Capítulo 11
Todos me miran extraño desde que me fui con Barry Tyesson y Alek Vienova.
Sí, soy excelente en combate. Aunque honestamente, ellos son más grandes y fuertes que yo. ¿Qué sentido tiene que me lleven a mí de escolta? Ninguno. Por lo menos no en este lugar, ¿qué peligros mortales podría haber? Y todos piensan con la misma lógica. He tenido que soportar durante dos días miradas acusadoras. Mi equipo no ha hecho ni un comentario al respecto, Ulrich no me mira y me evita.
Mientras todos comemos y el sol quema nuestros rostros, el cielo violeta quema nuestra visión, veo al General detrás de uno de los gigantes camiones que nos trasportan. Fija su mirada en mí y eso basta para que entienda que debo ir.
–¿A dónde vas? –me dice Oliv cuando dejo mi comida de lado.
–Con Alek. Ahora es mi mejor amigo–veo a Ulrich, quien aprieta la quijada, pero sigue con su comida.
Con un suspiro y el sudor recorriendo mi nuca, dejo atrás a mi equipo para encontrarme con el General con una barba incipiente y blanca. Él es una persona albina. Puede que sea incluso la última que quede. No es tan viejo, ni tan joven, con una mirada gélida. Quizás en sus sueños todavía siente como su columna queda deshecha.
–Esto es fuera del protocolo. No debemos de desconfiar.
–¿Qué habla? Con todo respeto–ve detrás de mí y detrás de él.
–No quiero decir que desconfíe de ellos... Son parte de esto. Pero actúan como si no hubiese nadie por encima de ellos. Esa parada en esa ciudad, no lo notificaron en Base Unión.
–¿Por qué no?
–Dile a los demás. KJ debe saber por qué.
–¿Por qué no le dice esto a Ulrich? –pregunto con una ceja enarcada–. Digo, él es con quien debería debatir este tema.
–No seas estúpida. Es a ti a quien le tienen el ojo puesto. ¿A dónde fueron? ¿A quién viste?
No sé por qué algo en mi pecho se remueve cuando abro mis labios para responder. Siento rencor hacia el General porque jamás me permitió ir a ver qué había pasado con Abigail. Desde que él es mi superior no ha dejado de molestarme incitándome a esforzarme más. Sin embargo, él me ha obligado también a no morir, no tiene sentido que lo odie por eso, pero lo hago, aunque algo dentro de mí me diga que esto está mal de alguna forma.
–Era bastante parecido a una farmacia–respondo.
–¿Y?
–¿Y qué?
–¿A quién vieron? –abre los ojos. Boto aire.
–A una persona. No sé para qué era, pero parecía un pendrive.
–¿Un pendrive para qué exactamente? –me subo de hombros.
–Le digo que no lo sé. Ni siquiera sé por qué me llevaron en primer lugar.
Mira hacia un lado con los brazos cruzados. Barry Tyesson viene en nuestra dirección. El General que siempre mantiene una expresión neutral, cierra los ojos con lo que describiría como fastidio.
–No te confíes en ellos. Confía en tu equipo y mantennos informados. Confío en ustedes–es lo último que dice antes de retirarse.
Barry Tyesson, todo vestido de ropa negra, se ve elegante como si se tratara de ir a una mesa de debate. Su cabello corto, pulcro. Su rostro amable. Intento pensar en que no es de fiar, pero hay algo en él que le parece confiable a todos.
–Espero que todo esté bien. Supongo que te preguntaba sobre nuestro paradero y por qué no lo informamos a Base Unión–dice.
–Usted tiene oídos en todas partes.
–Soy intuitivo.
–¿Qué necesita? No quiero ser grosera, pero me están causando problemas.
Subo sus hombros con una expresión tranquila, una sonrisa sin dientes y sus manos detrás de su espalda.
–No es nuestra intención. Necesitamos personas inteligentes, más que eso, personas de voluntad–enarco una ceja.
–Usted sí que sabe usar las palabras a su favor. Escuche... Yo no tengo idea de sus planes. Sólo sé que voy, vamos, a una misión suicida para buscar una señal que seguramente salvará al mundo o lo que sea. Soy un IS más en esta misión. Y están arriesgando la confianza que tiene mi equipo en mi por... ¿Por qué, exactamente? No me ha quedado claro.
–Algo que me ha enseñado la vida, Eleonora–me rodea–. Es que siempre debo ver más allá. No te conformes con ser uno más.
–Yo tengo un solo propósito en esta vida–lo encaro–. Y Alek sabe cuál es. Pregúnteselo. Yo no quiero ser parte de nada más. Así que le pediré que basta.
Lo miro por última vez antes de retirarme.
–Busca más allá, Eleonora. Sabes bien que algo aquí no está bien.
–Sí, sé que algo no está nada bien–digo a modo de burla sin voltear a verlo.
Cuando subimos de nuevo a los camiones, queda en mi cabeza las palabras de Moonrik. Intentarán destruirte. ¿Quién precisamente? ¿Tiene relación con el supuesto saboteo de las bombas en el ataque del campamento? ¿Por qué querrían destruirnos? No hemos hecho nada más que luchar.
Busca más allá, dijo Barry. Nada de esto tiene sentido. Si esa nave existe en Inferno-7, ¿será la respuesta a todo lo que hemos soñado con encontrar?
El pendrive.
Me enderezo en mi asiento. Inferno-7, el pendrive y Moonrik tienen una conexión evidente. No remodelaron la base, el suero. Todo eso que dijo, ¿cómo no presté atención antes? Él estuvo en Inferno-7 mucho antes que nosotros. ¿Por qué y para qué? Ese pendrive seguramente tiene algo sobre esa base. Y el suero. Se refirió a los científicos que lo fabrican como esos, como si el supiera algo más que el resto nos perdemos por completo.
Y si es así, ¿cómo Alek, Barry y Moonrik se vinculan? ¿Qué saben ellos y por qué actúan como si no hubiese nadie por encima de ellos? ¿Dónde yo tengo cabida en esto si no he hecho nada más relevante que intentar mantenerme lo suficiente viva para encontrar a Abigail?
–¿Te sientes bien? –dice KJ frente a mí. Muchos ya están dormidos.
–¿Por qué?
–Llevas mirando el piso casi una hora–ríe–. Sé que no hay nada divertido que hacer, pero finge por los menores.
Bufo cuando se señala, sonrío un poco. Me señala a Ulrich con las cejas. Suspiro. Apenas puede verse algo, estamos a oscuras y sólo nos alumbra las luces rojas tenues que provienen de la cabina del piloto y copiloto.
Me subo de hombros, KJ hace una expresión de resignación, pero hay también algo de burla. Después de un rato, se acomoda en su asiento y se queda dormido. Yo sigo buscando un punto fijo para darle vueltas a lo que no tiene sentido.
La imagen de Ulrich junto a mi hace que me detenga un segundo.
Tiene los brazos cruzados en el pecho. Sus cejas unidas y labios sellados. Es tan joven. Y tiene tanta responsabilidad. Ha sufrido tanto. Sus manos tienen pequeñas cortadas con todas partes, hay una cicatriz casi imperceptible en su pómulo. Su nariz delgada y algo respingada. Ulrich siempre está peinado, aun así, algunos cabellos lisos caen en su frente.
Evito pensarlo, pero simplemente es inevitable.
He amado a Ulrich desde que me salvó esa vez del Susurro.
Y sin dudarlo, sería la única persona después de Abigail por la que me sacrificaría.
Llevo mi vista de regreso al frente. No tiene sentido ahora. No hay espacio para eso. Nada importa demasiado. Son sentimientos que entierro en lo más profundo de mi porque es un suicidio amar a alguien en medio de todo esto. Amar ahora mismo es perder, si Ulrich muere, yo no sería la misma. Y quizás si yo muero...
–¿Qué hablaste con el General? –susurra. Me regreso a verlo.
–Creí que estabas dormido.
–Ya ves que no.
Aprieto los labios.
–Siento lo de más temprano–digo.
–Algo debe estar pasando como para que te disculpes–bufo. Pero no hay diversión en su rostro.
–El General me preguntó sobre qué había visto.
Une sus cejas.
–¿Y qué viste?
–No creo que... –sea prudente hablarlo aquí, intento decir con la mirada. Asiente. Toma mi mano, es un gesto que me deja sorprendida. Comienza a dibujar en mi palma letras que identifico después al prestar atención. Casi sonrío.
¿Qué viste?, dibuja.
Una persona, pendrive, Inferno-7, dibujo las letras en su palma con pequeñas cicatrices. Une sus cejas cuando me encuentro con sus ojos grises, me subo de hombros.
–He tenido algunas conclusiones, no sé si son las correctas. Dijo que no había cambiado nada en Inferno.
–Sólo mantente alerta. Ellos inspiran confianza, no puedo negarte eso–se acerca para hablar aún más bajo–. Igual no sabemos realmente quiénes son.
–¿A qué te refieres?
–Hay algunos archivos viejos con los que estuvo jugando KJ. Encontró algo bastante extraño. Dos archivos de Barry Tyesson–lo dice casi a mi oído.
–¿Cómo un expediente?
–Sí. Se supone que para simplificar nuestra información en general, todos como militares tenemos un solo documento en donde está el historial familiar, médico y militar.
–Él no es precisamente militar.
–No. Pero lo que encontró KJ no tiene precisamente relación con una carrera política.
Con un estruendo, el camión se agita con violencia.
Nos movemos en el camión con fuerza, todos despiertan sobresaltados. Oliv y yo nos encontramos con la mirada y Boris mira de un lado a otro sujetándose de los arneses al lado de su cuerpo.
–¿Qué mierda fue eso? –dice Boris, su pecho sube y baja. Los demás en el camión se miran entre sí, el camión sigue andando. No se escucha nada de la cabina, aunque todos notamos que aumenta su velocidad.
–¿Por qué aceleró? ¿Qué pasa, Eleonora? –me dice KJ. Veo su mirada asustada. Sabemos qué puede significar eso.
Vamos tan rápido que siento cuando las ruedas del camión pasan encima de piedras, nos movemos con demasiada fuerza, tanto que incluso me llego a levantar un par de veces en el asiento. Ulrich se deshace de sus arneses y camina con dificultad sosteniéndose de asientos.
–¡¿A dónde vas?!–grito.
–¡A averiguar qué está pasando! ¡Quédense aquí!
Una chica de otro equipo grita cuando hay otro empujón que nos hace saltar, Ulrich se cae al suelo y rebota dos veces, me levanto arrancándome los arneses escuchando la voz de Oliv pidiéndome que me quede. Caigo al suelo, pero gateo hasta alcanzar a Ulrich. Hay una línea de sangre que baja por su frente.
–Iré yo–le digo. Me sujeta del brazo y se levanta antes que yo sujetándose del asiento. Me interpongo en su camino y medio troto sujetándome con fuerza de todo lo que puedo alcanzar. Todo está demasiado oscuro y cuando mis oídos se agudizan, noto que hay sonidos metálicos y de pisadas. Gritos. Ignoro una explosión. Aquí no hay ventanas para ver qué está ocurriendo.
Ulrich llega detrás de mi a la cabina cuando abro de golpe la puerta delgada que nos separa. Lo que veo afuera, lo he visto cientos de veces. Pero me sigue impresionando y parece salido de una pesadilla.
El piloto intenta esquivar a los Cercanos maniobrando con el volante. Detrás del vidrio es un completo infierno. Hay Cercanos en todos lados y los camiones van a una velocidad alarmantemente peligrosa. Son rápidos. Pero su forma no está hecha para hacer carreras de velocidad.
Lanzan un par de cañones que deja achicharrada a esas bestias en el suelo, pero son más la cantidad que nos rodean.
–¡Son demasiados! ¡Esperamos órdenes! –dice el piloto, Silo, a través de su micrófono–. ¡Esperamos órdenes, General!
El copiloto se dispone a armar un cañón del tamaño de su brazo. Apunta desde la ventana frente a nosotros y dispara. Nuevamente nos sacudimos, mi cuerpo impacta con uno de los laterales del camión.
–¡Estén preparados! –nos grita Silo–. ¡Puede que no resistamos por más! ¡Saquen las Vértebras!
Ulrich me levanta del suelo y corremos como podemos de regreso. Todos se sujetan tanto a los arneses que tienen los nudillos blancos. Hay unos que están realmente pálidos, y a uno le sangra la nariz.
–¡Estén listos! –grita Ulrich–. ¡Preparen las Vértebras! ¡Es un infierno allá afuera!
Se levantan y de la parte superior del camión, cada uno saca su Vértebra de los compartimientos ordenados que guardan nuestras armas apagadas. Se iluminan con esa luz azul electrizante cuando encendemos nuestro Krain. El uniforme nos transforma en bestias vestidas de negro plomo desde el cuello hasta los tobillos, las botas de combate parecen no ser suficientes para correr esta noche.
Aprieto mi cola en mi cabello trenzado mientras hago dos o tres respiraciones profundas para tranquilizar el hormigueo de mis manos, el camión se sigue moviendo con demasiada fuerza, supongo que aún intentamos escapar de la oscuridad en la que viven esos malditos monstruos, muchos dicen que huyen de la luz del sol, desearía que huyeran así de nosotros.
Ulrich junto a mí, con una mirada severa y su cañón preparado. Oliv, Boris y KJ. Mis compañeros. Mis amigos. Listos para enfrentarse a lo que pase esta noche. Hay demasiado ruido dentro del camión, demasiados sonidos aterradores afuera.
Ulrich me agarra la mano cuando hay otro golpe esta vez el doble de fuerte y un sonido de arañazos, se siente peso arriba del camión hasta que Silo vuelve a acelerar. No saber que está pasando afuera hace que mi pecho se cierre.
–Si me pasa algo, corre, Eleonora–me encuentro con su mirada gris. Su rostro se contorsiona en preocupación, su mano se aferra a la mía–. No hagas de nuevo la heroína. Vete si ves que algo malo me pasa, sólo vete.
Niego con la cabeza aun mirándolo a los ojos. Limpio la sangre de su frente con mi pulgar mientras el camión sigue moviéndose a toda velocidad para lograr salvar nuestras vidas. Ulrich entreabre los labios como si fuese a decir algo más.
–No lo haré. Lo sabes.
–El...
No sé qué ocurre después de eso, todo se pone oscuro para mí.
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