CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS - EL PASEÍLLO DE LA VERGÜENZA
Domingo, 3 de marzo del 2024
Cuando me desperté, no sabía dónde me encontraba. Estaba todo oscuro, sabía que aquella no era mi habitación y, definitivamente, no había dormido en una cama. Y entonces me acordé de la película tan mala que había elegido Marco para verla los cuatro en el cuarto de invitados en el que estaba durmiendo Matt.
Ayer había sido un día de primeras veces. Había tenido mi primera cita oficial con Matt y nos habíamos besado por primera vez. Me había llevado por primera vez a su casa, aunque no fuese en la que vivía normalmente, y yo le había presentado a mi jefe Mark.
Estaba muy satisfecha de cómo había reaccionado a todo lo sucedido en ese día, un año antes hubiese huido.
De lo único que no me sentía orgullosa era de haberme quedado dormida en el sillón del cuarto donde estaba durmiendo Matt. Y para colmo de males, era verdad que dormía en bóxer. ¿Y cómo lo sabía? Porque el edredón solo le cubría hasta las rodillas, el resto del cuerpo estaba expuesto para ser admirado.
Aprovecha y sácale una foto.
No iba a sacarle una foto, ya era suficientemente vergonzoso que me quedase babeando mientras observaba como dormía.
¿Pero le has visto la espalda? ¿Y el culo?
¿Desde cuándo nos gustaba mirar culos?
Desde este momento.
De verdad que era todo músculo. Pensar que podría meterme en la cama con él y dejar que me hiciese esas cosas que me había dicho que podíamos hacer antes de perder mi virginidad, me ponía nerviosa.
No era que quisiera ser virgen para siempre, pero tampoco quería perder la virginidad la primera semana después de haber dado mi primer beso. Aunque, para ser sincera, debía resaltar que cuando Matt me besaba, me daban ganas de quitarle la camiseta y hacer cosas no aptas para menores de dieciocho.
Tú aún eres menor de edad.
Pues por eso mismo, no aptas para mí.
Estuve mirándolo un buen rato hasta que decidí que era mejor largarse antes de que mis padres se dieran cuenta de que pasé la noche en la misma habitación que Matt. Ya tendría tiempo de decírselo a mamá a lo largo de la semana.
Me levanté, fui hacia la puerta y la abrí sin hacer ruido. En cuanto puse un pie fuera de la habitación me encontré a mi madre casi enfrente de mí que me miraba con curiosidad.
Nuestro primer paseíllo de la vergüenza.
¿Paseíllo de la vergüenza?
Sí, el paseíllo de la vergüenza, The hall of shame.
Pero si yo no había hecho nada.
—No es lo que crees —me apresuré a decirle en voz baja.
—¿Y qué es lo que creo? —me contestó ella, haciéndome señas para que fuese a la cocina.
—Anoche Marco se puso muy pesado para que fuésemos Edu y yo con él a molestar a Matt y ver una peli en la habitación de invitados y me quedé dormida en el sillón.
—¿Y? —preguntó mi madre para que continuara.
—Y me acabo de despertar. Me quedé dormida en el sillón sola y me desperté sola —quise aclarar nerviosa, lo que hizo que mi madre se riese en voz baja.
—Vamos a preparar el desayuno a los hombres de nuestra vida y me cuentas cómo te fue ayer y en el cumpleaños de Marco. No hemos hablado desde el jueves —dijo mi madre burlándose de mí.
A veces mi madre era tan chismosa como Marco. Le conté que el traje que mi mejor amigo eligió para la ocasión había causado muy buena impresión, aunque me guardé para mí lo que pasó durante y después de que bailásemos. También le hablé de la finca donde habían vivido los abuelos y los padres de Matt y le hice un resumen de lo sucedido. Mi madre no paró de bromear a mi costa, lo que hizo que mi humor se ensombreciera muchísimo. Seguro que se iban a reír de mi primer beso toda mi vida.
—No me estoy burlando de ti, Ellie. En realidad, estoy muy orgullosa. Hay que ser valiente para dar el primer paso, aunque ya teníais bastantes pasos andados, pero en otra dirección —me dijo mi madre cuando se dio cuenta de que estaba muy molesta con sus comentarios.
—¿A qué te refieres con otra dirección?
—A que últimamente habéis hablado mucho de lo que sentís y de vuestro futuro, aunque ese chico lo ha tenido muy claro desde que pisó esta casa por primera vez. Nunca olvidaré cuando nos pidió permiso para pretenderte. ¿Quién hace eso en este siglo?
—Sí, Matt puede ser muy intenso, pero siempre es sincero —tuve la necesidad de defenderlo.
—Sí, Ellie. Cuando luego no enteramos de quienes eran sus padres, nos dimos cuenta de lo parecido que es a su padre. Él era igual de intenso —dijo mi madre, utilizando la misma palabra que yo había usado.
—Pues va a tener que aprender a relajarse. Yo no puedo planear mi vida con diecisiete años, no tengo ni idea de lo que estaré haciendo en los próximos años.
—¿Le has contado que te vas a Alemania a estudiar? —preguntó mi madre en voz baja, como si temiese que pudieran escucharnos.
—No, solo lo saben Edu, papá, tú y Marco. Tenía que decírselo tarde o temprano porque quería buscar un piso para el curso que viene para los cinco y no quería dejarlos tirados en el último momento.
—¿A qué esperas para decírselo?
—Le daré una sorpresa cuando esté allí. Tengo que enseñarle a no ocultarme información tan importante como que se va a estudiar a otro país. Si no lo hará otra vez.
—Vaya Ellie y yo que pensaba que el único estratega en vuestra relación era Matt —dijo mi madre, riéndose.
—¡Mamá! —me quejé.
—¿Y los chicos que harán? —dijo mi madre, refiriéndose al resto de los cinco rubios.
—Matt nos ha ofrecido su piso a los cinco, saben que Yjo y los gemelos van mal de dinero y que con las becas van muy justos —le aclaré.
—¿A ti también? —dijo mi madre divertida.
—Sí, Marco ha dicho que me darían la habitación de Matt a mí y así cuando venga de visita puede ocuparla sin problemas. ¡Sin mí! —exclamé demasiado deprisa.
—Ellie, vas a ir a la universidad y a vivir sola. Visitarás a tu novio cada vez que puedas y él a ti. Sé que soy tu madre, pero no soy idiota. Vas a ser mayor de edad en unos meses y los padres tenemos que aceptar que los hijos crecen, aunque a veces nos cueste un poco.
—Él no es mi novio, es mi no-amigo.
—Puedes llamarlo como quieras —empezó a decir, sin embargo, se interrumpió porque en ese momento Matt entraba en la cocina.
—Buenos días —nos saludó con una sonrisa que hizo que babeara nada más verlo.
—Buenos días, Matt. ¿Te hemos despertado? —le preguntó mi madre mientras él se acercaba hacia nosotros.
—No, no se oía nada en la habitación, sin embargo, no suelo dormir tanto y no podía estar más en la cama —nos explicó mientras me rozó la mano, tanteando si quería dársela delante de mi madre o no.
Nunca habíamos hablado de cómo comportarnos cuando estamos con otras personas también y definitivamente intentábamos no darnos muestras de cariño delante de nadie. Al ver cómo me miraba expectante, le tomé la mano y no se la solté, y él me correspondió dándome un beso en la mejilla.
Mi madre miró la mano y el beso, pero no dijo nada. Solo nos sonrió y siguió preparando sola el desayuno porque yo ya tenía una mano ocupada y con una sola libre no podía.
—¿Cómo dormiste, bichito? —me preguntó mientras se sentaba en una butaca y tiraba de mí para luego abrazarme.
—Me quedé dormida en el sofá —fue lo único que pude decir.
—¿Toda la noche?
—Sí, nadie me despertó cuando acabó la película.
—Yo me quedé dormido nada más empezar. No pude entender nada. Marco tiene un gusto pésimo para elegir películas —dijo, lo que hizo que yo me echara a reír.
—El pan estará en veinte minutos. Podéis salir un poco al jardín si queréis —dijo mi madre, imagino que para que tuviésemos un poco de intimidad.
—Puedo hacer unos huevos revueltos, especialidad de la familia. Los preparo en un minuto y se cocinan al horno, junto con el pan, cuando le falte quince minutos —se ofreció Matt.
—Eso sería fantástico —le dijo mi madre muy feliz.
Sí, parecía que mi no-amigo sabía defenderse en la cocina. Mientras tanto, mi madre y yo terminábamos de dejarlo todo listo para el desayuno. En cuanto dejó los huevos en el horno, me dio la mano y me llevó hacia el jardín.
—Mamá, esperaremos en el jardín a que se hagan el pan y los huevos —le dijo Matt a mi madre.
—Está bien —le dijo mi madre divertida, en el fondo le gustaba que, tanto Marco como Matt, la llamaran mamá.
En cuanto salimos al jardín, Matt me sujetó por la cintura. Nunca lo había visto tan cariñoso, pero seguro que podría acostumbrarme.
¿Dónde está la Ellie arisca que no quieren que la toquen?
—Si llego a darme cuenta de que dormías en el sofá, me hubiese acostado contigo —dijo Matt sin ningún tipo de vergüenza.
—¡Matt! Sabes que estamos en casa de mis padres, ¿verdad? —le dije mientras intentaba quitármelo de encima y él se pegaba más y más a mí.
—Lo sé, bichito, pero ahora no hay nadie mirando —dijo antes de pegar sus labios a los míos.
Si había algo de lo que estaba segura era de que Matt sabía besar muy bien. No solo se me dispara la adrenalina y me ponía nerviosa, sino que hacía que sintiese una conexión especial desde que sus labios tocaban los míos, sintiendo todo más intenso, su respiración, el latir de su corazón, su cuerpo pegado al mío.
Nunca podría acostúmbrame a sus besos demandantes, que me dejaban sin aliento, con el pulso por las nubes y la sensibilidad a flor de piel.
—No quiero imaginarme a cuantas chicas has besado —le dije, cuando recuperé el aliento.
—Nunca te he mentido respecto a mi experiencia en el sexo, bichito. Pero créeme cuando te digo que me he tirado a muchísimas más chicas de las que he besado, aunque creo que en realidad me han besado ellas a mí —dijo, dejándome muy confundida.
Él tuvo que notarlo porque me abrazó por la cintura e intentó explicarse.
—No necesitas besar a alguien para tener sexo y nunca había sido muy amantes de los besos hasta ahora, incluso intentaba evitarlos. No sé el porqué, sin embargo, desde que te conocí, he sentido una necesidad enorme de comerte la boca —me dijo tan pancho.
—¡Matt! No puedes decir esas cosas como si nada —le reñí.
—¿Por qué no? Es la verdad —dijo antes de volverme a besar.
Marco no tardó nada en aparecer por el jardín, menos mal que Matt se dio cuenta antes de que nos viese.
—Pareja, mamá dice que ya está el desayuno. Por lo que veo, ya habéis pasado a la siguiente fase. Menos mal, Ellie, no sé si podría soportar más los lamentos de mi amigo —nos dijo Marco que se quedó mirando nuestros dedos enlazados.
—¿Qué lamentos? Si no te he dicho nada —se quejó Matt.
—Pero ibas con cara de estar muy necesitado —le contestó Marco antes de que Matt le golpeara en el hombro.
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