Capítulo 14
No sueño con nada, aunque si siento todavía los labios de Ulrich. Estaba tan alterada y asustada que no caí en cuenta de lo que había pasado hasta que, en medio de la noche, por intervalos, me despertaba y veía su silueta. Sé que estuvo despierto.
Es un suicidio amar en medio de esto. En medio de tanta sangre y desastre.
Por eso, no lo mencionamos la mañana siguiente. Entra una IS con mención en enfermería después de que Ulrich se va dándome una última mirada. Revisa mi cuerpo y me cambia las vendas del muslo. Está casi perfecto. Parece simplemente un rayón en mi piel, y se quedará ahí como las del resto de mi cuerpo.
Nadie más viene a verme en ese trascurso, pero escucho los pasos de las botas, un par de órdenes afuera. Dentro de pronto partiremos. Me recuesto unos minutos hasta que veo a Barry Tyesson entrar. Ya tengo una camisa puesta y mis pantalones esperan a un lado de la camilla. No me pongo firme ni saludo, sólo lo miro en seriedad un par de segundos para fijar mi vista después al frente.
–Ya veo que te encuentras mejor.
–Sí. Casi ni parece que intentaron matarnos–respondo–. ¿Qué necesita?
Se sube de hombros.
–Nada específico. Venía a ver cómo estás. Pronto seguiremos la ruta.
–Estoy bien.
–¿Ninguna pregunta? –uno mis cejas, sentándome más firme en la camilla.
–¿Me dará alguna respuesta? Porque no tiene sentido que pregunte si usted no me va a decir la verdad.
–¿La verdad? ¿O lo que quieres escuchar?
–¿A qué se refiere ahora? No sé por qué usted y Alek actúan como si me conocieran de toda la vida.
–Simple. Porque sí te conocemos.
Río. Desencajo la mandíbula mirándolo a los ojos sin creer lo que estoy escuchando.
–¿Quién es Moonrik? ¿Qué había de importante en ese pendrive?
–Moonrik trabajaba en las instalaciones de Inferno-7, en ese entonces, Base Hope 77. Él desarrolló el suero a un nivel celular mucho más preciso que el que les ponen a ustedes. Para que tu General pudiese volver a caminar, hace muchos, muchos años atrás, se le tuvo que inyectar el suero original. La verdad es que Moonrik sólo lo fabricó aquí, pero ya existía desde hace mucho más tiempo, sólo que con mejoras.
–¿Y eso tiene que ver con el pendrive?
–En el pendrive están algunos códigos que necesitamos, y la fórmula original del suero. Ya de todas formas, sabes lo que buscamos–trago en seco. La nave. Están buscando la nave. Los archivos que KJ mencionó hace tiempo atrás, ¿serían esos informes de las reuniones que hacían ahí, de quizás, experimentos? –. Tus compañeros son inteligentes. De todas maneras, iban a saberlo todos tarde o temprano. Aunque Alek insistió que fuesen unos pocos.
–¿Qué hay de sus expedientes?
–Ya veo que se han dedicado a investigar–Barry Tyesson, en cambio de Alek, habla con amabilidad y familiaridad. En su voz no hay cinismo, ni sarcasmo. Su rostro es sincero y es aquí cuando veo por qué confían en él, el por qué es político. ¿Será un mentiroso y sólo será una fachada? –. Mi papá era el botánico. Sí tuve una esposa y un hijo, también había otra bebé en camino... Ellos murieron. Mi esposa no tenía opción... Pero mi hijo murió por mi culpa...
–¿Por qué? –pregunto al cabo de unos segundos.
–Mi hijo murió porque yo defendí mis creencias–me mira, sus manos detrás de su espalda–. Es mejor así. Así no tuvo que sufrir todo lo que ha pasado después de ese entonces. Igual que mi esposa y bebé.
Barry Tyesson se sienta junto a mí, apoyando una de sus manos en su rodilla. Hay dolor en sus ojos, pero una débil sonrisa le cruza la expresión.
–No te digo esto para ganar tu simpatía. Te lo digo porque quiero que veas que no eres la única que ha perdido. Nosotros no somos los malos. Créeme. No podrás entenderlo ahora. Esperamos que puedas después, y lo más pronto posible, porque te necesitamos. Te están bloqueando los vínculos que creaste con tus compañeros y Ulrich. Y si quieres saber la verdad, tendrás que dejarlos ir.
–¿Qué hay de Alek? –pregunto evadiendo sus palabras, trago. Mis ojos se empiezan a llenar de lágrimas y no entiendo el por qué.
–Eso tendrás que preguntárselo tú misma. Él es bastante cobarde para estas cosas–sonríe.
–¿Qué hay del resto? ¿Quiénes son los malos entonces?
–No es maldad, precisamente. El corazón humano se corrompe con facilidad cuando hay poder de por medio. Tomaron provecho de la desesperanza. Tú lo sabes, Eleonora. Por eso sacrificaste tanto. Tienes que volver a encontrarnos.
–No entiendo nada. ¿Qué quieren? ¿Qué huya con ustedes a alguna parte? ¿Qué vamos a conseguir al final de esto? Ya dígamelo si quiere que confíe en ustedes.
Se levanta y da unos cuantos pasos hasta abrir la cortina de la tienda.
–Una esperanza. Pensé que era obvio–sonríe–. Mejórate. A primera hora mañana estaremos partiendo.
La conversación se repite en mi cabeza durante horas. ¿Al fin estamos consiguiendo respuestas? No lo sé, porque sólo atrajo más dudas. Incluso mi Krain vuelve a doler. ¿Alejarme de los vínculos de mis compañeros? ¿Cuándo por fin, después de años, acepté que son mi familia? ¿Cuándo Ulrich me besó?
Descubrir la verdad, ¿será la verdad digna de perder todo? ¿Si puedo encontrar a mi hermana? Abi debe estar esperándome. Todo esto lo hago para encontrarla. Pero Barry Tyesson habló como si algo más importante pasara, algo que está justo frente a nosotros y aún no podemos verlo.
–Hola, dormilona–sonrío cuando veo entrar a Boris–. Te has tomado más vacaciones que cualquiera de nosotros, es injusto.
Se sienta en la camilla. Es cierto. Nunca, ni siquiera en Base Unión, había estado tan descansada sin necesidad de consumir pastillas para el insomnio ni cualquiera de esas mierdas que tomamos para fingir que estamos bien en el reporte psicológico.
–¿Cómo están todos los demás? –pregunto. Bufa en respuesta.
–Tú eres la más hecha... ¿Cómo decirlo de manera amable? Mierda. Pero todos lo están. No saben a qué se debió ese ataque de Cercanos. Se supone que el trayecto estaba libre. Habían estudiado la zona. Además... Hubo una anomalía.
–¿Cuál?
–Crías de Cercano. Dos IS las vieron.
–Yo también las vi. Una de ellas fue quien me clavó la garra en la pierna.
Suspira profundo. El vello pelirrojo recubre su rostro que masajea con una mano.
–Hay cosas inexplicables. No debería sorprendernos esto. Pero me sorprende.
–¿Cuántos murieron, Boris? –me observa. Sus ojos claros demuestran dolor. Compasión.
–Un poco menos de la mitad, me temo. Hubo muchas bajas. Lo siento.
Antes de que pueda hablar, me interrumpe.
–No es culpa de nadie. No sabíamos que eso pasaría.
–¿Qué puede pasar después? ¿Cómo vamos a asegurar que sigamos viviendo?
Boris aguarda unos segundos. Toma mi mano y hace una mueca.
–No lo sé, El–responde con suavidad–. Nadie puede darnos una respuesta clara. Al menos ya sabemos algo.
–Sí están buscando la nave–digo de golpe–. Barry Tyesson vino esta mañana. Dijo que buscaban una esperanza. Que en ese pendrive hay una clase de códigos. Y que ellos no eran realmente los malos. Hablando de ellos dos.
–Sí, sabemos que ellos no son los malos.
–Tampoco parecía referirse a los Cercanos y Susurros.
–¿Entonces a qué?
–No lo sé... Ulrich y yo hablábamos de eso. De la nave de media luna. La vimos en el video el día que atacaron Japón. Ulrich habló sobre... Otra fuerza.
–¿Qué fuerza? ¿Cómo en la Guerra de las Galaxias? –río. Es extraño escuchar algo de la vida que tuvimos en el pasado.
–No... Creo que se refería más bien a que los que nos atacaron... No son los mismos que los de esas naves.
–Deben obviamente ser inteligentes como nosotros. Todos apuestan porque sean similares a nosotros desde los ataques, dudo que los Cercanos tengan cerebro para idear planes de ataque. Entonces no es una sola nave como dicen, son más. ¿No? –dice Boris.
–Tiene sentido. KJ vio una ese día. Oliv un día después. Creo demasiado lejos como para ser la misma. Ese día que nos mostraron el video, apenas se ve un reflejo. Aun así, era bastante claro para distinguir dos por lo menos.
–Pero nada nos asegura que estemos buscando precisamente una nave similar–responde. Tiene razón–. Podría ser... Cualquier otra. Vieron naves negras. Yo también recuerdo haberlas visto. Sólo fueron vistas ese día. En el ataque a Japón, lo único que puede verse es a la gente gritando y humo. A parte de la pequeña pista de las Media Luna.
–¿Qué deberíamos hacer?
–Creo que la mejor respuesta que puedo darte, es que esperemos. No podemos controlarlo. No podemos manejarlo por nosotros mismos. Si Alek y Barry te siguen dando pistas, aprovéchalas y une cabos. Tienes que ser astuta, Eleonora. No te alejes de ellos si te están dando pistas.
–¿Por qué tendría sentido que me las dieran a mí?
–Supongo que, si quieres saberlo, tendrás que aguantar un poco más.
Recuerdo de nuevo las palabras de Barry. Cortar vínculos para saber la verdad. ¿Lo vale? Quizás la verdad vale mucho más de lo que vale mi vida, vale más que encontrar a Abigail.
Y sólo me saca de mis pensamientos el sonido de un arma siendo disparada.
No perdemos tiempo más que para una mirada rápida, sale primero Boris que yo. Estoy vestida nada más con una franelilla blanca y un short que evita que roce mis vendas, pero no me importa, menos cuando veo algunas miradas de terror. Caminamos con velocidad junto al resto del grupo alterado que se pone en círculo, y en el centro, está Samir. Con un arma. Y Oliv. Todos quieren ver qué sucede.
Los ojos de Samir están enrojecidos. Las venas de su cabeza sobresalen y todavía tiene vendado el brazo de donde le saqué el tubo de metal para que pudiese sobrevivir. Gira en su eje con el arma cargada, Oliv mantiene sus manos al frente, se ve serena. Quiero gritarle que salga de ahí, pero Samir parece enloquecer.
–¡Quédense todos ahí! ¡Va a matarme! ¡Me va a matar!
–¿Quién va a matarte, Samir? Estás a salvo... Estás con nosotros–le dice Oliv, su voz es suave y tranquila, no veo temor en sus ojos, sino advertencia. Nos pide con las manos que nos alejemos–. Estás a salvo.
–Nunca estaremos a salvo, vamos a morir... Nos moriremos todos. Eleonora me quiere matar porque dejé morir a Silo–balbucea, todas las miradas se redireccionan a mí–. Los Cercanos vendrán de nuevo. Nos van a matar. Nos van a comer.
–Aquí estás a salvo, Samir, sólo...
–¡Cállate! ¡Cállate de una maldita buena vez! –su voz se quiebra, está fuera de sí mismo, Oliv tensa su respiración y pone las manos más cerca de su torso mientras Samir la apunta.
–Calma, Samir...–dice Oliv–, entrégame el arma, ¿está bien? Eso no te hace bien.
Gira de nuevo en su eje, todos se alejan un paso, veo a mi lado a Boris que traga en seco manteniendo su mirada fija en Oliv. Los ojos de Samir son saltones y rojos. Su piel está enrojecida y su herida empieza a sangrar otra vez. Siento que en cualquier momento podría salirle espuma por la boca, porque hilos de baba se acumulan en sus comisuras. No es el mismo Samir que conocí. No es ese hombre tranquilo y algo temeroso. Él se ha mantenido con vida por algo. Porque sabe cómo pelear y defenderse. Por algo tiene un respetable promedio en combate. Por algo a pesar de su brazo herido, me ayudó a bajar a los IS restantes dentro de los camiones.
–Eleonora... Yo... Todos. Vamos a morir. Sería bueno morir–balbucea, todos queremos hacer algo, pero no podemos hacer nada. Oliv se acerca.
–Dame el arma, ¿sí? Estarás bien. Te lo prometo...
Parece pensarlo. Sus ojos salidos se mueven de un lado al otro. De pronto, sujeta a Oliv de la muñeca y la sostiene contra su cuerpo, apuntándole el arma en la cabeza.
–¡No fue tu culpa! –le grito, me acerco un paso–. ¡Que Silo no se salvara, no fue tu culpa! ¡Suéltala!
Oliv respira y lo golpea en la espinilla, sujeta su brazo y lo retuerce tras su espalda, se le cae el arma. Grita, las lágrimas salen de sus ojos. Tengo el presentimiento de que ni siquiera le duele, sólo está perturbado y fuera de sí.
Mueve su cabeza de un lado a otro, le brota sangre de la nariz. De un momento a otro, tumba a Oliv inclinando su cuerpo hacia adelante, haciendo que caiga de lleno en el piso, Boris y yo caminamos un paso adelante, pero Ulrich hace su entrada y se pone frente a Oliv cuando Samir vuelve a tener el arma en sus manos, apunta directo al pecho de Ulrich, quien mantiene las manos frente a él y con el rostro inmutable, una IS, una mujer de cabellos rubios, se acerca a Oliv y la ayuda a levantarse, pero mantengo mi visión en Ulrich mientras todos están atentos a lo que puede pasar a continuación.
–Deja el arma–le dice Ulrich calmado–. No cometas un error del que puedes arrepentirte.
–¿Qué sabrás tú? –se le quiebra la voz a Samir, parece un niño asustado–. Ulrich Friemann, un genio IS, experto en estrategia y combate armado, estás casi al nivel del General, un año más y podrías serlo, no entiendes nada.
–Calma, Samir. Nadie murió por tu culpa. No puedes evitar la muerte de otras personas... Por más que trates. Pero ahora tienes el poder de evitar que alguien muera, suelta el arma.
Samir niega, sus ojos siguen llorando, su piel se vuelve morada, violeta como nuestro cielo antes azul, y libre. No tenemos ni siquiera libertad mental, estamos destruidos, Samir es un edificio en demolición, todos los saben, y por eso, nadie se acerca. Ulrich es el único quien lo intenta ahora, y veo en su mirada que quiere evitar la muerte de Samir, por más que diga que no pueden evitarse las muertes, Ulrich siempre ha luchado por mantenernos con vida sacrificándose él.
Como en el ataque en nuestro campamento, él estaba dispuesto a explotar para que nosotros viviéramos. En el interrogatorio, estaba dispuesto a manchar su rango para que nuestro equipo no tuviese consecuencias.
Se quedó en el último ataque al frente. Direccionó y organizó a tres equipos para crear un escape controlado, iba a volver por nosotros después de hacer una carnada para los Cercanos, gracias a Ulrich, los Cercanos no fueron a los camiones, y en todo eso, sólo hubo tres bajas. Los que quedaron vivos, fue gracias a él. La IS enfermera que cuidó de mi me lo contó todo. Nadie estaba impresionado porque Ulrich tiene ese don... De mantener vivas a las personas.
Él se sacrificó por mí hace años, aún sin conocerme, estaba dispuesto a sacrificar su vida por mí.
Por eso cuando Samir se pone el arma en la cabeza, Ulrich salta sobre él y se la quita. Samir le da una patada por el pecho y lo golpea con los puños en la cara, intento entrar, Boris me atrapa. Samir lo golpea una vez más, pero Ulrich lo sujeta del brazo, apoya sus pies en su abdomen y lo empuja haciendo que levante la tierra. Samir tiene un hilo de sangre saliendo de su boca, Ulrich sangra, su ceja partida junto a su labio.
–Basta, Samir–le dice Ulrich. Su voz firme. Se pone de rodillas con lentitud para después levantarse.
–Ya es demasiado tarde–responde Samir con voz trémula. Su pecho sube y baja con respiración forzada.
–No es tarde. No vamos a dejar que te pase nada–Ulrich le extiende la mano.
Samir le da la mano a Ulrich, Samir se apoya de él pasando un brazo por su cuello. Se ve derrotado, asustado y fuera de sí. No hay calma en sus ojos porque está perdido.
–No hay nada que ver aquí. Todos vuelvan a sus tareas. Partimos mañana en la mañana.
Nos acercamos a Oliv quien tiene una herida en el labio. Todos se dispersan y siguen con sus deberes, pero se ve que nadie entendió qué sucedió. Es normal que uno de vez en cuando pierda el control por el miedo... Aunque jamás visto a alguien apuntarse sí mismo y lejos de las líneas de combate.
–¿Qué mierda fue eso, Oliv? –le dice Boris, la sujeta de los hombros–. ¿Cómo se te ocurrió a ti quedarte ahí? Pudo matarte.
–Tenía que intentarlo, estaba fuera de control. Estábamos haciendo el inventario de armas, hablábamos de cuántas nos quedaban y cuántas necesitaríamos para completar la misión. Agarró esa y creí que la estaba viendo, hasta que me preguntó si simplemente, no era más fácil morir.
Uno mis cejas.
–Creo que sus instintos suicidas lo sobrepasan–digo.
–Estamos acostumbrados a ese tipo de comentarios aquí. Pero su descontrol fue muy repentino, su cara se puso violeta–nos mira con ojos entrecerrados.
–Seguramente no respiraba por el pánico–dice Boris, asiento.
–Sí... Quizás. Decía cosas bastante extrañas.
–Hay que estar preparados para cualquier cosa–digo–. Hemos estado haciendo teorías sobre un par de ellas.
–Sí, KJ me lo comentó. ¿Qué tan cierto puede ser?
–Quizás más cierto de lo que imaginamos–responde Boris.
Esa noche duermo con el resto. El Krain recubre mi cuerpo regulando mi temperatura, con mis manos en el pecho, miro el cielo. Dormimos en los sacos, esparcidos como granos de arroz, agotados y cansados.
Ni siquiera estamos cerca de Inferno-7, ¿qué otro atraso podríamos tener? No ha pasado mucho y siento que llevo meses fuera de las zonas seguras. Como Base Unión. No es mi lugar favorito, pero es el único lugar donde siento que no me puede comer un Susurro.
–¿Qué si nos siguieron? –susurra KJ a mi lado.
–¿Por qué siempre que estoy despierta, tú también lo estás?
Ríe.
–Somos hermanos. Los hermanos tienen esa clase de conexión–bromea.
–¿Hacías eso con tus hermanos? –mira el cielo.
–Sí. Si yo no podía dormir, ellos se quedaban conmigo. Éramos suficientes para causarle dolores de cabeza a mi mamá.
–A veces olvido que somos tan jóvenes.
–Yo también–responde–. En otra vida, esta podría ser una fiesta. Conoceríamos personas. Beberíamos alcohol, ¡tendríamos sexo! No esta porquería.
–Tienes razón–río–. Tienes toda la razón...
–Entonces... ¿Crees que nos siguieron?
–Creo que están bastante muertos. Gracias por ir conmigo, KJ.
–Siempre iré con ustedes–responde con obviedad y, aun así, me saca una sonrisa–. ¿Crees que podamos ser capaces de ver el cielo otra vez?
–No lo sé. Es bastante difícil responder eso.
–He estudiado el por qué el cielo se volvió de ese color.
–¿Y por qué?
–Aún no lo sé. Se supone que el cielo es el reflejo del agua que hay en la tierra. Así que supongo que tendrá algo que ver con el mar.
–¿Infestaron el mar?
–Sería bastante horrible, ¿verdad? –ríe–. Pero no. Incluso ha mejorado el porcentaje de fauna marina y los niveles de contaminación han disminuido como nunca.
–Qué bien. Ellos tienen respeto por el medio ambiente–soltamos una risa.
–Es bastante irónico. ¿Qué querrán?
–Algo sabemos, y es que a nosotros no nos quieren.
–Somos agradables. Yo me quiero bastante.
–Mal momento histórico para trabajar en el amor propio–ríe. La risa de KJ es suave y joven. Es como si tuviese a Abigail a mi lado, la recuerdo riendo, su cabello dorado bajo el sol, sus desayunos especiales. Veo un pedazo de ella en cada uno de mis compañeros. ¿Cómo desligarme de esto?
–Oliv actuó valiente–dice después de unos minutos.
–Ella siempre es así.
–Tú también eres muy valiente.
–No lo creeré hasta que no tenga una de esas medallas que tiene Ulrich.
–Fácil. Dile a Ulrich que te dé una.
–Primero me diría que no porque soy una desobediente. Después me diría que no porque dudo mucho que comparta la gloria.
–Ya duérmanse–nos dice Boris quien está de espaldas a mí–. A nadie se le va a dar una medalla en esta misión.
–¿Por qué? –pregunta KJ apoyándose de sus codos.
–Porque todos nos vamos a morir–responde en medio de un suspiro adormilado. KJ y yo nos miramos, pero después reímos.
–Tiene razón–dice KJ, con tono juguetón–. A nadie se le dará una medalla.
Todo parece tranquilo en la mañana. Aunque mi cabeza no me ha dejado de doler, hay silencio y todos en orden guardan tiendas y pertenencias. No es un silencio acogedor. Es un luto que nadie quiere admitir o hablar. Murieron nuestros compañeros. Nada podría traerlos de regreso a la vida, ni siquiera nuestro silencio, pero es lo mínimo que podemos hacer.
Hay dos camiones, los que quedaron tienen gruesas marcas de garras, uno tiene el parabrisas desquebrajado. No podemos hacer mucho por eso, con lo que queda, debemos llegar. No hay más opción. Me encuentro a lo lejos con la mirada de Alek. Tiene ojeras debajo de sus ojos. Se ve cansado y hasta algo desgarbado. Siento una presión en el pecho y no sé por qué. Él sólo me observa, distingo tristeza en su expresión.
Camino hacia allá recordando las palabras de Barry Tyesson. Ellos me conocen, pero yo a ellos no. ¿Quiero conocerlos? Algo en mi me dice que debe ser así. Pero también me da miedo afrontar nuestro destino, o la verdad que esconden estas dos personas. ¿Para qué nos están llevando hasta allá?
–Todos ya casi estamos listos–se me ocurre decir lo obvio. Me mira con sus ojos marrones y una ceja enarcada.
–¿Hay algo que necesites? –pregunta sin cinismo, parece sincera.
–No.
–¿Cómo está tu pierna?
–¿Por qué ese interés repentino?
–Tú viniste hasta aquí a decirme lo que estoy viendo. Puedo asumir que viniste porque o quieres algo, o simplemente quieres hablar conmigo.
Suspiro, miro hacia atrás, ya hay algunos que se suben a los camiones.
–¿Qué sabes tú, o Barry, que yo no sé? Honestamente.
–No podemos decírtelo. Tu misma debes darte cuenta–dice con naturalidad, pero hay algo de dolor en su expresión.
–¿Puedo preguntarte algo? Y por una vez, responde.
–Estoy respondiendo tus preguntas–se sube de hombros con los brazos cruzados. Tiene ojeras y la sombra de una barba.
–¿Por qué dejaste que me fuera ese día? Se supone que era tu deber, sin importar qué, mantener a todos a salvo.
–Bueno, ya ves que no hice un buen trabajo–intenta bromear, pero hoy se ve cabizbajo y hasta solo–. No podía, Eleonora. Cuando te des cuenta de cosas, todo tendrá sentido para ti. Ahora si te lo digo, no me creerás nada y me odiarás...
–¿Qué más secretos puede haber? ¿A cuánto dolor más nos van a exponer? ¿No crees que sería más fácil si me lo dices y ya? –sus ojos se abren. Su mirada se clava en mis ojos claros, parece como si a su memoria hubiesen llegado muchos recuerdos que había simplemente bloqueado.
Mi Krain empieza a doler, el dolor se extiende por toda mi cabeza hasta mi ojo, doy unos pasos hacia atrás sujetando mis sienes. Se pone de cuclillas junto a mí, mi visión incluso se nubla.
–¿Estás bien? –pregunta con urgencia.
–Sí. Esta mierda me va a volar la cabeza.
Alek suspira y me ayuda a levantarme. Sus manos quemadas tocan las mías, cuando pasa, lo observo. Siento esa misma opresión en el pecho que me llevó a venir hasta aquí.
–No puedo decirte nada–todavía sujeta mis manos–. No poder hablar hasta que tú misma te dieses cuenta es un acuerdo al que llegamos precisamente para no correr riesgos.
–Yo no tengo nada especial, soy un IS. Eso es todo. Si necesitan mi ayuda para derrocar al Primer Gobierno o explotar el nido de unos Cercanos, está bien, pero no puedo hacer nada más.
–Pudiste hacer más–me suelta, no con rabia, sino con dolor–. Ya no puedo seguir hablando de esto. Tú sigue con tu parte de esta misión, es una orden.
–¿Y ya?
Camina unos cuantos pasos antes de sujetarse las caderas y regresar. Pienso que dirá algo más. Que me gritará que me largue o me hará un comentario sarcástico que me hará arrepentirme de venir aquí. En cambio, me da un abrazo.
Quedo en mi sitio, con mis ojos abiertos y mi nariz en su pecho. Huele a sudor y café. No quiero esto, pero vuelve esa sensación en mi pecho que me advierte de lo correcto. Me separo de él mirándolo con extrañeza. Él salvó mi vida. De igual forma, ni así se me habría ocurrido darle un abrazo.
–No lo entiendes–dice, me muestra una sonrisa nostálgica–. Y temo muchísimo que tú, Eleonora, no llegues a entender por qué hacemos esto, y por qué hice y hago lo que hago.
Así se va. Me deja unos segundos en mi sitio, pensando sus palabras, pensando en lo que me dijo Barry e incluso pensando en mí misma, ¿qué hago aquí?
Me termino por subir al camión junto a mi equipo. Me informan que nuestro General está bien, sigue al frente con Barry Tyesson y Alek. Nuestro camión se mueve de un lado al otro por el camino rocoso en el que nos encontramos, de pensar en esa tierra amarilla levantándose mientras escapábamos se me eriza la piel. Por eso no deshago mi traje del Krain, para estar alerta en cualquier otra cosa que pueda suceder.
KJ está frente a nosotros con una laptop iluminando su rostro, todo está a oscuras menos su expresión concentrada en lo que sea que esté intentando hacer.
–KJ por fin ha encontrado quietud–dice Boris, reímos. Incluso Ulrich sonríe un poco.
–¿Qué estás haciendo? –le pregunta Oliv junto a él, quien no responde.
–No me digas que intentas hackear algo desde aquí–le dice Boris–. Ey, niño.
KJ lo ve. Hay algo en su expresión que no me gusta.
–¿Qué pasa? –hablo con cautela.
–Habla ya, KJ–le dice Ulrich.
–Me pareció extraño no encontrar más de Barry y Alek en los archivos de otras bases, así que ingresé a la red Krain para investigar, ahí estaban. Sus expedientes me llevaron a otros datos codificados, encontré documentos se supone debían ser eliminados. Como ese del... Ese científico...
–Moonrik–digo.
–Sí, Moonrik. Son sobre todo expedientes.
–¿Y qué es lo raro?
–Hay algunos videos aquí, pero el único que pude recuperar es este–le da la vuelta a la computadora que fácilmente podría confundirse con una caja.
–¿De dónde estás sacando toda esta información? –le pregunta Oliv.
–La red Krain tiene una memoria, una nube que no está autorizada para todos, claro está. Yo tengo acceso porque sé cómo funciona. Hay más ahí que sólo nuestros expedientes. No es lo mismo que Base Unión donde se guardan otra clase de registros, aunque también están relacionadas con la red. Véanlo así, la nube del Krain es como escribir en un cuaderno con un lápiz, de pronto, necesitas borrar y lo haces. Pero queda marcado en el papel lo que escribiste antes. Algunos pueden escribir, ingresar en el sistema con sus propios archivos y datos. Ahora, borrarlo de ahí es lo complicado.
El Krain era originalmente para sustituir a los teléfonos, era el siguiente paso en la evolución tecnológica. Después de ese día, invalidaron los aparatos y lo dejaron exclusivamente para uso militar. KJ llegó ahí porque sabían que él era un genio, y con ayuda de un equipo, lograron transformar el Krain y hacerlo diferente a como se esperaba que fuera desde un principio.
KJ siempre está en la mira porque es peligroso, quizá haya secretos que él solo sabe y no puede decir. Ha sido muy cuidadosos estos años, incluso su computadora no está registrada en la red Krain, es como si fuera un fantasma, o esa es la explicación más breve que nos dio.
–En esa nube se han guardado algunos archivos privados. Han hecho como que los borraron. Algunos sí desaparecieron, aunque eso es lo difícil de hacer. Los videos que les dije puede que los recupere, pero están tan bien encriptados que da la impresión de que simplemente, no existen–dice–. Estuve dos días intentando con este porque, es como si tuviese una dirección diferente.
–¿Cómo si lo hubiesen enviado de otra base? –pregunta Ulrich.
–Es de Inferno-7. Pero no. Es como si hubiese sido enviado a Inferno, pero no es de una base que por lo menos, yo conozca. No está registrada en la red bajo ningún código.
–¿Qué hay en el video? –le pregunta Boris a KJ, quien aprieta los labios.
–Tienen que verlo. Dura sólo cuatro segundos.
Lo pone. Nuestras caras se iluminan con la luz que irradian las imágenes. Hay un tumulto de personas, sostienen carteles. Veo destellos de fuego. Parece una protesta. Lanzan una botella a un edificio y explota, dejando una estela de humo cuando parte el vidrio y cae sobre las personas que continúan gritando. Se termina.
–No veo lo extraño–dice Boris. Se deja caer en el asiento–. Hubo algunas protestas después de ese día.
–Duraron menos de dos días–añade Oliv–. Las personas tenían que buscar cómo sobrevivir y había demasiados militares en las calles como para intentar algo. Incluso los cascos azules parecían querer mantener el orden a toda costa. ¿Qué tiene de raro?
–Dos cosas. Sé que no se distingue muy bien. Pero presten atención–vuelve a poner el video. Detallo ente las personas. Veo el edificio los carteles.
–Los carteles... –digo. Mis compañeros dirigen su atención a mí.
–¿Qué con eso? –pregunta Boris. Tardo unos segundos en volver a mi sitio.
–Alek me dijo hace tiempo... Que hubo informes sobre desapariciones de mujeres. En los carteles hay muchos rostros de mujeres.
–Sí. Hay informes sobre eso–agrega Ulrich, Oliv asiente.
–Yo llegué a participar en la redacción de algunos. Cuando estuve de servicio un año antes de estar en la IS. La verdad nunca lo relacioné con nada, se supone que... Eran desapariciones y lo más lógico es que estuviesen muertos–agrega Oliv.
–Quizás protestaban por eso. Para que el gobierno se hiciera responsable de alguna forma–habla Boris.
–Sí. Eso podría tener sentido. El problema está en dos cosas. Una de ellas me confirma lo que yo creo que es cierto, y me gustaría que ustedes también lo vieran–KJ vuelve a poner el video. Boris se apoya de sus rodillas y a la cuarta vez de verlo, une sus cejas.
–Ponlo una vez más... ¡Detenlo! ¿Qué dice ahí? –veo a KJ con una sonrisa de alivio.
–La salvación murió. La cura... Vive. ¿Qué significa? –Ulrich une sus cejas. KJ se sube de hombros. Cierra la computadora.
–No lo sé muy bien. Pero de algo estoy seguro... Ese video no es de aquí y eso es uno de los problemas–ríe.
–¿Por qué te ves tan feliz? –le pregunta Boris, aunque también hay algo de brillo en su mirada.
–Porque o fueron muy descuidados, o yo soy demasiado inteligente–sonrío–. Ese video lo enviaron a Inferno-7, a Hope 77.
–¿Y cómo está en la nube si se supone que la red Krain no existió hasta después de eso? –pregunto, siento como los vellos de mi cuerpo se erizan.
–Porque, aunque ese archivo es viejo... Se añadió a esos archivos privados encriptados hace relativamente poco. Se escribió, se añadió a la nube como un archivo inexistente. Seguramente fue la única forma de evadirlo de los archivos públicos, es decir de los archivos a los que nosotros podemos ingresar desde nuestros Krain. Usaron la nube como un señuelo.
–¿Quiénes? –pregunto. Ya sé la respuesta. KJ me mira todavía con ese brillo orgulloso en sus ojos de haber descubierto algo importante.
–No creo que sea necesario decirlo en voz alta. Es lo lógico.
–Pero, ¿por qué tendría ese video? ¿Qué tiene de relevante? Es sólo una protesta–dice Oliv.
–No lo sé. Supongo que algo importante ha de ser–KJ se sube de hombros, todos le prestamos atención, tratando de descifrar la información.
–Entonces, ¿a qué te refieres cuando dices que ese video no es de aquí?
KJ aprieta los labios, después suspira.
–No tiene ningún código de las bases. Cada base, aunque conectada por la red Krain y claro, Base Unión, tiene un código único. Incluso Inferno-7 tiene relación con las demás bases. Por lo tanto, para hacerlo más sencillo en el mismo archivo, al final, están los últimos cuatro dígitos de la base de la que fue enviado. Este no tiene ninguna. Ni los demás videos.
–O sea... No es de aquí–responde cauteloso Boris–. En serio no es de aquí.
Se deja caer en su asiento. Nuestros demás compañeros ya están dormidos, no hay ruido más que el de nuestras cabezas maquinando soluciones a un problema que para nosotros, todavía no tiene descripción.
–No es seguro–vuelve a hablar KJ–. Pero creo que el Primer Gobierno oculta muchas más cosas de las que creemos. Quizás es viejo y es todo. Tanto que las bases aún no tenían estos códigos. También no puede ser de aquí.
–¿Y qué si somos nosotros? –espeta Ulrich, todos lo miramos.
–¿Qué quieres decir? –pregunta Oliv después de unos instantes. Mi corazón late con fuerza.
–¿Qué si nosotros mismos causamos todo esto? ¿Y no hay nada más afuera?
–¿Es eso posible? –mira Boris a Ulrich. Él suspira y se sube de hombros, frota sus manos. Una señal de que está nervioso.
–Es una teoría. En ese video, no veo a Cercanos. O a Susurros. Veo a humanos–señala con la barbilla la computadora–. Y si hay humanos en otra tierra. ¿Qué los haría diferentes a nosotros?
–No saquemos conclusiones adelantadas–responde Oliv, se ve serena a pesar de que hay algo inquieto en su mirada–. Ya tenemos eso. Ya... sabemos, que no es de aquí, y aunque no es extraño porque se supone que sabíamos desde hace muchísimos años que no estábamos solos, me hace preguntarme... ¿Ahora qué?
–Supongo que tendremos que esperar llegar a Inferno-7 para averiguarlo–dirigimos nuestra atención a Ulrich–. Esperábamos respuestas. Pero nadie nos dijo qué hacer después de ellas.
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