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CAPÍTULO DIECIOCHO - CRUDA REALIDAD

        Sábado, 26 de agosto del 2023

Al final Matt se integró en el grupo como uno más. Estuvo hablando con todos y en cuanto volvieron con la idea de comprar un coche, él les dijo que no podía ser porque casi no tenía tiempo libre y, mirando hacia mí, añadió que incluso esperaba que en el futuro tuviese todavía menos.

¿Qué debería de pensar cuando decía esas cosas?

Creo que ha sido más que claro.

A Marco se le había pegado una morena bajita y delgada, cuya amiga también lo había intentado con Matt, aunque este me pasó el brazo por encima del hombro, lo que hizo que la amiga desistiera. Al par de minutos, Marco se fue, pero volvió a la media hora, unos minutos después de que subieran muchísimo el volumen de la música.

Los chicos se fueron a la pista a bailar, estaban poniendo I like It de Cardi B y Bad Bunny. Con esta canción el verano pasado habíamos arrasado en las discotecas, incluso teníamos el baile de los cinco rubios, con el cual, según Marco, siempre acababa ligando. Al final, Marco, Matt y yo decidimos que era hora de irnos a casa, aunque Marco necesitaba comer algo antes y nos fuimos a una cafetería de camino a mi casa.

En cuanto entramos, dos chicas, que había visto hablando con Matt en el local donde habíamos estado, se nos acercaron y, automáticamente, mi no-amigo me pasó el brazo por la cintura y me acercó a él.

Las chicas nos saludaron y siguieron su camino y Marco se adelantó y se sentó en una mesa que encontró libre. Le pedimos al camarero que vino a nuestra mesa y en cuanto nos sirvieron las bebidas de todos y el sándwich de Marco, no pude aguantar más y tuve que hablarle a mi no-amigo.

—Es la tercera vez que te salvo de las chicas desde que te conozco —le dije a Matt, lo que hizo que Marco me mirara con curiosidad.

—¿La tercera? —preguntó Matt.

—Sí, en el local de antes, ahora en esta cafetería y ayer por la noche de las amigas de mi madre.

—Ah, sí, ayer en nuestra cita doble —dijo, sonriendo como un angelito.

—No fue una cita doble —dije yo, enfadada.

—Si no quieres ver la cruda realidad, bichito, no es mi culpa.

—¿Tuvisteis una cita doble? ¿Con quién? —preguntó Marco.

—No —negué yo rápidamente.

—Sí, con Rob y mamá —me contradijo Matt.

—¿En serio? —Marco nos preguntó, divertido.

—No, Matt solo quiere sacarme de mis casillas. No me cambiéis de tema. ¿Es normal que se te lancen las chicas nada más llegar a un lugar?

—Sí, si lo vieses en acción, te asombrarías. Cuando se lo propone no tarda más de cinco minutos en llevarse a la chica a... —empezó a contar Marco, que se quedó con la palabra en la boca al notar la mirada asesina que su amigo le lanzaba.

—Marco es un exagerado y, además, hace más de un año que no estoy con ninguna chica.

—Eso es cierto, ahora no tiene tiempo para las chicas —aclaró mi mejor amigo.

—Tampoco es verdad, si tengo tiempo, pero ya no me gusta perderlo de esa manera. Prefiero otro tipo de relaciones —dijo, mientras me miraba directamente a mí.

—¡Qué has cambiado es un hecho! Por lo menos has ido a clase, sacado buenas notas y te has hecho cargo de todo. Tu madre estaría orgullosa, Matt.

—¿Cómo eras antes de que sucediera lo del accidente? Si no te importa que hablemos del tema, claro —no pude evitar preguntar.

—Yo era un idiota, como ese que tienes en frente de ti —dijo refiriéndose a Marco —e incluso aún peor. No entraba a muchas clases porque me quedaba jugando al fútbol o hablando con las chicas. Iba a todas las fiestas que podía y me acostaba a las tantas, incluso entre semana. El único horario que respetaba, era el de irme a acostar temprano si tenía partido al día siguiente por la mañana. Eso sí, nunca bebí mucho, porque en nuestro equipo te hacen test de alcoholemia aleatorios, al igual que de drogas, por lo que las drogas ni olerlas.

—¿Y cómo lograste no suspender un curso? —pregunté.

—Algunas chicas que estudiaban mucho me hacían el favor de pasarme los apuntes y yo les devolvía el favor de otra manera.

—Creo que no quiero saber de qué manera —dije rápidamente para que no siguiera por ahí.

—No, yo también creo que no lo quieres saber. Tampoco faltaba tanto a clase, solo algunas horas de vez en cuando, cada dos o tres días. Lo importante era que me daban unos apuntes increíbles y me tenían informado si tenía que presentar algún trabajo o algo en clase. Llegó un momento, el trimestre anterior a que mis padres fallecieran, que me hacían los exámenes a mí solo en el aula, porque pensaban que de alguna manera me copiaba, y me obligaron a presentar los trabajos de mi puño y letra, es decir, no podía entregar trabajos hechos con un ordenador.

—¿Y este último año también? —no pude evitar sentirme indignada de que le dieran un trato tan diferenciado.

—No, en mi último curso no faltaba a clase y aunque no soy de los que participa mucho, siempre contestaba correctamente cuando me preguntaban, por lo que los profesores se dieron cuenta de que no era tan cabeza hueca.

—Nunca pensaron que fueses un cabeza hueca, solo querían hacerte reaccionar para que te lo tomaras más en serio, como te tomabas el fútbol —le animó mi mejor amigo.

—Es que era el capitán del equipo, tenía que dar ejemplo en el campo. No podía ir cansado o sin poderme concentrar.

—¿Te sentías responsable por tener que dar un buen ejemplo? —le preguntó Marco con esa voz de psicólogo que utiliza a veces conmigo.

—Sí, creo que esa era la razón. En cuanto me siento que soy responsable de algo, me lo tomo muy en serio. También me pasó con la empresa de mis padres y todas sus propiedades. En cuanto supe que me tenía que hacerme cargo de tantas cosas, no paré hasta que lo organicé todo.

—¿Y llevas tú solo la empresa? —pregunté asombrada.

—No, hasta hace tres días la responsable de mí y de la empresa era una abogada que lleva trabajando para la familia toda su vida. Ahora que soy mayor de edad, tendré que asumir algunas responsabilidades, sobre todo asistiendo a algunas reuniones importantes, pero ella me acompañará y seguirá ayudándome a dirigir la empresa.

—Ya veo que lo tienes todo organizado —le dije, sintiéndome orgullosa de él.

—Todo no, todavía están investigando las causas del accidente. Ya sabes, los seguros se ponen un poco pesados cuando saben que les toca pagar.

—¿Las causas?

—Sí, Ellie, en un accidente, aunque sea de tráfico, siempre hay alguien que tiene la culpa. En el accidente de mis padres fue muy claro porque fue en un cruce con semáforo y se grabó todo. Mis padres estaban parados en un semáforo y vino un idiota con un Mercedes clase G de último modelo y le dio tan fuerte por detrás que se quedaron en medio del cruce y luego les chocaron dos coches que pasaban por la intercepción. El contrato del seguro del Mercedes tenía unas garantías por responsabilidad ante terceros mucho más elevada de lo normal, el conductor era un hijito bueno de papá y le contrataron lo mejor que encontraron en el mercado, por lo tanto, prefieren que los culpables sean otros, pero los responsables de aclarar el siniestro lo tienen muy claro. Aun así, iniciaron acciones legales contra la resolución y hasta dentro de un año o dos no habrá acabado todo.

—¿Tendrás que esperar uno o dos años? —le dije yo sin dar crédito a lo que me contaba.

—En realidad, a mí me da igual. Mis padres no fueron culpables y eso es lo único que me importa. La familia del conductor del todoterreno contactó con mi representante legal para transmitirle sus condolencias y querían hablar conmigo personalmente, pero mi abogada les tomó los datos y les prometió que cuando pasase un tiempo prudencial y estuviese preparado, les contactaría.

—Seguro que el conductor se siente culpable y no le deja dormir por las noches —dijo Marco sarcásticamente.

—Sí, pero seguro que se siente mejor que yo, que he perdido a mis dos padres.

—¿Tienes mucha familia? —me preocupé, con mucho que me divirtiese con mis amigos, no me imaginaba mi vida sin familiares alrededor.

—La familia de mi madre no se hablaba con ella. Su padre no quería que se casase con mi padre y antes de la boda, sus padres dejaron de hablarle. También lo hizo su hermana mayor que no tiene hijos, así que, por ese lado, no tengo familia. Y mi padre solo tiene una hermana mucho mayor que él que nunca se casó y vive entre el Líbano y Dubái, así que nunca hemos tenido mucha relación. Mi abuela tuvo problemas para quedarse embarazada, primero tuvo a mi tía y quince años después a mi padre, pero falleció en el parto. Mi abuelo falleció dos años antes de que lo hiciera mi padre.

—¡Qué drama! —dije, sin poderlo evitar.

—Sí, imagínate la presión de ser el último superviviente de dos familias. Deberíamos tener mucha descendencia, bichito. No está bien pasarles a nuestros hijos esta presión —me dijo para enfadarme, sin embargo, yo estaba tan impresionada por todo lo de su familia que ni siquiera me molestó.

—Ni se te ocurra bromear con esto —le recriminé.

—¿Y qué hago? No lo puedo cambiar. Mi abuelo emigró al país siendo mi padre un bebé, por lo que los parientes lejanos no tenían relación alguna con nosotros y la familia de mi madre, que tampoco era mucha, no tenía relación con ella. Tampoco tengo ganas de conocer a los que le dieron la espalda a mi madre por casarse con mi padre.

—Mi madre ya hubiese venido a buscarme y más aún siendo su único nieto —le dije, asombrada.

—Tu madre jamás se enfadaría contigo por casarte con quien tú quisieras y tu padre tampoco —dijo Matt levantando una ceja.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo sé —dijo en tono arrogante.

—Marco, eres mi mejor amigo, defiéndeme —dije sin que Marco dejara de comer su sándwich ni dejara de observarnos como si fuésemos los actores de una película ajenos a él.

—Hablé con tus padres sobre salir contigo, me refiero en serio, no como ahora. En salir contigo como cuando tienes una relación —dijo un poco nervioso.

—Lo he entendido a la primera, gracias. ¿Y cuándo has tenido tiempo de hablar a solas con mis padres?

—Después de ir a buscar tus cosas, le di a entender a tu padre que quería ser algo más que tu amigo. Él se fue a la cocina y luego me llamaron para que fuera. Tú te quedaste hablando de mí con Marco —dijo el muy engreído.

Sabes que tiene razón.

Eso daba igual, él no tendría que saberlo.

—Nosotros no hablamos sobre ti —dije, seriamente.

—Claro que sí —me dijo mientras puso mi mano entre sus dos manos.

No me había dado cuenta de que todavía le estaba apretando la mano, pero al intentar soltarme no me lo permitió, así que lo dejé estar. Tampoco iba a hacer ya una gran diferencia.

—De todas maneras, no te desvíes del tema. ¿Qué te dijeron mis padres?

—Me preguntaron cuándo fue la última relación que tuve y si había estado con muchas chicas, si creía en las relaciones monógamas y si lo que estaba pensando era un capricho o tenía buenas intenciones contigo.

—¿Y? —pregunté impaciente.

—¿Y? —respondió Matt.

—¿Qué les contestaste?

—Que nunca había tenido una relación con una chica, aunque sí había estado de manera casual con algunas, que no me gustaba compartir y era muy responsable a la hora de cumplir mis promesas y que, por supuesto, mis intenciones eran buenas y no era un capricho —me resumió, divertido.

—¿Me estás hablando en serio? —no podía dar crédito a lo que estaba contando y Marco nos miraba atento porque estaba teniendo el mejor tiempo de su vida.

—Bueno, yo les pregunté si no les interesaba saber lo que pensaba hacer en el futuro para ganarme la vida y cosas así. No obstante, tu padre me dijo que tú harás lo necesario para ganarte la vida y que no necesitarás de nadie y que, si se me ocurre aprovecharme de ti, sabrás ponerme en mi lugar. La verdad es que confían mucho en ti, eso quedó muy claro.

—¿Por qué no me lo habías dicho antes?

—No había salido el tema.

—¿Y ahora sí?

—Me dijiste que tus padres podrían dejar de hablarte por casarte con alguien que no cumpliese sus expectativas.

—¡Ah! —y por primera vez en mi vida no supe qué responder.

—No te has dado cuenta, bichito, pero mamá es la mejor —me dijo, sonriendo.

—¿Por qué a él no le dices nada cuando llama a mamá, mamá? —se quejó Marco, que ya había acabado de comer y jugaba con la pajita de su batido de fresa mientras no dejaba escapar detalle de lo que estábamos diciendo.

—Porque él no tiene a nadie más a quien llamar mamá —le contesté, sin pensarlo mucho.

—¿Eso es un sí para nuestra segunda cita?

—No, eso es un: ¡qué mierda como se hagan ilusiones! —exclamé, enfadada.

—Vamos, pequeña Ellie. No tienes nada que perder, no se puede vivir con tanto miedo a tener más que una amistad con alguien del sexo opuesto.

—Yo no tengo miedo a nada.

—Pues ¿qué te parece que intercambiemos números y dejemos que el río siga su curso?

—Eso lo puedo aceptar —le contesté, un poco menos incómoda.

Él tomó mi teléfono y grabó su número como "Matt No Amigo" y se hizo una llamada perdida. No me permitió ver cómo me grababa, pero pensé en pedirle a Marco que lo averiguara por mí. Por supuesto que me dijo que no me molestaría mucho, pero que, por favor, nos mantuviéramos en contacto. Marco aprovechó y lo puso en el grupo de los cinco rubios y en el total, que es así como llamaba al grupo donde estábamos los cinco rubios y algunos de los chicos que hacían bromas con nosotros. En cuanto estábamos planeando otra broma, quitaba siempre a los que no tenían nada que ver con ella, aunque le dijo a Matt que a él lo dejaría para que no se aburriese mucho ahora que iba a la universidad.

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