Capítulo 04
Las cosas pasaron demasiado rápido como para poder entenderlas y controlarlas. Manny no esperó que Ashton reaccionara de esa manera, creyó que iba a gritar o a hacer un escándalo sobre el tema, esperó que se fuera del lugar lleno de indignación; pero jamás que se pusiera como un toro y se le lanzara al tipo, que seguía siendo desconocido, para golpearlo. Su rostro era de color rojo, parecía que iba a explotar en cualquier momento, soltaba bufidos entre dientes y apretaba los puños. La cólera se sentía en el aire porque sus ojos ardían, observaban al acompañante de Manfred con odio.
Y eso lo asustó. Mucho.
—¡Hijo de puta! ¡Métete con alguien de tu tipo! —gritó antes de abalanzarse. El muchacho no tuvo tiempo para reaccionar, sus exclamaciones lo dejaron perplejo.
Ashton lo agarró de la camisa con violencia y lo zarandeó, luego lo estampó en la pared y empezó a maldecirlo. Su mejor amigo estaba muy aturdido como para detenerlo, la sorpresa era tal que no fue capaz de moverse o pronunciar palabra alguna.
El primer golpe cayó directo en el pómulo, el segundo en la mandíbula, después no vio más. Escuchaba los quejidos, los gemidos, los impactos de las agresiones, las respiraciones pesadas de aquel con el que creció y los insultos.
Jamás lo había visto tan enojado, si no hacía algo iba a matarlo.
Esa idea lo sacó de su aturdimiento, fue a separarlos. Con más fuerza de la necesaria lo tomó de los hombros y lo obligó a levantarse, pues ya estaba a horcajadas del otro, repartiendo golpes como un maniático. Ashton estaba fuera de sí. En otras circunstancias se habría burlado de él, el suceso pasaría a la lista de cosas para recordar; pero no creía que la ocasión fuera a ser graciosa alguna vez.
El castaño se tambaleó ante la rudeza del jalón y talló su rostro con frustración. Observó al individuo que comenzaba a levantarse del suelo con torpeza.
—Estás enfermo —dijo el agredido con la voz débil. Limpió su comisura con la manga de su ropa y escupió.
—¡Tú eres el enfermo, cabrón!
Intentó golpearlo de nuevo, pero Manny lo detuvo empujándolo una vez más, reteniéndolo para que se tranquilizara.
Los estragos del asalto eran visibles, una línea rojiza salía de su fosa nasal. Era grande, Manfred no entendía por qué no se había defendido, claramente habría podido derribarlo y vencerlo. La mirada que le dio no le gustó en absoluto. Lo vio escabullirse y perderse entre el gentío, ¡genial! ¡Simplemente estupendo!
Retrasó todo lo que pudo el momento, pero tuvo que enfrentarlo. Ashton no se veía contento, ¿qué estaría pensando? Tenía pánico de abrir la boca, tenía pavor de moverse y empeorar las cosas.
—Vámonos. —Fue lo único que se le ocurrió decir.
No comprobó que lo siguiera, ni siquiera se atrevió a dirigirle otra mirada, se dio la vuelta y comenzó a caminar a la salida. Esquivó a unas cuantas personas, todos estaban más concentrados en divertirse que en preguntar por qué se iban tan pronto.
¿Qué iba a hacer ahora? No podía esconderse en un rincón y negar lo obvio, quería correr y esconderse para no tener que enfrentar una realidad que lo asustaba. Un nudo se apoderó de su garganta mientras se subía al viejo Volkswagen de su padre. Lo cierto era que ya estaba demasiado cansado de fingir, estaba asqueado de esconderse, tal vez ya era momento de enfrentar lo que tarde o temprano vendría. No había nada malo con él, lo sabía, el problema era que la otra gente no entendía, y no podía cambiar la mentalidad del mundo aunque quisiera.
El camino a la casa de Ash fue demasiado silencioso, mientras uno iba perdido en sus pensamientos revueltos, el otro miraba la ventana con actitud meditabunda. Se preguntaba por qué Manny no lucía ofendido con los acontecimientos, no se veía mortificado, no como cualquiera en su situación estaría.
Se veía asustado, impaciente, nervioso; pero nada más.
Cuando lo vio en la fiesta siendo arrinconado por un grandulón había pensado lo peor, creyó que se había metido en problemas y lo estaban amenazando, lo primero que se le ocurrió hacer fue acercarse para brindarle apoyo. Sin embargo, conforme se aproximaba se hizo consciente de otras cosas. La más importante e impactante consistía en que no estaba siendo amenazado, estaba siendo besado por otro hombre.
Pensó que estaba haciendo lo correcto al lanzarse y golpear al sujeto que lo adhería a la pared, esperaba que Manfred también lo golpeara, no que se quedara parado mirándolo con terror; pero ya no estaba tan seguro, y no le gustaba el camino que estaban tomando sus pensamientos.
Su cuerpo comenzaba a tensarse, necesitaba romper algo.
El coche se detuvo afuera de su casa, todavía sentía la rabia corriendo por sus venas, quería partirle la cara al chico que estaba a su lado por ir tan callado y no calmar su temperamento con explicaciones.
El susodicho suspiró y se aclaró la garganta.
—Una noche extraña, ¿eh? —Ash lo miró con los ojos entrecerrados, ¿en serio? ¿Se iba a poner a bromear justo ahora? Se dio cuenta de su error y volvió a suspirar—. Lo lamento, no sé qué decir.
—Tal vez podrías empezar explicando por qué mierdas no te apartaste, ¿por qué, Manny? ¿Por qué no lo golpeaste? ¿Por qué estás actuando tan extraño? ¿Qué demonios está sucediendo? —El enojo burbujeó como lava ardiente saliendo de un volcán.
—Esas son muchas preguntas —musitó, fijando la vista al frente y tragando saliva—. Yo...
—¿Tú qué? —¡Mierda! Que lo dijera de una vez por todas—. ¡Vamos! ¡Dímelo! ¡No seas cobarde, Manfred!
Supo que se había excedido cuando él respiró profundo, no quería lastimarlo, pero él se sentía herido.
—Soy gay. —Si los alrededores no hubieran estado tan silenciosos, no lo habría escuchado, o quizá sí. Su voz era baja, fue un susurro; no obstante, resonaban como si lo hubiera gritado. No podía verle la cara porque estaba volteado, no pudo identificar si era una broma, seguía esperando que lo fuera.
El estómago de Ashton se revolvió, los ojos se le cristalizaron.
—Me mentiste... todos estos años... —Manny lo miró con impotencia, se estaban cumpliendo sus peores pesadillas y no podía hacer nada para despertar esta vez. Seguramente lo iba a odiar, lo iba a detestar, se iba a alejar de él. No se había equivocado, era un sueño pensar que él lo apoyaría—. Tú... ¡Dios, no! ¡No quiero verte!
Y con eso salió, trotó hasta que se perdió en el interior de su casa, de una que también había sido parte de sus días como un hogar.
Tenía que irse, dejar que asimilara la noticia, que aceptara que el chico con el que creció no era lo que él creía. Se dijo que era normal que reaccionara de ese modo, trató de justificar la mirada asqueada que le dirigió, pero seguía doliendo, seguía calando en el interior de su pecho.
Joder, dolía como el infierno.
No solo porque lo amaba de la forma incorrecta, Ashton era el único que de verdad lo escuchaba, era su mejor amigo desde que tenía memoria, también lo amaba por eso. Y lo estaba perdiendo, tal vez ya lo había perdido.
Cuando arrancó el motor lo hizo con un mal sabor de boca, los pocos momentos libres que tenía eran a su lado, todos lo presionaban menos él, ya no lo tendría. Ash ya no estaría ahí para recordarle que no todo era tan malo aunque lo pareciera.
En otra ocasión lo habría invitado a dormir, hubieran jugado videojuegos hasta la madrugada con unas latas de cerveza por un lado. En otras circunstancias, no en esta.
Tenía miedo de que la puerta no se abriera nunca, de que lo dejara en el exterior, no solo de su casa, también de su vida.
* * *
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