Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19

Ulrich

–Hay alguien ahí–dice Boris junto a mí, casi son imperceptibles sus palabras.

Miro de reojo una de las cámaras tratando de encontrar algo que nos diga a qué nos enfrentamos. Hay soledad. No hay nada o nadie en las cámaras.

–¿Crees que alguien nos siguió? –susurra Boris.

–¿Para qué nos seguirían?

No responde. No hay movimiento en las cámaras que quedaron activas.

No creo que sea paranoia. Hay algo. La imagen y números del Krain está en rojo por mis niveles de adrenalina, el video me dejó tan consternado como a Boris.

–Debemos proceder. No podemos llevarnos esa grabación, ya vimos suficiente.

–Si es un Cercano...

–Lo abatimos–aún mantenemos las Vértebras en dirección a la puerta. Detrás de ella provino el sonido. Estoy seguro. Mis sentidos no pueden estarme engañando por más consternado que esté. Nos educaron para esto.

Boris asiente.

–Confío en ti.

Doy un último vistazo a las cámaras en busca de alguna señal que me indique donde está el objetivo. No hay nada. Por eso voy yo primero. Giro a mi derecha y Boris me sigue por la izquierda, él camina detrás de mí cubriéndome la espalda.

Todavía escucho ese silencio hueco. No hay más sonido que el de la soledad y el viento apoderándose de los rincones de este lugar. Pero mis sentidos me insisten de que hay algo que nos observa. Logramos salir del pasillo de las oficinas, nos encontramos de regreso cerca de las escaleras eléctricas y las tiendas polvorosas por el tiempo.

Boris se agacha.

–Mira esto.

Un retazo negro.

–No es de tu bolso, ¿o sí?

–No. Y por lo que veo, tampoco es del tuyo–verifica ambas correas, están intactas en el morral.

–Podría ser viejo–digo.

–No lo sé. Parece ser del mismo material que nuestros bolsos.

Me siento observado.

Le doy dos toques al Krain, en mi cien izquierda. Amplifica mi visibilidad, veo a Boris en infrarrojo. Es lo que me indica su temperatura. Lo mismo debería mostrarme si hay alguien que nos ve.

Busco con mi vista en varias direcciones, con lentitud para hacer preciso el porcentaje. Me detengo cuando veo un destello rojo debajo de las escaleras eléctricas. Hay un pequeño compartimento debajo de ellas con un anuncio ahora roído en su pared.

Ahí debe de estar quien sea que nos esté vigilando.

Le hago una seña a Boris de que caminemos en esa dirección.

No creo que sea una rata.

Estamos bastante cerca, por eso le digo a Boris que esté a mi lado. Con un contento rápido de mi parte, apuntamos debajo de la escalera.

La sorpresa de mi rostro es evidente, bajo de inmediato la Vértebra, Boris hace lo mismo. Su cara cambia radicalmente a un sonrojo e incluso suelta una respiración, aliviado.

–Oliv–dice.

–Hola–tiene el morral puesto de un solo hombro, efectivamente fue quien perdió la correa. Se ve igual de cansada de nosotros.

–¿Eres idiota? ¿Por qué no sólo entraste? –espeto. Siento la molestia apoderarse de mis palabras, intento respirar profundo.

Se sube de hombros.

–Se te dio la orden de cuidar de KJ y Eleonora–digo con fuerza. No hay respuesta de su parte. Su vista se dirige al suelo. Veo que Boris une sus cejas–. ¿Me estás escuchando? No sé qué pretendías al seguirnos.

–Tú no me das órdenes–los ojos de Olivia me miran bajo sus cejas enojadas.

Boris le sujeta del hombro.

–¿Qué te pasa, Oliv? –la voz de Boris se escucha angustiada.

–No puedes pretender darme órdenes ahora–es lo que responde.

–Si te doy una orden es para que se siga. Por nuestro bien–hablo con sinceridad. Trato de entender que esté igual de consternada que nosotros después de todo lo que vivimos.

–Claro, por nuestro bien–da unos pasos chocándole el hombro a Boris.

–Regresemos al campamento. Nos esperan–me dice Boris. No dejo de enfocarme en Oliv.

–No sé qué estás pensado, Olivia. Pero sea lo que sea ya para. No es momento–advierto.

–¿Qué harás?

–¿Sí? –atiende Boris su Krain mientras ella me enfrenta con la mirada. Algo en su rostro se mueve. No sus músculos, No sus cejas. Algo se mueve como si se tratase de un velo en su piel.

Veo que Boris relaja su mano puesta en su oído. Le observo de reojo y no espero esa reacción que se plasma en su mirada.

–Ulrich... –me dice sin quitarle ninguno de los dos la vista a Oliv que tiene puesto un pie tras otro. Como lista para luchar– Me acaba de llamar Oliv. Dice que volvamos al campamento.

No le quito la vista de nuevo a esa ilusión en su rostro, de nuevo se remueve ese velo de piel.

–Eleonora despertó.

Son las últimas palabras que escucho de la voz de Boris para que esa persona que no es Oliv salga corriendo en dirección opuesta a nosotros, hago lo mismo y logro tomarla del brazo, pero es lo suficiente rápida como para sacarse un cuchillo del brazo de su traje Krain y clavármelo a mí cerca del hombro.

Me tomo unos segundos para evadir el dolor mientras Boris corre en su dirección con todas sus fuerzas, pero ella es pequeña, es ágil. Me saco el cuchillo conforme me pongo de nuevo sobre mis pies decidiendo ir detrás de ella. No sé si me desangre, no me importa, ahora lo que me interesa es atraparla.

Sube por otras escaleras, se escabulle de Boris quien la sigue con el Krain en alto. Sabe que no puede dispararle, necesitamos respuestas. Llega al segundo piso del centro comercial, se mete en lo que debió de ser el cine.

Boris me mira con cautela, hay que seguirla, no hay dudas. No podemos irnos de aquí sin ella.

–¿Cuál es el plan? –me dice Boris quitándole el morral como yo y dejándolo en el suelo.

–Hazla correr, yo hago el resto.

Nos adentramos al cine. Es un pasillo amplio cubierto de polvo, también está lleno de escombros, hay agujeros en el techo. Se escucha el sonido de los pájaros que se escabullen dentro de ellos y vuelan por aquí, subiéndose a los carteles arrugados y rotos que anunciaban un estreno, caminamos dejándolos atrás.

Hay tres salas.

No podemos entrar los dos, se puede escapar. No es un cine grande, pero ella no debe ser estúpida como para quedarse quieta mientras tiene el paso libre.

Caminamos sobre la alfombra con cautela, Boris entra en la primera, en la segunda y la tercera. Nada.

Aquí no hay otra sala, ni un baño, ni un lugar en el que esconderse.

–Se escapó.

–No, no se escapó–vuelvo a dar dos toques en mi cien. Prestamos atención a nuestros alrededores–. Debe estar en una de las salas o aquí.

Veo en el fondo a la derecha una perilla plateada, la puerta se camufla con la tela aterciopelada que recubre las paredes, veo el relieve que hace, no está cerrada del todo.

–Deja que corra.

–¿Qué? –susurramos. Nos acercamos con nuestras Vértebras en alto, haciendo el mismo procedimiento. Boris abre la puerta y yo apunto, pero lo que nos encontramos es con más polvo y palos de cepillo.

Escucho pisadas.

Corremos en dirección a la salida, la encontramos corriendo a las escaleras para bajar, pero Boris llega primero y la sujeta de los hombros, ella le propina un golpe en el hueso de la pantorilla. La deja ir, corre escaleras abajo, la sigo.

En el piso de abajo regresa la oscuridad, el Krain me ayuda a seguirla y por supuesto, a apuntar. Porque con el mismo cuchillo que me clavó en el hombro, le clavo el filo en la parte trasera de la pierna derribándola inmediatamente. Grita.

Me acerco escuchando las pisadas pesadas de Boris detrás de mí ahora con los dos morrales sobre los hombros. Volteo a esta Oliv que se retuerce con su cara aun moviéndose, como si tuviera un gusano bajo la piel.

–¡¿Quién eres?! –la sacudo por los hombros, solo grita. El cuchillo está clavado con profundidad–. ¡¿Por qué te ves igual a Oliv?!

–Tenemos que llevarla con nosotros–empieza a gritar aún más fuerte cuando trata de quitarse el cuchillo. Me pongo al lado de Boris después de una respiración, ambos observándola desde arriba. Boris con el Krain en mano, le quito el peso de ambos morrales.

–Noquéala.

Sus ojos quedan cerrados... Más sangre empieza a brotar de su pierna.

Nos esperan en el campamento. No tenemos escudos, estamos propensos a cualquier ataque, otra vez empieza a atardecer. Ya es evidente que no vamos a continuar. Por esa razón y porque no muchos han tenido una buena reacción al suero. Los camiones están estacionados, hay algunas pocas tiendas esparcidas, unos cuantos hacen el conteo de lo que queda poniendo en orden lo que podría ser una diferencia en nuestra vida o muerte.

El Krain impidió que fuese más profunda la herida. La zona en la que me clavó el cuchillo fue un golpe bajo, pero a ella le dolió más. Detrás de la rodilla es en donde hay menos protección del Krain... Saber eso, fue mi diferencia entre la vida y muerte, esto puede o no significar algo.

Después de tanto batallar, espero que sirva de algo cargar su peso muerto en uno de mis hombros. Escucho la respiración irregular de Boris. Una gota de sudor me cae del cabello cuando nos adentros y empiezo a notar esas expresiones en el rostro de mis compañeros

Confusión, angustia. Horror.

Mi piel debajo del Krain se eriza cuando veo a Oliv salir de la tienda seguido taparse los labios. Sus manos sostenían una bandeja con cosas que parecían ser unas pinzas y gasas. Sus manos tiemblan, sus ojos se ponen vidriosos.

Esto es el infierno.

Suelto el bolso en el suelo después de Boris. Respirando profundamente, evitando rotundamente ver el cuerpo noqueado de esta persona que no es Oliv, ella está a unos largos pasos frente a nosotros, lo suficiente para ver sus manos temblar, pero no como para enfrentar lo que vendrá después de esto.

No tenemos más opción que acercarnos, debemos dejar su cuerpo en alguna parte. Los ojos de Oliv se vuelven vidriosos, hasta está pálida. ¿Cómo no? Se está viendo ella misma, el mismo rostro, el mismo cuerpo. Pero no es ella.

–¿Qué es eso? –apenas puedo entenderle cuando se quita la mano de los labios, sigue temblando–. Soy yo.

–No. No eres tú–dice convencido Boris–. La dejaremos amarrada, nos quedaremos ahí hasta que despierte. No se puede escapar.

–Ustedes no van a ningún lado–escucho la voz de Alek que se acerca detrás de nosotros para después ponerse a unos pasos lejos de Oliv–. Me la van a dar a mí. Yo me haré cargo.

–No–responde Boris sin dudar. Hay mucho silencio a pesar de que estamos rodeados de unos cuantos. Veo al General acercase también, se le ve sorprendido–. Tú nunca nos has dicho la verdad. No pretendas que te la entregaremos.

–Me la entregarás porque es una orden. Ustedes no pueden hacerse cargo de esto.

–¿Según quién? –escupo mis palabras con rabia, siento las venas de mi cuello tensarse–. ¿Bajo la orden de quién? ¿Ustedes siguen creyendo que estamos para seguir órdenes?

Oliv no deja de verse a sí misma sobre nuestros hombros, esa que no es ella jamás se le borrará de la cabeza. Tampoco a mí. Ver cómo le clavé un cuchillo al cuerpo de mi compañera, alguien que era ella, pero no era ella.

–¿Qué crees que se la daremos a alguien que está muerto? –Alek hace un pequeño gesto que me confirma que sabe de lo que estoy hablando. Sube por una milésima de segundo una de sus cejas. Suelto aire por la nariz, tampoco puedo evitar esa sonrisa de ironía de mis labios–. No sé qué pretendes tú con esto... Pero yo sí planeo que el resto de nosotros siga con vida. Así que hazte a un lado y déjanos continuar.

Alek sostiene su mirada firme. Se acerca a mí, lo suficiente para sentir la advertencia que vendrá unos momentos después.

–Casi nadie sale con vida–casi susurra, no hay temor en su voz. Sino una verdad que aún me niego a aceptar–. Si crees que ya lo sabes todo, créeme. Es sólo el comienzo.

Al pasar, choca su hombro con el mío. Boris y yo seguimos nuestro camino hasta llegar a una de las tiendas vacías. No hay luz suficiente, hay dos sacos de dormir. Nada más. Boris corta las correas de nuestros morrales, sujetamos sus muñecas y tobillos.

Nos sentamos a esperar. Boris suelta aire.

–¿Qué hacemos ahora?

–Esperar que ella despierte–me gustaría tener más respuestas, aunque mi cerebro necesita procesar las cosas por puntos o esto no nos llevará a nada.

–¿Qué haremos con Alek? ¿Crees que... Eleonora lo sepa?

–No. No lo sabe. Estoy seguro.

Suspira.

–Esta mierda no tiene ningún sentido.

Miro a esa Oliv ahora con sus manos detrás de la espalda amarradas. Sus ojos idos hacia arriba. Recuerdo cómo se movió su cara, como si hubiese un insecto debajo de su piel, ¿por qué?

Me apoyo sobre mis rodillas para acercarme a ella.

–¿Qué haces?

–La piel de su cara se movió cuando estábamos en el centro comercial.

–¿A qué te refieres?

Le toco la cara, no se siente como piel, se siente como una pantalla, y efectivamente se mueve como tal cuando deslizo mi dedo de su mejilla hasta su frente.

–¿Qué es eso?

–No lo sé.

Busco un borde, no siento un relieve hasta detrás de sus orejas. No se lo puedo quitar. Lo más lógico que se me ocurre es que tendrá que ver con que use el Krain. Se siente como la pantalla de un teléfono.

–Tendremos que esperar que despierte para saber de qué se trata–dice Boris detrás de mí.

En su bolso no había nada que nos pudiese indicar quién es o por qué nos estaba siguiendo. Termino por asentir y volver a sentarme junto a él.

–Alek es un miserable–añade después de un rato–. Nos engañó a todos, caímos como unos idiotas. Todos los que murieron, lo hicieron creyendo que quizás sí encontraríamos algo.

–Algo debemos encontrar. No pueden haber muerto en vano.

–¿Y qué si sí? ¿Qué haríamos con esa información? De algo estoy seguro, el Primer Gobierno está detrás de esto y ellos, Alek y Barry, no están bajo sus órdenes. Nos engañaron para alcanzar sus metas.

–Ya no podemos regresar. Lo más inteligente es continuar.

–¿Qué haremos si encontramos las respuestas que siempre hemos buscado? –dice con su mirada clavada en el suelo. Me permito tomar una pausa para respirar, para intentar responder esa pregunta, intentando convencerme también a mí mismo–. ¿Qué haremos si el Primer Gobierno efectivamente no quiere que se sepa?

–El mundo tendrá que saberlo. Tarde o temprano. Nosotros simplemente le estamos abriendo paso a la verdad. Tampoco sé que pasará después, pero estoy seguro de que quienes vengan después de nosotros tendrán una mejor vida de la que nosotros tuvimos.

Boris bufa.

–Ojalá los del pasado hubiesen pensado así–sonrío.

–Todo sería más fácil, ¿no?

Boris se queda dormido con los brazos cruzados y la barbilla pegada al pecho, su barba es mucho más notoria que antes, su rostro tiene una capa de tierra. Igual que el mío.

Yo me quedo con los codos apoyados en las rodillas vigilando a esa mujer, pienso en qué le diré cuando despierte. Está con vida, su pecho sube y baja. ¿Tendrá ella que ver algo con lo que pasó en el campamento? ¿Cuándo la bomba no estalló y KJ perdió su brazo?

El cielo ya está oscuro. Mi brazo empieza a latir de dolor, pero no me voy a mover de aquí. Hay mucho silencio, esto es peor que el del centro comercial.

Recuerdo la muerte de la madre de Eleonora... Recuerdo ver a Alek morir. Está vivo y muerto. ¿Cómo?

La mujer empieza a moverse sobre su espalda.

–Boris–lo codeo, despierta de inmediato después de una respiración profunda. La pierna de ella está vendada, pero cuando empieza a cobrar consciencia, se queja de dolor.

Me pongo sobre mis pies, Boris hace lo mismo. Ella sigue removiéndose en el suelo, se queja, no abre los ojos.

–Veo que ya estás despierta–le digo–. Deja de quejarte. No fue para tanto.

–Suéltenme–Boris ríe.

–Es lo más idiota que le puedes pedir a alguien que te atrapó–se cruza de brazos–. Tenemos preguntas para ti.

–Y tú eres un idiota por creer que voy a responder alguna de ellas.

–¿Por qué no? –añado–. Con quien sea que estés viajando, no veo que hayan venido por ti. Estás sola. No tienes nada que perder.

–Sí tengo mucho que perder.

–Tu misión no está saliendo bien. No te portaste como Oliv cuando te encontramos. Si hubieses querido lo contrario, te hubieses esforzado en por lo menos ser amable–subo una ceja–. ¿Quién eres y de dónde vienes? ¿Por qué viniste? ¿Qué es lo que tienes en la cara? Quiero respuestas. En ese orden–me agacho frente a su rostro, no sonrío más que con cinismo. Sus ojos son iguales a los de Oliv, pero no hay lo mismo tras ellos.

–¿Por qué te daría algo yo a ti? No tienen nada que ofrecerme.

–No. Pero tú tienes dedos. Podría cortártelos... Así negociaríamos respuestas–veo que traga sutilmente.

–No harías eso.

–¿Me conoces suficiente para afirmarlo?

Bufa. Un cabello le cae por la frente.

–He estado entre ustedes más tiempo del que crees.

–Entonces viste cómo asesino a los Cercanos y Susurros que se atreven a tocar a mi equipo, ¿no? Un humano, un Susurro, no es diferente para mi si quieren hacernos daños–me saco una daga incrustada en la piel del Krain que cubre mi muñeca. La examino frente a ella–. Si me conocieras, sabrías eso.

Apunto a su rostro, está afilada. En el traje hay muchos compartimientos con estas dagas. Las de Eleonora explotan. Las mías son tan filosas que, de tocar tejido blando, como el ojo de un Cercano o la piel de un traidor, se abriría en dos. Toco uno de mis dedos con el filo de la daga, sangra de inmediato.

–¿Quién eres y de dónde vienes? ¿Por qué viniste? ¿Qué es lo que tienes en la cara? En este orden–la enfrento–. No me da miedo hacerte daño si así me das respuestas.

–No puedes hacerme nada.

–¿Ah, no? Tus orejas no tienen protección, por si no lo notaste–paso el borde de la daga en el dorso de su oreja, empieza a sangrar. Ella lanza un gemido ahogado–. ¿Quién eres?

–No puedo decirles.

–¿Por qué no?

–No puedo.

–No tienes más opciones.

Ella parece debatirlo en su interior, veo cómo su pecho sube y baja en busca de aire, de respuestas para nosotros. Lo que sea que hay en su rostro se mueve nuevamente, no como un gusano bajo su piel, sino como el agua. Las expresiones de sus cejas se distorsionan con el movimiento.

–¿Quién eres?

–No puedo decirles.

–¿De dónde vienes?

–De Genova–suelta con rapidez.

Evito verme sorprendido. Imposible. Con lentitud miro hacia atrás, ya Boris me está observando. Se acaricia la barba, gesto que hace cuando esta conmocionado. Se cruza de brazos.

Genova definitivamente no es un país que haya escuchado antes... No es nada conocido para mí.

Genova no es un país...

–¿Genova es... La otra tierra?

Ella no responde.

–¿Por qué viniste?

Veo que sus ojos se nublan. Sabe que no tiene escapatoria, pero se resiste. Apunto a su cuello con la daga.

–Dímelo ahora. ¿Por qué viniste? ¿Por qué vinieron?

Ríe con cinismo, también con nervios. Intenta mantenerse firme a la situación.

–Eso no es algo que debas preguntarme a mí. Yo sólo cumplo con lo que me indicaron.

–¿Quiénes?

No responde. Volteo su cuerpo para alcanzar sus manos. Mi corazón late, siento la sangre llenar mi rostro de rabia.

–¡No! No... Está bien–respira con rapidez–. Yo no quise venir aquí, yo no estoy haciendo esta mierda porque quiero. Lo hago porque lo necesito.

–¿El qué? –aprieta los labios.

–Necesito el pago.

–¿Dinero?

–No.

Me levanto, masajeo mi cuello. No hay luz, veo a través de la claridad azul del Krain. Estamos a un paso de respuestas... Hay alguien de Genova aquí... ¿Quiénes más?

–¿Cuántos más vinieron contigo?

–Vine yo. Pero hay más personas de Genova en esta tierra de lo que creen.

–¿Entre nosotros? –dice Boris. Ella nuevamente no responde. Es obvio... Alek y Barry son de Genova.

–¿Por qué viniste aquí?

–Me enviaron a buscar a alguien.

–¿Tú fuiste quien dañó la bomba aquella vez?

–Necesitaba llevármela. Creí que sería suficiente para que se alejaran.

–¿Llevarte a quién? –una pausa. Una respiración. Lo sé... Sé a quién se refiere.

–Eleonora Surley.

–¿Para qué? –pregunta Boris–. Tú eres responsable de todo esto, ¿verdad? ¿Quién eras antes de ser Olivia?

–Del ataque de los Susurros y Cercanos no. No fue mi responsabilidad. Los enviaron.

–¿Quiénes?

–No estoy seguro de qué bando.

–¿Seguro? –me mira unos segundos más–. ¿Qué tienes en la cara?

Veo de reojo a Boris, está tenso mientras ella alterna su visión entre ambos.

Sin parpadear, el velo de su rostro empieza a desaparecer y se transforma, distorsiona su nariz, sus labios, cejas y forma de sus ojos. No es Oliv, ni siquiera es una mujer.

Es un chico no mayor de diecinueve años. Delgado, no tiene el cuerpo de Oliv ya, pero es moreno, cabello largo y marrón... Sería su hermano. Podría ser familiar de Olivia. Pasan unos minutos en los que él me mira a los ojos con algo que no termino de distinguir, ¿miedo, odio? ¿Ambas?

–¿Quién eres tú? –le dice Boris, él continúa observándome con un mechón de cabello cayéndole por la frente. Herí a alguien de mucha menos edad que yo por el bien mayor, ¿en qué posición quedan mis principios?

–Soy de Genova. Me enviaron a buscar a Eleonora Surley.

–Sí. Ya nos dijiste eso, ¿por qué?

–Porque la necesitan–dice convencido, inclina su cabeza hacia Boris.

–¿Podrías ir al grano? No te estamos comprendiendo.

–¿Alek y Barry están contigo? ¿De tu bando? –pregunto. Bufa.

–A mí no me interesan los bandos, lo único que quiero es el pago. No estoy aquí para hacer el trabajo de Barry o quien sea, ni para decir quién es el villano–se toma una pausa para regresar sus ojos oscuros llenos de odio hacia mí–. Vine porque de eso depende la vida de alguien que amo. Me lo prometieron.

–¿Quiénes? ¿Por qué no acabaron con eso de una vez? –mi voz es casi plana mientras que mi cabeza va a toda velocidad armando este complejo rompecabezas en el que nos encontramos.

–La necesitan completa.

Frunzo mis cejas.

–El gas. ¿Qué fue eso?

Se sube de hombros.

–Una prueba. Y una forma de ayudar a que yo completara mi misión.

–¿Y qué pasó?

–Esto comenzó a fallar–mueve el rostro refiriéndose a lo que sea que cubre su piel–. Se supone que yo no sería afectado. Pero aquí estoy. Atrapado. No saldré de esto.

–¿Para qué la necesitan? ¿De qué está hecho ese gas? –suspira. Él tiene razón. No podemos dejarlo ir. Por lo tanto, no podrá salvar a quien sea que necesite salvar.

–Es complicado. El Primer Gobierno...

–¿El Primer Gobierno? ¿Nuestro Primer Gobierno? –se ríe.

–Su Primer Gobierno se queda en pañales delante del nuestro. Ninguno es exento de ser corrupto... Aunque el convenio se respeta. Aún así, dudo mucho que hayan procedido así por ello. A ellos les da igual.

–¿Qué convenio? –dice Boris. Primero ríe, se detiene cuando ve que conservamos nuestra seriedad.

–¿Ustedes de verdad no saben nada?

–Estamos preguntando por una razón–respondo con firmeza–. No sé qué tanto les diga su Primer Gobierno, no sabemos nada más allá del ataque, de la IS, y de nuestro Primer Gobierno con su estúpido lema. Lo que quiero que me digas es qué harás a continuación, cómo no te han rastreado.

Se sube un hombro.

–Supongo que ya me dieron por muerto.

–¿Y qué harán ellos ahora? –la voz de Boris tiene un matiz temeroso. Hay una larga pausa. Ellos son humanos. Son humanos como nosotros. No he tenido el tiempo para asimilarlo, siento que podría empezar a gritar.

–Supongo que terminar el trabajo.

Me pongo sobre mis pies aspirando todo el aire que puedo, siento que la sangre de mis venas se detiene.

–¿Nos van a atacar? –le responde Boris.

–No lo sé, no sé nada más que quieren a Eleonora. Y a esos dos vivos. No sé cómo lo van a lograr.

–Hay que terminar de llegar a Inferno–le digo con urgencia Boris–. No podemos quedarnos, no podemos esperar más. ¿No han podido reestablecer la conexión con Base Unión?

–KJ me dijo que trataría de reestablecer a través de los camiones, ¿para qué?

No respondo. No sé qué conexión pueda tener ese chico con ellos, no sé si puede decirles algo.

–¿Qué será de mí? –pregunta él con un tono casi triste.

Boris y yo lo observamos.

–¿Van a volver a usar ese gas?

–No lo sé. Ya les dije que no sé nada más. Ahora no puedo regresar y no podré salvar a nadie.

–¿A quién tienes que salvar?

Sus ojos se nublan, pero sostiene su rostro con firmeza.

–A un familiar. No puedo decirles nada más.

Suspiro.

–Quédate con él, Boris.

–¿A dónde vas?

Salgo de la tienda, lo único que se oye es el silencio y mi corazón agitado, trato de pensar con calma, de mantenerme sereno para enfrentar lo que venga... Ellos después de todo, son humanos como nosotros. Teníamos razón, ellos son humanos.

Nos hicieron todo este daño a pesar de esto, ¿será lo único? ¿De qué convenio está hablando? Es obvio que nos esconde más, pero ¿qué tanto más?

Abro las cortinas de la tienda donde Barry está con audífonos de cable sentado en una silla plegable y Alek en una esquina, el bombillo sobre nosotros es amarillo, aquí huele a humedad y sudor, también a mentiras.

–Sabía que vendrías después–me dice Barry quitándose los audífonos y poniendo la laptop en el piso de tierra.

–Debemos irnos ya–voy al grano, no hay tiempo para pelear, hay que salvar a quienes podamos, quizás podamos lograrlo si llegamos rápido.

–Hay heridos–añade Alek acercándose con sus ojos enrojecidos hacia nosotros.

–¿Qué más están esperando? KJ está arreglando la conexión con Base Unión para que busquen a los demás–no ha habido resultados, pero puedo ir ahora mismo a ayudarlo.

Alek bufa.

–¿Y de verdad crees que van a venir? ¿No se te ocurrió que quizás los están dejando morir aquí a propósito? Mientras menos haya, mejor.

–¿Qué sugieres entonces? ¿Dejarlos morir?

–No podemos llevárnoslos a todos. Esa es la verdad–interrumpe Barry con una mirada consternada–. Que lleguemos a Inferno no nos asegura que estemos a salvo. Es más, puede ser todo lo contrario. Ellos no vendrán por quienes se queden.

Hay una larga pausa. Tiene razón. No puedo pretender que nos salvemos de este desastre al llegar a Inferno. Ellos, Base Unión, no responderán a nuestro llamado. Quienes quedan aquí están lo suficientemente mal psicológica y físicamente mal para responder a una batalla, quedan descartados. Inútiles. Son desechables.

Como carne podrida.

Ese chico también es igual, es muy joven y ya hay el suficiente odio en sí para no temer hacerle daño a otros. Dañó esa bomba para alejarnos de Eleonora, sin importar si moríamos o no. Presenció todos esos horrores junto a nosotros y sobrevivió, es obvio que está acostumbrado a sobrevivir.

–Ese chico de allá–señalo–, es de Genova. De donde vienen ustedes.

Veo como casi de forma imperceptible la ceja de Barry se alza con sorpresa.

–No se pueden seguir escondiendo. ¿De qué convenio habló? –digo con calma mientras en mi hay una turbulencia más grande de la que en la soledad puedo soportar.

–Es bastante complicado–me responde Barry al cabo de unos segundos, su rostro se ve afligido–. Nos afectó bastante... En todos los sentidos.

–Barry...

–Basta, Alek–lo enfrenta con una mirada–. Lo hicieron–asiente, aprieta los labios–. Tú tienes suerte, estuviste en el momento indicado, en el lugar indicado.

Él se refiere a mí. De no haber encontrado a ese chico de Genova, es probable que no me enfocara en unir este rompecabezas del que tenemos piezas suficientes. O eso pienso...

–¿Quién es Moonrik realmente? ¿Por qué nos atacaron? –mi respiración me traiciona. No puedo permitir que mis emociones me dominen, no ahora–. ¿Por qué se quieren llevar a Eleonora?

Barry se palmea la rodilla con rabia.

–No podemos decirte. Ella debe darse cuenta sola.

–Ustedes la están retrasando–interfiere Alek, no hay ira en su voz como antes. Sino angustia, dolor–. La necesitamos, ustedes también, aunque creas que los hemos estado dejando fuera... Esto podría favorecernos a todos.

–Ella no es un algo–respondo.

–Lo sé–me corta, sus brazos están cruzados. Se ve más demacrado con esa postura–. Sé eso más que nadie.

Regreso mi vista hacia Barry, la tenue luz del bombillo ilumina desgraciadamente su rostro surcado de arrugas más que de edad, de aflicción.

–Responde.

Suspira con resignación.

–Moonrik también es de Genova. Trabajó durante años en Hope 77, desarrollando tecnologías para ustedes y mejorando el suero que ustedes usan. Siempre estuvo muy dedicado a su trabajo. Incluso cuando ocurrió todo, él se quedó. Sabía lo que estaba ocurriendo en Genova, intentaba también encontrar una solución aquí, pero cerraron la base. Se supone que nos fuimos... Pero él se quedó. Él amaba esta tierra.

–¿Estuvieron ustedes aquí antes?

–No realmente. No llegamos a ver Hope 77 con nuestros propios ojos. Estábamos ocupados en Genova, manteniendo a nuestras familias con vida, a los demás con vida.

–¿De qué? –suspira con dolor.

–De los Primer Gobierno.

–¿Qué hicieron ellos? –abordo lo posible, sé que esta racha de respuestas es limitada.

–Injusticias–responde esta vez Alek–. Todos nosotros estamos pagando por algo de lo que no tenemos culpa... Ustedes empezaron, ellos fueron más sádicos. Ustedes no estaban preparados para asumir las consecuencias.

–¿Quiénes están detrás de los Primer Gobierno?

–Lo más seguro es que sean dos diferentes, lo más lógico. Sabemos es que son lo suficientemente sádicos y ambiciosos para asesinarnos y usarlos como vacas–Alek habla con palabras calculadoras. Es difícil describir lo que pasa por su mente–. Hay mucho que incluso nosotros desconocemos. No estamos en su contra, por lo menos no nosotros.

–¿Y por qué dan esa cara?

–Por eso–señala afuera, en donde están la mayoría de heridos–. No podemos desenfocarnos, por más egoísta que suene, no hay opción. Tenemos un plan, ustedes son parte de esto. Eleonora sobretodo.

–Lo más seguro es que logremos un objetivo–añade Barry al cabo de unos segundos, levantándose de su silla. Me pone una mano en el hombro–. No somos enemigos, somos nosotros contra ellos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro