19. La casa de mi vecino
— ¡¿Te has vuelto loco?! ¡No tienes ni la menor idea de lo que significa convertirse en esto!
— ¡Me da igual! Yo solo quiero salir de aquí.
— ¿Salir de aquí? No vale la pena si vas a renunciar a toda tu vida.
— ¡Esto no es vida! — gritó haciendo que diera un paso hacia atrás.
— ¡¿Qué está pasando ahí arriba?! ¡No me hagas subir, Zac!
Una voz femenina se escuchó un par de pisos abajo.
— Será mejor que me vaya — me acerqué a la pequeña trampilla para bajar por las escaleras, pero alguien más ya estaba subiendo por ellas.
— ¿Qué estás haciendo, idiota? — ¿Dale? Dale había asomado la cabeza por la trampilla.
— Parece que tienes visita, será mejor que me vaya — dije.
— Oh no, vivo aquí chica nueva — Dale terminó de subir, dejando libre las escaleras.
— No sabía que erais hermanos...
— ¿Hermanos? ¿Yo y este imbécil? Ya le gustaría a él... No es más que un pobre huérfano que tuvo la suerte de que mis padres lo acogieran en nuestra casa. Su madre lo abandonó y su padre...
— ¡Ya basta! — Zac se había levantado de la cama y en ese momento estaba sujetando a Dale contra la pared —. ¡Deja de hablar! ¡Tú no sabes nada!
— ¡Zac! ¿Qué está pasando ahí arriba? — aquella mujer parecía realmente enfadada.
Zac no contestó y tan solo siseó un "Fuera de aquí, Dale", empujándolo hacia la trampilla. Se volteó hacia mí y me miró frustrado.
— Estoy harto de esto. No creo que pueda aguantar a mi primo por mucho más tiempo, mis tíos me ven como un lastre y Mullins me corta las alas. Quiero cambiar todo esto. Por favor, no me lo niegues.
— Lo siento — musité, y mientras bajaba pude percibir como se tiraba frustrado sobre la cama.
Bajé las escaleras hacia la planta baja. Una mujer, de unos cuarenta años aproximadamente, descansaba sobre un taburete de la cocina mientras leía una revista de cotilleos.
— No sabía que teníamos visita — dijo al verme en el pasillo —. ¿Quién eres, cielo?
Me paré y me puse frente a ella.
— Soy amiga de Zac, señora — su cara cambió inmediatamente ante la pronunciación de aquel nombre.
— ¿Sí? Pues será mejor que te vayas.
La mujer se acercó a la puerta y técnicamente me echó a patadas de la casa.
Chase caminaba por la calle hacia la casa. Agarraba fuertemente su mochila y por su expresión parecía realmente enfadado.
— ¿Qué te pasa? — pregunté mientras me acercaba a él.
En ese momento, mi hermano se giro hacia mí y me señaló acusadoramente con el dedo índice.
— ¿Qué que me pasa? ¡Tenías que recogerme en la escuela! ¡Estuve esperando por una hora en las escaleras hasta que convencí a la profesora de que me dejara marchar solo! ¡Una hora, Brooke! ¡Estoy harto! Siempre es lo mismo. Pasáis de mí como si fuera invisible. ¡Estoy harto!
Dicho todo eso, entró furioso a la casa y cerró de un portazo la puerta de entrada. Bufé y caminé pesadamente hasta los peldaños del porche para entrar. Me acerqué hasta la puerta que daba a las escaleras del sótano. Mickey estaba abajo ajustando una tubería con las manos. Levantó la mirada y sonrió.
— Ya esta casi listo, señorita. Sólo debo...— apretó con más fuerza la tubería —. ¡Ya está!
Se levantó del suelo y se sacudió las rodillas. Empezó a subir las escaleras después de coger su caja de herramientas.
— ¿Cuánto es? — pregunté mientras caminábamos hacia la salida.
— ¡Oh! No se preocupe. Fue todo un placer ayudarlos — una sonrisa se extendió por su rostro —. Me conformo con la sangre. Muy pocas veces se puede tener acceso a la sangre humana, estoy empezando a cansarme de la de animales.
Lo miré de cierta manera, que él se apresuro a hablar.
— No se preocupe, nunca mataría a una persona por su sangre.
Mickey y yo nos despedimos. Cerré la puerta y subí las escaleras hasta la habitación de mis hermanos. Chase estaba sobre la cama, tirando una pelota contra la pared. Cogí una almohada y se la tiré a la cabeza. Me senté junto a él, sobre la cama.
— Eh, ¿qué es lo que te pasa? — intenté sonar lo más amable posible. Aquellas cosas no se me daban nada bien.
— Nada.
Levanté mi ceja derecha, haciéndole saber que no le creía.
— Está bien — bufó —. Ha vuelto a pasar.
— ¿Qué es lo que ha vuelto a pasar?
— Pues eso... — me miró con los ojos entrecerrados y volvió a bufar cuando se dio cuenta de que no sabía de lo que estaba hablando —. Estaba en el patio esperando que el timbre sonara, cuando de repente me encontraba en el armario del conserje.
— ¿Volviste a olvidar lo que hiciste? — pregunté incrédula, a lo que él asintió.
— Y esta vez no fueron solo cinco minutos — hizo una pausa —, fueron dos horas.
Tragué saliva. ¿Qué significaba aquello? ¿Qué era lo que estaba pasando? Me levanté de la cama y saqué inmediatamente el teléfono móvil. Marqué el número de Lucas.
— ¿Si? — contestó.
— Ven a casa. Ahora.
— ¿Que?
— Es urgente.
Después de llamar a mis padres, Chase y yo nos sentamos en la sala de estar hasta que aparecieron.
— La próxima vez que nos pase algo a Brooke o a mí sabemos que será mucho peor — Lucas estaba en un sillón, con los codos sobre las rodillas y las manos entrelazadas —. Tenemos que averiguar por qué nos está pasando esto.
— Papá, tal vez tú puedas hacernos unos análisis. Puede que tenga que ver con la sangre o...
— No — me interrumpió Sara.
Ella y Andrew se miraron durante unos instantes.
— Vosotros sabéis algo — dijo Lucas indignado —. ¿Sabéis algo y no habéis dicho nada?
Andrew suspiró y miró a mi madre. Ella asintió como si estuviera aprobando alguna cosa.
— Chicos, hay algo que tenemos que contaros — se tomó un tiempo para mirarnos a cada uno —. Es sobre la noche en que me convirtieron.
¡Hello Babys! I'm here.
Espero que estén disfrutando con la historia, porque yo estoy realmente emocionada con lo que viene. Y se me han ocurrido ciertas ideas para cuando termine el libro.
Ya saben que hacer, comentar y votar si les gustó el capítulo.
Por cierto, tengo una página literaria en instagram, se llama _otro__mundo_ (son dos barras bajas en el medio). Hace poco estaba buscando co-administrador/a, así que si alguna de ustedes quiere serlo pónganse en contacto conmigo a través de la cuenta. Y si no quieren, igual pueden ponerse en contacto y decirme ¡Eh! Estoy siguiendo tu novela. Me harían muy feliz.
¡Gracias por leer! ¡Las quelo musho!
-Alejandra-
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