CAPÍTULO VEINTICUATRO - HALLOWEEN
Martes, 31 de octubre del 2023
Era Halloween y no estaba preparada para la fiesta.
Marco había sido el encargado de comprar nuestros disfraces, acompañado de mi madre y su madre, y estaba segura de que han elegido mi disfraz con el único propósito de fastidiarme. Parecía una fulana buscando un cliente desesperadamente. Estuve a punto de darle a Marco con el cetro de mi disfraz de diosa egipcia en la cabeza, pero me contuve.
Marco y Yjo iban de faraón y Tom y Sam de momias. A Matt no lo había visto, aunque me dijo Marco que su disfraz era de Anubis, guardián egipcio de las tumbas. A él le había tocado vigilar la zona donde se encuentran las bebidas y a los gemelos la entrada. Marco y yo nos encargábamos de que todo siguiese en su sitio y no hubiese problemas en la fiesta y Yjo era el que nos ayudaba a todos, aunque solía estar todo el tiempo con Matt o, por lo menos, era lo que habían dado a entender cada vez que hablaban por los auriculares que teníamos conectados todos.
Habíamos decorado la nave como si fuese una tumba egipcia, con trampas y pasadizos incluidos. Todos los asistentes estaban alucinando. Me daba la sensación de que esta iba a ser la primera fiesta de muchas que organizaríamos porque, además de pasárnoslo bien planeando todo, económicamente era muy rentable y a los chicos les venía bien un dinero extra, sobre todo a Marco que siempre estaba pelado, aunque en realidad es al que más paga le daban. Aun así, habíamos decidido solo repartir el diez por ciento del dinero y el resto no lo íbamos a tocar por si lo necesitásemos en próximos proyectos.
El sábado me pasé todo el día terminando de pintar y decorar lo que se suponía que era el interior de una pirámide porque el domingo me tocaba limpiar por la mañana en casa y trabajar de doce a ocho de la tarde. Matt vino a ayudar el domingo y, según dijeron los chicos, llegó temprano y se fue de noche, cuando todo estuvo acabado. Me parecía que me estaba evitando, porque ni me había llamado ni me había enviado un mensaje desde la última vez que nos vimos, hace ya nueve días.
Si llevas la cuenta, ¿por qué no lo llamaste tú?
Yo no he llevado la cuenta, no obstante, es desconcertante que me invitase a cenar, lo llamase una chica y dejase de existir para él.
—¿Qué piensas, Ellie? —me preguntó Marco después de hacer su ronda.
—¡Qué parezco una fulana! —le espeté, molesta.
—Veo que estás de buen humor —me contestó Marco, sarcástico.
—¿Cómo crees que puedo estar si me has obligado a ponerme esto? Parezco una...
—Diosa egipcia —mi amigo terminó por mí la frase.
—Me queda fatal y me siento estúpida e incómoda —me quejé mientras oía por el auricular las risitas de mis amigos que nos estaban escuchando.
—Te puedes sentir como tú quieras, pero te queda de muerte. Si los chicos no tuviesen miedo a que les des una paliza, más de uno te hubiese metido mano —me dijo, sonriendo, como si eso fuese algo divertido.
—No me cabrees más —le amenacé.
—Vale, diosa de la dulzura. ¿Has visto a Matt? Él también está genial. Tiene una máscara de perro que da miedo.
—Por lo menos él da miedo, yo doy risa —volví a quejarme, evitando nombrar a mi no-amigo.
—No, de verdad que estás guapísima. Venga, te toca a ti dar una vuelta y yo me quedo aquí, tomándome esta copa —me dijo mientras me mostraba un vaso que llevaba en las manos.
—Marco, no te olvides que hoy nos toca vigilar. No puedes estar bebiendo mucho.
—Sí, tranquila, eres una pesada.
Seguro que antes de las doce ya está borracho.
Menos mal que la fiesta acababa a medianoche, lo que era normal, ya que empezó desde las siete de la tarde. No quisimos que fuese hasta muy tarde para evitar a los que venían a trapichear con drogas.
Me tocaba hacer la ronda en la zona de los olores. La decoración había quedado muy bien. Habíamos creado una zona oscura, que olía a incienso, pino y abeto, donde muchas parejas se escondían entre las imitaciones de sepulturas en la pared. Ya eran casi las once, por lo que esa zona estaba bastante concurrida.
Cuando iba en medio de la habitación, alguien me sujetó con fuerza y presionó, con su cuerpo, mi cuerpo contra la pared. Estaba tan sorprendida que al principio no reaccioné, por lo que el desconocido estampó sus labios en los míos y me besó. ¡¿Qué mierda?!
Reaccioné, un poco tarde, pero después de unos segundos lo hice. Lo empujé y cuando le lancé un gancho izquierdo, él lo esquivó y desapareció. Ni siquiera pude verle la cara porque estaba todo oscuro, solo sabía que era más alto que yo.
Tardé un rato en salir de la habitación, pero en cuanto lo hice, me fui a buscar a Marco.
—Vaya, Ellie, parece que has visto a un fantasma —me dijo Marco, nada más verme.
—Sí, algo así —le dije mientras le hacía señas para que apagara el micro de sus auriculares y yo apagaba el mío.
—¿Qué pasa? —se preocupó mi mejor amigo.
—No quiero que los demás sepan lo que me ha pasado. Me han besado —le conté, sin haberlo procesado todavía.
—¿Quién?
—No lo sé, estaba en la sala de los olores, en la parte más oscura y alguien me ha sorprendido.
—¿Y te ha gustado?
—No he tenido tiempo ni de averiguarlo, pero el muy canalla ha esquivado el puñetazo que le iba a propinar.
—Chico listo —dijo Marco, sonriendo.
—¿Qué te hace gracia? —le pregunté, molesta.
—Es la primera vez que besan a mi mejor amiga. Esto hay que celebrarlo —dijo y se fue para volver a los dos minutos con el vaso otra vez lleno.
Después de media hora de vigilancia exhaustiva y que Marco fuese a llenar su vaso dos veces más, decidimos que podíamos disfrutar un poco la fiesta, ya que faltaba menos de media hora para que acabase. Bueno, todos menos los gemelos, porque ellos tenían que quedarse en la puerta para que no entrase nadie sin la entrada o el sello que le poníamos al retirarle la entrada la primera vez que pasaban por allí.
—Vamos, diosa egipcia. Quiero que me cuentes tu primera experiencia sexual con pelos y señales —me dijo Marco mientras me tomaba de la mano y tiraba de mí hacia fuera.
—¿Qué experiencia sexual? —preguntó Yjo, porque todos estaban oyendo por los auriculares.
—No le hagas caso, está borracho —contesté mientras desconectaba mi micro y Marco hacía lo mismo gesticulando un "lo siento".
—Ya no nos escuchan, puedes contarme lo que sea, no me voy a escandalizar —me dijo, mientras se sentaba en uno de los bancos que habíamos puesto por fuera.
—Ya te lo dije, pesado. Alguien me sorprendió, me dio un rápido beso en los labios y desapareció.
—¿Con lengua?
—¡Qué asco! ¡No!
—Cuando te den un buen beso con lengua, ya verás que no te da asco —me dijo el borracho de mi amigo.
—Fue suave, es lo único que me acuerdo.
—¿El beso o los labios?
—Los dos. A pesar de que me sorprendió y lo hizo sin que yo quisiese, lo hizo muy suave.
—A lo mejor fue una chica.
—No lo creo, era más alto que yo y tenía mucha fuerza. No solo me sujetó por los brazos para que no me moviera, puso una pierna en medio de los dos para que no pudiese darle una patada donde más le duele. Si fuese una chica no le tendría tanto cariño como para protegerse así.
—Lo que está claro es que te conoce y sabe que puedes dar mucha guerra —dijo Marco, riéndose.
—Si hubiese reaccionado antes, se la hubiese dado de verdad.
—¿Lo vas a buscar? ¿Consideras que te gusta?
—No y no. En primer lugar, puede ser cualquiera y, en segundo lugar, no me gusta, ni siquiera sé quién es.
—¿Y cómo te va con Matt? —me sorprendió con la pregunta.
—¿Con Matt? ¿Qué tiene que ver esto con Matt?
—Te seré sincero, Ellie. Desde que Matt apareció en tu vida, me he mantenido al margen de vuestra amistad o, si le preguntas a él, no amistad. Porque soy el mejor amigo de los dos y no quiero estar como una vieja chismosa. Por lo que él me cuenta no te lo voy a decir y si tú me contases algo, tampoco se lo diría a él. Pero lleváis más de una semana sin hablaros o escribiros.
—No hemos tenido nada que decirnos —le expliqué, rápidamente.
Matt era un tema que no quería tratar y menos con él.
—Sé que estoy borracho, pero creo que te gusta. Es la primera vez que te gusta un chico, deberías lanzarte y si sale mal, es una experiencia más que vas acumulando. No puedes negarte a tener una relación de vez en cuando. Si sigues así, acabarás con cincuenta años, soltera y entera —dijo antes de empezar a reírse a carcajadas.
Después de nuestra pequeña charla, encendimos los micros y nos fuimos a la sala de baile, donde nos esperaban todos menos Matt, que había ocupado el lugar de los gemelos para que ellos pudiesen disfrutar un poco de la fiesta. En cuanto avisamos que faltaban quince minutos para que acabase la fiesta, todo el mundo, incluido nosotros, nos fuimos directos a la pista a darlo todo.
Al principio estaba muy incómoda por mi disfraz de fulana.
Es de diosa egipcia.
Me daba igual, seguía estando incómoda, pero a los dos minutos ya me había olvidado de lo que llevaba puesto. A las doce en punto se cortó la música y todos empezaron a salir. Lo más difícil fue convencer a las parejitas, escondidas por toda la nave, de que era hora de irse, pero al encender todas las luces y poner una sirena muy desagradable en el equipo de música, todo el mundo desapareció.
—Avisaré a Matt para que cierre la puerta. Si recogemos las bebidas ahora y las llevamos a casa de Ellie, como acordamos, mañana no tenemos ni que venir —dijo Marco, cuando desaparecieron todos los asistentes.
—Lo he oído, entendido —dijo Matt por el auricular.
—No sobró nada de comida y creo que, en términos generales, todos lo han pasado muy bien. Nos han felicitado mucho por la fiesta en la puerta —nos contó Tom, orgulloso.
Cuando Matt apareció, ya estaba prácticamente todo recogido.
—¿Empezamos a desmontar todo el decorado? —nos preguntó Matt.
—No te preocupes. Marco consiguió que los alumnos de una clase de historia de otro instituto nos lo compraran todo por lo que nos costaron los materiales, pero a cambio tienen que recogerlo todo ellos.
—¡Vaya, pues qué suerte tener un poco de tiempo libre! —dijo mi no-amigo tan contento que parecía que hubiese ganado un premio en una tómbola.
Yo estaba terminando de recoger los envases donde habíamos puesto la comida para llevarlos a casa, limpiarlos y guardarlos para la próxima fiesta y al darme la vuelta lo vi.
Me quedé mirándolo como una boba. Tenía la mitad de la cara cubierta con una máscara de perro y el disfraz le quedaba muy bien. Lo que realmente me fascinó fueron los brazaletes y las muñequeras doradas que se les ceñían a los brazos. No me había fijado que tuviese esos brazos tan...
¿Sexi?
Tan marcados. No eran para nada sexi, aunque tengo que reconocer que es puro músculo.
—Ellie, cierra la boca —se burló Marco de mí.
—¿Ellie? —se fijó Matt por primera vez en mí desde que había entrado a la habitación.
¡Virgen de todas las malhumoradas y tercas del mundo!
Fue todo muy extraño. Él no podía evitar mirarme de arriba abajo y yo tampoco podía dejar de mirarlo a él. Los chicos se extrañaron un poco por nuestro comportamiento, aunque Marco, como siempre, fue rápido y reaccionó en una milésima de segundo.
—¿Ellie, nunca has visto a un chico con una falda? —me preguntó mi mejor amigo, posiblemente para que reaccionase y dejase de comerme a mi no-amigo con los ojos.
—¡Qué gracioso! Es que no había visto a Matt en toda la fiesta —intenté excusarme.
—Yo a ti sí, solo que, estaba todo tan oscuro, que no me di cuenta de que eras una diosa —dijo Matt, haciendo que me ruborizara.
Terminamos de recoger entre las bromas de los chicos y metimos todo en el coche de Matt. La madre de Yjo se llevó a su hijo y a los gemelos, por lo que Marco, Matt y yo nos llevamos todo a mi casa y lo descargamos, después de lavar algunos recipientes, en un almacén de la finca del que nos habíamos apropiado hacía un tiempo. Solo guardábamos cosas que nos habían sobrado de algunas bromas que habíamos hecho.
Al acabar era la una de la mañana y todos estábamos cansados. Mis padres y mi hermano no habían llegado de la fiesta a la que les habían invitado unos amigos y no me apetecía quedarme sola en casa.
—¿Queréis tomar algo antes de iros? Yo voy a ir a cambiarme de ropa —les pregunté a los chicos.
—Yo estoy hambriento —se quejó Marco.
—Yo te ayudo en la cocina, pero ¿podrías dejar lo de ir a cambiarte para más tarde? —me pidió Matt mientras Marco le daba un codazo mal disimulado.
—Es que estoy incómoda, parezco una fulana —me sinceré.
—¡Qué va! Estás preciosa —me dijo Matt, tomando mi mano y dándome un beso en ella.
—¡Vamos, ve a hacer algo de comer, Romeo! —se burló Marco.
Entramos en la casa y Matt y yo nos fuimos directo a la cocina, mientras mi mejor amigo se fue hacia el salón, encendió la tele y se echó en un sillón.
¡Eso sí que es vida!
—¡Serás caradura! —le grité desde la cocina a Marco.
—Lo hago para daros un poco de intimidad, sé que no habéis hablado desde hace unos diez días —me devolvió el grito.
—¿En qué te ayudo? —me preguntó Matt, posiblemente, que para cambiar el tema.
—Tengo el relleno de burritos en ese táper. Ponlo, por favor, a calentar en ese caldero.
—¡Vaya, qué buena idea! Ahora me comería dos o tres burritos.
—Yo voy a hacer una jarra de margarita de fresas.
De repente Matt se acercó tanto a mí que tenía su cuerpo pegado al mío y con el pulgar me rozó el labio inferior. Ya era una costumbre suya, eso de provocarme.
—No creo que sea buena idea mezclar el traje que llevas puesto con alcohol —me advirtió con voz ronca sin despegar su cuerpo del mío.
—Mis margaritas no llevan alcohol —fue todo lo que conseguir decir antes de que él se separara de mí.
—¡Pues, qué aburrido! —bromeó.
—No todo el mundo puede ser tan divertido como tú, sin tener tiempo para nada y siempre planeando cosas —le eché un poco en cara que no tuviese tiempo para llamarme los últimos días.
—Yo soy un tipo aburrido, créeme, Ellie. Mi vida no es tan interesante como la de vosotros aquí, montando fiestas y gastando bromas —me contestó en voz baja.
—Pues, entonces, eres un tipo aburrido, aunque muy ocupado —le contesté mientras sacaba las fresas del congelador.
—¿Ocupado?
—Sí, ocupado. Ni siquiera has tenido tiempo de llamarme o enviarme un mensaje en una semana y media.
—Podías habérmelo enviado tú.
—¿Yo? ¿Después de que me dejaras colgada en cuanto te llamó otra chica? —le eché en cara, aunque me arrepentí al momento de haberlo dicho.
—¿Estás celosa, Ellie? —me dijo levantando una ceja.
—¿Celosa? ¿Por qué iba a estarlo? No somos nada, ni siquiera somos amigos —le contesté con toda la rabia que tenía guardada.
—Me alegro de que te lo tomaras así. Prometo ser un poco más comunicativo a partir de ahora —me dijo y me besó la mejilla justo antes de que Marco entrara en la cocina.
—Mamá me envió un mensaje, diciendo que en media hora estarán de vuelta —me dijo mi mejor amigo.
—Si te parece bien, bichito, nos quedamos hasta que lleguen para saludar a tu hermano —añadió Matt.
—¿Por qué mi madre te envió un mensaje a ti y no a mí? —le pregunté a Marco.
—¿Tú le enviaste un mensaje para avisarle de que la fiesta había sido un éxito y que estábamos en casa cenando algo? —me preguntó Marco.
—No —le dije yo sin entender nada.
—Pues yo, sí —me dijo mi mejor amigo, antes de robarme un trozo de queso del que estaba cortando y largarse otra vez por donde había venido.
Lo de Marco no tenía nombre, bueno sí, era un pelota con mi madre.
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