30. No está
Era una tontería huir, todos lo sabíamos. Pero aún así lo intentamos.
Me acerqué a la puerta en el momento justo en el que mi hermano era derribado por un cuerpo delgado y firme. Megan estaba sobre él, tomando su cabeza con fuerza e impactándola contra el suelo. Me abalancé sobre ella con rapidez, pasando un brazo alrededor de su cuello y echándola hacia atrás para apartarla de Lucas.
Su respiración era entrecortada y sus aullidos los de un animal rabioso.
Percibí a Chase quedarse en el porche mientras mi padre salía corriendo. En cuestión de segundos Andrew se encontraba acorralado contra la pared, deduje inmediatamente que se trataba de Dagon, quien con su antebrazo lo sujetaba por el cuello.
Un fuerte golpe en mi mentón me hizo reaccionar, de repente estaba tirada en el suelo con Megan encima mío. Sus puños cerrados impactaban sobre mis mejillas, uno tras otro, como dos masas enormes. Coloqué mis brazos cruzados sobre mi cabeza, amortiguando los impactos.
— ¿Qué rayos estáis haciendo? – susurré lo suficientemente alto para que me escuchara –. Nos descubrirán a todos, maldita sea.
— Me tiene sin cuidado — un puño aterrizó sobre mi pómulo derecho, manchando mi mejilla de una sangre tan negra como el azabache. Pero la herida tardó apenas segundos en volver a cerrarse. — Nosotros no deberíamos rebajarnos al mismo nivel que los mortales. Hemos sido escogidos, así que debemos comportarnos a la altura.
Su respiración era agitada. Ráfagas de dolor se expandían por mi rostro e inmediatamente se extinguían. Sus manos se colocaron alrededor de mi cuello, estrujándolo y tirando de él para separarlo de mi cuerpo. "Maldición."
El oxígeno no era el problema y creo que todos sabemos eso. Pero si le rompes el cuello a un vampiro lo inmovilizas el tiempo suficiente para que pueda ser consumido por fuego. Habían usado aquella técnica por siglos, el cuello vuelve a regenerarse, pero el fuego lo consume todo, absolutamente todo. Incluso a nosotros.
Seguía estirando de él. Sus labios se habían convertido en una fina línea y los ojos parecían a punto de salirse de su órbita. Mientras yo, pataleaba, mis rodillas se estampaban contra su espalda y mis puños aterrizaban sobre su pecho. Pero nada parecía hacerle daño.
Un pequeño hilo de plata reflejado a la luz de la luna descendió y Megan se retorció echando la cabeza hacia atrás. Aproveché aquel momento para zafarme de su agarre, arrastrándome con la ayuda de manos y brazos. Mi madre estaba tras ella con un puñal ensangrentado entre las manos. La sangre que goteaba aún era muy rojiza, claro signo de que la conversión de la morena aún era muy reciente.
Recuerdo que se quedó sentada en el suelo, la pequeña mueca de dolor desapareció de su rostro y tan sólo sonrió, como una niña ilusionada al recibir una piruleta. En aquel momento lejos de transmitir ternura sólo inspiraba miedo. Me quedé de rodillas frente a ella, anonadada, demasiado confundida para comprender la situación.
— ¡Lucas, ven aquí! Ayúdame a sostenerla — Sara se las arregló para levantarla, tomándola del brazo derecho mientras que mi hermano la agarraba del otro. Con el puñal en la mano lo inclinó sobre el cuello de Megan, dejando que un hilo de sangre bajara hasta su clavícula y empapara el cuello de su camisa —. Muévete lo más mínimo y te lo clavo en la garganta.
En ningún momento dejó de sonreír, pero mi madre sacó el mechero de su bolsillo y lo puso ante sus ojos. Nada. Fue entonces cuando un pequeño susurro precedió el silencio.
— Andrew no está... — Chase seguía en la puerta junto a Zac, estaba asustado. No importaba lo maduro que a veces pareciera ser, no importaba que su interior fuera el de un adulto aún cuando tenía el aspecto de un niño, no importaba todos los conocimientos que fuera capaz de adquirir con tanta facilidad... Al fin y al cabo seguía siendo un niño frágil. Aunque... Esa no era la cuestión en ese momento.
Todos miramos a nuestro alrededor, confusos y alterados. No había rastro de mi padre ni de Dagon, se habían esfumado como se esfuma el tiempo, rápido y de forma inconsciente.
Una cortina se corrió en una de las ventanas de la casa de al lado e inmediatamente volvió a su lugar. Fue mi madre la que reaccionó primero, no estaba dispuesta a esperar que llegaran patrullas policiales. Metió al coche a la chica que en un momento de nuestras vidas había sido mi amiga y luego nos gritó que subiéramos.
La verdad no recuerdo muy bien cómo entramos todos en un auto de cinco plazas. Quizá Chase se sentó delante sobre las piernas de Zac durante el viaje o quizá iba atrás con nosotros, no lo sé. Sólo recuerdo que mi mano empuñaba el cuchillo contra el cuello de Megan mientras Lucas encendía y apagaba el mechero, nervioso. Durante el viaje de dos horas la chica mantenía un semblante tranquilo, con su mirada fija en la carretera y sin apenas parpadear.
Fue entonces cuando mi madre apagó el motor del coche que yo empecé a prestar atención a mi alrededor.
— Bienvenidos a la mansión Riverton — murmuró Sara mientras nos miraba por el retrovisor. ¿De qué rayos estaba hablando?
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