CAPÍTULO TRECE - LA CHICA DE LOS SUEÑOS
Sábado, 26 de agosto del 2023
No sabía dónde estaba, ni qué día era. Solo sabía que alguien estaba molestándome y había dejado entrar en mi habitación la luz del sol.
—¡La luz! ¡Yo soy un vampiro! —grité mientras me tapaba la cabeza con la almohada.
Menos mal que anoche estaba tan cansada que, ni por quitármela, me había dormido con ropa.
—¡Vamos, pequeña Ellie! —dijo una voz que identifiqué como la de mi no-amigo.
—Matt, por favor, déjame dormir un poco más. Hacía dos meses que no dormía tan bien —le supliqué.
—Levanta, ya son las diez y tus amigos acaban de llegar. Además, no saben que anoche pasaste la noche aquí, con tu futuro esposo.
—¿Y a qué han venido? —le pregunté, pasando por alto el último comentario.
—A desayunar con mamá. Lo han hecho algunas veces este verano.
—¡Serán gorrones! Cuando no están atragantándose con mi suministro de comida, visitan a mi madre y arrasan con lo que encuentran —le contesté con la cabeza todavía debajo de la almohada.
—No puedes culparles, mamá cocina muy bien.
—Matt, si no quieres morir en los próximos cinco minutos, deja de llamar a mi madre, mamá.
—¿Futura suegra te gusta más?
—¡Matt! —exclamé, levantándome de la cama con posición amenazante.
—Tranquila, pequeña Ellie. Por lo menos, ya te has levantado —me dijo con una sonrisa triunfal.
Tienes que reconocer que tiene ingenio.
Sí, tenía un gran ingenio para no dejarme dormir por las mañanas. ¡Qué maravilla! Parecía que era mi chico ideal.
No seas sarcástica con tu conciencia ni escupas para arriba. Puede que salgas con el rabo entre las piernas.
Vale, admitía que tenía ingenio.
—¿Qué ha dicho Marco cuando te ha visto? —le pregunté, mientras intentaba estirar todos los músculos del cuerpo.
Anoche había dormido mejor que nunca.
—Por eso he venido a buscarte. Aún no sabe que hemos pasado la noche en esta casa ninguno de los dos y tu madre me ha dicho que no les dirá que estamos aquí hasta que bajemos. Deberíamos contestarle a ese mensaje. Incluso podrías llamarle desde mi teléfono. Seguro que se cae de la silla del susto.
—Sí, podrías enviarle un mensaje diciendo que no le contestaste antes porque anoche conseguiste un plan y luego bajamos las escaleras de la mano, como si no supiésemos que en realidad somos todos amigos.
—Ya te he dicho que yo no soy tu amigo y menos después del sueño que tuve anoche —me dijo descarado.
—¡Eres un asqueroso! Aun así, no me voy a enfadar contigo porque tengo muchas ganas de ver la cara de Marco cuando nos vea juntos —le dije, pensando en todas las posibilidades.
—Puedes seguir negándolo, pero a la primera oportunidad ya quieres volver a ir de mano conmigo —intentó molestarme otra vez.
—¿Mis padres han hablado contigo sobre esto? —le pregunté, porque mi madre era de las que no desaprovecharían esta oportunidad de oro.
—A tu padre solo le he visto marcharse después de acompañarlo a desayunar junto a tu madre. En cuanto se enteró de que venían los chicos, se fue, no sabemos si a otro lugar del jardín, a dar una vuelta o a ver jugar a tu hermano. Tenía que ir a buscarlo después del partido porque anoche se quedó en casa de un tal Edgar. Pero tu madre fue la que me dijo que podíamos gastarles una broma y que ella nos seguiría la corriente.
—Sí, a ella le gustan estas cosas más que a nosotros. Pues envíale un mensaje a Marco y que empiece la fiesta.
—Pero bajamos en unos minutos a la cocina, que aún no he desayunado —se quejó mientras los dos, sentados en mi cama, pensábamos que escribir.
Nos quedamos como bobos mirando el último mensaje de Marco y como Matt no se decidía a escribir nada, le quité el teléfono de las manos y escribí un mensaje sin darle a enviar, por supuesto. El mensaje tenía que ser coherente con el estilo de escribir de mi no-amigo.
Yo: Perdona por no contestarte antes, al final me salió un plan. Un poco estrecha y no es gran cosa, aunque al fin y al cabo, un plan.
—¿Qué te parece? —le pregunté orgullosa de mi mensaje.
—¿No eres gran cosa? ¿Me salió un plan? Ese mensaje no se lo va a tragar. Mi yo actual no escribiría nada por el estilo ni me conformaría con cualquier cosa. Además, ¿tú te has mirado al espejo? Déjame el teléfono que lo voy a arreglar —me dijo quitándome esta vez él a mí el aparato de las manos.
—No le des a enviar sin discutirlo primero. Marco sabe que no tengo mucha experiencia con chicos. Yo no me acostaría con uno tan pronto.
—Tranquila, Ellie, sé que tu experiencia es nula. Marco me ha contado cómo va siempre a rescatarte cuando alguno intenta insinuársete. Y que sepas que eso no es nada malo. Cada uno va a su ritmo —me dijo mientras empezaba a escribir.
Yo: No puede contestar antes, he conocido a la chica de mis sueños. Pasaré la mañana con ella. ¿Te veo esta tarde?
—Eso no se lo va a creer. Yo nunca seré la chica de los sueños de nadie y no creo que tú seas tan romántico y menos delante de él.
—¿Apostamos? Además, ya te dije que anoche, soñé contigo. ¿Quieres detalles? —me dijo, mientras apretaba a enviar.
Decidimos esperar unos minutos antes de bajar, pero a los treinta segundos de haber enviado el mensaje, Marco contestó.
Marco hermano: Me alegro mucho por ti, te lo mereces. Disfruta y avísame cuándo quieras quedar. Yo he salido a desayunar, después te cuento.
Y eso fue lo que nos dio el empujón para salir de mi habitación de la mano y en cuanto íbamos a entrar en la cocina, Matt me pasó el brazo por la cintura y entramos riéndonos, mientras él me sujetaba y me susurraba tonterías al oído. Era el rey de la puesta en escena.
Nada más llegar, me di cuenta de que todos se quedaron en silencio, mirándonos. Mi madre no estaba en la cocina, posiblemente haya desaparecido en cualquier lugar de la casa antes de nosotros bajar para evitar echarse a reír y estropearlo todo. Yo siempre he sido mejor actriz que ella. Entonces todo pareció suceder a cámara lenta.
Matt fingió sorpresa y me soltó, pero no se movió de mi lado. Todos miraban con curiosidad a Matt, mientras él sonreía como si aquello no tuviese que ver con él. A Marco se le cayeron los cubiertos al plato, haciendo un escándalo, y yo me puse en posición bronca, es decir, con las manos en la cintura y preparada para soltar un discursito.
—¿Qué hacéis en mi casa y sin avisar? Si nadie sabía que dormiría aquí. No me puedo creer que vengáis a casa de mi madre a desayunar después de haberme dejado tirada en el primer viernes que libro en todo el verano —les reñí con mi mirada más acusadora.
—No te enfades, Ellie. Además, si hubiésemos salido contigo anoche no tendrías ahora un noviete en tu casa —dijo Sam, él más bruto, mientras los demás se pusieron a silbar y a hacer movimientos obscenos, todos menos Marco, que aún no se había recuperado de la impresión de vernos a los dos juntos.
—¿Marco? —le preguntó Matt.
La verdad es que actuaba para darle un Óscar.
—¿Lo conoces? —le pregunté, mirando a Marco directamente.
—Sí, lo conozco un poco, de mi antigua escuela, aunque no mantenemos mucho el contacto —contestó Marco, el muy mentiroso.
En esto entró mi madre, como si no pasara nada, e hizo los honores de poner a Marco aún más nervioso.
—¡Sorpresa! No les había dicho nada porque sabía que os alegrarías. Anoche volvió Ellie. Te agradecemos mucho que la convencieses para volver, Matt —le dijo a mi no-amigo y luego le sonrió.
—No ha sido nada, Emma —le contestó Matt, devolviéndole la sonrisa.
¡Toma, cinco puntos para el equipo de los no-amigos! Todos miraron a Matt como si fuese un bicho raro, todavía más raro que cuando nos vieron entrar y Marco no sabía dónde meter la cabeza.
—No seas modesto, Matt. Espero que te quedes todo el fin de semana —le dijo mi madre antes de darnos la espalda.
Mi madre se puso a hacer sus cosas, posiblemente porque no podía evitar el sonreír como una idiota. Le pasaba siempre que gastábamos una broma.
Teníamos que haber grabado este momento. Matt, sin un ápice de duda, me tomó la mano y me llevó hasta la barra donde nos sentamos al lado de Marco y no soltó mi mano en ningún momento.
—Marco, ¿qué haces aquí? —le preguntó Matt, haciéndose el despistado.
—He venido a desayunar con mamá —le dijo, como si eso lo explicara todo.
—Si ella es mamá, ¿Ellie es tu Ellie? —le preguntó Matt de manera pausada, tomándose su tiempo.
—¿Su Ellie? —le pregunté yo en un susurro mientras Matt me colocaba entre sus brazos.
Tenía que admitir que no estaba tan mal eso de que te abrazaran entre tanto músculo.
—Si ella es mamá, tú eres la Ellie de Marco, su mejor amiga —me explicó Matt, igual que la primera vez que se dio cuenta de quién era, mientras me plantaba un beso en la cabeza.
Se está aprovechando de la situación y tú no haces nada.
Lo sé, Matt es un listillo, pero es que huele tan bien.
Pero tienes que hacer algo tú también. Cuando los chicos se enteren de que es una broma se van a reír de ti porque solo permaneciste al lado de él como una boba.
Así que me giré para verle la cara a Matt y le di un beso en la mejilla. No sé si los demás pudieron notarlo, sin embargo, sus ojos brillaron un poco más, aun así, el resto de su cuerpo no se movió, como si fuese algo normal entre nosotros. La verdad es que era muy bueno, todo lo contrario que mi madre, que tuvo que salir otra vez de la cocina.
—Parece ser que ahora es tu Ellie, Matt —dijo Marco, un poco molesto.
—¿Qué está pasando? —preguntó Yjo, que se dio cuenta de que algo raro estaba sucediendo.
—Chicos, este es Matt, mi mejor amigo —les explicó Marco a todos.
—¿Tu mejor amigo? ¿Y por qué no lo conocemos? —preguntó Sam.
—Porque he intentado mantener separada mi vida anterior con la de ahora y Matt pertenece a mi vida anterior. Aunque antes os mentí. Hablo con él casi todos los días y nos vemos al menos dos veces al mes —nos explicó Marco, ya más recuperado de la impresión.
—¡Por fin te has salido del armario! —bromeó Matt.
—¡Muy gracioso! Si anoche hubiese atendido tu llamada, en vez de tirarme a aquella morena, no os hubieseis conocido —empezó a atar cabos Marco.
—No, en realidad te llamé yo desde el teléfono de Matt —le contesté mientras todos me miraban como si me hubiesen salido dos cabezas, incluido Matt, aunque él lo hacía por razones distintas, yo estaba delatándonos.
—¿Por qué me llamaste? —preguntó Marco, cada vez más convencido de que no entendía nada.
—Ayer, después de que me abandonaseis en mi primer viernes libre del verano —les eché otra vez en cara—, salí con Claudia y Mónica. Un conocido se puso al estilo casanova y me fui corriendo, dejando el bolso con todas mis pertenencias en la mesa.
—¿Al estilo casanova como tu nuevo amigo ahora? —me interrogó Yjo, levantando una ceja.
En cuanto oímos las palabras de Yjo, yo di un brinco y me separé de Matt y él me soltó la mano que me estaba acariciando.
—¡No, esto era una broma que le queríamos gastar a Marco! —contesté un poco más alto de lo que debería y demasiado avergonzada.
—Y yo no soy su amigo —informó Matt a todos y Marco lo miró de forma extraña.
—Y, entonces, ¿qué pinta Matt en tu historia? —preguntó Tom.
—Cuando me fui sin teléfono, sin llaves y sin dinero, vi una tienda donde estaban explotando al dependiente que me dejó llamar a mi amigo —concluí mi historia.
—¿Dependiente? Ahora parece ser que eres tú el que tiene que salirse del armario —bromeó Marco con Matt.
—Yo nunca dije que fuese un vendedor, no salió el tema. No suelo hablar nunca de trabajo y lo sabes —le contestó Matt sin que yo entendiese de lo que estaba hablando.
—¿Entonces? —le animé a continuar.
—En realidad, la empresa es de mi familia —dijo cohibido.
Era la primera vez que veía a mi no-amigo avergonzado y no sabía la razón, pero le tomé la mano y se la estreché para darle ánimos.
¿Darle ánimos? Ahora eres tú la que se aprovecha de la situación.
—Yo tendré problemas en hablar de mi vida anterior, pero tú, Matt, siempre te has hecho pasar por un empleado. Definitivamente, tienes complejo de chico pobre. Te has sacado el carnet y ni siquiera te has comprado un coche, usas uno de la empresa —le echó en cara Marco.
—¿Puedes conducir? —gritaron los gemelos a la vez.
Odiaba cuando hacían eso, decir exactamente lo mismo y a la vez.
—Sí, desde hace tres días —les contestó Matt ya recuperado, por lo que le solté la mano y él me la volvió a agarrar.
En realidad, te has metido tú solita en todo esto.
Necesitaba cambiar de conciencia a una que, al menos, me apoyase y no se metiese conmigo. Iba a acabar con la autoestima por los suelos.
—Pues deberías ser nuestro chofer asignado —dijo Tom, como si conociese a Matt de toda la vida.
—¡No has oído que no tiene coche propio! —contestó Sam, dándole una colleja a su hermano.
—¿Por qué no lo compramos entre todos? Tenemos el dinero de las sandías del pecado y yo he reunido bastante este verano. Con tanto trabajo no he tenido tiempo de gastarme nada. Seguro que podemos comprar uno de segunda mano si colaboramos todos, menos Marco, claro, que siempre está pelado —dije yo emocionada, aunque en realidad todos estaban siempre pelados.
—No puedo aceptarlo —dijo Matt, dando por terminada la conversación.
—¿Por qué no? Tú me pagaste ayer mi ropa.
—¿Le compraste ropa? —le preguntó Marco asombrado.
—Sí, estaba vestida como una modelo de Levi's y, aunque estaba preciosa, se notaba que estaba incómoda —dijo Matt, dejándome más incomoda que cuando llevaba la ropa con la que fui a cenar.
—¿Y tú la aceptaste? —me preguntó Marco en tono acusador.
—Sí, no tenía dinero, ¿recuerdas? —me defendí.
—¿Por eso estás hoy aquí? —preguntó Yjo cambiando de tema, lo que me recordó el porqué lo quería tanto.
—Me convencieron para que volviera a casa. Y aquí estoy, de vuelta a empezar —dije, mirando a Matt para que supiesen que había sido él.
—Déjense de tanta charla y desayunen —nos ordenó mi madre, cuando regresó a la cocina.
Entró con una sonrisita y se quedó mirando unos segundos nuestras manos entrelazadas. Seguro que se iba a hacerse una idea equivocada.
Deja que se haga ilusiones. Soñar no cuesta dinero.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro