☀️Capítulo 23: "Amuletos compartidos" (Pt2)☀️
Si la incertidumbre matara, ya yo estaría enterrado a cien metros bajo tierra. Y si la curiosidad fuera delito, el juez me hubiera dictado la sentencia de cadena perpetua. Mi paciencia es un asco y la ansiedad mi peor enemiga. Justo ahora, mientras me mordisqueaba las uñas y miraba de reojo a Jungkook, me maldecía por no ser capaz de aguantarme las ganas y esperar a mi tan anhelada sorpresa en calma.
Pero...¿qué más podía hacer? Soy demasiado curioso y las sorpresas siempre me ponen ansioso y hacen plantearme tantas preguntas que me vuelven loco: ¿Dónde será? ¿Qué me dará o dirá? ¿Será esto una cita? ¿Por qué es tan lejos? ¿Veremos a alguien más? Tantos por qué y serás, están haciendo pedazos mi cordura. Es imposible que pueda estar tranquilo, definitivamente no lo estaría hasta que Jungkook decidiera dejar de torturarme con su silencio y misterio tortuoso. Porque sí, para mí más que una sorpresa de su parte, es una maldita tortura.
Jungkook pone música baja para el camino y trato de entretener mi mente mirando por la ventana la mayoría del tiempo que tenemos de viaje. El clima fuera se mantiene agradable y la llegada del verano resplandece la ciudad y sus alrededores. Hace un día precioso, digno de admirarlo y disfrutarlo con buena compañía, un libro en mano y una taza de café con leche.
Oh, que delicia...Aunque ahora que lo pienso, yo soy el único que prefiere una bebida caliente en esta época del año, en vez de una bebida fría y refrescante...
Sacudo la cabeza frunciendo ligeramente el ceño, genial, ahora también estaba divagando y soñando despierto.
–Estas muy callado, tesoro.
Lo miro, sus manos agarradas con gracia sobre el volante y su rostro tranquilo fijo en la carretera. Las gafas oscuras dandole un toque sumamente atractivo. Ja, está como si nada mientras yo estoy aquí comiéndome los sesos por su culpa.
–¿Prefieres que hable y te siga llenando de preguntas, o que me quede tranquilamente callado y esperando?–pregunté entre dientes, tratando de no sonar tan irritado como realmente estoy.
Jungkook comienza a reír y niega con la cabeza divertido.
–Eres increíble.
–Oh gracias, pero ya lo sabía.
–Y con bastante ego por lo que veo.–enarca una ceja hacia mí, con una media sonrisa en sus labios.
Me encojo en el asiento y vuelvo a ver hacia la ventana, enfurruñado. Mis mejillas no tardan en enrojecerse, Kook ríe más fuerte.
–Eres malo, ¿lo sabías?
–Mmm–finge pensar y yo tuerzo los ojos, de verdad no sirvo para esperar en este tipo de situaciones, me pone mal de los nervios–. Tal vez, pero sé que te encantará el lugar a donde te llevaré, así que realmente no me siento tan malo.
–Eso no ayuda mucho–digo bajito–, pero trataré de esperar tranquilo, quiero que me sorprendas.
–Lo haré, tesoro, créeme que te sorprenderé.
Eso termina sacándome un pequeña sonrisa y me acomodo mejor en el asiento, dejando que su aroma calme mis ansias y que la suave música inunde mis sentidos. El camino siguió tranquilo, nos detuvimos de vez en cuando en alguna que otra gasolinera para abastecernos de combustible y refrigerios; parecía que aún no llegábamos a nuestro destino, empezaba a sentirme cansado, los viajes en carretera siempre me dejaban agotado. No sé en qué momento parecí haberme quedado dormido, porque de pronto siento que no estamos en movimiento y unos ligeros toques en mis mejillas hacen que abra los ojos revoloteando las pestañas, despertándome de la bruma del sueño.
–¿Kook?–llamo, encontrándome un poco perdido.
–Aquí estoy, bebé.
Me remuevo y fijo mis ojos soñolientos en los suyos cálidos y expectantes. Ambos estamos dentro del auto todavía.
–¿Hemos llegado?
–Hace unos diez minutos, pero no quería despertarte de tu descanso–informa con suavidad en su voz–. Llegamos justo a tiempo para disfrutar de la tarde.
El cansancio se queda olvidado cuando recuerdo la razón principal de toda esta trayectoria. Al fin hemos llegado y podré recibir mi sorpresa. No espero más, salgo del auto lleno de energía y miro hacia la bella vista que el ambiente me regala, puedo escuchar muy claramente el sonido de las olas y el canto de las gaviotas, la ventisca salada golpeando mi rostro. Doy pequeños saltos cuando veo donde me ha traído, Jungkook llama mi nombre llegando a mi lado.
–¡Estamos en el mar!
–Sí, cariño, estamos en el mar.
No necesito que diga más porque salgo corriendo hacia donde comienza la playa, lucho con quitarme los zapatos y dejar que mis pies descalzos toquen la suavidad de la fina arena. La hora dorada nos saluda con el sol en lo alto, preparándose para su caída hacia el atardecer. El mar tranquilo, azul cristalino y sin muchas olas. Es demasiado hermoso, calmado, justo lo que necesitaba. Tomo una lenta respiración disfrutando del viento marino y el choque ligero de la espuma en la planta de mis pies. Aquí soy feliz, soy capaz de sentir la libertad, de palparla con la punta de mis dedos.
Y todo es gracias a Jungkook.
Entonces me giro y lo veo, allí a pocos pasos de mí con una bella sonrisa en sus labios y los zapatos que dejé tirados en una de sus manos. Mi corazón da un vuelco violento por el simple pensamiento de que Jeon Jungkook es el responsable de mi felicidad, de que ese hombre es el encargado de llenar mi vida de luces de colores bonitos. Lágrimas de alegría amenazan con rodar por mis mejillas, pero las retengo y corro hacia él lanzándome a sus brazos, no medí mi fuerza y sin querer provoqué que ambos cayéramos contra la arena. Kook se queja, pero no deja de abrazarme, suelto una risita contra su cuello.
–¡Me encanta estar aquí, Kook!–dije rebosante de felicidad, besando sus cachetes, su nariz, sus labios, todo su rostro–. Gracias por la sorpresa.
–Oh no, esta no es mi sorpresa.
Dejo de darle besitos y lo miro con el ceño fruncido, él simplemente me devuelve la mirada sonriendo con complicidad.
–¿No lo es?
–Bueno, en parte lo es–se encoge de hombros y yo sigo sin comprender–. Ven, tengo algo que mostrarte.
Salgo de encima de él y nos levantamos sacudiéndonos la arena que quedó pagada a nuestras ropas, Jungkook tiende su mano hacia mí y la tomo comenzando a caminar por la playa hasta llegar a una casita de dos pisos que no me había fijado antes cerca de la carretera, donde estaba aparcado el auto de Yoongi. Nos detenemos delante de la reja y veo a Jungkook sacar una llave y comenzar a abrir las puertas de hierro, la primera planta estaba desolada, como si nunca hubiera sido habitada. Luego subimos por las escaleras metálicas llagando a la puerta de un cuarto espacioso y con pocos muebles.
–¿Qué es este lugar?–no pude evitar preguntar. Las ventanas fueron abiertas dando vista al mar y a las montañas en la lejanía– Oh mira, mi pueblo está cerca de esas montañas, llegando al norte.
–¿De verdad? Vivías mucho más lejos.–envuelve sus brazos en mi cintura abrazándome por la espalda, me recuesto en su pecho.
Nos quedamos un rato así, admirando la vista del paisaje a través de la ventana. El sonido de la brisa entrando a nuestros oídos como canto de sirenas, la frescura del océano calando nuestros huesos. Amaba este lugar y, sobre todo, quería saber más de su historia, el por qué de haberme traído hacia aquí.
–Aún no me has dicho dónde estamos.
Su respiración en mi cuello hace cosquillas a mi piel, el aleteo de las mariposas hacen acto de presencia en mi estómago.
–Estamos en mi ciudad natal, yo también nací y viví parte de mi infancia en Busan como tú, tesoro–lo escucho decir y me giro asombrado, mirándolo–. Y esta era la casita en la que vivía con mi madre.
Me quedo sin palabras al darme cuenta del suelo que ambos pisamos, de todos los recuerdos que se mantienen encerrados dentro de estas paredes. Jungkook me estaba mostrando una parte de su vida, así como yo le confié parte de la mía. Mi corazón se sentía tocado, desbordado de afecto por el detalle que está teniendo conmigo.
–Kook, tú...no sé qué decir.
Ríe y me envuelve más fuerte en sus brazos, me dejo mimar enterrando mi rostro en su pecho.
–Aquí pasé los nueve años más felices de mi vida, hasta que el cancer vino a poner nuestro mundo de cabeza y mamá tomó la decisión de volver a casa de sus padres en Seúl.
–No fue fácil para ustedes, ¿verdad?.–en nuestro vínculo y su voz podía sentir un ligero pesar de tristeza.
–Fue muy duro para mí en ese momento, era un inmaduro que no comprendía lo que realmente estaba pasando–mis ojos se humedecen por todo lo que me transmite el lazo que compartimos–. Yo no quería irme, no quería que me mamá me abandonara. Fui un hijo demasiado rebelde en esa época.
No lo soporto más y levanto la cabeza, encontrándome con su mirada perdida a lo lejos en el mar. Acaricio sus mejillas haciendo que vuelva a mirarme.
–Eras sólo un niño, no entendías nada.
Mi alfa asiente antes de darme un besito en los labios. Sus ojos llenos de nostalgia mientras mira todo el interior de la casita.
–Lo sé, pero hay veces en las que me pregunto qué hubiera pasado si en vez de tratar a mamá tan malhumorado, le hubiera demostrado el amor que sentía por ella–su mirada cae y espero en silencio a que continúe hablando–. Le gritaba mucho, ¿sabes? Le recriminaba el habernos ido de este lugar para ir a vivir con esas personas que no nos querían, que nunca nos recibieron en su casa. Ellos no tomaron bien la noticia de que mi madre, no estando marcada, quedara embarazada a temprana edad; desterraron y sacaron de sus vidas a su propia hija, y yo sentía que hacía lo mismo al tratarla tan mal. A veces creo que le fallé también.
Me duele imaginarme lo que tuvieron que enfrentar, lo que tuvieron que sufrir. Me lastima pensar por lo que tuvo que pasar su madre para salir adelante y cuidar de su pequeño. Mis propios ojos siguen humedecidos al ver el rostro tan decaído de mi Kook. No me gusta verlo así, me rompe el corazón.
–No entendías lo que pasaba, pero estoy más que seguro que tú madre sabía cuánto la amabas a pesar de todo.
Sus ojos se encuentran con los míos y me roba el aliento cuando choca nuestros labios en un beso necesitado y lleno de anhelo. Paso mis manos por su cuello y me aferro a su toque, a la intensidad de sus besos mientras yo trato de curar con los míos su tristeza. Me destroza y me amolda con sus caricias, con el cariño en su toque. Cuando nos separamos me observa con tanta vehemencia que me hace temblar y a mi corazón bombear desesperado, su mirar me inunda de tantos sentimientos, me embriaga y asfixia a la vez. Es demasiado, como si intentara decirme con sus ojos lo que no puede decir con palabras.
–Gracias.–dice y yo ladeo mi cabeza dejando un besito en su nariz.
–¿Por qué?
Se encoge de hombros antes de dejar un último beso en mi sonrojada mejilla.
–Por todo–sus pupilas destellan–, por estar conmigo, por confiar en mí.
Juro que mis ojos en estos momentos deben de brillar completamente enamorados, mi omega chillando feliz dentro de mi pecho lo confirmaba. Su aroma me envolvía como flecha de cupido. ¿Cómo no podía caer por él cuando me miraba con esos ojitos? ¿Cuándo una sola mirada de su parte ponía mi mundo al revés?
–No tienes que agradecerme por eso, bobo.–sonrío dándole un golpecito en el pecho, él se complace de igual manera. Observo nuevamente la casita donde mi alfa vivió parte de su infancia, luego vuelvo a mirarlo con muchas ganas de aprender sobre su vida, quería saber todo sobre Jungkook–. ¿Y qué más pasó con ustedes? ¿Dónde fueron tu mamá y tú si tus abuelos no los recibieron?
Jungkook suelta un largo suspiro y nos lleva hasta el pequeño sofá cerca de la ventana, se sienta conmigo sobre su regazo.
–Estaban mis bisabuelos, mis nonos, los padres de mi abuelo materno, ellos nos acogieron y cuidaron de nosotros. También estaban mis tíos, la hermana de mamá y su esposo, los padres de Yoongi–juega con los dedos de mis manos mientras sigue hablando, la diferencia de tamaño con los suyos es notoria–. Los nonos murieron cuando tenía trece, eran buenas personas, amorosas, los llegué a amar mucho.
–Me hubiera gustado mucho conocerlos, a tus bisabuelos.
–Y a mí que ellos te conocieran–su confesión calienta todo en mi interior, entrelazo nuestras manos–. Los extraño mucho, ¿sabes? Ellos fueron como un escudo protector para nosotros, incluso en los tiempos más duros cuando mamá ya estaba ingresada en el hospital. Yerie también estaba ahí para lo que necesitáramos junto a los Min.
–¿Cómo conociste a Yerie?–quise saber.
–Desde que soy un bebé la conocía, supongo–las comisuras de sus labios se alzan en un pequeña sonrisa–, pero mamá vino sola para acá y no la vi más hasta entonces. Ella y mamá eran muy buenas amigas desde la universidad, también era nuestra vecina en ese tiempo.
–Ya veo–asiento, sumergido en cada palabra que me relata–. No me has dicho cómo se llamaba tu madre aún.
Jungkook parpadea mirándome, como si no se hubiera dado cuenta antes de ese detalle.
–Yoona, Jeon Yoona.
–Bonito nombre–de verdad pensaba que lo era, digno de una mujer hermosa como lo fue su madre–. ¿Y tú padre cómo se llama? ¿Es un Jeon o...
–Nunca llegué a conocer a mi padre, Jimin–me interrumpe, duro, severo, sus pupilas volviéndose oscuras y su aroma amargo–. Eramos sólo mamá y yo...él nunca existió en nuestras vidas ni tampoco lo necesitamos.
Decir que estaba asombrado, era poco. La forma con la que que hizo esa confesión dejó mi cerebro anonadado y lleno de infinitas preguntas, sin embargo, no hablé más sobre ese tema, y él tampoco. Decidí cambiar nuevamente el rumbo de la conversación.
–¿Y a los chicos, cómo fue que se conocieron por primera vez?
Eso logra calmar sus feromonas y que suavice su expresión. Respiro aliviado.
–Con ellos fue un completo caos–suelta una risa, negando con la cabeza–Nam tenía quince, el me ayudó mucho a abrir los ojos y sentar cabeza, siempre fue bueno con las palabras. Jin recién cumplía sus dieciocho, se había presentado como Beta y estaba a punto de terminar la preparatoria; y Tae era un pequeño cachorro que lo único que quería era hacer bromas y jugar; eso hasta que la familia Min nos visitaba–sonríe como si estuviera recordando algo gracioso–, ese omega astuto veía a Yoongi y se volvía toda una masita tímida y sonrojada.
Me carcajeo, imaginándome esa tierna escena. Ya tenía algo con qué fastidiar a mi mejor amigo.
–Tae desde pequeño todo coqueto, haciendo de las suyas.
–Ni te imaginas–se acomoda mejor en el sofá, atrayéndome más a su cuerpo, casi ronroneo en la comodidad de su abrazo–. Luego apareció Hoseok. Ellos se convirtieron en grandes amigos para mí y, cuando mamá falleció, Yerie me cuidó como si fuera mi propia madre junto al señor Kim. No sé ahora qué sería de mi vida sin ellos.
Asiento, completamente de acuerdo. Yo tampoco sabría que sería de mi vida sin Yerie, sin Tae, sin Hobi, incluso sin Jin y Nam. Pero sobretodo, no sabría que sería de mi vida sin Jungkook, ya no podría pensar en estar sin él un sólo día, o una hora. Se había metido tan dentro de mi piel, como un tatuaje que no se puede arrancar, como una historia que no se puede borrar. Y eso es tan malditamente excitante como escalofriante.
–Eres muy afortunado por tenerlos.–digo bajito, casi como un secreto.
–Lo soy–afirma–. Es verdad que extrañé este lugar–dice mirando todo alrededor–, pero al final le agradezco mucho a mi madre por llevarme a Seúl, porque allá conocí a mis bisabuelos, a mis tíos, a mamá Ye y a los chicos. Ella trabajó duro hasta donde pudo para abrir su propia cafetería, con la ayuda de todos, también cuidó y veló por mí hasta que su enfermedad se lo permitió. Mamá me abrió las puertas a una vida mejor a pesar de que sus días en esta tierra estaban contados.
Mi pulso saltó, agitándose con sentimientos encontrados al escucharlo. Ver el buen hombre que se ha convertido, el adulto que ha echado para adelante la cafetería en nombre de su mamá, al alfa amoroso que me ha demostrado tanto apoyo y cariño; seguro estaba de que su madre estaría contenta de saber la gran persona que se había convertido su hijo. Jeon Yoona debe de estar festejando en el cielo al ver la gran persona que es Jeon Jungkook.
–Ella debe de estar orgullosa de ti, allá arriba junto a las estrellas.–declaro, porque así lo siento.
Sonríe, sus ojos humedecidos en nostalgia.
–Ese pensamientos me hace feliz.–susurra, tan tenue como una canción de cuna–. Su recuerdo es lo que mantiene a flote–me mira y en sus ojos puedo descubrir mil emociones, nuestro lazo vibra entre nosotros–, y mi omega los pies en la tierra.
Puedo sentir a mi lobito interior salir a la luz, dibujando mis irises de violeta. Los ojos de Jungkook hicieron lo mismo en rojo intenso. Fue tan sólo un segundo, un segundo bastó para que el hilo invisible que nos unía se hiciera más fuerte. El silencio llegó a nosotros como el susurro de la brisa de verano, como la calidez de los rayos dorados, como el canto de las gaviotas en el mar salado. La conexión enrollándonos, uniéndonos, marcándonos.
Las irises de Jungkook vuelven a ser negras cuando parpadea y carraspea su garganta, trago saliva, sintiendo mi cuerpo en llamas. Se aleja un poco haciendo que salga de encima que él, luego se levanta y yo hago lo mismo.
–Ven, vayamos a comer algo–toma mi mano nuevamente y nos hace caminar fuera de la casita, bajamos por la escalera de metal–. Aún tengo mucho que mostrarte.
☀️
Comimos en uno de esos puestos callejeros cerca de la playa, donde probé los mejores tteokbokki que jamás había comido y disfruté del exquisito sabor de los pasteles de arroz dulce. Sin duda alguna, la comida de Busan era la mejor, aunque el picante me hiciera llorar y resoplar por la nariz, tener la garganta chispeando en fuego como volcán valía completamente la pena si gozaba de tanta delicia en mi boca.
Con los estómagos llenos, paseamos de la mano a lo largo de la orilla de la playa, con los pies descalzos, dejando que las pequeñas olas tocaran nuestros pasos en la arena. Pasos que marcaban huellas pasajeras, hasta que la suavidad de la espuma marina las tapara como si de un beso se tratara. Caminamos hasta que nos cansamos y nos detuvimos a observar la caída del ocaso.
Jungkook se sentó primero, dejando que acomodara mi espalda en su pecho y que que su brazos cayeran a mi alrededor. Sonreí feliz, cuando estaba así con él siempre sonreía. El sol, hermoso y caliente, daba su última despedida al día dejando entrar a la noche. La luna ya estaba a la vista, y junto con ella algunas estrellas. El paisaje es hermoso, radiante; me había olvidado de todo menos de mi alfa y su compañía.
–Esto es muy hermoso, Kook–dije, sin dejar de ver hacia horizonte, sin dejar de sonreír–. Gracias por haberme traído aquí.
–Por nada, tesoro–dice contra mi nuca, me hace estremecer–. Pero aún no te he dado mi sorpresa.
¡Cierto, la sorpresa! Me había olvidado por completo de ella y no me di cuenta.
Me doy la vuelta y encaro a un sonriente Jungkook, quien me mira con ojos traviesos, brillantes como las constelaciones del cielo. Mis cejas se unen y mis labios hacen un ligero mohín.
–¿Me la darás ahora, verdad?–bato mis pestañas y él ríe dejando un beso en mi frente.
–Te lo daré—dice–, pero antes necesito algo tuyo.
Ladeo la cabeza sin comprender.
–¿Algo mío?
–Sí, bebé–confirma, pero aún no entiendo nada–¿Me puedes prestar por un momento el amuleto de tu cuello?
Frunzo más el ceño, sin embargo termino desabrochando la cadena de mi cuello y se la ofrezco.
–Aquí está.
–Sostenla por mí, por favor.
Y si la confusión continúa arrugando mi rostro, el asombro la sustituye cuando veo a Jungkook llevar sus manos alrededor de su cuello y sacar una fina cadena dorada que coloca justo al lado de la mía plateada. Toma el dije lunar de mis manos y deja a la vista el que su cadena ocultaba, mis ojos se abren sorprendidos, él sólo sonríe y mira nuestros amuletos unidos.
Su sol resplandeciente, y en medio, encajando perfectamente, mi luna llena.
Piezas que creaban la más bella de las sorpresas.
–Jungkook...esto es...
–Como un eclipse, ¿no crees?
–Tienes razón...pero...–mi mente estaba en blanco, asimilando lo que estaba mirando–. Pensé que mi cadena era única, cuando papá me la dio me dijo que la cuidara, que no había más en el mundo, que era especial.
–Y lo es–acaricia mis mejillas, cierro mis ojos dejándome llevar por la calidez de su tacto–, al igual que lo es la mía.
Abro los ojos encontrándome con los suyos. El destello de la plata y el oro mezclándose entre sí.
–¿Mi collar está especialmente diseñado para el tuyo?–pregunto en pequeñito, el asombro notándose en el tono de mi voz–Es como si fueran amuletos de pareja.
Jungkook guía su mano con los collares a las mías y hace que tome las dos piezas juntas, él las envuelve y une nuestras frentes.
–Es increíble, ¿verdad?–asiento, sin dejar de ver su sol y mi luna–. Lo es mucho más, porque estos guardan un secreto.
–¿Qué secreto?
Me hace girar y que vuelva a apoyar mi espalda en su pecho. Deja caer las dos joyas en sus manos con los colgantes chocando delante de nosotros, la luz solar iluminándolos, creando destellos brillantes.
–Hace mucho tiempo alguien me contó una leyenda, me dijo que algún día encontraría a la persona que completaría la pieza de mi collar–cuenta, su aliento soplando contra mi oreja derecha–, y que cuando ese día llegase, mi lobo encontraría a su alma gemela.
Miles de sentimientos florecen en mi interior al saber el significado de sus palabras. El hilo invisible que nos ata se cubre de vida. Me encontraba bailando en la propia nirvana de mi alma, rebosante de pura alegría y amor. Levanto mis manos y acaricio el pequeño sol renaciente y la luna llena, las uno una vez más y llego a la conclusión que no vería algo más hermoso que esto. Somos pareja destinada, sí, y tal vez, sólo tal vez estos collares lo confirmaban.
–¿Crees que eso sea cierto?
Quiero creer, como esa leyenda que cuenta, de que estos amuletos no son ordinarios, que puede que sea cierto y realmente fueron creados para guiar a las almas y encargarse de unir a las parejas destinadas. Magia, destino, no tenía idea, sólo sabía que mi deseo a esa estrella fugaz se había cumplido y mi ser bailaba al compás de los latidos de mi corazón.
–Quiero creerlo–susurra–, porque ahora sé que mi pieza faltante eres tú.
Mis ojos aletean hacia la vista que tenemos en frente, en el cielo pintado de colores cálidos, violetas y celestes. En el sol escondiéndose y en la luna haciéndose presente. Mi corazón bombea ilusionado al escuchar esas bonita confesión, mi omega aúlla perdidamente rendido ante este alfa.
Y yo...yo estaba enamorado.
¿Cuánto había pasado desde que nos conocimos? ¿Meses, semanas, días, horas? Ya ni siquiera sabía, lo único que tenía claro era que estaba profundamente enamorado de Jeon Jungkook. ¿Cómo no hacerlo si cualquiera se enamoraría de este alfa? Era inevitable; pero yo estaba enamorado del chasquido de sus labios al entrecerrarlos, de su parpadeo, sus muecas, sus manías, sus latidos...de sus ojos, tan brillantes como un océano de estrellas. Con esa mirada que penetraba hasta lo más profundo de mi alma, que me llenaba con su luz. Su voz se convirtió en mi sonido favorito, tan suave que acaricia cada vello de mi piel cuando me habla. Se había convertido en mi persona favorita, en mi lugar seguro. Me había dejado llevar demasiado rápido por las alas del amor, y lo mejor de todo, era que no me importaba.
Así que justo aquí, de esta manera, los dos juntos, abrazados viendo el atardecer; es sin duda el momento más especial de mi vida. No había nadie más que nosotros dos a nuestro alrededor; sólo el sol, el mar, el canto de las gaviotas, el viento salado y nuestros amuletos unidos. Es perfecto, tanto que tengo miedo de que todo esto sea uno de los tantos sueños que alguna vez tuve, tengo miedo de que esta felicidad se derrumbe y se quede como una recuerdo perdido en la nada.
Quería detener el tiempo, este instante, enmarcar en mi memoria el calor de nuestras manos entrelazadas y guardarlo como lo más preciado justo en el centro de mi pecho. Quería que nos quedáramos así, donde sólo existe el latir de nuestros corazones y la calidez de nuestros alientos. Atesorar este sentimiento que vino a convertir mi mundo en un lugar mucho más bonito y lleno de arcoíris. Quería estar entre los brazos de mi Jungkook, siempre.
Justo cuando pienso que nada podría superar este día, siento a Jungkook ponerse de pie y ayudarme a hacer lo mismo. Se detiene a pocos centímetros de mí y lo noto algo nervioso cuando suelta un suspiro.
–Es por eso que quiero preguntarte ahora–parpadeo, esperando a que continúe. Coloca de vuelta el collar en mi cuello y hace lo mismo con el suyo–. Así como la leyenda de nuestros collares, como el eclipse creado por el destino y este lazo que vibra entre nuestros lobos, quiero ser parte de ti, Park Jimin.
–Ya eres parte de mí, eres mi...
–Ssshh–calla mis palabras colocando su dedo índice sobre mis labios–. Sé lo que somos, lo puedo sentir; pero aún así no es suficiente.
–¿No...no lo es?–por más que intento esconder la decepción en mi semblante, no pareció convencerlo.
¿Acaso el ser destinados no es suficiente para él? ¿Acaso yo no soy suficiente? Mi mente se estaba inundando de pensamientos pesimistas, trato de alejarlos, pero no puedo. Kook levanta con delicadeza mi barbilla y con ese simple toque hace que la bruma dentro de mi cabeza se desvanezca.
–No es lo que estás pensando, tesoro.–sonríe ladeado–. Tú eres todo lo que quiero.
–Entonces, ¿qué es eso que quieres preguntarme?
Suspira, mi ansiedad y nervios crecen cuando se queda callado por cortos segundos.
–Ser destinados es alucinante, nuestros collares también lo son...pero no se comparan con esto que siento por dentro–toma una de mis manos y la guía hasta su pecho, justo donde late su corazón. Nuestros ojos conectan, deteniendo el mundo a nuestro alrededor–. Park Jimin, llegaste a mí poniendo mi vida patas arriba, me ayudaste de tantas maneras que no puedes imaginar, llenaste mi alma de vida y entraste en mi corazón como luz encendida. Eres el omega más hermoso que he conocido y no tienes idea de cuánto he llegado a admirar tu valor. Y...puede que sea demasiado pronto, puede que no, pero quiero seamos más juntos, quiero estar cada día a tu lado, ser la razón de tus sonrisas y el despertar de tu cariño. Quiero ser mucho y más. Así que ahora te pregunto...¿quieres ser el omega de este tonto alfa que lo único que desea es quererte y respetarte pase lo que pase?
A este punto, las lágrimas estaban mojando mis mejillas y el latir dentro de mi pecho no dejaba de aumentar. Jungkook es el amor de mi vida, el destino siempre lo supo, me hizo soñar con él y luego lo puso ante mí. Ahora este alfa estaba haciendo volar mis sentimientos, puliéndolos, cuidándolos y entregándome los suyos sin miedo alguno.
–Oh, Lunas.–sollozo, lanzándome a sus brazos en un abrazo del cual nunca me quería soltar.
–Entonces–lo podía sentir sonreír contra mi cuello–¿Qué me dices, tesoro?
¿Acaso mi respuesta no era lo suficientemente clara?
–¡Sí, claro que quiero!–te amo, quise gritar, mas no lo hago. Me guardo esas palabras bajo llave en mi corazón hasta que decida dejarlas libres para que él pueda escucharlas.
Sin embargo, me conformaba con el presente que compartíamos y con el inicio de la historia que escribiríamos, juntos. Esto era lo que tanto esperaba, lo que en sueños buscaba y que en Jungkook acabo de descubrir.
Nos besamos sin dejar de sonreír y me carga dándonos vueltas en el lugar. No nos queríamos soltar.
Y siendo el crepúsculo y el mar testigos del cuadro que ambos protagonizamos, me rindo al amor que siento por mi alfa, me dejo llevar por los latidos dentro de mi pecho y le entrego mi corazón en silencio...con la esperanza de que lo cuide junto con este sentimiento que corría como agua viva, renaciendo todo en mi ser.
☀️
Bueno, ahora sí este es el final del capítulo 23. Me costó escribirlo, pero es uno de mis favoritos si les soy sincera, espero que el resultado haya sido de su agrado :3
Muchas gracias por estar aquí, eso me hace muy feliz.
Los quiero <3
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