Capítulo 16
Recogemos nuestros sacos, limpiamos cualquier rastro. No sabemos si pueden seguirnos nuevamente esas bestias. Boris tiene ojeras y la cara enrojecida, Oliv se ríe de él mientras que lo sostiene para que se lave la cara. KJ también le ayuda doblando su saco y guardándolo en su morral.
–Es lo que haces cuando hay un hermano borracho–dice KJ, subiéndose el morral al hombro. Oliv sonríe mientras Boris jura que jamás hará nada igual estando en una misión.
Los camiones se están preparando. Se cargan con luz solar y combustible. Desconozco si queda suficiente para llegar, como nuestra comida. No han dicho nada de racionarla. Supongo que murieron los suficientes como para que nos dure más.
–Llegaremos en poco tiempo–dice el General detrás de mí, tiene sus manos cruzadas detrás de su espalda. Ni siquiera recordaba que estaba aquí, hasta que escucho el familiar sonido de sus botas acercarse a mí–. Les digo que no bajen la guardia y es lo primero que hacen. ¿Son idiotas?
Aprieto los dientes.
–No, señor.
–Entonces estén atentos si no quieren seguir muriendo.
Su advertencia queda en mi cabeza todo el camino. Este viaje quizás se ha hecho más largo de lo que debería. No sabía qué tan lejos estábamos, desde que el mundo se redistribuyó, no sé en qué país podríamos estar, aunque países tampoco existen, creo que llamarlos por su nombre tampoco tendría nada de pecado.
–No estamos en ninguna parte de Asia, eso es claro–dice KJ.
–Wow, KJ. Una vez más demostraste que eres todo un genio–le dice Oliv, Boris ríe al igual que Ulrich.
–Si el mundo está tan destrozado, ¿en dónde podríamos estar? –pregunto.
–Es difícil saberlo cuando todos hablamos en inglés–responde Ulrich–. Alguno de nosotros debe saber en dónde estamos. Quizás el General.
–¿Por qué no le preguntas? –le dice Boris.
–No nos serviría de mucho saberlo.
Eleonora.
Me advierte el Krain. Me sujeto la cabeza en las manos. De nuevo ese insoportable dolor que recubre mi cráneo hasta mi ojo.
–¿Todo bien? –Boris me pone la mano en la espalda, el ritmo del camión no es suficiente veloz como para saltar, pero el simple movimiento hace que me martille la cabeza.
–Sólo un llamado del Krain.
–¿De quién?
Le pido al Krain desde mis pensamientos abrir el llamado. No me muestra nada más que una petición de Barry Tyesson de reunirme con él en lo que nos detengamos.
–¿Nos detendremos de nuevo? –pregunta Oliv con una mueca de fastidio–. ¿Qué tanto más tendremos que tardar? Mientras más esperamos, más riesgos corremos.
–Algo querrán decirte–me dice Boris.
–Aun no entiendo qué quieren conmigo.
–Algo importante será. Está atenta. No te dejes convencer de cualquier cosa–me advierte Ulrich con sus brazos cruzados.
–No tengo una mente tan débil.
Esa noche, nos detenemos de nuevo. Con una advertencia de Cercanos según los radares del Krain, reforzamos los escudos y montamos guardia. No hacemos fogata esa noche, ni nadie duerme totalmente, menos los conductores que ya se ven agotados y demacrados. Oliv supo manejar el camión el día del ataque porque ella inicialmente no sería instrumentalista, sería piloto. Pero la desecharon por no cumplir con las condiciones físicas, como la altura.
Los conductores trabajan bajo coordenadas que ingresan en el sistema de los camiones que también se conectan con la red Krain, amerita de precisión, y por eso, lucen así. Cansados y hasta delgados, no les da tiempo para comer a pesar de la comida deshidratada que nos dan para mantenernos en forma. No sabe más que a cartón, pero es mejor eso que nada más.
Se ve la carpa de Barry Tyesson y de Alek a unos pocos metros, se nota desde acá que tienen un bombillo. Se ven sus pasos en la sombra que se escapa, pero no se oye nada. Oliv y yo miramos, mientras los otros hacen recuento de nuestras provisiones de comida, agua y armamento. Boris le pidió a Oliv que descansara, sus ojeras ya se ven prominentes debajo de sus ojos, y ahora, se ve incluso más pequeña, a pesar de que me lleva dos años por delante.
–¿Cómo crees que termine esto? –me pregunta mirando hacia la carpa.
–No lo sé, no creo que vivamos lo suficiente para ver el final de esto–recuerdo las palabras de Ulrich–. A veces imagino y sueño que encuentro a Abigail. Siempre que abro mi morral y veo ese pedazo de cinta que usaba de pulsera, me imagino poniéndosela de regreso. Pero después me digo a mí misma, ¿para qué realmente quiero encontrarla? ¿A dónde la llevaría? ¿A Base Unión? Sólo la arrastraría a este mundo, a matar Cercanos y Susurros. Pero también pienso que, si no la encuentro, la dejaría sufriendo.
–Cómo sabes que, digo, no... Murió.
–Abigail es casi la única razón por la que mantengo con vida. A veces, ni siquiera me importa la verdad de todo esto.
–Eleonora... ¿Qué pasa si no encuentras a Abi? ¿Qué pasa si ella ya no está? –lo dice con seriedad, pero cuando regreso a verla, veo preocupación–. Sé que nosotros no somos suficiente. No somos tu familia. Pero te queremos viva.
Me tomo un par de segundos para respirar y mirar de regreso a la carpa, Alek sabe cosas que yo no sé, y estoy segura de que también sabe que Abi no está muerta. Algo dentro de mí también lo sabe.
–Si no la encuentro... No será mi fin. Dije casi la única razón–le medio sonrío. Me empuja del hombro–. Ustedes también son importantes para mí.
La advertencia de Barry vuelve a mi memoria. ¿Cómo me desligo de lo que es prácticamente mi familia? ¿Para saber qué, exactamente? ¿Para qué? Aún lo pienso y no tiene sentido.
Eleonora.
Es la voz de Alek. No proviene del Krain. Miro hacia un lado, pero no hay nadie.
–¿Qué pasa? –me pregunta.
–Creí escuchar que alguien me llamó–Oliv une sus cejas.
–No escuché nada.
Desde el Krain, se me ordena ir a la carpa en donde están Barry y Alek. La única luz proviene de esa bombilla y de la enorme luna blanca que decora el cielo que parece ahora, el interior de la boca de un Cercano, tan negro que nada más puede distinguirse.
–Ten cuidado–me advierte Oliv, también recuerdo las palabras del General y de Ulrich. ¿Qué tan cuidadosa debo ser?
Cuando entro a la carpa, el piso sigue siendo de tierra y hay dos sacos en el suelo. Noto una mesa plegable con dos sillas y hojas apiladas sobre un maletero, además de una computadora parecida a la de KJ con audífonos de cable, eso es tan viejo que ni siquiera existían ya cuando todo era normal.
–Pasa. Siéntate–me dice Barry con amabilidad. Tiene puesta una camisa blanca y pantalones de jean, unos lentes que le caen sobre el puente de la nariz. ¿Cómo ha sobrevivido viéndose tan vulnerable?
Mientras, Alek todavía tiene puesto el traje de la milicia, sus manos como siempre detrás de la espalda y esa mirada fría a pesar de sus ojos marrones. Me mira con la mandíbula tensa e incluso veo en su cuello una vena brotada.
–¿Para qué quieren hablar? –digo tomando asiento y cruzando los brazos. El ambiente huele a humedad.
–¿No podías reunirnos a tener una simple charla? –me pregunta Barry extendiéndome una taza con lo que parece ser café, la rechazo, él se sube de hombros y bebe antes de seguir hablando–. Dentro de poco llegaremos, eso si no ocurren más accidentes. Tenemos una semana y dos días de viaje–ríe, dejando la taza en sus labios–. Lo sé. Parece que es una eternidad lo que llevamos.
–En realidad sí está tomando más tiempo del debido–enarco una ceja–. Es un viaje que debió de tomar cinco días nada más.
–Bien sabes estamos haciendo paradas por el bien de tus compañeros, además del resto de contratiempos que hemos tenido que enfrentar–me responde–. Nosotros también queremos llegar lo más rápido posible.
–¿Por qué?
Barry mira a Alek, y de regreso. Barry niega. Ruedo los ojos.
–Bien, ya veo que no me llamaron para por fin desvelar este misterio que tienen desde que llegaron, así que seré más precisa. ¿Con qué motivo estoy aquí?
–Moonrik desapareció–dice Alek. Lo observo. Mis cejas instintivamente se unen y cruzo los brazos.
–Qué mal. Pero no entiendo qué tiene que ver con esta misión...
–Mucho–me interrumpe. Veo que su cuello se tensa aún más–. Si Moonrik desapareció, puede significar muchas cosas.
Con mis brazos cruzados, me subo de un hombro incitando a que continúe. Sus botas caminan hasta mi y deja sus brazos a los lados de mi silla. Me tenso para evitar mostrarme asustada cuando mi silla se inclina hacia atrás.
–Deja de hacer eso–dice con los brazos tensos.
–¿Hacer qué? –respondo después de tragar, no aparto el contacto visual.
–Alek–advierte con suavidad Barry.
Alek se aparta con lentitud, colocándose una mano en la cadera y pasándose la otra por la sombra de una barba que cubre su rostro. Se ve ojeroso y cansado. Y sólo le quito la vista cuando Barry vuelve a hablar.
–Digamos que, si Moonrik desapareció... Ellos pueden estar más cerca de lo que pensamos.
–¿Ellos? ¿Los Cercanos? –Alek bufa con una sonrisa cínica.
–No. Ellos realmente–me responde. Mi corazón se detiene una milésima de segundo. Mi piel se eriza y siento que la sangre se me va del rostro.
–¿Por qué? –yo sé la respuesta. Quisiera ahora mismo despertar de esta pesadilla.
–Porque no quieren que lleguemos. Y sé que ya lo sabes. Ellos son muy superiores a nosotros en tecnología. Será cuestión de tiempo para que nos encuentren.
–¡Y qué hacemos aquí descansando! –me levanto de la silla con tal fuerza, que termina por caerse al piso–. ¿Ustedes son idiotas o qué? ¡¿Quieren que confíe en ustedes cuando lo único que hacen es ponernos en riesgo una y otra vez?!
–No planeábamos esto. Lo supimos hace poco.
–¿Entonces para qué me llamaron aquí? ¿Para decirme qué? Ellos están afuera creyendo que están descansando. Pero sólo somos para ustedes una carnada.
–¿A qué te refieres? –pregunta Barry.
–Ustedes son parte de ellos, al igual que Moonrik–les señalo a ambos. Alek destensa su expresión rabiosa, se termina de transformar en una de preocupación, Alek abre los labios para decir algo, Barry se le adelanta interrumpiéndolo.
–No es cómo tú lo piensas–Barry levanta ambas manos, no parece preocupado, ni nada parecido. Podría decirse que hasta aliviado–. Por eso te he pedido que confíes en nosotros. Esto es mucho más profundo de lo que tú piensas, Eleonora. Te hemos advertido, y entiendo que estés confundida porque ellos allá afuera, los que se preocupan por ti, también te advierten. ¿Pero qué dices tú misma de esto?
–Que están locos y qué fue un error que hayan venido.
–No puedes decirle a nadie–habla demasiado rápido Alek. Mi pecho duele porque me quedo sin aire.
–¿A quién?
–¿A Ulrich, tu equipo, quizás? –casi grita.
Ellos ya lo saben, lo supieron incluso antes que yo. Me gustaría gritarle. Pero, ¿y si los matan por eso?
–Ya hagan silencio los dos–dice Barry, se acerca a mí con tranquilidad. Su aura es la de un padre preocupado por su hija, Barry no se altera, ni se inmuta. Por eso no puedo terminar de confiar en él. ¿Cómo si él podría matar a los que me importan, quizás? Él podría ser incluso más letal que Alek–. Debes empezar a comprender, Eleonora. Toda esa información que han encontrado no es por casualidad, no somos tan estúpidos como para dejarla ahí sólo sin querer. Por eso te digo de nuevo que tienes que desligarte de ellos para desbloquearte y saber qué es lo que verdaderamente pasa. Sólo así nos podrás ayudar.
–¿Y si no?
–Todo se va a la mierda–se palmea las piernas Alek–. Todo se va a la mierda por tu egoísmo. Tú no eras así. Preferías arriesgar tu vida para salvar a los otros.
Mi sangre hierve.
–¿Y qué crees que he estado haciendo todos estos años? ¿Jugando? Yo he estado matando a esos monstruos pensando en mi hermana, mi hermana que tú salvaste, y que quizás, también mataste y no quieres decírmelo porque eres un cobarde–escupo mis palabras–. Yo me he estado sacrificando para que ellos–señalo fuera de la carpa, donde está esa pequeña familia que me ha cuidado y he cuidado desde que llegué, la que por mucho estuve negando y tuve que casi perderla para aceptarlo– no mueran. Yo no voy a descubrir ninguna maldita verdad si eso provoca que ellos se mueran. Ustedes son unos inútiles, estamos aquí varados mientras ellos nos rastrean como ratas para matarnos.
Bufa nuevamente Alek, veo las quemaduras en las palmas de sus manos cuando me señala.
–Serían muy amables contigo si te matan–me responde.
–Alek, ya basta–vuelve a advertirle Barry.
–¿Basta qué? ¡Ella sigue sin reconocernos! Qué maldita mala idea, esto es una basura–da vueltas alrededor.
–No había otra salida. Era esto, o definitivamente dejar todo morir.
–¿De qué hablan ahora? –pregunto con desesperación, pero apenas si me sale un hilo de voz porque mi cabeza empieza a doler más y más.
Si ellos no contradicen nada de lo que he dicho hasta ahora, es porque es verdad. Todo lo que hemos deducido es cierto. Pero me exaspera que no nos digan qué debemos hacer, o qué debemos de esperar. Mientras ellos siguen hablando entre ellos, dejo de escuchar totalmente y me dejo caer de rodillas al suelo, sólo así se callan
–Ustedes no lo entienden... No saben qué es pelear en contra de esas bestias. No saben lo que es no tener nunca más una casa a dónde ir, ni una cama propia en donde dormir. Ustedes nos quitaron todo eso, tú me quitaste a mis padres... A mi hermana–miro a Alek con el odio que viene desde mis entrañas–. Y después de todo eso... De todo lo que hemos tenido que sufrir, ¿esperan que los ayudemos?
–Por eso decidimos no decirles nada–escupe Alek–. Ustedes son unos brutos ególatras.
–Yo tenía una vida. Yo no era una bruta ególatra. Era una niña–lo miro debajo de mis cejas, mis lágrimas se escapan, pero la expresión de odio en mi rostro está intacta.
–No te queríamos aquí para nada más que ayudar, Eleonora. Creímos que ellos tal vez podrían hablar antes de hacer cualquier cosa. De todas formas, no sabemos quiénes se llevaron a Moonrik. Quizás sólo especulamos y esperamos que no sean... Ellos.
–Yo no entiendo qué quieren de nosotros. ¿Quieren nuestra tierra? Bien. Pero déjennos en paz.
Alek se ríe.
–No es una película. Yo no puedo convertirme en un maldito alien verde, somos incluso quizás más humanos que ustedes.
–Es que tú de verdad no puedes ser más idiota, Alek–se interpone Barry entre nosotros–. Te estás desenfocando, lo estás llevando demasiado a lo subjetivo. No se trata de ti, ella ya no está aquí–le señala el pecho con un poco de fuerza–. Ya basta.
Alek lo mira, respira con mucha fuerza y cuando se regresa a mí, veo en sus ojos mucho dolor. La noche es oscura, incluso aquí en donde el bombillo amarillo se balancea de un lugar a otro. El silencio me eriza la piel, quiero levantarme, estoy vulnerable. Pero mis piernas no ceden, no puedo por más que mi cerebro le grite a mi cuerpo que tiene que levantarse.
–Eleonora...–dice Barry frente a mí, veo en sus ojos paciencia. No es tan viejo, ni es joven. Quizás vivió lo suficiente para conocer un poco más sobre la vida normal–, no vivimos a hacerles daño. El ataque de los Cercanos y Susurros fue algo improvisto. Este viaje sería tranquilo... El Primer Gobierno nos exigió llevarlos. Nosotros queríamos sólo dos equipos. Era suficiente–intento creer que su voz me dice la verdad–. Supongo que intentan hacer todo lo posible por rendir los recursos que quedan. Hacen lo mismo con las mujeres y niños en los refugios. Pasan cosas realmente espantosas, más de las que ustedes piensan. Nosotros queremos ayudar. Si no, no te insistiría tanto en que vengas con nosotros, yo quiero que tú sepas la verdad para que nos puedas ayudar a solucionar esto. No sabemos qué pasó con Moonrik, sabemos que desapareció porque él dijo que sabríamos cuándo se iría, mandó un video y es para ti. No te dije que vinieras para hablar de Moonrik, como te dije, lo supimos hace poco. Te llamé porque necesitábamos hablar contigo, necesito saber si nos vas a ayudar. Por lo menos aquí, no hay bandos. Todos nosotros somos lo mismo.
Me pone una mano en el hombro. Nunca aparté mi mirada, ni mis lágrimas cesaron. Ni Alek me dejó de mirar. Mi cabeza empieza a dolerme de nuevo, trato de no demostrarlo.
–¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué pretenden que yo haga? –suena lastimoso. Sueno como un animal muriendo de nuevo. Pero estoy dispuesta a colaborar si esto hace que encuentre a mi hermana, si esto hace que mis compañeros vivan. Así el General me haya advertido y me saque las tripas porque tarde o temprano sabrá que yo tuve esta conversación con ellos.
–Por ahora, lo que puedes hacer es recordar antes de que lleguemos. Es la única solución–me responde Barry extendiéndome una mano. La acepto, no sé por qué, pero la acepto. Regreso a una silla poniéndome las manos en la cabeza.
–¿Recordar qué exactamente?
–Eso no podemos decírtelo–dice esta vez Alek con los brazos cruzados. Se pasa una mano por su barba creciente.
–¿Qué saben de Moonrik? ¿Y por qué es tan grave que se lo hayan llevado? –pregunto.
–Moonrik sabe muchísimo de todo–responde nuevamente Barry, sirviéndose otra taza de café y dándole un sorbo–. Además... Es nuestro amigo. Él sacrificó mucho. Nadie lo sabe excepto quizás, nosotros.
–¿Quiénes son ustedes realmente?
Barry y Alek se miran entre ellos.
–¿Por qué no pueden decírmelo? Mis compañeros lo entenderían. Haría todo más fácil.
–Preferimos tener un perfil bajo. Por ahora, lo que ustedes saben está bien.
–¿Qué será de esto después? ¿Qué pretenden con esta misión?
–También lo sabrás cuando lleguemos–dice Barry, no ha bebido más de su taza, sólo la mueve de un lado a otro revolviendo el contenido.
–¿Van a morir más? –esta vez, ninguno responde–. ¿Van a morir más? –insisto con voz áspera.
–Esperemos que no–me dice Alek, me encuentro con sus ojos marrones–. Esperemos que no haya necesidad de que muera nadie más.
Escucho un aullido metálico a lo lejos, hace que todo se quede aún más en silencio. Barry suelta una risa, pero no hay diversión en ella, sino sarcasmo. Barry Tyesson no siendo esperanzador ni amable asusta menos que su bondad.
–Bueno. Creo que ya es hora de dormir. No habrá más descansos después de hoy–dice.
–¿Y qué pasará si nos encuentran?
–Esperemos que nada peor que la muerte–me responde Alek, antes de salir de la tienda.
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