CAPÍTULO VEINTISÉIS - VACÍO
Sábado, 11 de noviembre del 2023
Aún eran las nueve y media de la mañana, sin embargo, quería ver a Matt para que me explicase lo importante que era Samanta para él. Sabía que no tenía derecho a exigirle nada, pero él era el que se me insinuaba y me lanzaba indirectas, mejor dicho, directas, así que era normal que quisiera saber a qué atenerme.
¿A qué atenerte?
Sí, necesitaba saber las intenciones que tenía conmigo. Imaginaba que divertirse un poco si tenía a esa Samanta que lo llamaba tan frecuentemente y con la que parecía que tenía una relación muy estrecha.
Nunca la había nombrado cuando nos había hablado de sus viejos y nuevos amigos, así que tendría que ser alguien muy especial para él, no una simple amistad.
¿Qué significa una simple amistad?
Para mí una amistad era muy valiosa, aunque debía reconocer que muchas personas no le daban la importancia que se merecía y llamaban a cualquier persona, amigo.
Matt no es así, tú nunca has sido su amiga.
Eso era verdad. Según Matt, yo nunca había sido su amiga. Y, en ese momento, quería que me explicase la razón. Llevábamos más de tres meses con este tira y afloja y estaba segura de que ya iba siendo hora de que se dejase de tonterías.
Baje las escaleras con mi pijama viejo y mi pelo hecho un desastre y me encontré a mi madre en la cocina. Ella me sonrió nada más verme. Seguro que pensaba que si hubiese estado Marco en casa, se hubiese quejado de mis pintas y de mi pelo.
—Buenos días, mamá. ¿Dónde están todos? —le pregunté a mi madre al sentarme en la barra de la cocina.
—Tu padre y tu hermano han aprovechado que hoy no hay partido y se han ido a jugar al tenis, no había cancha libre más tarde, por eso se han ido hace unos diez minutos. Matt ha salido incluso antes que ellos. Estábamos hablando, ha recibido una llamada y a los cinco minutos estaba ya saliendo por esa puerta.
Seguro que Samanta no estaba nada contenta con que no hubiese pasado la noche en su apartamento. ¡Qué idiotas! ¡Los dos!
¿Celosa?
No estaba celosa, solo molesta. Era un pesado y ni siquiera sabía lo que quería.
Puede que sea uno de esos chicos a los que les gusta estar con varias chicas a la vez.
Pues conmigo no le iba a salir muy bien la jugada.
No sabes la razón por la que se ha ido. Quizás haya pasado algo y se haya tenido que ir de repente.
Tal vez haya tenido algún problema. Debería llamarlo o enviarle un mensaje. Cuando te has acostumbrado a Matt y se iba, se quedaba todo tan vacío. Iba a desayunar y lo llamaría. Casi siempre llamaba él, era hora de llevar un poco la iniciativa.
—Buenos días, mamá —dijo mi mejor amigo, que acababa de entrar en la cocina como Pedro por su casa.
—Marco, no te esperaba tan temprano —le dijo mi madre mientras le preparaba el café.
—¿Por qué a él le preparas el café y yo tengo que hacer mi colacao yo misma? —me quejé, indignada.
—Buenos días, Ellie. ¿Celosa tan temprano? ¿Qué haces ya levantada? Matt me dijo que se habían acostado tarde.
—¿Cuándo has hablado con él? —me extrañé.
—Hace veinte minutos. Me llamó mientras conducía. Gracias, mamá —le agradeció a mi madre, cuando le dio su café.
—Desayunen y recojan todo. Yo voy a aprovechar para ir a comprar un par de cosas que me hacen falta. Cuídense y pásenlo bien —se despidió mi madre.
En cuanto mi madre salió de la cocina, Marcos me quitó el pan con mantequilla y mermelada que me había preparado.
—¡Eres un pesado! —me quejé, volviendo a quitarle mi pan.
—Estás de muy mal humor, Ellie. Creo que estás muy estresada. Deberías buscarte a un chico que te quite todo ese estrés —se metió conmigo mi mejor amigo.
—El mal humor me lo causas tú, idiota.
—Vaya, pues es verdad lo que me dijo Matt.
—¿Qué te dijo? —le pregunté sin poder guardarme mi curiosidad.
—Ya sabes que no soy un chismoso.
—Pues no nombres lo que te dijo —le eché yo en cara.
—Me dijo que estabas más molesta de lo normal. Y si hasta él se dio cuenta, es que estás de muy mala uva.
—No estoy de mala uva, es que ese chico me vuelve loca. Pero en el mal sentido de la palabra —aclaré rápidamente.
—¿Existe un buen y un mal sentido de volverte loca? Porque yo solo conozco el bueno —se burló Marco de mí.
—Me vuelve loca porque no lo entiendo. Me dice algo, pero luego actúa de otra forma.
—Eso es muy raro, porque Matt es la persona más centrada que conozco. Incluso antes de que sus padres fallecieran, siempre ha tenido muy claro lo que quiere. Es algo que he admirado mucho de él. Desde que recuerdo, ha sabido dónde quiere estar. Yo suelo dispersarme bastante.
—Marco, posiblemente existan muchas cosas en la vida de tu mejor amigo que no conozcas.
—No lo creo, Ellie. Considero que él tiene todo claro. No es por molestarte, sin embargo, en cuestión de chicos siempre has sido una cobarde. Lo sé bien, ya que soy yo quien me encargo de quitarte de encima a cualquier chico que se te acerque con dudosas intenciones. ¿A qué tienes miedo?
—¡No tengo miedo, pesado! —fue lo único que se me ocurrió contestar.
—Pues yo estoy seguro de que sí. Has tenido un montón de oportunidades de salir con muy buenos chicos y no has aceptado a ninguno. No eran tan guapos como yo, por supuesto, pero muchos de ellos no estaban mal.
—¿Y qué tengo que hacer? ¿Salir con cualquiera que me lo pida? —le eché en cara.
—No, pero no me digas que no te apetece tener una cita de verdad. Poder tener la posibilidad de llegar a algo con esa persona y, si te besa, por lo menos saber quién ha sido —me dijo Marco, levantando una ceja.
—No lo sé. Creo que primero debería estar segura si esa persona me gusta lo suficiente para aceptar una cita.
—No, Rubia, las primeras citas están para conocer a las personas y saber si puede llegar a gustarte o no.
—¿Y si intenta besarme y yo no quiero? —le digo, alarmada.
—Que aceptes una cita no significa que aceptes todo lo que el otro quiera hacer. Solo aceptas salir juntos y hablar para conoceros mejor. Y si se intenta propasar y yo no estoy cerca, le pegas un puñetazo de los tuyos y arreglado.
—¡Qué gracioso! Sabes que me incomoda que los chicos me vean de esa formar.
—¿A qué te refieres con esa forma? ¿A qué te vean como una chica? Porque quiero que recuerdes, que es lo que eres. Eres una chica, Ellie, y ya va siendo hora de que lo aceptes.
—Lo intentaré —le dije para que me dejara en paz.
—No, no lo intentes. Hazlo. Sal y equivócate, es lo que hacemos los jóvenes. Si no, ¿cómo vas a acumular experiencia? Tienes que abrirte más a las oportunidades que te da la vida.
—Marco, no eres el más indicado para darme este consejo. Habrás estado con muchas chicas, pero nunca he conocido a ninguna con la que realmente hayas intentado una relación.
—Porque no he conocido a ninguna por la que sintiese realmente algo. Pero eso puede cambiar en cualquier momento. Mira a Matt, él era como yo hace poco más de un año y ahora lo tienes loquito por de ti.
—Pensé que no ibas a actuar como un chismoso —le eché en cara.
—Y no estoy hablando de algo que pudo haberme dicho, sino de lo que veo.
—¿De lo que ves?
—Sí, Rubia. Ese chico no puede estar lejos de ti. Si no viene todos los fines de semana es porque tiene tantos compromisos, entre los estudios, el fútbol y la compañía de su familia que realmente no puede. Incluso el próximo año no será capitán del equipo.
—Lo sé, me lo dijo hace un par de semanas. Aun así, creo que Matt tiene una vida en la universidad que aún no conoces.
—Yo conozco todo lo relacionado con mi mejor amigo —se molestó Marco.
—Estoy segura de que tiene a alguien importante en su vida, de quien aún no te ha hablado.
—Eso es imposible. ¿Y tú como lo sabes? ¿Te lo ha dicho él?
—No, pero digamos que tiene que ver con la intuición femenina.
En realidad, mi intuición femenina era nula, aunque existía algo más fehaciente que eso. Siempre que lo llamaba Samanta, lo dejaba todo y, sin dar explicaciones, se iba con ella. Anoche, incluso le pidió explicaciones a Matt por no haberle avisado cuando llegó a su casa, es decir, que normalmente le decía cuando estaba, posiblemente, para ella poder ir a verlo.
Eso no lo sabes.
Sí, siera tan activo sexualmente como Marco había dicho, no pudiese estar tantotiempo sin estar con una chica. Seguro que Samanta era preciosa. No hacía faltaser un genio para darse cuenta de que todos los días se le acercaban chicas muybonitas y él las rechazaba. Sí, seguro que ella era preciosa.
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