierra, los humanos, entraron en pánico. Por eso, se establecieron los Tres Gobiernos, encargados de preservar lo que quedaba de los humanos, aunque es el Primer Gobierno que tiene soberanía sobre los demás gobiernos y nosotros. Supongo que a eso recurren los cobardes y me he guardado el comentario de que somos sólo sus experimentos. Ese control político no importa mucho cuando las mascotas de esos malditos de arriba merodean por la tierra desde hace seis años, mientras ellos se esconden en quién sabe dónde.
El ejército tomó la tecnología que quedaba para crear armamento y trajes especializados con el implante, le decimos el Krain. Así que todos los soldados, marina, aviación, ejército, usamos el Krain para hacer algo tan estúpido como intentar asesinar a esos monstruos.
Digo intentar porque es realmente difícil asesinarlos, sólo tienen un punto débil.
Y me despierto cuando escucho un sonido muy parecido al que hacen esas mismas bestias.
Me levanto de golpe. Ulrich a mi lado me hace una seña con un dedo en los labios. Los demás dentro de los dormitorios ya están atentos, y sólo basta una alarma para que todos empecemos a correr fuera.
La alarma y el faro iluminan todo el campamento, no es necesario que ninguno se vista, puesto que con un solo toque del Krain, el uniforme negro carbón se ajusta al cuerpo como escamas desde los brazaletes delgados de nuestras muñecas, siendo de un material resistente, no da calor, ni frío. No puede humedecerse y muchos dicen que sería indestructible de no ser nosotros los humanos, una bola de carne y hueso. Nos cubre desde los pies hasta el cuello. Queda suspendido una pantalla lateral en nuestros ojos, nos indica movimiento, cercanía. Aumenta nuestra visión de noche, y claro, nos muestra el objetivo.
En fila, recibimos con velocidad las armas, las Vértebras, que nos entrega el guardia encargado del armamento después de armarnos de cuchillos que guardamos en seguros incrustados como escamas al costado de los muslos. Un arma que sólo portamos los de Inteligencia Superior, o IS, como nos llama el Primer Gobierno. Entrenamos para combatir una amenaza que no conocemos del todo.
Es una extensión del Krain, las Vértebras están unidas al aparato, las podemos controlar desde el Krain. Un cilindro blanco tallado, de llama azul, que es capaz de estallar la carne de esas cosas. Si no se regeneraran tan rápido, podríamos hacerlos polvo. Soy creyente de que sólo sirven para darnos el tiempo suficiente de escapar y resistir, porque necesitas de varios tiros si quieres acceder a ese punto débil en medio de su cara.
En el único ojo que hay sobre su cabeza ovalada y alargada. Caminan en cuatro patas y tienen una asquerosa cola que podría envolver tu cuerpo y partirlo en dos. Su piel es chiclosa y negra, parece siempre estar mojada y sus dientes, son aún peor, afilados y de encías sangrientas llenas de saliva, su lengua bífida que sobresale cuando hacen ese sonido gutural, es como una macabra risa interrumpida por un chillido metálico, parecido al de una hiena.
Y ahí están, corriendo hacia nosotros como perros salvajes. Los filos de la alambrada se activan y traspasan el cuerpo de varios monstruos, gritan de dolor porque los filos van de un extremo a otro, y después, la alambrada explota. Nos da el tiempo suficiente para mentalizarnos que podemos morir, o no, si eres rápido y fuerte.
Veo a Ulrich disparando a metros de distancia de mí, me encuentro con su mirada y él asiente, corre. Mis piernas empiezan a moverse, ya hay fuego y gritos guturales de las bestias, también gritos humanos.
–¿Dónde están ellos? –grita un teniente, su traje es de color verde oscuro, hay una línea de sangre que le recorre la frente. En el dorso de mi brazo, en una pantalla azul, aparece la advertencia letras rojas, A2210. Disparo una vez más achicharrándole la pierna a una de esas cosas y corro en dirección contraria.
–Aquí Surley–digo en el auricular de mi oído, una de esas bestias me intercede y me golpea con su cola, me hace caer al suelo con fuerza, pero no me tomo ni un segundo para asimilar el golpe. Me arrastro en busca de mi arma y con el dolor en mi espalda, le disparo en las piernas traseras.
Me levanto y cerca del costado de mi rodilla, saco una daga. Corro hasta detrás de la bestia y mientras se retuerce, me monto en su lomo escalando por su cuello antes de que sus piernas terminen de regenerarse, me sujeto fuerte de su asquerosa piel y doy con su ojo, en donde con todas mis fuerzas, clavo el cuchillo y salto de su cabeza rodando por el suelo, digo esa palabra que hace que explote...
–Boom–estalla. Su sangre negra se desparrama por todo el suelo y sin pensarlo ni detenerme a verlo, sigo corriendo pisando lo que quedó de sus tripas negras y pegajosas.
–¡Surley! –grita Ulrich a través del auricular.
–¡Estoy bien! ¿Están ya todos?
–¿Qué esperas? ¡Muévete!
–Púdrete.
Llego a nuestro punto de encuentro, detrás del comedor en la última caseta. Me encuentro con mis compañeros, no puedo evitar sentirme aliviada de verlos bien, pero en este juego macabro, preocuparse por alguien es un suicidio.
–¿Dónde estabas? –me pregunta Oliv. Se levanta de suelo para traerme de los hombros con una sonrisa, me empuja de la cabeza para agacharme junto a ellos–. ¿Crees que es fácil lidiar con el olor de estos idiotas? –río.
–Ya cállense y presten atención–dice Ulrich, el líder de este equipo. Su mandíbula está apretada y mantiene su Vértebra, muy parecida a un cañón tamaño estándar, cerca de su hombro–. Debemos plantar la bomba, localizaron el nido cerca de aquí y tenemos que buscarlo. El General dio la orden. Los transferidos no llegan hasta el amanecer. No podemos arriesgar a nuestros compañeros así.
–La extensión del cable nos dará siete minutos para correr fuera de la zona de riesgo–explica KJ. Respira profundo sosteniendo un pequeño aparato cableado entre sus manos, él es quien conoce de tecnología en medio de este equipo de brutos–. Pero necesito que resistan mientras la planto, no me tomará mucho, aunque el General quiere que la plantemos para acabar con todos los posibles y ahuyentarlos, para sacar los tanques y terminar con los sobrantes.
Me subo de hombros.
–Se oye fácil–digo, Oliv ríe y veo la mirada de Ulrich. Le sonrío con complicidad, niega rodando los ojos, pero veo algo de diversión cuando se dirige a Boris.
–¿Entonces cuál es el plan? –pregunta Boris–. ¿Morir para enseñarles a esos idiotas del Primer Gobierno que de verdad necesitamos las municiones rápido?
–Por los momentos, necesitamos plantar esa bomba para que lo que hay en los cañones y tanques alcance para matar los suficientes cuando intenten escapar, van a cazar a los que estén cerca del diámetro del campamento–dice Ulrich con calma–. Lo que haremos es la misma táctica de siempre, no pongas esa cara, Eleonora. Esto no es un parque de diversiones. Nos iremos por lo seguro para asegurar la vida de KJ mientras planta la bomba.
–No es eso. Esa táctica la usamos para ataques más pequeños. Vi más esta vez.
–Funcionará. Ya medí el perímetro y nos da exactamente quince minutos para hacerlo todo.
–¿Quince minutos? –pregunta Oliv–. Es mucho tiempo para combatir nosotros solos a esas bestias.
–La operación comienza con el conteo cuando lleguemos al lugar, tenemos lo suficiente. El escudo resistirá nueve minutos–refuta Ulrich–. Procuren no desperdiciar tiros, nos apoyarán desde atrás, harán la alambrada cuando les demos la señal.
–Ellos tienen la misma puntería que Eleonora cuando llegó al ejército–dice Boris, le hago una mueca de ironía.
–Bastará. Ya está todo calculado. Sigan las instrucciones y todo irá bien.
Oliv, KJ y Boris asienten y empiezan a andar a trote. Me levanto y veo a Ulrich.
–¿Qué? –pregunta. En este momento, él es mi líder. Pero sigue siendo mi amigo.
– ¿Está todo bien?
Se toma unos segundos, mira en dirección a nuestros compañeros que se arman con un par más de cuchillos.
–Sigue instrucciones, Eleonora. Que no se repita lo de la última vez.
Se va detrás de ellos, le cruzo los ojos.
–Idiota–susurro, encendiendo el Krain y la Vértebra.
Vamos en posición de ajedrez. Ulrich va en frente con su Vértebra disparando para cubrirnos y guardar municiones, hay desastre por doquier. Hay humo nublando nuestro alrededor, sonidos escalofriantes con los que sigo soñando. Sangre roja y tripas negras cubriendo el suelo. El susurro del viento manchado de gritos guturales y oxidados. No están los tanques todavía afuera, nos están esperando. Tenemos que hacer esto rápido si no queremos que nadie más muera. Esto debe salir bien.
–Salimos en tres–nos dice Ulrich desde el auricular–. Tres... Dos... Uno. ¡Corran, corran, corran!
Salimos fuera de terreno del campamento, donde estaba la alambrada, ahora hay una zanja llena de esas cosas muertas. Hay una calma tétrica aquí fuera, nuestro alrededor está cubierto de árboles grandes y frondosos, no pudiésemos ver de no ser por el Krain. Nos cubren los troncos y corremos a toda velocidad en posición, las ramas y hojas caídas crujen bajo nuestras botas.
–Olivia, tú activas el escudo cuando lleguemos en posición.
–¡Viene uno a la izquierda! –grita KJ.
–Prepárense Eleonora y Boris–dice Ulrich en el auricular.
– ¿Tengo otra opción? –dice Boris, me mira con complicidad mientras corremos, sonrío poniendo mi Vértebra en máxima potencia–. Yo lo inhabilito, tú has el resto–asiento.
El resto de nuestro equipo se adelanta unos pocos metros mientras los pasos del objetivo se acercan. La bestia, los Cercanos, como les decimos a esas asquerosas cosas, abre su boca de dientes afilados cuando llega frente a nosotros. Boris inmediatamente dispara a sus piernas traseras, explotan y empieza a oler a carne achicharrada y putrefacta, así es como huele un Cercano. A putrefacto.
Boris dispara a su otra pierna y me decido correr directamente a su cabeza cuando la lanza hacia atrás en un grito de dolor. No puedo tenerle compasión a una cosa que se ha devorado vivos a mis compañeros. Por eso, sin miedo alguno, me sujeto fuerte encima de su boca y saco otra daga de mis muslos, se la entierro profundo en el ojo y salto, sujeto a Boris de la muñeca para correr.
–Boom.
– ¡Esa cosa era gigante!
– ¡La explosión también! ¡Corre!
Nos sigue una bola de fuego maloliente, corremos con todas nuestras fuerzas y nos tiramos al suelo detrás de un tronco. No llega a nosotros, pero el calor de la explosión hace que mis manos desnudas se calienten. Respiro con dificultad al igual que Boris que ya se está levantando del suelo.
– ¿Dónde conseguiste esa? –me extiende una mano. Me levanto y nuevamente movemos nuestras piernas a la dirección que nos indica el Krain, donde está el resto de nuestro equipo.
–La hice–ríe.
–¿Eso se puede? ¡Quiero una!
–Págame.
–Ya dejen de hablar y corran–nos dice Ulrich en el auricular, su voz algo entrecortada–. Nos estamos acercando.
Llegamos en posición, donde nuestros compañeros en cuclillas nos callan con un dedo en los labios. Veo a Ulrich observar detrás de las enredaderas que nos esconden.
–Tengo el conteo–dice KJ, en voz baja, viendo la pantalla en el dorso de su brazo–. Tenemos nueve minutos de escudo, el resto, para correr. Los que nos sigan, los matarán con los tanques que ya esperan en posición.
– ¿Bastará esta bomba? –pregunto.
–Es suficiente para explotar el nido y aniquilar a una buena parte–responde Ulrich–. Podemos hacerlo, estén atentos a la señal y tendremos el tiempo suficiente para correr. No nos verán.
Todos asentimos, todos confiamos en Ulrich.
–Quédate en medio, Kal. Contamos contigo–le dice Ulrich, enciende su Krain y la Vértebra. Boris le palmea el hombro a KJ antes de que nos pongamos en posición para salir.
Veo a Ulrich darnos la seña detrás de su hombro y corremos en silencio hasta el área. Se escuchan desde abajo, se siente en la tierra los Susurros y Cercanos. Es extraño que haya Susurros aquí, tienen un caminar diferentes, son más letales. Se siente la vibración de la tierra de sus pasos.
Rodeamos a Kal, estudiamos el perímetro con la Vértebra vibrando de energía.
–Ahora–le dice Ulrich a Oliv.
En la esquina, enciende el escudo que nos cubre. Podemos verlo todo desde afuera, pero ellos no pueden vernos. Cumple la función de camuflaje, es como un espejo. Se refleja todo del exterior, y eso, nos hace técnicamente invisibles.
Boris, Ulrich y yo, nos quedamos en posición con nuestras armas encendidas. Atentos a cualquier movimiento extraño, a cualquier presencia. Oliv y KJ se concentran en plantar la bomba. Oliv le pasa los instrumentos a KJ, y él mantiene completamente un rostro de concentración.
–¿Cómo van? –pregunto.
–No temas, El–responde Boris–. Yo te protegeré de los Susurros.
–Ja, ja–una gota de sudor me baja por la frente.
–Cállense–nos dice Ulrich–. Algo se está acercando...
No se oye nada. Y eso, significa algo. Pisadas menos pesadas, y el viento se consume. Ahí está, sus piernas parecidas a las de un gato delgado. Su boca más alargada y sólo dos dientes filosos delanteros, su piel plateada. Una criatura mortal, asquerosa.
Un Susurro.
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