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CAPÍTULO SESENTA - LA PEDIDA

Jueves, 3 de octubre del 2024

Matt y yo nos vimos todos los días desde que nos vimos en Alemania. Yo me pasé el fin de semana con él y el martes por la mañana me fui a mi facultad. El miércoles Matt vino a verme por la tarde y nos fuimos juntos al aeropuerto.

El estar de vuelta en casa de mis padres se me hacía raro y el no tener a Matt conmigo todavía más. Parecía que llevábamos en Alemania meses y solo había pasado una semana.

Hoy era festivo nacional en Alemania y mañana no tendríamos clases, por lo que ayer por la tarde, tomamos un avión para venir a ver a mi familia.

Según el plan de Matt, les íbamos a contar a mis padres que nos casaríamos en menos de tres meses. No sabía cómo se lo tomaría mi madre, sin embargo, estaba segura de que mi padre no se lo iba a tomar muy bien.

Esto no significaba que no le gustase Matt, le gustó desde que lo conoció y salimos con las motos a la finca de sus amigos y todavía le gustó más cuando se enteró de quienes eran sus padres, aun así, yo era la niña de sus ojos y aún era muy joven.

Mi madre era diferente, ella no opinaba, solo querría saber cómo me sentía yo con lo de la boda.

¿Qué le diremos?

No tenía ni idea. No podía negar que me daba un poco de miedo pensar que me iba a casar en tres meses, aunque también sabía que lo que sentía por Matt, no lo volvería a sentir por otra persona. Como decía Júnior, él era el elegido. Quizás me hubiese gustado esperar un par de años más, no obstante, sabía que para mi futuro marido era importante y, como él había dicho, para qué evitar lo inevitable.

Además, el nivel de confianza entre Matt y yo era tal, que hacía lo mismo en el piso estando él conmigo que cuando estaba sola. Le contaba todo lo que se me pasaba por la cabeza, por muy estúpido que fuese y me podía permitir el lujo de equivocarme mil veces que él no me juzgaba nunca.

¿Qué más le podemos pedir a nuestro futuro esposo? Además de que nos quiera, por supuesto.

Eric y Samanta eran los únicos que sabían que estábamos aquí para decirles a mis padres que nos queríamos casar. Yo no pude evitar hablarlo con Júnior, necesitaba contárselo a alguien y él era la persona que mejor conocía nuestra historia. Se alegró mucho por nosotros y me hizo prometerle que él sería mi padrino.

Samanta no se sorprendió en absoluto cuando Matt se lo dijo, aprovechando que había viajado a Alemania y nos visitó un día después de la pedida. Lo que sí le sorprendió fue verme allí con Matt, el muy cabrito, no le había contado nada. Yo, en cambio, se lo dije a todos mis amigos un día después de que Matt tomase el avión para Berlín.

Lo de contárselo a Samanta fue necesario porque ella era la que se estaba encargando de todo el papeleo, incluyendo conseguir la cita para que nos casaran el día de Navidad, que sería en casa de mis padres, aunque ellos aún no lo supiesen. Imposible conseguir un lugar donde hacer la ceremonia y luego el banquete ese día con tan poco tiempo de antelación.

Samanta le hizo prometer a Matt lo contrario que Júnior a mí, no quería ser madrina ni dama de honor. Así que, después de pensarlo un poco, tendríamos dos padrinos, Júnior y Marco. Los testigos serían mi hermano, Yjo y los gemelos y les pediríamos a Claudia, Mónica, Susana y Rachel, la novia de Joe, que fuesen nuestras damas de honor. Ninguno de ellos lo sabía todavía, solo Júnior, aunque estábamos seguros de que aceptarían.

No había dormido muy bien, no solo extrañaba acurrucarme junto a Matt, también estaba nerviosa con la conversación pendiente que teníamos con mis padres y no importaba lo que Matt hubiese intentado tranquilizarme.

Aunque me hubiera quedado un rato más en la cama, a las nueve y media decidí ducharme y bajar a desayunar. No quería que Matt llegase y tuviese que esperar por mí, aunque sabía que tendríamos que hablar por la tarde con mis padres, porque los dos trabajaban hoy por la mañana.

Menos mal que Matt había hecho que le trajesen su moto a la finca, porque el coche estaba en el garaje de su antiguo apartamento, donde vivían ahora mis amigos.

En cuanto bajé a la cocina, me pareció extraño oír voces y risas en la parte de abajo. Mi hermano estaba en el instituto y mis padres no me dijeron nada de que se quedarían en casa en vez de ir a trabajar. Así que fui a buscar el bate de beisbol que guardaba en mi habitación y bajé corriendo hasta la cocina.

—¡Ellie! —gritó mi madre, a la vez que dejaba caer una copa que tenía en la mano que mi futuro marido atrapó antes de que tocara el suelo.

—¡Mamá! ¡Matt! ¿Qué hacéis todos aquí? —les dije todavía con el bate en alto.

—¿Qué haces con un bate de beisbol, bichito? —me preguntó mi novio.

—¿No es obvio? Pensé que había ladrones en casa —le dije, como si fuese lo más normal del mundo.

—Antes de salir a trabajar, Matt vino de visita. Después de contarnos las nuevas noticias, decidimos llegar hoy un poco más tarde a la oficina —dijo mi madre, la mar de feliz.

—¿Se lo has contado? —le pregunté a Matt, sin dar crédito a lo que había hecho.

—Tenía que presentar mis respetos y pedir tu mano. Además, después de ver lo que te afectaba el hablar de la boda con tus padres, decidí ahorrarte ese mal trago —mi futuro esposo me dejó con la boca abierta.

—¡Felicidades, hija! Al principio pensé que eras muy joven para pensar en el matrimonio, pero Matt tiene razón, ya casi compartís una vida en Alemania y es solo un papel. Tú podrás seguir viviendo tu vida como hasta ahora, no cambiará mucho —me dijo mi padre muy contento, sorprendentemente, y con una botella de Don Perignon en la mano.

—¿Quieres una copa, hija? Matt ha traído una botella fría para poder brindar —dijo Mamá que me miraba como si quisiese saber qué estaba pensando yo en ese momento.

—No, mamá, sabes que no bebo.

—Pues vamos a tener que ponernos manos a la obra con la planificación, porque posiblemente la próxima vez que vengas a casa, será para casarte —dijo mi madre, dándome un abrazo.

Matt no se quería complicar mucho y quería contratar una empresa que se hiciese cargo de absolutamente todo, pagándolo él, por supuesto. Mamá no lo dejó ni terminar de hablar, estaba claro que no lo iba a permitir. Nosotros solo teníamos que decirle lo que habíamos planeado y ella se encargaría de lo demás.

La boda se celebraría en casa y pondríamos varias carpas en el jardín por si ese día lloviese. Lo más difícil iba a ser la lista de invitados, no queríamos que viniesen muchas personas, aunque tampoco queríamos privar a algunos amigos de celebrar ese día con nosotros.

Al final, mis padres se quedaron hasta las once y media en casa y luego tuvieron que irse, sin embargo, prometieron seguir con la charla por la noche, porque por la tarde vendrían mis amigos que como no tenían clase los viernes y eran amigos del jefe de su jefe, tendrían mañana el día libre.

Era una suerte poder tener el viernes libre, Matt también lo tenía, pero a mí me tocó los lunes. Esperaba que el semestre que viene cambiase.

Matt y yo no almorzamos en casa, sino que fuimos al restaurante donde solía trabajar a almorzar y así poder contarle a Mark las buenas noticias. Por supuesto que Mark se alegró por nosotros, aunque al principio estaba seguro de que le estábamos gastando una broma. Almorzamos los tres juntos y como siempre nos invitó a almorzar y, también como siempre, Matt no lo permitió.

Matt no era una persona que gastase mucho dinero, solía comer en casa, no se compraba mucha ropa ni tenía gustos caros o raros, pero me había dado cuenta, por algunas conversaciones telefónicas, que el dinero le salía por el culo.

Incluso quiso venir en un avión privado que, normalmente, la compañía alquilaba a estrellas de la música y del cine. Por supuesto que yo me negué rotundamente, aunque tuve que aceptar que los vuelos fuesen en primera y no me dejó pagarlos, ni siquiera supe cuánto costaron.

Cuando regresamos del restaurante a casa, los chicos nos estaban esperando con mi hermano. Marco, que ya se había sacado por fin el carnet de conducir hacía unos días, había traído a los chicos en el coche que antes utilizaba Matt y ahora se había apropiado él. También había traído a Júnior que, últimamente, pasaba mucho tiempo con mis amigos.

—¿Por qué no te compras un coche? —le preguntó Matt a Marco después de dar la noticia de la boda y haber abierto otra botella de Don Perignon porque Matt había traído cuatro botellas por la mañana.

—¿Estás loco? Me encanta nuestro coche. No tengo que pagar seguro ni impuesto del rodaje. Además, Joe me lo pidió el martes y me lo devolvió limpio y con el depósito lleno —le contestó Marco, tan caradura como siempre.

—¡Tienes mucho morro! —le eché en cara.

—Los dos nos aprovechamos de él a nuestra manera, Rubia —respondió Marco.

—¿Yo? —pregunté, porque no tenía ni idea a lo que se refería.

—Sí, o me vas a decir que no te estás aprovechando en la cama de toda la experiencia que ha adquirido antes de conocerte —me dijo el muy desvergonzado de mi amigo, lo que hizo que saliera corriendo de tras de él.

—No corras, Marco, te voy a dar tu merecido —le amenacé.

—¡Mamá! —gritó, buscando a mi madre que acababa de llegar hacía unos minutos.

***

Después de cenar, decidimos que saldríamos a dar una vuelta. Marco y Eric se querían quedar a dormir en mi piso, que es lo que estaban haciendo casi todos los fines de semana, incluso cuando yo no estaba, y Matt y yo decidimos que también nos quedaríamos.

Todos estaban de acuerdo en ir a un bar con terraza porque, a pesar de estar en octubre, las temperaturas no habían descendido mucho.

Nada más llegar al local, Matt me tomó de la mano y me llevó a bailar. Habíamos estado aquí la primera vez que salimos juntos con los chicos. Nada más llegar a la pista, empezó a sonar Sexual Healing, de Marvin Gaye. No era la canción más apropiada para bailar en público y por suerte la pista estaba bastante oscura y todos estábamos bailando la misma canción.

—Bichito, si quieres seguir siendo virgen hasta la boda, será mejor que no bailemos más por esta noche —me advirtió Matt, sujetándome por la cintura, mientras nos dirigíamos a la barra para pedir nuestras bebidas.

—Hace un poco más de un año estábamos aquí, molestándonos mutuamente y, después de todo, nos casamos en menos de tres meses —afirmé al llegar a la barra.

—Al principio me lo hiciste pasar muy mal, pequeña Ellie. No obstante, yo sabía desde qué te vi, que te atraparía, igual que tú hiciste conmigo. La noche que nos conocimos me dijiste que no estarías conmigo nunca y míranos ahora —me recordó, mientras se acercó de esa forma que ya me era familiar, aunque seguía causando en mí que se me acelerara el pulso.

—Y tú me hiciste pensar que me ibas a besar en este mismo lugar únicamente para aumentar tu ego y luego no lo hiciste —le acusé, acercándome cada vez más a él.

—No era para aumentar mi ego, era para saber si tenía alguna posibilidad contigo, si al menos te atraía —me explicó, rozando mis labios con los suyos.

—Eres la única persona que me ha atraído en toda mi vida —respondí antes de que me pasara la mano por detrás de mi cabeza y me devorara la boca sin importarle estar en un espacio público.

—¿Por qué no lo hacéis encima de la barra para que os pongan dinero por el espectáculo? —dijo Marco al lado nuestro, lo que hizo que nos separásemos al instante.

—Marco —le gruñó Matt.

—He venido a buscar unas cervezas para los chicos y me encuentro a mis dos mejores amigos empezando una película porno —intentó enfadarnos mi mejor amigo.

—Marco, déjalo estar o no pienso convencer a Ellie para que no te dé un puñetazo —le contestó Matt de mejor humor.

Mi novio invitó a todos a una ronda y mientras Matt esperaba por el cambio, Marco llevó las bebidas de los chicos a la mesa y volvía a por la suya, aunque no volvió solo, sino con una pelirroja teñida con nariz de aguililla y una morena un poco más baja, muchísimo más guapa.

—¡Mira a quién me he encontrado cuando volvía, Matt! Dicen que te vieron en la pista de baile y querían saludarte —exclamó Marco, embozando su mejor sonrisa.

—¡Hola, Matti! —dijo la pelirroja, intentando acercarse a Matt mientras él me sujetaba por la cintura y me usaba una vez más de escudo humano.

—Hola, chicas, hacía mucho tiempo que no las veía —por el tono que empleaba mi novio, no tenía ni idea de quienes eran estas dos.

—Me ha dicho Marco que estás estudiando en Alemania —le dijo la morena, escaneándolo de arriba abajo con la mirada.

—Sí, a cuarenta y cinco minutos en tren de la facultad de Ellie. No os he presentado, ¿verdad? Ella es Ellie, la que será mi esposa dentro de tres meses —me presentó, imagino para que se fueran y nos dejasen tranquilos.

—Yo he estado con algunos hombres casados y me pone mucho —dijo la guarra de la pelirroja.

—Imagino que ninguno sería tu marido —le contesté yo, porque, entre que lo llamara Matti y esas insinuaciones delante de mí, estaba a muy poco de partirle la cara.

—Sabemos que se casan porque estás embarazada y créeme, no tardará mucho en buscar consuelo fuera de casa. Si no es conmigo, será con otra —me escupió la pelirroja a la cara.

—Estoy casi seguro de que nosotros nunca hemos estado juntos, Brave —le dijo Matt, posiblemente, haciendo alusión a la película de dibujos animados—. Nunca he bebido lo suficiente para estar con alguien como tú. No te lo tomes a mal, es solo que no eres mi tipo. Igual que tú te restriegas con todo lo que te encuentras por el camino, mi futura esposa se está reservando para nuestra noche de bodas, así que no hace falta que te preocupes por la razón de nuestro matrimonio. ¿Sabes lo que es casarse por amor? —me defendió Matt en voz alta, lo que hizo que todos se le quedaran mirando, incluido Marco, como si estuviese vestido de un unicornio rosa y amarillo.

—Seguro que tu regalo de bodas te va a volver loca —dijo la morena, que no parecía tan arpía como su amiga.

—¿Mi regalo de bodas? —le pregunté, sin saber a qué se refería.

—Bueno, ella puede hablar con conocimiento de causa —respondió Marco, mientras Matt le daba una colleja y Marco protestaba.

—Sí, estoy segura de que te lo pasarás muy bien —añadió con desdén la del pelo teñido de rojo, lo que hizo que me molestara bastante, esa chica era insufrible.

—No te enfades, bichito. Quizás haya tenido sexo con algunas de estas chicas, pero solo me casaría contigo, además, eso es agua pasada y no volverá a pasar —dijo Matt acercándome más fuerte contra él.

Sabía que había estado con muchas chicas antes de conocerme y no podía recriminarle nada, en aquella época no teníamos ninguna relación. También que hacía más de dos años, que no había estado con nadie, solo conmigo. Pero me dolía pensar lo que había compartido con todas esas chicas.

Marco notó que yo estaba al límite de mi paciencia y optó por meterse entre Matt y yo, nos pasó a cada uno un brazo por encima y, dejando a las chicas atrás sin despedirse, se dirigió con nosotros hasta nuestra mesa.

—Después de la experiencia de vivir en tu piso, Matt, los chicos y yo hemos decidido que vamos a vivir juntos hasta que sea inviable, es decir, que solo nos mudaremos por trabajo, ni siquiera lo haremos por alguna chica —cambió de tema mi mejor amigo.

—Pues creo que no les va a tocar vivir en la misma ciudad cuando terminen de estudiar. El año que vienen empiezan la obras en un edificio que adquirimos a principios de año y la mitad de la administración de la compañía se trasladará a esta ciudad —le dijo mi marido.

—¿Por qué no me habías dicho nada? Yo me elijo venirme para aquí, así estaré cerca de mamá —dijo Marco como si fuese un juego.

—¿Desde cuándo le tienes tanto cariño a tu madre? —le pregunté, pensando que me había perdido algo.

—No, no a esa mamá, a mamá la nuestra —contestó Marco, lo que hizo que Matt soltara una carcajada y a mí me disminuyera el malhumor considerablemente.

—Pues no va a poder ser.

—¿Por qué no? Tú eres el jefe, seguro que puedes arreglarlo —dijo el malcriado de mi mejor amigo.

—No podemos cambiar todos los planes que aprobamos hace más de año y medio porque tú no quieres vivir lejos de mamá —le riñó Matt.

—A ti te tocará trabajar conmigo, ¿verdad? Seguro que tu futura esposa estará contenta de vivir cerca de su familia —le contesto Marco, mientras hacía que nos detuviésemos para terminar la conversación antes de llegar a la mesa con los demás.

—Yo podré hacer cuarenta y cinco minutos para trabajar en coche, como lo hace tu padre todos los días —le contestó Matt, dando la conversación por terminada.

—Venga, hombre. No puedes separar a los cinco rubios. Ni siquiera nos quejamos cuando Ellie solo nos llamó dos veces esta semana por tu culpa. Aunque, si te soy sincero, yo pensaba que estabais practicando para el matrimonio, no obstante, si aún no te has estrenado, amiga, no sé en qué empleáis el tiempo —dijo el guarro de Marco.

—Marco, no hables así de Ellie —le regañó Matt.

—Vale, ya veo que tienes mucho estrés que liberar. Al menos, dime que vas a barajar la posibilidad de intentar que la mayoría de nosotros se quede cerca de mamá —dijo Marco, reanudando la marcha.

—Lo intentaré, pero no te prometo nada —le dijo Matt al llegar a la mesa.

—¡Ellie, me han dicho que te casas! —dijo Claudia, un poco borracha, cuando me vio llegar.

Yjo me había dicho que ya no tenían nada, pero Claudia estaba casi encima de él y no parecía importarle.

—Sí, ya os llamaré a todos y os enviaremos las invitaciones —le dije, sentándome en el regazo de Matt porque ya no quedaban sitios libres.

—Creo, bichito, que hoy nos iremos temprano a dormir —me susurró al oído Matt, que se llevó una sorpresa cuando me senté sobre él.

—No estoy de muy buen humor, Matti —le contesté, en voz baja, para que nadie pudiera oírnos.

—Bichito, no me castigues por algo que ya me perdonaste y que sucedió antes de conocerte —se quejó, cariñoso.

—No te castigo. Sin embargo, no puedo evitar sentirme mal cuando veo que has tenido más intimidad con todas esas chicas que incluso conmigo —intenté explicarme.

—Eso no es verdad. Con ellas era solo sexo y nunca fue realmente algo íntimo. Me corría y me iba —dijo, así de crudo.

—¡Matt!

—Es verdad, Ellie. Nunca hablaba con ellas más de lo necesario y evitaba los besos. A ti no te puedo tener cerca sin querer comerte la boca —me dijo, con una media sonrisa.

—¿De qué estáis hablando? —preguntó Marco.

—De que Eric no está en la mesa —nos sacó del apuro rápidamente mi novio.

—Sí, se fue a buscar a Christian, aunque dijo que no tardaría en volver. Vamos a tener que buscar un sitio donde quepamos todos —nos respondió Marco.

—Ellie, te puedes creer que Yjo aún no me ha invitado a que lo visite a su nuevo piso —se hizo Claudia la enfadada.

—Ya te he dicho, Claudia, que no pueden entrar chicas al piso, solo Ellie. Ni siquiera, si ligamos una noche. La regla es que las chicas están terminantemente prohibidas en el apartamento, excepto si tenemos que estudiar y solo en el salón o en la sala de estudio —le respondió Yjo por mí.

—¿Tenéis sala de estudio? —preguntó Mónica, asombrada.

—Sí, el piso es enorme y todavía sigue en pie —contestó Tom orgulloso.

—Hay que darle las gracias a Erika —añadió su hermano.

—¿Quién es Erika? Pensé que no podían entrar chicas al piso —se quejó Claudia, claramente molesta.

—Es la señora que nos prepara la comida y limpia el piso tres veces por semana —le aclaró Yjo, antes de que se declarara una guerra.

—¿Cómo podéis permitiros un piso así y pagar a esa señora? —preguntó Claudia, levantando una ceja.

—La empresa donde están haciendo las prácticas se hace cargo de la estancia, los gastos de universidad y paga a Erika. Por eso no pagan tan bien como en otras compañías —contestó Matt, rápidamente, porque siempre estaba evitando que se supiese que era el propietario de la empresa y del piso.

—¿No tendrás algún contacto por ahí, Matt, para buscarme a mí unas prácticas parecidas? —le preguntó Mónica.

—¡Si tú no estás en la universidad! —exclamó Marco, echándole una mano a su amigo.

—Si me limpian y me cocinan, no me importaría empezar el próximo semestre —bromeó Mónica.

A los pocos minutos llegó Eric con Christian. Se les veía muy bien juntos. Como ya éramos muchos, decidimos cambiarnos de mesa, aunque media hora después se fueron las chicas, puesto que al día siguiente se tenían que levantar temprano.

En cuanto nos quedamos solos los chicos y yo, se pusieron a hablar de chicas. Tom y Sam seguían como siempre con el método de, como dijo anteriormente mi futuro marido, correrse e irse, Marco, que es más caballeroso, sale de vez en cuando con alguna chica que a la semana no vuelve a llamar y Yjo y Claudia no tienen una relación, pero han llegado a un acuerdo de ser exclusivos.

Lo de no llevar chicas al piso es cierto. Marco no estaba mucho por la labor, así que lo sometieron a votación y ganó el no-chicas en el piso.

El salario que les pagan por media jornada de prácticas tampoco es tan bajo, creo que en mano se le quedan unos setecientos cincuenta euros a cada uno. Si, además, añadimos que no pagan alquiler, casi toda la comida la compra Erika y la pobre mujer hasta les lava y les plancha la ropa, mis amigos viven muy bien. Ni siquiera han pagado las tasas de la universidad o los libros. Y las fotocopias, los bolígrafos y otros materiales se los dan en la oficina.

Al final cerraron el local con nosotros dentro y algunas mesas más, aunque en cuanto pusieron música Chill Out, nos fuimos al piso Matt, Eric, Marco y yo, y el resto a sus respectivas casas.

Eric tenía el piso lleno de provisiones, por lo que Matt y yo decidimos hacer algo de comer mientras los chicos nos esperaban en el salón.

—Entiendo cómo te sientes respecto a mi pasado con las chicas, Ellie —me dijo Matt, cuando nos quedamos solos en la cocina.

—No lo creo —le contesté, porque para él era mucho más sencillo, yo nunca había estado con un chico, ni siquiera había dado un beso en la boca a alguien que no fuese Matt.

—Sé la suerte que tuve de haberte encontrado antes de que estuvieses con otros chicos, te lo dije la primera vez que fuiste a mi piso, sin embargo, no puedes pensar que lo que nosotros hemos hecho, tenga algo que ver con lo que hacía antes del accidente de mis padres —me dijo bajando cada vez más la voz.

—Es que ni siquiera sé lo que has hecho —le dije exasperada.

—Pues pregunta, te contaré todo lo que quieras saber. Sin secretos, ¿recuerdas? —me dijo, mirándome con los ojos brillantes.

—¿Ahora? —pregunté, ya que no me parecía el sitio ni el momento más indicado.

—Mejor ahora que luego. Pregúntame —dijo, muy seguro de sí mismo.

—¿Cuánto ha durado la relación más larga que has tenido con una chica, sin contar conmigo, claro? —fue lo primero que se me ocurrió preguntar, porque más que el sexo me molestaba el nivel de involucración que podía haber tenido.

—Yo solo me acostaba con una chica una vez, nunca repetía. Una noche me fui con una chica y cuando me di cuenta de que ya había estado con ella hacía unos meses, me despedí y me fui.

—¿Por qué? —quise saber.

—Porque no quería que pudiesen hacerse ilusiones o tener una idea equivocada de la relación que teníamos, que era solo sexual.

—¿Cuántas citas con chicas has tenido?

—He tenido citas con cuatro chicas. Las primeras tres eran amigas de la cita de Marco y él me lo pidió para poder quedar con la otra amiga, aunque en cuanto Marco desaparecía con su cita, yo me despedía de la mía para evitar malentendidos. La cuarta chica eres tú —me dijo mientras me apartaba un mechón de pelo que se me cruzaba por la cara.

—¿Has pagado por tener sexo? —le pregunté, aunque creo que esa sí me la sabía.

—No, sin embargo, una vez mis padres me enviaron a clases de educación sexual y la profesora me dio clases particulares, gratis, claro —dijo para mi sorpresa, aunque no quise preguntarle sobre eso, ya lo haría otro día.

—¿Qué cosas has hecho con esas chicas y no has hecho conmigo?

—Me las he follado a todas, algunas les gustaba que les metiera cosas por el culo mientras se lo hacía, también he tenido sexo anal. Nunca he tenido juguetes sexuales, pero cuando he ido a casas de algunas de esas chicas y tenían alguno, los he utilizado.

—¿Cosas por el culo? —le pregunté, sin entender qué clase de cosas se pueden meter por ahí.

—Todavía nos queda mucho por recorrer, bichito. Estoy seguro de que hay muchas cosas que no hemos hecho y que te van a gustar —me dijo, tomando una zanahoria y pasándomela por mi trasero por encima del pantalón.

Eso era demasiado, yo pensaba que lo único que me faltaba era dejar de ser virgen, pero, por lo que se ve, Matt ya ha hecho muchísimas cosas que yo no sabía ni que existían.

—Por supuesto que no te lo haré todo en la noche de bodas, aun así, espero que algún día me dejes follarte tu culo, al igual que me dejaste que te follara la boca —dijo el muy descarado, cuando se dio cuenta de que yo no podía hablar.

—Matt —gemí en voz baja.

—No digas nada ni hagas ruido, bichito. Siempre he sentido debilidad por tu trasero —me dijo mientras me frotaba la zanahoria entre mis piernas, haciendo que mi humedad creciera.

Sí, se podían hacer muchas cosas y posiblemente, todas y cada una de ellas, me volverían loca. Sentir la erección de Matt en mi espalda y el roce de la zanahoria fue suficiente para que en unos minutos llegara al orgasmo a pesar de que mis amigos estaban a unos metros de nosotros.

En cuantoterminó conmigo, Matt me miró con los ojos llenos de lujuria. Sí, definitivamentequería mucho más, aunque tendría que esperar a que nos fuésemos a dormir,porque yo no tenía su sangre fría.

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