Capítulo 12
Mis oídos pitan. Escucho las pisadas lejanas de los Cercanos. Siento que mis brazos me duelen, y siento que me sale líquido por la nariz. Abro los ojos con lentitud. Veo cuerpos contorsionados en formas extrañas, sangre. Huele a sangre. Veo hacia arriba, me encuentro con luz. Aunque la luz es roja y naranja. No hay luz cálida de verano. Ni la luz que entra en las mañanas a tu habitación.
Es luz que promete sangre y destrucción. Recuerdo en dónde estoy, pero me levanto con demasiada dificultad. Mi boca se abre del dolor que siento en mi cuerpo. El camión se volcó. Intento enfocar mi vista para lograr ver algo más, sólo veo los cuerpos contorsionados. ¿Están muertos?
Termino por ponerme de pie, mi Vértebra está debajo de una pierna de algún compañero. Con cuidado, la tomo y la pongo en el seguro de mi espalda. Me arde cada parte del cuerpo, mi cabeza palpita. ¿Están muertos?
Escalo como puedo para salir de aquí preguntándome lo mismo una y otra vez en mi cabeza. ¿Están muertos? Hay demasiada luz cuando asomo mi cabeza. Con esfuerzo, logro subir mi cuerpo con ayuda de mis brazos. Afinco mis pies primero en el costado del camión volcado y lo que veo, no podría salir ni siquiera de mis más horribles pesadillas.
Son demasiados, y parece que aún no se cansan de torturarnos. Mis compañeros combaten con todo su fervor, no veo a demasiados en el piso, pero los hay de todas formas. Y mientras bajo consternada a unirme a la pelea, reviso entre sus caras si no está alguna de los de mi equipo. Huele a sangre. A fuego. A que quizás, no saldremos vivos de esto. Mi cabeza me da vueltas cuando veo un cuerpo a la mitad y extiende una mano hacia arriba, como si le rogara a algo o alguien, por más tiempo de vida. Todo tiene una tintura roja y grisácea. Hay humo que me nubla la visión, hay cuerpos que no volverán a la vida. Hay Cercanos que matar.
Por eso, cuando siento mi pecho lleno de ira, mi sangre hirviendo en mis venas. Desprendo mi Vértebra y la pongo a toda potencia. No puedo caminar bien, mi tobillo me duele, me sangra la nariz, mi hombro puede que esté dislocado, siento raspones que arden en mi cara y mi cabeza duele, pero mi Krain está encendido y me muestra el estudio de perímetro y las posibilidades que tengo de ganar.
Evalúa rápidamente mi condición física y mental. No es muy alentador el porcentaje. Sin embargo, algo que he aprendido es que sólo son números.
Corro apuntando, escalando, escondiéndome. No sé dónde está mi equipo. Pero no puedo dejarme vencer así de fácil, no puedo morir aquí antes de saber qué es lo que hay en Inferno-7, antes de saber a qué se refería Moonrik. Antes de encontrar a mi hermana.
Me encuentro con un Cercano de frente cuando salgo de atrás de un camión volcado. Sus dientes sangrientos y babosos me esperan, su único ojo casi no puede verse por su piel negra y babosa, me acecha como un tigre, le apunto directamente a donde debería estar su ojo, me rodea, nada más espero que se acerque para no perder tiempo.
Gruñe. Y él suena como un hormigueo, como una promesa de muerte.
Sin pensarlo más, disparo. El Cercano mueve rápidamente su cabeza. Corro sacándome una daga del antebrazo. No puedo gastarlas así como así, pero estoy herida y no puedo ver bien porque me da vueltas la cabeza, además, hay humo a mi alrededor. Me doy vuelta corriendo, como si me fuera a lanzar sobre él de lleno, termino por deslizarme debajo de su cuerpo hasta llegar a su cola que me impulsa a su espalda. Me aferro con todas mis fuerzas a su cuerpo baboso que se mueve sin parar hasta que logro tomar fuerzas y clavarle la daga en el ojo. Es mi movimiento seguro.
Salto de nuevo al piso y siento como mi pie cruje. Grito de dolor luchando por levantarme, y cuando lo hago corro lo más rápido que puedo antes de decirle esa palabra que ha salvado mi vida en múltiples ocasiones.
–¡Boom! –grito tragando aire.
La explosión me impulsa para caerme de nuevo en el suelo. Seguramente algo de mi cabello se quemó. Tengo sangre de esa cosa en mi cuerpo y parte de mi cara. Sangre negra y escurridiza que se desliza por mi piel. Intento aspirar aire.
¿Están muertos?
Tengo que evitar entrar en pánico, tengo que respirar, pero el humo y el olor fétido de la sangre del Cercano me marea. Me obligo a levantarme, y cuando lo hago, vomito.
Veo algo de mi sangre ahí también.
Hay tengo que continuar.
Envío una señal desde el Krain a mi equipo mientras corro con todas mis fuerzas al lugar donde puede haber mayor concentración de esas bestias. Aunque intento localizar a mi equipo, el Krain sólo me muestra concentración de masa. Enciendo mi auricular a través del Krain y al dar dos o tres pasos más lo primero que escucho es la voz de Boris.
–¡Eleonora!
–¡Aquí estoy! ¡Envíame tu ubicación! –evito sonreír sin poder evitarlo. Boris está vivo. Se me salen un par de lágrimas mientas continúo corriendo. Escucho sonidos de cañón a través del auricular.
–¡Alejamos a los Cercanos de los camiones volcados para protegerlos! ¡Quédate ahí!
–¡Yo estoy bien! ¿Dónde están, Boris? –lloriqueo, giro en mi eje. No veo nada, hay niebla y humo, sólo escucho gritos, la sangre sobre mi cuerpo me marea.
–¡Quédate ahí!
– ¡No! –suplico. Se corta la señal. ¿Y si un Cercano lo mató?
Hiperventilo con la imagen de Boris siendo comido por un Cercano. No sé en dónde están, pero tengo que seguir corriendo para encontrarlos. ¿Qué haré si están muertos? Es un suicidio amar en medio de esto, pero son lo más parecido que tengo a una familia. Me he rehusado a aceptarlo por miedo a que duela. Yo no elegí quererlos, así como no puedo permitir que les pase algo.
Por eso, aunque podría morir sin ver a Abigail otra vez, sigo corriendo para encontrarlos.
Mis piernas arden y mi pie medio cojea mientras me aferro a mi Vértebra. Me encuentro con un infierno, sonidos de la Vértebra por donde se vea, cañones, veo dos muertos abiertos y contorsionados en el piso.
Que no sea Boris, que no sea Olivia, que no sea KJ... Que no sea Ulrich, rezo.
La tierra húmeda se me pega a las botas. A la cara. De todas maneras, sigo corriendo y combato con dos Cercanos, a uno le exploto la cabeza, al otro lo mato con la Vértebra. La adrenalina me recorre el cuerpo, me olvido del dolor.
Y más aún cuando veo a lo lejos a KJ disparándole una y otra vez a un Susurro. Grita sin temor mientras dispara, veo su brazo metalizado y me lanzo por él para ayudarlo. Le entierro una daga en el muslo lo más profundo que puedo al Susurro, su cola hace un movimiento de látigo que golpea mi espalda, pero se desequilibra en medio de un grito.
– ¡Dispara, ahora! –se me desgarra la garganta en medio de un grito, KJ le da en el blanco, en el ojo, se sigue agitando con fuerza, casi alcanza mi pierna una de sus patas, pero KJ corre hacia mí y nos arrastramos mientras el Susurro da pisadas hasta que cae al suelo y muere.
KJ me ayuda a levantarme, su rostro está cortado y bañado en sangre y mugre, sus ojos oscuros se ven con los míos, hay un camino de lágrimas en mi rostro ennegrecido. Su mano de carne también está sucia. Sin embargo, esa es la que sujeta la mía con fuerza. Me aferro a esa sensación de calidez.
– ¡¿Cuál es el maldito plan?! –grita KJ en el auricular.
–Resistan–una voz desconocida y conocida para mí. Alek–. Nos alejaremos de aquí, están preparando el Globo.
–¡¿Y los camiones?! –nadie responde–. ¡¿Qué pasará con los camiones?!
KJ todavía sujeta mi mano.
–Los que quedan están en el área, estén atentos, súbanse a uno apenas lo vean–dice con firmeza.
–¿Qué? –me detengo–. ¿Van a inyectar el Globo y los van a dejar allá?
– ¡Hay que seguir, Eleonora!
–¡No! ¡Hay gente con vida ahí! ¡No podemos simplemente dejarlos!
–¡La mayoría están inconscientes! –me sacude por los hombros–. Tenemos que irnos, ya.
Me quito de su agarre, doy dos pasos hacia atrás.
–Voy a volver. No voy a dejarlos a ellos atrás.
Empiezo a correr en dirección contraria. Escucho la voz de KJ que grita con todas sus fuerzas... Al cabo de unos segundos, me sigue. No lo miro, pero me alivia que esté aquí.
–¡Oliv! –grita KJ a través del micrófono.
– ¿Dónde mierda están todos? ¿Dónde está Eleonora? ¡Ella se quedó en el camión!
–¡Está aquí! ¿Cuánto le queda al Globo?
–¿Por qué? Lo estamos modificando para controlarlo.
–Esperen más tiempo.
–¿Qué? ¡Hay gente muriendo!
–¡Y habrá todavía más! –le digo–. ¡El Globo alcanza hasta los camiones!
Un breve silencio.
–No van a morir. No voy a dejar que lo inyecten hasta que ustedes salgan de ahí. Dense prisa. Lo informaré a los demás instrumentalistas.
Seguimos corriendo, y mi pecho duele por todo el aire frío que respira.
–Muchos sí salimos, confiemos en que no haya muchos dentro de los camiones.
–Tú los de la izquierda–asiento–. Yo los de la derecha.
KJ suspira decidido y cada uno va por su lado.
Subo al primer camión. Hay tres personas. Dos mujeres y un hombre. Reviso rápidamente la cabina. No hay nadie. Eso me alivia.
Reviso el pulso de la primera mujer. Está viva. Él también está vivo. La última no. Sus ojos están abiertos y su cuello torcido. Uno de sus brazos en una triste posición. Está muerta. Pero ahora no puedo enfocarme en eso. La saco primero a ella, el hombre me cuesta más trabajo. Pero a ambos los saco.
–Ya saqué a los primeros dos vivos–le dijo a KJ por el auricular–. Uno de ellos creo que tiene la pierna rota. ¿Cómo los vamos a llevar?
–Si no sales de ahí, volaré todo el lugar contigo incluida–Alek me habla.
–¿Qué mierda te pasa? ¿Vas a volar este lugar con gente todavía viva? ¡Los vas a sacrificar como unos perros mientras tu están muy cómodo en el camión!
–Sal de ahí ya. No vamos a esperar más por ti.
–¡Vete a la mierda! –apago mi auricular.
– ¡Eleonora! –me grita KJ desde el otro camión–. ¿Cómo los vamos a llevar?
Miro hacia el suelo. Tengo que bajarlos de aquí.
–¡No lo sé, ya se me ocurrirá algo! ¡Terminemos de sacarlos de aquí!
Me subo al siguiente camión, KJ baja al resto. Dos hombres, los reconozco. Lu-Huan y Samir. Este era mi camión, aquí estaba mi equipo.
–¿Samir?
Me acerco. Tiene una barra de metal atorada en el brazo.
–Llévate a Lu-Huan. Está vivo.
–No vamos a dejarte aquí–le digo.
–Váyanse. No tengo nada más por lo que luchar.
Camino en medio de todo este desastre hasta él. Me arrodillo a su lado.
–No se ve que tengamos que cortar tu brazo, no exageres. Pero si hay que sacarla. Vas a vivir–le pongo una mano en el pecho. Hablo con urgencia. Él no tiene su Krain activo.
–Escucha, Eleonora. Déjame aquí. Nada más los voy a retrasar.
–Si hace falta noquearte para que te calles y vivas, lo voy a hacer–respondo mientras le arranco un pedazo de su camisa manchada de sangre, rompo otro pedazo y se lo pongo en la boca–. Muerde esto. Trata de no hacer tanto ruido. No queremos atraer a ningún otro Cercano.
Muerde el pedazo de tela. Tomo un suspiro largo. Agarro la barra entre mis manos y con cuidado, empiezo a sacarla. Samir respira con fuerza y aprieta los dientes en medio de sonidos de dolor. Poco a poco la barra sale cubierta de sangre.
La tiro a un lado y rápidamente envuelvo su brazo con la tela apretando con una fuerza moderada su brazo para evitar la hemorragia por lo menos hasta que lleguemos a donde sea que tengamos que llegar... No había forma de cortar el tubo.
–Sal de aquí. Te ayudaré a subir, y me ayudarás con Lu-Huan–asiente.
Veo de reojo algo conocido para mí. Mi morral. Sin pensarlo, me lo echo al hombro negándome el dejar atrás lo único que legalmente me pertenece. Es lo único que tengo personal, una foto de mi familia y una pulsera de Abi. Voy tras Lu-Han.
Hacemos exactamente lo que le digo a Samir. Me subo un brazo de Lu-Huan al hombro sosteniendo un morral en el otro, Samir sostiene a Lu-Han mientras subo para que ambos unamos fuerzas.
–Me queda sólo un camión. Comunícate con Kal Jhonson por el Krain, integrante del equipo A2210, te ayudará a bajar a Lu-Huan. No podemos perder más tiempo.
Bajo del camión, corriendo lo más rápido que puedo al otro extremo. Debió de ser una estampida para que quedaran tan cerca y en estas difíciles posiciones. Tengo que escalar para poder llegar hasta arriba del siguiente camión. Caigo sobre mis pies, aquí hay cinco personas...
Pero, todas están muertas.
Miro a mi alrededor después de medirles el pulso. Están muertos... Mis ojos se nublan. No pude ayudar. Quizás hubiese podido salvar a algunos si llegaba antes. Todos están en posiciones muy difíciles para verse con vida. Dos de ellos tienen los ojos abiertos y una mueca de dolor. Me acerco a ellos, a una chica como de mi edad, le cierro los ojos.
Lo extraño es... Que tres de ellos están abiertos. Tienen marcas profundas, demasiado profundas. Tres que van de sus hombros hasta sus caderas, mis botas de empapan de sangre, no me doy cuenta hasta que escucho ese sonido, hay poca luz, pero puedo distinguir desde aquí su forma.
Un Cercano.
Saco mi Vértebra, mi morral se lo quedó Samir, si muero aquí, que por lo menos sepan que no era nada más una IS. Era un humano. Intento no respirar fuerte, se está comiendo a alguien en la cabina.
Que esté muerto y no esté sufriendo, digo en mi cabeza. Pero parece como si hubiese escuchado porque se detiene, su forma lo suficientemente pequeña como para caber aquí. Jamás había visto uno pequeño, no me confío. Porque se agarra a la pared y sube por el techo, me quedo en mi lugar esperando para atacar, pero abre la boca y lanza un horrible chillido. Disparo mi Vértebra dos veces y sacude la cabeza antes de morir.
Mi corazón palpita a toda velocidad, me decido salir de aquí lo antes posible. Cuando alcanzo el borde para salir siento el dolor más intenso que haya podido sentir antes. Pateo con todas mis fuerzas la cabeza del Cercano, del mismo tamaño que su hermano, lo pateo una y otra vez aferrándome a la salida.
Me hace caer junto a él de regreso al camión, el Cercano se levanta rápidamente, viene a atacarme, pero yo me saco una daga de la pantorrilla y evito que sus dientes me alcancen sujetándolo desde el cuello.
Su piel se me resbala y hace fuerza para arrancarme la cara, grito empujándolo lo más fuerte que puedo hasta que logro que mis piernas lleguen a su cuerpo y lo patee lejos. Sin dudar, alcanzo mi daga y me arrastro hacia él en cuestión de segundos. Apuñalo su muslo carnoso y baboso, grita. Lo sujeto con mi cuerpo, y cuando está debajo de mí, una y otra vez lo apuñalo en la cabeza.
Siento como el cuchillo perfora la carne, me salpica su sangre, estoy cubierta de sangre de Cercanos, pero sigo clavando el cuchillo hasta que no queda nada de él que pueda quedar vivo. Mi pecho sube y baja y me aparto para sujetarme la cabeza entre las manos mientras tiemblo, mis manos tiemblan, vomito.
El olor a sangre de Cercano se queda en mi olfato, quiero arrancarme la piel para no oler más este asqueroso olor, y nada más me hace reaccionar hasta que veo mi pierna perforada.
Tengo una garra de Cercano clavada en la pierna, no se alcanza a ver el extremo, pero está enterrada como una espina. No grito. Si lo saco, me voy a desangrar. Samir tenía esa estaca de metal hasta la mitad. No tengo la misma suerte, siento mi pierna palpitar de dolor, mi cabeza me da vueltas, pero tengo que salir de aquí.
Todavía temblando, débil, escalo a la puerta, ahí está mi salida. Tengo que subir totalmente con la fuerza de mis brazos, tengo que gritar para encontrar mis fuerzas. Quedo boca arriba en la salida, el cielo está negro, no hay luz, no hay estrellas, sólo humo. Alejo mis pies de la puerta por el pánico a que haya otro animal ahí dentro.
¿Voy a morir aquí?
–¡Eleonora! –escucho la voz de KJ–. ¡Van a volar esta mierda!, ¿dónde estás?
–En el camión donde estaban los D2210... Todos están muertos.
–¡Vamos por ti, tenemos un minuto para salir de aquí!
–¿Cómo los vamos a llevar?
–No te preocupes por eso–mi voz se quiebra cuando escucho a Oliv, ya nos estamos acercando a tu posición.
Me levanto con todas mis fuerzas para bajarme de aquí. Veo un camión a lo lejos, y también a un Susurro persiguiéndolos. El piso ya se está viendo abultado. Por eso le decimos el Globo. Están minando el suelo con químicos, y no vamos a sobrevivir si no salimos de aquí.
Corro con mi pierna fallándome hasta ellos, no se detienen, tengo que sujetarme del camión mientras veo a ese Susurro intentar alcanzarme.
–¡Abre la maldita puerta, KJ! –escucho a Oliv gritar desde mi auricular.
–¡Eso intento! –veo a KJ forzar la puerta.
Me saco la Vértebra de la espalda, sujetándome con todas mis fuerzas con mi otra mano libre al camión y golpeo con todas mis fuerzas el vidrio con el arma. Golpeo una y otra vez, KJ hace lo mismo hasta que se rompe. Me sujeta de los brazos y me tira hacia adentro con los demás, siento el dolor de mi pierna cuando caigo al suelo, grito.
Escucho una explosión a lo lejos. Y otra. Y otra.
– ¡¿No podían darnos treinta segundos más?! –grita Oliv mientras acelera con todas sus fuerzas, maneja en línea recta mientras nos persigue ese Susurro, ya huele fétido, y eso es el Globo.
–¡Acelera, Oliv! –le grita KJ.
Oliv presiona aún más el acelerador, el camión se levanta conforme se acerca a nosotros la explosión, los demás dentro del camión, algunos ya conscientes gritan por su vida, veo a Oliv inmutable, cambia las direcciones, acelera y acelera.
–Si no llegamos al punto de encuentro en veinte segundos, volaremos con ellos–dice Oliv con tranquilidad, no le quita la vista al camino.
Otra explosión, viene tras nosotros. El Cercano al parecer quedó atrás porque escucho un grito de dolor y seguido, un cuerpo siendo achicharrado. El camión se levanta desde atrás, mi pierna sangra, pero por mi cuerpo recorre la adrenalina suficiente para mantenerme alerta, me apoyo del asiento de KJ, no falta mucho para llegar.
–Diez segundos... –dice KJ, siento la explosión más cerca–, ocho, siete...
Boom. Boom. Bom. Escucho gritos de bestias y carne calcinada, estamos viajando a través de esas bestias. ¿Dónde está Ulrich?
–Seis... Cinco.
No hay nada al frente, están lejos, pero ahí están. Estamos a segundos de estar a salvo. A segundos de seguir con vida.
–Uno...
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