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CAPÍTULO TREINTA Y OCHO - SAN VALENTÍN

     Miércoles, 14 de febrero del 2024

Llegó el día de San Valentín. ¡Qué viva el amor!

Y otras cosas, que hoy has tenido un sueño muy subidito de tono.

Sí, no me podía mentir a mí misma. Los últimos días había tenido sueños inapropiados con un cierto caballero y no sabía cómo lidiar con eso. No le había dicho nada a mi madre porque no sabía cómo hablarle del tema y tampoco se lo había podido contar a Marco por razones obvias.

¿Por vergüenza y por miedo a que se lo cuente a Matt?

Sí, sobre todo por vergüenza, incluyendo la que pasaría si se lo contase a Matt. No obstante, la culpa no era mía. En primer lugar, no he hablado con él desde el sábado, solo nos habíamos enviado mensajes porque había estado muy ocupado y, en segundo lugar, el sábado se quitó la camiseta cuando estaba apoyada en él. Seguro que lo había hecho para provocarme.

Tu hermano se le mojó cuando se acercó empapado.

Aun así, yo era una persona de carne y hueso y Matt no me lo ponía nada fácil. Estaba casi segura que lo hacía con la intención de volverme loca.

Has estado loca toda la vida, no le eches la culpa al pobre chico.

Nunca había tenido esta clase de sueños, además, cuando estaba cerca, tenía unas ganas terribles de besarlo.

¿Por qué no lo haces?

No lo sabía. A lo mejor él no quería lo mismo que yo.

Te ha dicho que está desesperado por besarte.

Sí, yo tampoco me entendía. No sabía a qué estaba esperando. Debería de hablar con Marco del tema, aunque siempre que me había aconsejado, yo lo había entendido todo mal.

Y él se explica peor.

El día empezó fatal. Matt me escribió anoche y me dijo que no sabía si iba a poderme llamar hoy, lo que hizo que mi humor empeorara bastante. ¿Quién intentaba conquistar a una chica y, como mínimo, no la llamaba por San Valentín? Hasta Eric vendría a ver a Christian desde la universidad. Me dijo que se pasaría a verme en cuanto llegase. Menos mal que lo de Christian se quedó en un susto y a mí ya ni me dolían los nudillos.

El chat del grupo de los cinco rubios estaba que ardía desde la noche anterior. Todos los chicos tenían citas, todos menos Matt y yo, y eso sumaba puntos a mi mal humor.

Para más inri, en clase todo estaba relacionado con el amor y todas esas tonterías. Aunque todo no eran chorradas, Claudia le regaló a Yjo una caja de bombones que repartió entre nuestro grupo y estaban buenísimos, eso sí, todo muy documentado en el grupo, incluso Sam puso una foto comiéndose un bombón con su hermano donde casi se besaban. Son unos pesados. Lo que no entendía era cómo todos habían conseguido citas esta noche.

Yjo estaba claro que saldría con Claudia. Aunque a Yjo no le gustase reconocerlo, cada vez se les veía pasando más tiempo juntos. Marco también saldría con ellos y con Mónica. Menos mal que Mónica iba a lo que iba. Creo que no era la primera vez que habían salido juntos porque Marco siempre atacaba a todo lo que se movía, incluso había estado con Claudia en al menos una ocasión, destacando que fue antes de que comenzara esa extraña relación que existía entre ella y Yjo.

Los que más me sorprendieron fueron Tom y Sam. Los hermanos tenían dos citas de verdad. No era que fuesen unos santos, sin embargo, ellos eran del estilo de Marco, solo que no triunfaban tan a menudo y nunca quedaban con las chicas, sino que las conocían en el bar o en la discoteca y si te he visto, no me acuerdo. Pagaría por ver esa cena, además, irán a dos restaurantes diferentes, ya que en realidad los habían invitado y las chicas habían elegido el sitio.

Así que yo sería la única idiota que se quedaría en casa, leyendo Orgullo y prejuicio, que era lo más romántico que se me pasaba en este momento por la cabeza. Y era irónico porque Elisabeth estuvo esperando como una tonta por su amado.

¿Será mucha coincidencia que la protagonista se llame Elisabeth?

Mejor no me releía Orgullo y Prejuicio.

Cuando llegué a casa y terminé de almorzar, mi paciencia estaba tan al límite, que incluso mi hermano huyó de mí.

Ni tu familia te aguanta.

Pues era una pena porque yo pensaba que la familia te tenía que aguantar, independientemente de lo pesado que te podías poner. No obstante, mi familia no.

Terminé de preparar todo para ir al gimnasio y bajé a la cocina a despedirme de mi hermano que iba a salir con mis padres porque una amiga lo había invitado, junto con otros niños, a ver una película en el cine.

¡Qué asco de vida!

Sí, no podría ir a peor.

Por supuesto que podría ir a peor, por eso no lo vamos a decir en voz alta.

Como no tenía ganas de hacer nada, me fui a mi cuarto y le envié un mensaje con un simple "Hola" a mi no-amigo, pero ni siquiera él tenía hoy tiempo para mí. Después de unos minutos me llegó un mensaje, aunque era de Júnior.

Júnior: ¿Estás en casa?

Yo: Sí, puedes entrar, mis padres dejaron el portón abierto.

Bajé al salón para esperar a Júnior y me encontré un rosal de rosas rojas en una maceta. Era muy raro, porque cuando mis padres se fueron no estaba ahí, y nadie había venido a casa. Tenía una tarjeta con mi nombre y mi corazón se aceleró en cuanto la vi.

¿No vas a abrirla?

Claro que sí, únicamente me estaba preparando psicológicamente.

"Tengo mil causas y mil motivos para quererte, pero todo se resume en uno solo: tú."

La tarjeta no estaba firmada ni tenía ningún nombre, por lo que solo cabían dos posibilidades, o mis amigos me estaban gastando una broma porque hoy tenían que ir a sus citas con el pelo rosa por mi culpa o Matt estaba aquí.

Le di una vuelta rápida a la casa, pero no había ni rastro de los chicos ni tampoco de Matt. Entonces llamé a Marco.

—¿Qué quieres, pesada? —me dijo Marco al contestar al teléfono.

—¿Qué haces? —le pregunté.

—Estoy preparándome para esta noche —dijo a la vez que llegaba una foto de Marco con unos pantalones de vestir y una camisa al grupo.

—Solo quería preguntarte si sabes si Matt estará hoy muy ocupado —fue lo primero que se me ocurrió.

—Creo que sí, aunque tampoco soy su secretaria. ¿Por qué no le preguntas directamente a él?

—Porque le escribí y no me ha contestado.

—Entonces está muy ocupado —dio la conversación por zanjada.

—Diviértete esta noche —me despedí.

—¿No vas a venir al entrenamiento? —preguntó, extrañado.

—No, al adelantarlo me coincide un poco con el boxeo. A lo mejor voy, aunque solo sea a verlos acabar.

—Tienes que venir. Voy a ponerme guapísimo y quiero que me saques una foto para enviársela a mamá.

—Vale, pesado. Me paso después de boxeo —acepto, antes de colgar.

Como Júnior no había llegado, salí a esperarlo fuera. En cuanto llegó fui corriendo hacia su coche.

—Yo también tenía ganas de verte —me dijo Eric, divertido.

—¿Has traído tú el rosal?

—¿Qué rosal?

—Déjalo. ¿Puedes llamar a Matt? —le pregunté entonces.

—¿Por qué no lo llamas tú?

—Es que he encontrado un rosal con una nota para mí en la cocina y no sé cómo ha llegado hasta allí. A lo mejor está escondido por mi casa.

—Vale, si quieres, lo llamo —me dijo mientras lo llamaba, sin embargo, Matt no contestó.

A los dos segundos le llegó un mensaje al teléfono y Júnior contestó.

Cuando me enseñó el teléfono me di cuenta de que Matt no podía ser.

Elegido Ellie: ¿Es importante? Estoy en medio de una reunión.

Yo: No, me equivoqué al marcar, perdona.

—¿Entonces quién pudo haber sido? —pensé en voz alta.

—¿Tu madre?

—Imposible, cuando salieron, no estaba el rosal. Tiene que ser de Matt, pero no entiendo cómo lo ha hecho.

—Pues lo averiguas en otro momento. No tenemos mucho tiempo para que me ayudes a elegir la ropa que me pondré esta noche —me metió prisa Júnior.

—¡Qué envidia! Todos tenéis una cita menos yo. Y pensar que hace un año huía de las citas.

—Vámonos, Mujer Maravilla. ¿Sabes que ahora los tres imbéciles del otro día, cuando ven a Chris, se esconden? Creo que se mueren de vergüenza porque una chica les dio una paliza.

—Se la tenían merecida.

Júnior tomó mi bolsa de boxeo y la metió en el maletero mientras yo me sentaba en el asiento del copiloto. Cuando llegamos a casa de Júnior, ya tenía varias opciones preparadas, así que en unos diez minutos elegimos todo.

Estuvimos charlando un rato hasta que me tuve que ir a entrenar. Mi entrenador llevaba dos semanas de mal humor y seguro que hoy me iba a hacer sudar la gota gorda.

¡Y qué razón tenías!

***

Cuando llegué al entrenamiento de los chicos y a pesar de que había venido corriendo y sin cambiarme, los chicos estaban casi acabando, así que jugué un poco con ellos en el partido que estaban echando. Marco estaba más acelerado de lo normal y estuvo haciéndome faltas los veinte minutos que jugué. Yo no me ando con chiquitas y también lo molesté bastante.

Al terminar me fui a duchar al baño de los entrenadores. Siempre me dejaban ducharme ahí, para no tener que hacerlo con los chicos, y yo se lo agradecía en el alma al entrenador.

Acabé la primera, los chicos siempre tardaban diez minutos más que yo, por lo que me senté a esperar en las gradas leyendo un libro, cuando alguien se sentó a mi lado.

—Me permite —dijo una voz conocida.

Cuando levanté la vista me quedé sin palabras. Matt estaba vestido como el Adonis que era y traía una rosa en la mano. No era que estuviese muy elegante, si lo estuviese desentonaría conmigo que iba en vaqueros y suéter, pero estaba muy guapo.

No solo guapo, está muy sexi.

Sí, eso también. Estaba muy sexi. Esa barba de hace tres días le queda muy bien y el pelo húmedo, pero no mojado. Me quedé mirando embobada hasta que él rompió el silencio.

—Definitivamente, te voy a regalar una foto mía —dijo, divertido, mientras me entregaba la rosa y me daba un beso en la mejilla.

—¿Cuándo llegaste? —fue lo único que pude decir.

—Unos minutos antes que tú.

—No te vi —le dije, porque era verdad, no lo había visto.

—Ya me di cuenta de que tú solo tenías ojos para el balón. Vámonos antes de que salgan los chicos. Ya yo les he enviado un mensaje al grupo de San Valentín diciéndoles que nos íbamos.

—¿Habéis hecho un grupo sin mí? —pregunté, indignada.

—Claro, bichito —dijo como si fuese lo más normal del mundo y lo dejé pasar porque no tenía ganas de discutir ahora que iba a tener mi cita.

—¿A dónde vamos?

—A nuestra cita. Espero que no te importe ir caminando, el restaurante está a tres minutos de aquí. Los chicos cenarán en uno que está al lado y Sam en uno que está un poco más lejos, aunque únicamente a un minuto, al lado del de Eric.

—Vaya, pues sí que has tenido tiempo para hablar con ellos y organizarlo todo —le dije, enfadada, mientras entrelazaba mis dedos con los suyos y él a cambio me regaló una sonrisa.

—Lo han hecho todo Eric y Marco, los demás solo nos hemos dejado llevar. Aunque por supuesto yo reservé en nuestro restaurante —dijo orgulloso.

—Después de todos estos meses vamos a tener por fin una cita —le dije contenta.

—Sí, nuestra primera cita, los dos solos —dijo Matt, no sabía si para molestarme o porque no temía morir, haciendo alusión a las supuestas dobles citas con mis padres.

Dejé mi bolsa de boxeo en el coche y nos fuimos a nuestra cita. Al llegar al restaurante, nos acompañaron a una mesa que estaba en una esquina, lejos de la música, del baño, de la cocina, en definitiva, lejos de todo lo que pudiese distraernos. Matt me movió la silla para que me sentara y eso hice, para que luego él se sentase frente a mí.

—Ya veo que tienes mejor los nudillos —me dijo tomando mi mano.

—Sí, no fue para tanto.

—No quise preguntarle a Eric, esperando a que me lo contaras tú. ¿Te peleaste con Christian? ¿Le hizo algo a Eric? — se preocupó, lo que hizo que yo me echara a reír.

—No, tonto. Tres imbéciles le pegaron a Christian y cuando fuimos a buscar su cartera, que se le había caído donde fue la pelea, volvieron y les di su merecido.

—No deberías ir pegándote por ahí. Aprende de mí que soy pacífico.

—¿Te gustan los delfines? —bromeé.

—¿Qué? —me preguntó por lo que intuí que no conocía el meme.

—¿Ya saben lo que quieren tomar? —nos interrumpió un camarero que se acercó a nuestra mesa.

—Creo que sí. ¿Tú, bichito? —me preguntó Matt, aunque no pude contestar porque sonó su teléfono, haciendo que Matt le pidiese disculpas al camarero con la mirada.

—Vendré en unos minutos —dijo el camarero, muy atento.

—Gracias —le respondí antes de que volviera a dejarnos solos.

—Marco, tengo el altavoz puesto. Ya estamos... —dijo antes de que Marco le interrumpiera.

—Matt, te envié nuestra ubicación, estamos encerrados en el baño de chicas. Ven ya y trae a Ellie —nos gritó antes de colgar.

Matt no lo pensó dos veces y se levantó a toda velocidad mientras consultaba la ubicación. Nuestro camarero vino a nuestro encuentro antes de que saliésemos del restaurante.

—Señor, si se van, pierden la reserva. Tenemos varios clientes esperando —nos dijo, educadamente.

—Lo siento, nos tenemos que ir —le dijo Matt mientras le ofrecía un billete de cincuenta euros que el camarero no quiso aceptar, pero Matt insistió antes de salir los dos corriendo del local.

La ubicación nos mostraba un bar que estaba a unos doscientos metros de donde habíamos ido a cenar. Entramos a toda velocidad y preguntamos por el baño. Al acercarnos, vimos a una veintena de personas por fuera aporreando la puerta.

Matt marcó el número de Marco y puso el teléfono cerca también de mi oreja para que los dos pudiésemos oír la conversación sin poner el altavoz.

—Estamos aquí y hay un grupo por fuera del baño, ¿qué ha pasado? —preguntó Matt.

—Un malentendido, pero le han dado un puñetazo a Yjo y le tiraron del pelo a Claudia.

—¿Cómo están? —pregunté yo.

—Claudia bien y a Yjo le saldrá un morado en el ojo mañana, pero también bien.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó Matt.

—Hacer que se vayan para poder salir de aquí antes de que echen la puerta abajo —dijo Marco mucho más tranquilo.

—Vale, danos unos minutos, hermano —le dijo Matt antes de colgar.

Nos dirigimos hacia el baño sin tener ningún plan cuando se me ocurrió que no quería fastidiarme otra vez los nudillos, así que sujeté a Matt por el brazo para que se detuviera.

—¿Te puedes quitar tu camisa? —le pregunté.

—Mierda, Ellie. No sabes lo que me pondría esa frase en cualquier otra situación, pero creo que ahora no es el mejor momento —me dijo, un poco incómodo.

—Es para cubrirme la mano y no hacerme daño en los nudillos —le expliqué.

—Hoy no vamos a pelearnos —me dijo Matt, muy seguro de sí mismo.

—Solo es para prevenir.

Al final me dio su camisa y aunque solo podía protegerme una mano, esperaba no tener que utilizarla.

En cuanto nos vieron, tres chicos no muy corpulentos se acercaron a nosotros.

—El baño está ocupado —nos dijo un pelirrojo.

—Lo sabemos, son nuestros amigos los que están dentro. Estamos esperando a que llegue la policía para que puedan salir —le dijo Matt, sin titubear.

—¡Pues tus amigos han intentado ligarse a mi novia! —dijo otro de los chicos y haciéndole señas a la novia para que se acercase.

—Creo que ha sido un malentendido —le contestó Matt, que le sacaba una cabeza a cualquiera de los presentes en el pasillo.

—¿Cómo lo sabes? —dijo la novia.

—Porque cualquiera de las chicas que están en ese baño valen mucho más que tú —le escupí a la cara, perdiendo la paciencia.

—Dile a tu novia que cierre la boca —le dijo el pelirrojo a Matt.

—No soy su novia y, aunque lo fuese, yo puedo decir lo que me dé la gana porque este es un país libre —contesté enfadada.

—Te vas a enterar, zorra —dijo la chica intentándome agarrar del pelo.

No estaba segura en qué momento se descontroló la situación, pero para evitar que la chica me agrediera le di un puñetazo en el estómago. Nunca me gustó pegar a las chicas, no obstante, esto era solo para defenderme. Ella se quedó doblada en el suelo y a continuación los tres chicos que estaban junto a ellas intentaron llegar hasta donde estaba yo.

Uno lo consiguió y recibió tal fuerte patada en la entrepierna que cayó al segundo al suelo sin poder moverse. Sé que me pasé un poco, pero sabía que tenía que hacerme cargo de otros dos que estaban al lado de él.

Para mi sorpresa, ningunos de los dos llegó. Quien sí lo hizo fue otro idiota que hasta hacía un momento estaba golpeando la puerta del baño y, en cuando le di dos puñetazos, desistió de pelearse conmigo. Miré a Matt, para ver cuál era su situación y, para mi desconcierto, estaba dejando a otro idiota en el suelo de una patada.

¿Desde cuándo sabe pegar esas patadas?

No tenía ni idea, pero eso fue suficiente para que el resto de imbéciles se fueran corriendo. Matt tenía a cuatro tipos derribados en el suelo y yo solo dos y medio porque la chica contaba solo como medio.

Le dijimos a Marco que abriera la puerta del baño y cuando salió, yo estaba ayudando a levantarse a la chica que había golpeado unos minutos antes.

—¿Estás bien? —le pregunté al ayudarle a incorporarse.

—Sí, aunque sigo enfadada —me escupió las palabras como si fuesen veneno.

—Y estás en todo tu derecho. Pero enfádate sin intentar agredir a nadie. Ni siquiera sabes pelear —le eché en cara.

—Voy a tener que darte la razón —dijo y para mi sorpresa se echó a reír, la muy idiota estaba borracha.

Yo continué ayudando a levantarse a otro de los chicos que había tirado al suelo y cuando por fin se levantó al que le había pegado demasiado fuerte en la entrepierna, nos fuimos.

Los chicos habían ayudado a los otros que había golpeado Matt que se fueron rumiando algo incomprensible. Los muy idiotas estaban medios borrachos, pues al día siguiente iban a tener una buena resaca.

—Gracias, Rubia, por venir al rescate —me dijo Marco, pasándome el brazo por encima del hombro mientras salíamos del bar.

—Ha sido muy interesante —le dije, sabiendo que él me entendía a la perfección.

—No he visto nada de la pelea y aunque lo hubiese visto, cada uno que cuente lo suyo. ¿Por qué está Matt sin camisa?

—Se la pedí para no hacerme daño en los nudillos y creo que no se la voy a devolver en toda la noche. Está muy guapo con la chaqueta solo, ¿no te parece?

—Amiga, te estás volviendo una pervertida —me dijo, separándose de mí al salir del restaurante.

—¿Y ahora qué hacemos? Teníamos la reserva a las nueve y ya pasaron de las nueve y media —dijo en alto Júnior para que todos lo escuchasen.

—¿Por qué estáis todos aquí? —pregunté extrañada, porque, además de estar los cinco rubios y sus parejas, también estaban Eric y Christian.

—Nos encontramos por fuera del bar con Eric, nosotros veníamos del entrenamiento y nos íbamos a cenar. Fue todo tan rápido que nos escondimos en el baño del bar. Pero nadie nos ayudó, no pienso volver aquí en la vida —dijo Yjo enfadado, se notaba que le habían pegado, pero seguro que mañana se vería peor.

—Yo no sé qué haréis vosotros, pero yo voy a continuar mi cita en mi piso —dije yendo hacia Matt y tomándole de la mano.

—Nosotros también —dijo Marco, imitándome y dándole la mano de Mónica.

—¿Tienes un piso? —preguntó Matt, levantando una ceja.

—No, voy al de Ellie —contestó mi mejor amigo.

—Ni lo sueñes. Ya me habéis estropeado la cita que tenía planeada, si sigo así, tendré treinta años y aún seguiré intentando tener una relación con esta guerrillera —le dijo Matt, lo que hizo que algunos se echaran a reír.

—Lo siento, hermano, pero no tenemos a dónde ir —le contestó Marco, como si tal cosa, mientras yo lo fulminaba con la mirada.

—No tengo comida para tantos —me excusé.

—Pues vamos corriendo al supermercado que cierra en quince minutos —dijo Sam que en cuestión de comer no le ganaba nadie.

—¿Qué compramos? —preguntó Yjo sin yo haber dado mi consentimiento.

—¿Qué queréis comer? —pregunté yo dándome por vencida.

—Crepes con Nutella —dijo el goloso de Marco.

—Una sartén asiática con arroz, como la del viernes pasado —dijo Christian.

—Pues comprad arroz, verduras variadas, medio kilo de pechugas de pollo, dos latas de leche de coco, harina y huevos. Tengo Nutella casera en el piso. Yo voy yendo al piso con Matt y vosotros a comprar —les ordené mientras vi que Matt le daba un billete a Marco de cien euros antes de ofrecerme su brazo e irnos al piso los dos solos.

Yo aún tenía la camisa de Matt, aunque por supuesto me la había quitado de la mano y la llevaba colgando del brazo. A él no pareció importarle, así que no se la ofrecí.

—¿Esto vale como cita? —me preguntó Matt en voz tan baja que casi no podía oírle.

—¿Para ti? —le pregunté, divertida.

—Pues claro que sí. Hemos intentado salir a cenar los dos solos y la intención es lo que cuenta.

—No hemos cenado.

—Hemos hablado de nosotros y ahora nos conocemos más —intentó convencerme.

—¿Cómo es que sabes pelear tan bien?

—No podemos contar todos nuestros secretos en nuestra primera cita, bichito. Esa información te la contaré en la próxima.

—¿Eso significa que habrá más citas? —le pregunté todo lo coqueta que yo podía ser.

—Por supuesto, incluso cuando nuestros hijos tengan sus propias citas, nosotros seguiremos teniendo las nuestras. Sería interesante tener alguna vez citas dobles con ellos. ¿No te parece, pequeña Ellie? —me dijo para molestarme.

—Sigue así y ni siquiera acabarás la cita de hoy —le amenacé.

—Así que sí es una cita —dijo muy orgulloso.

—Vamos a entrar, que no creo que los chicos tarden mucho.

Al llegar al apartamento puse la camisa de Matt en la cesta de la ropa sucia y le di una camiseta mía, de esas que me quedan muy grandes.

—¡Qué pena, bichito! Suponía que te gustaba más sin camisa —me dijo Matt al ponerse la camiseta que le había ofrecido.

—Y así es, sin embargo, no puedo concentrarme mientras te paseas por el piso provocándome —le dije sin pensarlo.

—¿Yo? ¿Provocándote? Si tú puedes hacer conmigo lo que quieras —me dijo, acercándose a mí y en ese instante sonó el timbre y tuvo que ir a abrir la puerta para dejar pasar a los chicos.

No sabía cómo conseguimos comer todos. Éramos doce y en el piso tenía doce platos justos, aunque no suficientes sillas, así que algunos nos sentamos en el sofá, como hicimos Matt y yo, o en un sillón. Si hubiese venido alguien más hubiese tenido que esperar a que acabara alguno.

No me compliqué mucho y la comida estuvo lista en media hora. Matt me ayudó a pelar y cortar las verduras, lo que hizo que pudiésemos hablar un poco más tranquilos a cómo estaban los demás en el salón.

No era que no conociese a Matt, sabía muchas cosas de él, sin embargo, también había mucho que desconocía. No sabía cómo se comportaría en diferentes situaciones, como me pasaba con los chicos que incluso sabía lo que iban a hacer o decir antes que ellos mismos.

Aunque estaba segura de que no perdía los nervios con facilidad y que no le importaba mucho la opinión de las personas que no estaban en su círculo más cercano. ¿Es todo esto suficiente para conocer a una persona? No, pero iba por el buen camino. No obstante, si me llevo por lo que me dijo Marco, en realidad ya sabía que quería ser más que su amiga antes de tener nuestra primera y extraña cita.

Eric y Christian se llevaron a los gemelos y a Yjo al acabar de cenar y las chicas se fueron todas por su cuenta.

Marco y Matt fueron los únicos que se quedaron a recoger porque yo insistí, que con tantas personas era imposible poner un poco de orden en el piso. No tardamos mucho, ya que solo había hecho un wok asiático y arroz y los crepes, por lo que no ensuciamos casi nada.

Cuando salimos del piso, Matt y yo nos adelantamos, porque Marco había recibido una llamada de mi madre en la que le estaba contando lo sucedido esa noche y que yo llegaría a casa en breve.

Al salir del edificio, Matt se acercó un poco a mí y me quitó de la cara un mechón de pelo que se me había escapado de mi coleta.

—¿Eres de las que besa en la primera cita? —me dijo, pasándome un brazo por la cintura y acercándome más hacia él.

—Vamos, Romeo, llevemos a Julieta a su casa y continúas con esto el próximo día —nos interrumpió Marco, al cual iba a matar un día de estos.

—Marco —refunfuñó Matt, aunque se apartó de mí y se dirigió hacia el coche.

Y ahí acabó mi primera cita con Matt, interrumpidos por nuestro mejor amigo.

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