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Capítulo 17


–¿Qué te dijeron? –me dice Boris junto a mí. Aclaro mi cabeza de un movimiento, entrando de nuevo a la realidad.

–Que... Se llevaron a Moonrik y que él me dejó un mensaje.

–¿Lo escuchaste o viste? –me pregunta Oliv al cabo de unos segundos.

No respondo.

–¿Lo viste? –dice de nuevo. Trago.

–Sí.

–¿Y qué decía?

El camión nos mece de un lado a otro. Vamos más lento, temo mucho que nos quedemos varados en este lugar. Temo mucho que se nos agote la comida y agua.

Temo que debamos enfrentarnos a ellos, y cuando veo a mis compañeros sentados frente y junto a mí, mi corazón que achica en mi pecho. ¿Les digo? ¿Por qué siento que no debería advertirles sobre eso?

Respiro apretando los labios y subiendo los hombros.

–Nada que no sepamos ya.

Veo a KJ unir sus cejas.

–¿Por qué todo parece estar repitiéndose? No hay nada nuevo. Y estamos tardando demasiado en llegar–añade KJ después de soltar una respiración muy profunda.

–No creo que hayamos repentinamente descubierto todo–dice Ulrich junto a mí con la mirada levemente perdida–. Nos estamos perdiendo de algo importante. ¿Por qué inició esto realmente?

No sé nada más. No puedo decir nada más. Las palabras de Moonrik en el video me han mantenido inquieta. Cualquier sonido tensa mi cuerpo, siento que ellos vendrán y soltarán sus bestias de nuevo sobre nosotros. No habrá oportunidad para hablar con ellos.

Si son justo como se muestran Alek y Barry, entonces son físicamente inofensivos, pero... ¿Qué más pueden hacer? Si redujeron nuestra existencia a una cantidad mínima, si nos han masacrado ellos sin nosotros conocerlos del todo. Podrán parecer humanos como Alek o Barry. Pero son mucho peor que los Susurros porque ellos han estado conscientes de lo que hacen.

Saben que nos han masacrado a hasta dejar grietas irreparables.

Ulrich suspira.

–¿Dijeron cuánto más tardaríamos, El? –lo miro con dolor cuando me llama así. Desligarme de ellos para recordar, ¿recordar qué? ¿A qué se refería Moonrik? ¿A qué magnitud llega esto? –. ¿Eleonora?

–¿Estás bien? Te ves pálida–me dice Oliv.

Soy yo.

Recuerdo ese sueño que tuve, ¿tiene relación con todo esto? Mi pecho se agita y mis sentidos se alteran, veo a Ulrich, a Boris. A KJ, a Oliv. A Samuel, uno de mis compañeros más allá. Kai, Marya, Wenn, Francisco...

Veo a Abigail, me saluda desde el puesto de la esquina, desde el puesto más oscuro del camión. Está con mamá y papá.

–¿Qué...

No puedo terminar porque todo se vuelve negro.

Es como flotar, aunque sigo pesada. No siento que respiro con regularidad, es como si el aire fuese demasiado denso, como si buscase llenar mis pulmones hasta hacerlos una masa. Me veo las manos, donde tengo sangre negra... Sangre de un Susurro muerto frente a mí, cuando parpadeo, la sangre es roja... Y quienes están frente a mí, son mis compañeros muertos con los ojos abiertos.

Grito sin escucharme. Me siento aturdida, como si me fuesen dado un golpe demasiado fuerte en la cabeza. Siento que me tensan del brazo y doy dos tumbos antes de volver a mirar a mis compañeros, que ya no son mis compañeros sino mi papá acercándose con su caminar relajado, a pesar de su uniforme y botas negras pesadas. Mientras más se acerca, veo que su sonrisa se va transformando... No. No se transforma, su rostro se derrite.

Nuevamente intento gritar, es como estar bajo el agua. Mis uñas se arrastran por mi cabello, lo jalo con fuerza mientras intento gritar, pero no puedo gritar, siento que me ahogo y mis lágrimas lo hacen peor porque no caen, se quedan en mis ojos, y por más que trate de quitarlas, no puedo deshacerme de mi vista empañada. Miro hacia arriba antes de decidir arrancarme los ojos... El cielo ya no es violeta... Es azul.

Escucho a los pájaros piar, hay árboles y un pequeño río. Una cabaña más allá que suelta el humo por la chimenea, se escuchan risas de niños. Se ve tan pacífico que me dirijo a ella, respiro por la boca porque mis pulmones se sienten todavía como si respirase gelatina, mis ojos no tienen lágrimas, pero sigue siendo como si viese a través de un vidrio empañado.

Con pesadez, camino hasta ese lugar, mi andar se hace de barro, es difícil también caminar, pero ahí está la cabaña de madera oscura, con una sencilla entrada de plantas y verduras a punto de ser cosechadas, escucho el ladrido de un perro... De mi perra, Darla, que dejé ese día en casa porque no sabía que ellos nos atacarían... Escucho truenos, el cielo se vuelve gris, también escucho una voz suave que llama mi nombre.

Es Ulrich, y hay dos pequeños, una niña y un niño junto a él. Los niños corren hacia mí y me abrazan, el niño me da un beso en la mejilla y salen corriendo con Darla, el cielo vuelve a ser azul. Ulrich se acerca a mi tomándome de la cintura, justo cuando me va a besar, escucho el grito de una mujer y seguido, nos rodean Susurros... Con sus dientes sangrientos y sus encías que derraman baba. Me llevo la mano a la espalda para sacar la Vértebra, pero no hay nada porque yo estoy vestida con faldas, ¿yo vivo aquí?

–Nunca podremos tener un final feliz–me dice Ulrich junto a mí, los Susurros se acercan lentamente, escucho ese tétrico sonido que hacen, como metalizado, como si la mismísima muerte se riera en mi cara y me sedujera–. Nuestros hijos morirían. Como murió Abi.

–¿Qué estás diciendo? –mi voz se hace eco en mi cabeza, y sigue haciendo eco incluso después de haber terminado de hablar.

–Todos moriremos–veo una lágrima caer en su rostro–. Tú te vas a morir quizás primero... Y yo nunca te he podido sacar de aquí, por más que lo haya intentado.

–¿Quién eres? –no lo reconozco repentinamente. Veo unos ojos grises, un cabello marrón medio, un hombre alto, quizás tuvo que hacerse hombre muy rápido porque en su cuerpo todavía se ven indicios de juventud, en sus ojos se ve una pequeña llama de esperanza que se extingue cuando asimila mi pregunta–. ¿Dónde está Alek?

Me sujetan de los hombros y los Susurros se esfuman, veo al General gritándome, pero no escucho ni una palabra. Sé que grita porque su rostro albino está demasiado rojo, y la vena de su frente palpita y parece querer estallar.

Y su cabeza también estalla y me baña de su sangre. Me desmayo.

Nuevamente despierto, es un lugar bastante parecido a un laboratorio. Digo parecido, porque también podría ser un sótano. Hay oscuridad y huele a húmedo, siento que mi cabeza está en una bola de cristal, veo y escucho todo distorsionado, muy lejos está Alek abrazando a alguien, corro para llamarle, pero choco contra un vidrio que se astilla por el impacto.

Alek se voltea, veo sus ojos marrones tranquilos. Viste un traje bastante parecido al Krain, con el cuello alto y la textura escamosa, como la de una serpiente, recubriendo sus extremidades. Quien está con él, soy yo.

Y más atrás está Moonrik, y a su lado, Barry. Y Barry está con mi hermana. Su cabello rubio le cae a un lado del cuerpo en una trenza, no es la misma Abigail que yo dejé ese día. Sino una versión más adulta de sí misma, delgada y alta, pero con la misma expresión aterrada que tenía ese día.

Me vuelven a tomar de los hombros, es Boris. Me sacude, veo su cabello de fuego, los lunares de su cara mientras hacen lo mismo que el General, me grita desesperado. Después paso a los brazos de KJ, después a los de Oliv y finalmente, a los de Ulrich. Me sujeta del rostro y hay mucho dolor en su expresión.

No hay otra forma, me dice. Sigo escuchando como si estuviese dentro de una burbuja.

¿Qué?, trato de responder. Es como si me estuviese quedando dormida.

Caigo en un agujero cuando doy dos pasos atrás. Veo a Darla, al resto de mis mascotas caer conmigo en este agujero infinito. Cuando era niña, veía seguido Alicia en el País de las Maravillas, pero aquí no hay ningún conejo blanco que pueda darme una respuesta. Aunque sí un Susurro que logro distinguir al fondo, y con su boca abierta esperando para masticarme.

Escucho mi grito de terror, pero cuando cierro los ojos esperando sus dientes desgarrando mi cuerpo, caigo en agua. Y me hundo. No puedo nadar hacia arriba, mientras más nado, me hundo. Comienzo a desesperarme aún más, hasta que se me ocurre quitarme el traje. Mi Krain no funciona.

Me lo arranco con las uñas, dejo la carne de mi cuello al vivo mientras siento que se me agota el oxígeno y me desespero cuando se enreda en mi pierna. Logro subir a la superficie estando completamente desnuda. Y cuando llego, hay silencio.

Silencio total. Camino sobre el agua que intentó hace pocos minutos ahogarme, aunque pudo haber sido hace años. Las tonalidades de este espacio infinito son como las de un atardecer, pero no hay inicio ni final, sólo los colores naranjas y rojos revistiendo este espacio que no tiene ni un inicio ni final. Sin embargo, por alguna razón puedo caminar hacia el frente. Hasta mi cabello está suelto, siendo como escurre por mi espalda desnuda, todos mis sentidos están alertas, también siento una paz infinita. ¿Morí?

No lo sé. Pero miro un poco hacia arriba y veo la tierra. Mi planeta, extiendo la mano y lo toco. Escucho y siento a través de mi mano risas, siento la felicidad, también dolor, veo toda su historia, desde que existe e incluso, llego a ver el día en el que sol se tragará nuestra galaxia para volver a comenzar. Cuando apoyo mi frente y me alejo, está también mi planeta. Su suave tono lila, el blanco y azul claro le embellecen como pasadas de pintura de óleo. ¿Por qué siento nostalgia?

Miro hacia atrás, no hay nadie. Hacia los lados, pero tampoco hay nadie. Solo estoy yo y este silencio que me permite escuchar el sonido de mi corazón latente.

Tum, tum. Tum, tum. Tum...

Tick, tack. Tick, tack. Tick...

Todo al fin se sucedió

Solo que el tiempo no los esperó

La melancolía de morir en este mundo

Y de vivir sin una estúpida razón

Esa voz es la de Abigail. Suena su voz, mi corazón y el reloj. Los dos planetas se ponen uno al lado del otro con lentitud, miro a mis pies, el agua es hielo. Y comienza a astillarse.

Corro, corro tan rápido que mis piernas arden.

Yo te conozco de antes

Desde antes del ayer

Yo te conozco de antes

Cuando me fui, no me alejé.

Me sigue el hielo que se hace grietas bajo mis pies, mis piernas dan todo lo que pueden, me resbalo. El piso se abre, me aferro al hielo con mis uñas.Una fuerza mayor tira de mi hacia abajo y caigo...

–¡NO! –grito tan fuerte que me duele el pecho, mi voz se desgarra, miro hacia un lado y a otro, y más cuando me agarran de los hombros, me sacuden mientras sigo gritando, mis cabellos están sobre mi rostro, siento dolor en todo mi cuerpo.

–¡Eleonora! –es Ulrich, que me mira con esos mismos ojos grises que vi en todo aquello, pero esto es real, me aferro a la sensación de sus manos en la piel de mis brazos, es ahí cuando rompo a llorar.

Me aferro a su espalda, no tiene camisa. Hay sudor recorriendo su piel, mis uñas se clavan en su piel mientras lloro aterrada en su pecho, no puedo ni respirar mientras gimo y jadeo en medio de lágrimas de miedo y pánico.

Escucho lo mismo a mi alrededor, algunos vomitan, otros lloran y golpean el suelo con los puños. Está oscureciendo, eso hace que me altere todavía más. Recuerdo la oscuridad, como iba a morir mientras caía en ese agujero infinito, la sangre de todos, la misma por la que en esos sueños o visiones yo era responsable.

–Cálmate–me dice Ulrich, aunque su respiración también está acelerada, parece igual de agitado que yo, se aferra a mi cuerpo con la misma fuerza–. Estás bien, estamos bien.

–¿Dónde están? –pregunto en medio de mi llanto. Él sabe a quienes me refiero.

–Están vivos. Están cerca.

–¿Cuánto pasó?

–Unos tenemos pocas horas de despertar, tú eres una de las últimas–me aprieta más fuerte en su pecho–. Perdón, perdón, Eleonora... Perdón por no poder protegerte de esto. Por más que he intentado.

Recuerdo que me dijo esas mismas palabras cuando estuve ahí. Me abstengo de preguntar o de decir algo, mi cuerpo no me lo permite. Además, mi cabeza está muy inquieta para razonar algo, sobre todo cuando mi Krain empieza a doler más y más, tanto que tengo me apretar mi cabeza y me obliga a gritar, es como si hubiese un tornillo perforando mi cabeza. Escucho a Ulrich decir mi nombre, pero termino por ceder y me desmayo.

–¿Crees que esté bien? –escucho la voz nerviosa de Oliv. Quisiera responder a pesar de que estoy lo suficiente drogada para ni siquiera abrir los ojos. Hay calor y frío, hay oscuridad, pero también claridad.

–Nadie está bien–replica KJ.

–Debemos mantener la calma–les dice Ulrich en voz baja, firme–. Cuando desperté, todos se veían como Samir ese día que enloqueció. Gritaba y decía: "no otra vez" antes de volarse la cabeza.

–Bueno. Al fin lo logró–responde Boris.

–No es gracioso–le reprende Oliv.

–No digo que lo sea–dice casi de inmediato–. Él quería morir desde hace mucho. No lo culpo. Quizás ahora esté descansado.

–¿Qué vieron ustedes? –pregunta KJ. Hay silencio, no escucho o veo nada. El aire se vuelve denso, a menos que lo que sea que me pusieron es tan fuerte que tampoco puedo hacer eso–. Digo, todos decían que veían cosas... Como si fuesen visiones.

–Unos desaparecieron... –comenta Oliv–, ¿no los hallaron?

–No–responde Ulrich en medio de un suspiro largo–. Desaparecieron. Así de simple.

–¿Qué vieron? –vuelve a preguntar KJ, esta vez con algo más en su tono, como dolor.

Silencio.

–Vi a la persona que amaba en ese entonces morir una, y otra, y otra vez... De mil formas, y lo sentí muy real–dice Boris en voz cautelosa, no hay dolor, más bien un sabor a resentimiento–. Comida por Susurros, torturada, desmembrada. Lo aplastó el edificio en donde vivíamos ese día, murió así de verdad. Y ese mismo edificio estaba ahí, sólo que gritaba porque estaba con vida, y yo no podía sacarlo porque no me podía mover. Quizás es lo más leve de todo lo que vi, pero es lo que más recuerdo. Fueron sólo pesadillas.

–¿Y de dónde vinieron esas pesadillas? –dice KJ–. Porque yo de verdad sentí cómo mi propia familia ya muerta me arrancaba el brazo que ese Cercano me arrancó. Me culpaban de que yo había sido quien los asesinó.

–Tú no lo hiciste, Kal–le dice Oliv, escucho un manotazo. Como si le hubiese quitado la mano de encima.

–Yo me fui ese día.

–También hubieses muerto. En ese entonces no podías hacer nada–agrega Ulrich.

–¿Y ahora sí?

–KJ–le advierte Boris.

–No podemos hacer nada. No tenemos oportunidad. Vi un gas verde antes de que todo esto pasara. Oliv le hizo un test de sangre a Samir ese día, le ordenaron que no dijera que había rastros de una toxina desconocida. Ellos están muy por encima de nosotros–levanta un poco la voz–. Así que no te quedes ahí, queriendo decir que ahora sí podemos hacer algo. No podemos.

–No sabes qué pasará mañana, KJ–le responde Ulrich, su voz firme, pero lo entiende. Él lo entiende–. Si no lo hacemos nosotros directamente, tengamos la esperanza de que encontraremos lo suficiente para que los que vengan después de nosotros, lo hagan. Quizás no seremos los protagonistas, pero sí podemos hacer mucho todavía.

Ninguno dice nada. Mas uno de ellos se retira, puedo escuchar sus pasos. Ulrich no es de decir muchas palabras de aliento. Es más de sacrificarse por los demás. No sé hasta qué punto, pero por como habla... Por eso es nuestro líder.

–Iremos a descansar. Quédate con ella–dice Boris–. Alek dijo que no partiremos aún. No podemos. Es peligroso.

Se van también. Duermo un poco más.

Cuando despierto, veo a mi alrededor. Hay cuatro sabanas extendidas en el suelo, contando la mía. Hay cuerpos en ellas. Con vida o sin vida, no lo sé. Pero ahí están y estoy sola. Con mucho esfuerzo me pongo de pie y camino fuera de la tienda, para encontrarme con rostros pálidos, y muchos menos de nosotros. Muchos.

Siento mi boca seca, el cielo está oscuro... La noche me causa una sensación de soledad indescriptible. Incluso con la luna y las estrellas brillando exquisitamente. Antes esto me parecía hermoso, ahora temo porque un Susurro aparezca de la nada. No se ven señales de que los escudos estén activados.

–Eleonora–escucho esa voz. Me volteo con esfuerzo, sosteniendo mi cuerpo con mis brazos, hace frío. Mi piel se eriza.

Alek está parado frente a mí cuando me doy vuelta. Su cabello se ve desaliñado, se le ven aún más pronunciadas las ojeras debajo de sus ojos. Respira incluso irregularmente. Se ve susceptible, demacrado. Sus ojos se ven rojos, como si hubiese llorado lo suficiente.

–¿Qué haces aquí? –dice en medio de una respiración–. Deberías estar dentro.

Sé cómo me veo a través de su mirada. Me duele el cuerpo, mis piernas palpitan y tengo moretones en los brazos, además de rasguños en mi rostro. Seguro con esta ropa me veo como si fuese una niña desnutrida, porque él trata de acercarse con esa expresión de dolor. Se quita la chaqueta de su uniforme y la pone sobre mis hombros.

–No deberías estar aquí.

–Pues tú tampoco–mi voz sale como si tuviese algodón en el paladar. No he tomado agua desde hace mucho.

–Debemos cuidar que no haya Cercanos o Susurros. Ya perdimos suficiente.

Miro hacia los lados. Hay tanto silencio, solo hay dos camiones. Un puñado de carpas. Unos pocos dando vueltas, quizás no lo hacen para cuidarnos, sino porque no pueden dormir. Siento como todavía mis manos tiemblan, recuerdo todo lo que vi. Quiero vomitar, correr. Dejar de existir.

–¿Quieres que te lleve adentro? –es un movimiento instintivo que hago cuando él trata de tocar mi brazo.

–No podría volver a dormir–admito en voz alta–. ¿Por qué no están los escudos activados?

Veo que traga.

–Los perdimos. Todos–suelto aire.

–¿Cuántos murieron? –lo enfrento, sus ojos marrones claro parece que se preguntan lo mismo que yo. Mi vista se nubla por las lágrimas que empiezan a agruparse en ellos–. ¿Vale la pena todo esto?

Una corriente fría toca ahora mis mejillas húmedas. ¿Cómo vamos a llegar? ¿Cómo vamos a vivir después de esto? ¿Habrá un después? Ahora la culpa me invade, todo esto, todas esas vidas perdidas.

–¿Por qué Moonrik me pide que confíe en ustedes? Tú nos trajiste aquí. Hiciste que mis compañeros tuviesen la peor de las muertes. Y ahora esto. No sabemos ni qué fue eso. ¿Por qué no sólo nos matan y ya? ¿No es más fácil?

Alek se pone las manos en las caderas. Se muerde los labios tan fuerte que creo ver algo de sangre en ellos.

–Respóndeme. ¿Qué quieres ganar?

–Esto no se trata de mí. No se trata ni siquiera de ti. Veo que nunca lo vas a entender. Si estoy en lo correcto... Todo esto habrá sido en vano.

–¿Es ahora mi culpa? –ninguno grita. Nuestras expresiones son suficiente para demostrar todo lo que estamos sintiendo, el miedo, la ira. Nunca escaparemos de esto. Aceptarlo es lo más difícil. Nunca seremos libres, ni veremos el cielo azul otra vez–. Yo no sé por qué tuvieron que venir... Nos arruinaron la vida. Tú, Barry... Todos ustedes me dejaron atrapada en esta maldita cárcel, me alejaron de lo que más quería. Me lo quitaste–Alek no aparta la mirada, mis ojos son cuencas de agua. Mi cuerpo tiembla de dolor–. Espero que algún día lo pagues.

–No soy el causante de esto, Eleonora.

–Tú eres de ellos–mi voz se desgarra–. Tú también eres responsable de apartarme de mi familia, de mi vida. Ustedes nos dejaron así. Yo no quiero ayudarlos, quiero que mueran.

–¿Y a dónde irás? –se palmea las piernas–. Dime, ¿qué piensas hacer? No tienes opción. Es suicidarte o terminar esta misión y buscar a tu hermana.

–Ojalá ella esté muerta y no esté viviendo nada de esto. ¿Qué le hiciste?

No responde.

–¡Dime! ¿Qué le hiciste a Abigail? –le empujo por el pecho, me siento repentinamente como esa adolescente de diecisiete años que dejé atrás ese día, desesperada y sola, sin respuestas y sin futuro.

–Yo no le hice nada. Pero puedo asegurarte de que está con vida.

–¿Dónde? ¿Qué le están haciendo?

Mis rodillas empiezan a desfallecer, mi Krain de nuevo empieza a torturarme. Pienso en correr a buscar un arma para acabar con esto. Pero Alek me sostiene de los brazos con un poco de fuerza.

–Respira, Eleonora–me agita, sus ojos están igual de llorosos. No se escucha nada esta noche, solo hay tierra agrietada y amarilla bajo nuestros pies. Pedazos de lo que pudo ser asfalto alguna vez. Una luna de luz tenue que ya no tiene promesas de un nuevo día de oportunidades, ya no hay escape–. Respira.

–Suéltame. Eres un maldito–respondo entre dientes.

–Insúltame después. Respira.

Termino por enfocarme en sus ojos. Siento sus manos sobre mis brazos. El aire frío en mi piel. Veo sus labios entre abiertos buscando oxígeno para sus pulmones. Hago lo mismo, le permito entrar y llenar mis pulmones, sintiendo pánico de ver de nuevo todas esas pesadillas que podrían ser realidad. Más no tengo opción. No tengo salida.

–Debes dejarlo ir. Por favor. Te necesito. Necesito que vuelvas. No puedo hacer esto si no estás tú–de su voz siento la desesperación. Su cabello desaliñado, sus ojeras, me suplica que haga justo lo que Moonrik me dijo en ese vídeo. Dejarlo ir–. No se trata de lo que ninguno de nosotros quiere, tiene que ver con lo que hiciste. Si no vuelves, todo habrá sido en vano.

Alek mira hacia el suelo aun sosteniéndome de los brazos. Escucho su respiración y hasta una lágrima escapándose de sus ojos hasta tocar la tierra. También escucho pisadas detrás de mí, siento que una fuerza me obliga a ir hacia atrás. Son Boris y Ulrich. De nuevo no puedo escuchar nada, todo se ve con pesadez.

Siento líquido salir de mis oídos, cuando llevo mis dedos hacia mi cuello... Dejo un rastro de sangre en mis dedos. Escucho un pitido, escucho mi nombre repetirse por voces que no reconozco.

Veo a Alek de rodillas en el suelo, después las manos de Ulrich están guiándome lejos de él mientras que Boris le pide a alguien que traiga agua. Quiero decirle que no la gasten en mí, que guarden lo poco que tenemos. No puedo hablar, siento intensamente todo lo que ocurre a mi alrededor.

–Está entrando en estado de shock–escucho a Oliv a lo lejos, veo como todos caminan rápidamente. Ulrich acuna mi rostro entre sus manos.

–Tienes que ser fuerte, por favor, Eleonora. Tienes que resistir–siento la desesperación en su voz, realmente no puedo escuchar, y a la vez, puedo saber qué está diciendo. Es como si su voz estuviese distorsionada por la lejanía a pesar de que está a unos centímetros de mi rostro rogando que me quede una y otra vez.

–Tendremos que inyectarle media dosis, no lo va a soportar–dice una voz conocida, es uno de mis compañeros.

–¿Qué está pasando? –es la voz del General. Sigue con vida.

–¡Eleonora! –giro mi cabeza con lentitud hasta la entrada de la pequeña carpa, veo a KJ alterado, Boris y el General, con mirada confundida e incluso aterrada, lo agarran y sacan en medio de un forcejeo, aún lo oigo decir mi nombre con fuerza.

Eleonora.

Eleonora.

Eleonora.

Despierta.

Miro hacia arriba, donde hay una bombilla blanca con la que me hipnotizo antes de sentir que mi corazón poco a poco... Deja de latir. 

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