🌙Capítulo 22: "Pasado doloroso"🌙
"Incluso aunque cierre mis ojos y mire a otro lado, sabes que está roto. Ya no hay vuelta atrás"
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Los recuerdos son tan claros que, aún en mi memoria, podía revivirlos como si estuvieran sucediendo en este mismo instante.
Tenía sólo nueve años cuando mi verdadera pesadilla comenzó, cuando mi vida se destruyó.
La imagen de nuestra familia feliz y unida dejó de serlo esa noche de invierno, como el retrato que se rompió en mil pedazos por un capricho mío. Por un pequeño error que nunca tuvo que haber sucedido.
Recuerdo estar con mi padre sentado en el sofá, él a mi lado, con su guitarra sobre su regazo mientras yo cantaba una tonta canción con los acordes improvisados que sus dedos callosos tocaban. Mi madre sonreía y nos observaba desde la cocina, preparaba la cena para nosotros, íbamos a pasar esa noche en familia como siempre hacíamos cada día. Si tan sólo yo no hubiera abierto mi boca en ese momento, tal vez nada malo hubiera sucedido después y las cosas ahora fueran muy diferentes.
Pero no fue así...y todo por mi culpa.
–Papá, ¿puedes comprarme de esos dulces que venden en la cafetería de en frente por favor?–había preguntado, dando pequeños saltos sentado en el sofá.
Mi padre me miró con una sonrisa juguetona dejando la guitarra a un lado y viendo la expresión de desaprobación de mi madre que ahora se acercaba a nosotros.
–Jimin, comer dulces tan tarde no es bueno para tu salud cariño; además, no has cenado todavía.–mi madre dijo con sus manos apoyadas en las caderas.
Era muy difícil convencerla en este tipo de situaciones, pero yo siempre tenía a papá, que además de ser mi padre, era mi mejor amigo y compañero de travesuras. Así que hice un puchero y lo miré con mi mejor cara de cachorrito triste, él soltó una fuerte carcajada y se levantó para rodear a mi madre y abrazarla por la espalda.
–Un dulce no le hará daño, cariño. Deja que nuestro niño sea feliz.–dijo besando su mejilla, tratando de persuadirla para que nos diera su permiso.
–Lo malcrías demasiado, Park WooYoung–mi madre resopló y se apoyó más al pecho de mi padre, yo simplemente los veía con expectación anhelante desde el sofá–. Si termina con dolores estomacales tú serás el responsable y lo comerá si termina toda su cena, ¿entendido?.
–¡Entendido, capitana!–solté una risotada cuando vi a mi padre alfa hacer un saludo militar exagerado hacia mamá omega, ella sonrió negando con la cabeza y continuó con la cena en la cocina.
–¡Sí, podré comer dulces!
Me levanté dando saltos de felicidad y mi padre me acompañaba alzando sus brazos al aire en símbolo de victoria. Era muy feliz, demasiado. Todos lo éramos.
Minutos más tarde, papá se colocó su gran abrigo gris y una boina para protegerse del frío que había fuera. La cafetería estaba a sólo cruzar la calle, pero aún así la temperatura era tan baja que había que abrigarse bien si no querías sufrir de una rápida hipotermia y terminar con los dedos congelados. Geumjeong, el pequeño pueblecito de Busan donde vivíamos, se caracterizaba por sus excesivas tormentas de nieve e inviernos largos.
–¿Quieres algún dulce en específico, pollito?–se agachó para ponerse a mi corta estatura.
–¡Quiero pastel de nata y frutos rojos!
–Un pastel de nata y frutos rojos será entonces.–sonrió ampliamente y se incorporó sacudiendo mi cabello.
–No tardes, amor.–mamá se acercó de nuevo y colocó sus manos en el pecho de papá.
–No lo haré, cariño.–le dio un corto beso en los labios y se alejó hacia la puerta abriéndola, no se fue sin antes darlos una última mirada y sonreír–. Vayan preparando la mesa, estaré justo a tiempo para la cena.
Pero nunca llegó a tiempo.
Todo pasó demasiado rápido, mamá y yo preparábamos entre risas la mesa cuando los chillidos de llantas y un fuerte golpe nos sobresaltó a ambos. Yo no sabía que pasaba en ese momento, no sabía por qué mamá corría hacia la puerta y veía hacia el exterior como si hubiera visto a un monstruo. No supe nada hasta que vi con mis propios ojos lo que mi progenitora observaba.
Allí, en medio de la carretera llena de nieve y tirado en el suelo lleno de un líquido rojo, con personas asustadas alrededor...estaba mi padre. Un camión yacía frente a él, el conductor llamaba desesperado a alguien por teléfono y yo todavía no entendía nada.
¿Qué hacía papá en el suelo? ¿Por qué todos gritan alrededor? ¿Y por qué mamá está abrazando el cuerpo inmóvil de papá?
No entendía nada, papá no se movía, no hablaba. Mamá lloraba a gritos mientras lo abrazaba. Pero yo...yo no podía moverme, no sabía que hacer. Sólo podía mirar al pastel de nata y frutos rojos que se encontraba tirado justo al lado de mis pies descalzos.
Mi madre me gritaba, mi padre ya no respiraba, todos me veían, pero yo estaba inmóvil. Ni siquiera sentía frío. Las luces y los sonidos de sirenas llegaron rápidamente y nuevas personas con disfraces raros se lo llevaron, pero yo seguía viendo ese pastel, su boina en el suelo y el líquido rojo que manchaba la nieve blanca del pavimento.
Fue en ese momento donde comencé a culparme, mamá también me culpó y no detuve sus gritos hacia mí cuando en el hospital el doctor afirmó la muerte de mi padre.
Papá se fue, nunca llegó a cenar como prometió.
Mamá y yo ahora estábamos solos.
Y todo era culpa mía.
Si yo no hubiera pedido por ese estupido dulce...papá todavía estaría vivo y nada de esta pesadilla hubiera existido.
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A partir de ese momento muchas cosas cambiaron en nuestras vidas. Mamá cayó en depresión y no hablaba, las deudas nos ahogaban y el banco no dejaba de mandar cartas con amenazas de embargar nuestra casa. Estábamos en demasiados problemas, sin papá todo se iba abajo en un bucle que no tenía fin. En medio de todo eso, estaba yo, que lloraba en silencio todas las noches en un rincón escondido de mi habitación y me culpaba por haber perdido a la persona más importante de mi vida. Ya no lo escuchaba llamándome "pollito", ya no habían más canciones ni más risas. Vagaba como un fantasma, buscando el recuerdo de mi padre; lo intentaba ver en las fotos, en su guitarra, en el amuleto que me regaló en mi último cumpleaños...pero sólo habían sombras, él ya no estaba.
Mamá ya no cocinaba, ya no limpiaba, ya no sonreía. Su mirada estaba vacía al igual que la mía y nuestra relación se encontraba echa pedazos en cada rincón de esta casa que una vez habitó tanta alegría. No entendía que ocurriría en ese entonces con nosotros, siendo sólo un niño no sabía que hacer para sacar adelante lo que quedaba de esta familia.
Estábamos cayendo en un oscuro pozo sin fondo...hasta que apareció él.
No supe dónde mamá conoció a ese señor mayor ni cómo llegaron a ser tan cercanos en un pasado. Lo único que sabía era que pagó todas las deudas que teníamos y nos llevó a vivir con él a su lujosa casa.
El señor Choi Kangsong, así se presentó ante mí, nos brindó un nuevo hogar donde vivir y le dio a mamá nuevas oportunidades para comenzar. Tenía un hijo dos años mayor que yo, dijo sería mi nuevo hermano, que seríamos todos juntos una familia feliz.
Sin embargo, yo no estaba feliz, en lo absoluto.
Mamá se olvidó completamente de papá y se casó con ese alfa. A petición de él, se deshizo de todas las pertenencias de Park WooYoung y puso en venta la casa donde antes vivíamos y que tantos recuerdos hermosos guardaba. No daba a crédito el giro que estaba dando nuestras vidas. Una nueva familia, una nueva casa, un nuevo comienzo.
Pero algo siempre me faltaba y ese algo era papá; aquí, de forma física, a mi lado. No tenía nada material que me recordara a él, tan sólo su presencia viva en mi memoria y el amuleto que adornaba mi cuello. Papá seguía vivo muy dentro de mí, en mi mente y corazón, y aún cando todos habían olvidado que una vez existió, yo nunca lo hacía. Mantenía vivo su recuerdo en cada cosa, en cada lugar, en cada momento. A pesar de que todavía la culpa me carcomía y aplastaba mis entrañas, decidí comenzar a sonreír una vez más, con la promesa silenciosa de hacer de mi vida como mi padre hubiera querido que la viviera.
Hacerlo sentir orgulloso de mí.
Por eso, compré una guitarra con los ahorros que me regalaban en mis cumpleaños y aprendí a tocarla por mí mismo viendo videos gratis en YouTube; también aprendí sobre estrellas y constelaciones, reviviendo las veces que nos sentábamos en la azotea y escuchaba a mi padre hablar por largas horas sobre ellas. A la edad de dieciséis años comencé a enamorarme de la literatura, de las historias que me leía cada noche cuando me arropaba en la cama. Me enamoré de los libros, la poseía y la prosa. Me enamoré de la escritura y el crear cortos cuentos que guardaba en un cuaderno, escondido bajo mi almohada. Había tomado la decisión de estudiar letras estando aún en secundaria y comencé a trabajar a medio tiempo en cualquier trabajo que encontrara para así reunir dinero suficiente y entrar a la universidad. Aprendí a hablar otros idiomas y también hice pequeños viajes por algunos lugares del mundo, aunque no muchos y siempre por muy poco tiempo.
Se podía decir que estaba sanando, que la pérdida de alguien tan querido ya no dolía tanto. Incluso cuando, años después, mis noches comenzaban a iluminarse con ciertos sueños extraños y muy bonitos donde un alfa de aroma único me amaba y me abrazaba. Estaba feliz, después de mucho tiempo, finalmente lo era.
Pero...nadie me avisó que todo se volvería a destruir como los pedazos de un cristal cayendo contra el suelo. Que todo lo que había construido hasta el momento caería como un castillo de naipes en mis propias narices.
A los dieciocho años, me presenté como omega, mi cuerpo cambió teniendo más curvas, mi aroma floreció...y mi vida volvió a estar metida dentro de un agujero negro que no tenía salida.
Mi madre que apenas y me hablaba, dejó de hacerlo por completo y me miraba con odio y rencor cada vez que aparecía delante de ella. Mi hermano era el único que me trataba como siempre hizo desde un principio, nos llevábamos bien y con los años habíamos forjado una bonita amistad mas allá de ser simplemente hermanos postizos.
Pero él.
Ese hombre.
Ese maldito alfa.
El mismo que ahora era esposo de mi madre y se hacía llamar mi padrastro, comenzó a acecharme e incomodarme con su presencia y nueva actitud hacia mi persona. Me tomaba mucho de las manos, lo encontraba dentro de mi habitación deambulando entre mis cosas, me miraba diferente y muy seguido. Al principio lo pasé de largo y pensé que eran sólo ideas tontas sin sentido dentro de mi cabeza, pero...cuando experimenté mi primer celo, me di cuenta de que su comportamiento no era normal ni mucho menos por ser bueno y amable conmigo.
Fue cuando el verdadero acoso comenzó y el infierno en mi vida se desató.
Tenía miedo de estar bajo el techo de mi propia casa, tenía miedo de estar solo y que él apareciera. No me gustaban los toques que me daba bajo la mesa cuando todos cenábamos como "una familia". No me gustaban sus miradas oscuras y llenas de morbosidad. Una noche lo agarré sacando ropas de mi closet, olfateándolas y masturbándose con ellas; me aterroricé tanto que busqué a mi madre desesperando para contarle lo que estaba pasando...
No me creyó, nunca intentó hacerlo.
Al contrario, me gritó que dejara de inventar cosas y que la dejara ser feliz una vez y por todas. Que si haber sido el causante de la muerte de mi padre no había sido suficientemente para mí, que la dejara en paz y no la volviera a molestar.
Mi corazón comenzó a agrietarse desde ese entonces y mi omega se escondió por primera vez con el rabo entre las patas dentro de mi pecho.
Había vuelto a abrir una herida que pensaba ya estaba curada.
Estaba solo, no tenía a nadie más que me ayudara. Ni siquiera tenía amigos. Estaba atrapado en la cueva del lobo, siendo acechado por el mismo. No sabía a donde más poder ir, mamá era la única familia que me quedaba además de la abuela Nona, pero ella vivía demasiado lejos y hacía años que no la veía. No tuve más opción que valerme por mí mismo y cuidar a todas horas mis espaldas.
Entré a la universidad lo más pronto que pude, logré tomar literatura como tanto soñé y pagué con mi propio dinero los primeros semestres. Me alejé de casa tanto como pude, me refugiaba en las clases, la biblioteca y en mi trabajo de camarero en un pequeño restaurante del pueblo. Trataba de mantenerme lejos de ese alfa lo más que podía. Incluso llegué a pasar mis celos solo en las profundidades de un bosque cercano en mi forma lobuna, pasé frío, hambre y muchos desvelos...pero sobreviví y eso me convirtió en la persona que soy hoy en día.
Para mi desgracia, todo mi esfuerzo se fue de tajo esa noche que mi madre había organizado una fiesta en casa con los amigos de su esposo, para celebrar el acenso que tuvo este en su trabajo. No pude librarme de ella y tuve que quedarme allí aún cuando no deseaba pasar ni un segundo en ese lugar con tantos alfas y betas. Me sentía desprotegido y lleno de miedo. Mi lobito en alerta con su mirada asustadiza. Minjoon había llegado por sus vacaciones del servicio militar, más no se encontraba en ese momento conmigo y no pudo protegerme.
Recuerdo perfectamente que ese día me sentía demasiado agotado y mis músculos lloriqueaban por un descaso después de tantos días de trabajo y estudio para los exámenes finales. Me escondí en la seguridad de mi habitación y me permití descansar sobre mi cama aunque fuera por un rato, pensé que nada pasaría...que todo estaría bien.
Que equivocado estaba.
A la entrada de la madrugada mi puerta fue abierta abruptamente, despertándome alterado y asustado. Allí estaba ese hombre, Choi Kangsong, totalmente borracho y soltando agrias feromonas de apareamiento. Arrastrándome en mi cama me pegué contra la pared y traté de alejarme de él lo más que pude. Pero fue en vano.
–Aquí estabas, muñequito–su voz desagradable se escuchó como un eco en toda la habitación, me estremecí del miedo cuando comenzó a acercarse a mí–. Estabas solo, pero ya estoy aquí para hacerte compañía...darte cariño y llenar ese agujerito tuyo de una vez.
–A-aléjate de mí.–traté de sonar fuerte, pero mi voz temblorosa me lo delató.
–Oh tranquilo, muñequito–las irises de sus ojos destilaron en rojo–. No te haré daño...a menos que te resistas.
–N-no.
De un momento a otro estaba sobre mí y no pude hacer nada para impedirlo, sus manos estaban en todas partes de mi cuerpo, su aroma y su aliento alcoholizado me asqueaban y las ganas de vomitar no se iban. Intenté zafarme, lo golpeé, lo arañé, lo mordí; pero fue inútil, solo logré enfadarlo más.
–Quédate quieto, maldita sea–rugió con voz de mando, haciendo que me detuviera y mis temblores fueran más notorios–. Sé un muñequito bueno y hazle caso a tu alfa, bonito. Todo estará bien, seré rápido y nos haré sentir bien–relamió sus labios con morbo–. Al fin podré tenerte.
Sus dedos acariciaban mis mejillas, limpiando las lágrimas que por ellas corrían. Mi omega chilló herido dentro de mí, no podía hacer nada. Él es un alfa y usó su voz de mando, por naturaleza mi cuerpo lo obedecía, más mi corazón se destrozaba y mi alma poco a poco moría.
Este tipo estaba completamente enfermo y yo era la víctima de su locura.
Sus manos comenzaron a recorrer de nuevo todo mi cuerpo y mientras más me tocaba, más me asqueaba. Cuando empezó a desabrochar los pantalones que usaba no pude retener mis lágrimas y el llanto se hizo más fuerte al igual que los quejidos. Un fuerte ardor en mi mejilla derecha, me hizo saber que me había golpeado.
–¡Cállate!
Lo supe entonces.
Era mi final, uno bastante triste.
Lo tomaba como un castigo por aquella noche de invierno donde perdí a mi padre.
Los besos asquerosos que le daba a mi cuello me atormentaban, me estaba desnudando y solté un largo sollozo cuando sentí que separaba mis piernas y se colocaba entre ellas. Sería violado en mi propia habitación, en la casa donde viví por muchos años. Sería marcado de la peor forma por el hombre que se hacía llamar el esposo de mi madre.
Me sentía sucio.
Asqueado.
Mi luz se había extinguido completamente.
Tenía ganas de morir.
Pero fue justo cuando sentí algo duro tocar mi entrada que logré reaccionar. No. No permitiría que esto me pasara, no, yo lucharía hasta el final. En un impulso tomé la lámpara que reposaba en la mesita de noche al lado de mi cama y se la estampé con todas mis fuerzas en la cabeza.
–¡Aaahhh!–se alejó de encima de mí y tocó su cráneo sangrante–¡Jodido niñato!
Aproveché ese momento para alejarme de él y vestir rápidamente mis piernas desnudas. Choi me veía con ojos llenos de enojo, a duras penas pudo esconder su cochino miembro dentro de sus pantalones.
–Te dije que te alejaras de mí.–mi voz sonó esta vez autoritaria y llena de valor.
–¡Tú, me las vas a pagar, mal...
–¿Qué está pasando aquí?
Mi madre apareció en el umbral de la puerta de mi habitación y suspiré lleno de alivio, pero muy pronto dejé de estar tranquilo cuando la vi acercarse a su esposo y revisarlo con preocupación, ignorándome por completo.
–Tu hijo me ha golpeado, joder–vociferó, victimizándose delante de mi madre y limpiando los hilos de sangre que corrían de su frente–. Quería que me acostara con él y yo no quise, me resistí y por eso me golpeó.
Dejé de respirar en ese momento y el nudo en mi garganta se intensificó. No podía creer lo que estaba escuchando.
–¡Eso no es cierto!–grité desesperado–. Mamá, escúchame, él miente. Yo nunca haría nada como eso y lo sabes...tú...
–¡Cállate!–por segunda vez en la noche había recibido otra cachetada, pero esta fue mucha más dolorosa porque me la dio la mujer que me trajo a este mundo y que creí aún me amaba–. Has estado inventando muchas historias y ya me tienes harta, el único mentiroso aquí eres tú.
–¿M-mamá?
Esto no podía estar pasando, no. Nuevas lágrimas brotaban de mis ojos, pero estas estaban llenas de decepción y profunda tristeza.
–Desaparece de mi vista, Jimin.
Mi corazón se destrozó en mil pedazos. Mi lobo aullaba lastimado y mi alma se marchitaba. No podía creer que la mujer dulce que era antes mi madre, en ese instante me miraba como si fuera su peor enemigo. Pero sabía que yo no estaba mintiendo, que no hice nada malo para merecer todo esto, así que con la cabeza en alto me di la vuelta y tomé la primera maleta que vi y comencé a llenarla con toda la ropa que me encontraba. Todo lo hice bajo sus atentas miradas y el silencio desgarrador que nos envolvía.
No dije nada más, simplemente actué con la dignidad que me quedaba y recogí todo lo necesario para largarme cuanto antes de allí. No quería saber más nunca de este lugar ni de esta gente. Mi madre me demostró que dejó de serlo desde hace mucho y esta situación me reveló lo que debí haber hecho desde un principio.
Ya con todo lo que pude recoger en mis manos me dispuse a salir de allí, pero ese maldito hombre me tomó del antebrazo impidiendo que me fuera.
–¿A dónde crees que vas?
Me solté de él con toda la rabia que sentía.
–No me vuelvas tocar más nunca en tu miserable vida.
–¡¿Park Jimin, que es esa falta de respeto hacia tu padre?!
No. Ella no dijo eso. No se atrevió.
El enojo renació de lo más recóndito de mi ser, corriendo por mis venas. Terminé de explotar.
–Este hombre no es y nunca será mi padre–cada palabra que decía salía como una corriente de fuego desde mi interior, ambos me miraron asombrados por mi actitud–. Mi padre se llamaba Park WooYoung, un hombre digno y amoroso que amaba con locura a su familia y daba todo por ella. Este hombre de aquí–lo señalé, con mi rostro mostrando todo el desprecio que sentía–, nunca le llegará a los talones al alfa que fue papá, mucho menos un asqueroso violador enfermo que se aprovecha de un omega indefenso en su propia casa. Asco y vergüenza debería darte por defender a este tipo de persona, mamá, en vez de a tu propio hijo. Papá estaría muy decepcionado de la mujer en la que te has convertido, como lo estoy yo–me miró con ojos bien abiertos y medio húmedos, sin embargo no me permití caer por tan poca cosa–. No te preocupes, no me volverás a ver y serás finalmente feliz.
Salí de allí, sollozante, con mis pocas pertenecías y el olor nauseabundo de ese alfa por todo mi cuerpo. Lo odiaba, detestaba con todas mis fuerzas estar así. Pasé por un baño público y pagué por un rápido baño, me restregué con tanta fuerza que casi arranqué mi piel de tajo con la esponja; pero no me importó, tenía que sacar hasta la última huella de ese hombre en mí.
Aseado, vistiendo ropas limpias y con lágrimas secas en las esquinas de mis ojos, fue como terminé vagando tal cual alma perdida por las calles de ese pequeño pueblo de Busan, con un corazón roto y el caminar sin rumbo fijo donde la tristeza y la amargura eran los protagonistas de mis pasos.
Ahora sí no me quedaba nada, no tenía a donde ir ni donde refugiarme de la fría noche, no podía llamar a mi hermano, no quería meterlo en todo este problema y si mamá no me creyó, él tampoco lo haría, más cuando el culpable de todo era su progenitor. Estaba tan sumergido en mi propio dolor hasta que me topé con una tienda de tatuajes clandestinos y un diseño en específico llamó mi atención. Conté los ahorros que tenía y dejándome llevar por mis impulsos, terminé acostado en una camilla con la espalda completamente desnuda y un tatuador preparando mi piel para ser perforada por las agujas. Si notó los morados que marcaban mi cuello, no dijo nada y yo lo agradecí.
–El diseño que elegiste lleva dos sesiones, ¿crees que podrás venir pronto para terminarlo?–preguntó aquel alfa lleno de tatuajes mientras se colocaba los guantes y preparaba los instrumentos.
–¿Puede ser posible terminarlo hoy?–quise saber, mordiendo mi labio inferior con fuerza.
–Mmm...es posible, pero llevará casi toda la noche, muchacho.
–No importa, puedo aguantar hasta que esté completo.
–Será una sesión larga entonces, ¿listo?
Asentí y él comenzó hacer el trabajo de dibujar las fases lunares a lo largo de mi espalda. Dolió horrores, pero más dolía mi corazón. No me di cuenta cuando comencé a llorar hasta sentir mis mejillas mojadas y mi nariz congestionada, el tatuador pensó que eran por el dolor causado por los pinchazos de la aguja, pero yo sabía que eran por mucho más que eso. Salí de allí casi al amanecer y busqué un lugar abierto las veinticuatro horas para cambiar mi número de teléfono y desenterrar de una vez y por todas las raíces del pasado.
Hablé con la universidad y pedí que me pasaran mis créditos por correo para una una posible transferencia. Luego compré un boleto a Seúl y decidí comenzar de cero en un lugar lejos de todo y de todos.
Quería construir una vida mejor.
Quería llegar a ser feliz.
Aunque no me sentía digno de serlo y los demonios seguían ahí, recordándomelo a cada momento.
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Me dolió a mares este capítulo, fue muy fuerte para mí escribirlo. Pobre Mimi, no tiene la culpa de nada y tampoco se merece todo lo malo que vivió y lo que le han hecho creer.
En fin :,(
Díganme si alguien acertó en su teoría o no, quiero saber.
Nos leeremos pronto y gracias por estar aquí.
Los quiero <3
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