CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO - SALIENDO DEL ARMARIO
Domingo, 3 de marzo del 2024
Los chicos aún no habían vuelto del partido de tenis y mi madre y yo estábamos en el jardín leyendo cada una su libro. Hacía un rato que habían empezado a llegar mensajes al móvil y, al principio, no les hice mucho caso, sino que me concentré en la lectura. Unos minutos después, no pude más, tomé el móvil y me puse a leer.
Marco el mejor: Nivel de alarma rojo. Próximo apocalipsis.
Yjo: ¿?
Sam Morocho: ¿Qué pasó?
Marco el mejor: ¿Preparados para la gran primicia?
Matt No Amigo: Marco, ¿dónde te has metido? Vamos a empezar a jugar.
Yjo: ¿Dónde están?
Marco el mejor: Estoy escondido, salgo en un momento, Matt. Vamos a jugar al tenis, Yjo.
Matt No Amigo: ¿Para qué te escondes?
Marco el mejor: No seas impaciente que voy a compartir una foto in—cre—i—ble.
Matt No Amigo: Si es lo que me pienso que es, no lo hagas. Ellie te va a matar.
Marco el mejor: Está lejos, no podrá hacerme nada.
Matt No Amigo: Tendrás que volver a su casa y no te va a perdonar esto.
Marco el mejor: Es lo que tiene ser como hermanos, al final me perdonará todo.
Tom Morocho: Pon la foto, pesado.
Marco el mejor: Paciencia. Esto es mejor que Yjo saliendo del armario.
Y en cuanto vi la foto quise que la tierra me tragara. Estábamos Matt y yo en la cocina, después de la riña que tuve con Marco. Él me abrazaba y yo tenía mi cabeza apoyada en su pecho.
¿Cómo la había sacado sin que nos hubiésemos dado cuenta? Lo iba a matar.
No quise seguir leyendo el chat, mi nivel de ira iba aumentando por segundos.
Mi madre dejó de leer y me miró intentando comprender mi repentino enfado, por lo que le pasé el teléfono con la foto que Marco había enviado.
—Lo voy a matar, mamá. Y esta vez no me vas a poder evitarlo —le dije a mi madre unos segundos más tarde.
—Tranquila, Ellie, es solamente una foto.
—No es solo una foto. Además, lo ha hecho con la intención de cabrearme. Cuando yo me meto con él, es mi culpa y cuando él se mete conmigo, no puedo hacer nada.
—Eso no es verdad. Yo solo quiero que no lleguen a las manos. Sabes que le puedes hacer mucho daño si te lo propusieses —intentó explicarse mi madre, calmada.
—Yo nunca le pegaría así, aunque ahora mismo estoy dudando.
—Te llama tu amigo Yjo —me dijo mi madre, cuando comenzó a sonar mi teléfono que aún tenía en sus manos.
Cuando tomé el teléfono, estuve a punto de lanzarlo contra un árbol, pero lo pensé mejor, respiré profundo y descolgué a mi amigo.
Así se hace guerrera, agarra el toro por los cuernos.
—¿Ellie? Antes de que digas nada, te aviso que tengo el manos libres para que los gemelos oigan la conversación —me advirtió Yjo, como si pudiese decirle algo que los gemelos no deberían de escuchar.
—¿Qué quieren? —dije de malhumor.
—¿Es oficial? ¿Estás con Matt? —me preguntó el cotilla de mi amigo.
—Estamos en ello —fue lo único que pude decir.
—Nos alegramos mucho, Ellie. Aun así, tienes que advertirle de que como te haga algo inapropiado se las verá con todos nosotros —dijo Yjo en ese tono sobreprotector que usaban mis amigos cuando actuaban como hermanos mayores.
—¿Algo inapropiado? —le pregunté, sin dar crédito a lo que me estaba diciendo.
—Sí, como intente propasarse contigo, le partiremos las piernas —dijo Tom, que no pudo evitar intervenir en la conversación.
—Sé cuidarme solita —les recordé, molesta.
—Lo sabemos, Rubia. Aun así, díselo o se lo diremos nosotros —me advirtió Yjo.
—Vale —le dije para que me dejara tranquila.
—¡Pero díselo ya! —me ordenó Yjo.
—No está aquí, se fue con Marco a jugar al tenis —les expliqué, cansada.
—Pues lo llamaremos nosotros ahora —dijo Yjo, colgando sin ni siquiera despedirse.
Mis amigos serían unos locos, no obstante, en lo que se refiere a mí, siempre han sido demasiado protectores. Tanto que a veces parecía que eran un poco obsesivos. Y no entendía por qué piensan que yo no sabría cuidarme sola, había demostrado lo contrario infinidad de veces. Incluso delante de los padres de Matt. ¡Qué vergüenza! No dejaba de pensar que no les di mi mejor versión. No pudieron verme nunca como una persona digna de su hijo.
Tampoco eres tan mal partido, sabes cocinar.
Ni que estuviésemos en el siglo XVII.
Nunca lo había pensado antes, pero Matt no tenía familia. Si algún día llegásemos a casarnos, yo sería su única familia y no sabía si podría ser suficiente para él.
Si eres una diosa.
Sí, era Artemisa, diosa griega de la virginidad.
Si eres la diosa de la virginidad, mejor Diana, diosa romana de la virginidad y también de la caza.
En realidad, no era la diosa de nada, iba vestida como un chico y me costaba mantener a raya mi temperamento. ¡La nuera perfecta!
Odiaba cuando me ponía en modo negativo, sin embargo, no lo podía evitar, al fin y al cabo, era un desastre.
En cuanto los chicos terminaron de jugar, nos enviaron un mensaje para que fuésemos encendiendo la barbacoa. Mamá me miró, se volvió a centrar en el libro y no hicimos nada.
Así me gusta, educando a los chicos para que no se acostumbren a que se lo den todo hecho.
Mi madre podía llegar a ser tan infantil como yo y sabía que estaba enfadada por la conversación del desayuno, por lo que decidió que los chicos podrían hacer el fuego ellos solitos. Nosotros ya habíamos puesto la mesa, hecho la ensalada y preparado los entrantes, ahora que trabajasen ellos.
El primero en llegar al jardín fue Matt, aunque por primera vez desde que lo conozco, hubiese preferido haber visto a Marco, que no se atrevió a salir de la casa.
—¿Cómo estás, bichito? —me preguntó mi no-amigo, sentándose a un lado de mi tumbona.
—No me digas nada —le ordené, echando humo por las orejas.
—Yo no he tenido nada que ver, incluso le advertí que no lo hiciera. Estaba molesto porque todavía tenía mermelada en el pelo —me dijo mientras me hacía figuritas con sus dedos en mi mano.
—¿Lo estás defendiendo? —le advertí.
—No, solo intento que lo veas desde su punto de vista. Además, se iban a enterar de todas formas, ¿o preferirías que se enterasen cuando recibiesen nuestras invitaciones de boda?
—Lo que hizo fue rastrero. Solamente quería vengarse.
—Nadie se ha metido contigo. A mí me han amenazado tres tíos hormonados y con complejo de hermano mayor —dijo Matt, lo que hizo que me echara a reír.
—¿Yjo te llamó? —le dije sin dar crédito a que se atrevieran a hacer algo así.
—¿Acaso lo dudas?
—Son unos brutos, no les hagas caso —intenté animarle.
—Me metieron el miedo en el cuerpo y lo único que podría ayudarme es esto —dijo rozando mis labios con uno de sus dedos.
—Eres un pervertido y un aprovechado.
—Me declaro culpable de las dos cosas, aunque únicamente contigo —dijo mientras miró hacia todos lados, para asegurarse de que no había nadie, y aprovechando que mi madre estaba de espaldas, me besó.
El beso fue tan tierno que no pude resistirme. Nunca me había besado así. Siempre lo había hecho demandando más y más de mí, devorándome. Este beso, en cambio, era suave y me transmitía amor y gratitud.
En cuanto sus labios se separaron de los míos, quise volver a besarlo, no obstante, me contuve porque sabía que algún miembro de mi familia aparecería en cualquier momento. Y me equivoqué, no pasaron ni dos segundos cuando Marco hizo acto de presencia.
—Hola, Rubia —dijo Marco, con una sonrisa de triunfo en la cara.
—Hola —rumié mientras Matt intentaba que no me levantase de la tumbona.
—Una foto muy bonita —dijo el maldito, que no tenía miedo de morir.
Y en ese momento tuve una idea que me pareció muy acertada. Conseguí ponerme de pie, aunque Matt se interponía entre Marco y yo, y tomé el vaso de agua que tenía en la mesa auxiliar y se lo vacié a Marco en la cara, aunque también se mojó parte de su ropa.
—Sí, muy bonita —le dije yo, con cara de clara victoria.
—¡Mamá, mamá, mira lo que me hizo Ellie! —gritó Marco.
—¡A llorar a otro lado! —le grité, cuando se alejaba buscando a mi madre.
—¡Ellie! ¡Qué comportamiento más inapropiado para una dama! Cuando nos casemos vas a tener que ir a clases de señoras con clase —me dijo Matt, simulando estar ofendido.
—No estoy de humor —le contesté y él se puso a reír a carcajadas y me rodeo con sus brazos.
—Pues yo creo que ha sido todo muy divertido —dijo mi no-amigo, cuando terminó de reírse.
—No sé cómo puedes decir cuando nos casemos. ¿Te has dado cuenta de que aún tengo diecisiete años? Además, seré un fiasco como esposa.
—Ya te dije, incluso antes de que supiese que eras la mejor amiga de Marco, que repartiría a medias contigo el botín de nuestro robo en la tienda cuando estuviésemos casados. Yo nunca bromearía con una cosa así. Ya entonces me pareciste digna de contraer matrimonio con este servidor —se burló de mí.
—¿Sabes que mientras me abrazas estás dejando desprotegida una parte muy apreciada de tu anatomía? —le amenacé.
—¿Por qué ibas a golpearme cuando lo único que he dicho es la verdad, que además son cumplidos? —me dijo, divertido, abrazándome con más fuerza.
—Elizabeth Aston —oí que me llamaba mi madre de lejos.
Inmediatamente, me solté de Matt y fui a reunirme con mi madre. No solía llamarme Elisabeth, ni siquiera cuando se enfadaba, así que no quería molestarla más. Matt me tomó de la mano y fue conmigo.
Este chico no ha visto a mamá enfadada o no le teme a la muerte.
—¿Sí? —dije, cuando llegué al lado de mi madre y el chivato de mi amigo.
—¿Le has tirado un vaso de agua a Marco a la cara? —me preguntó, seria.
—Sí —le dije, no serviría de nada negarlo.
—¡Bien hecho! No has utilizado la violencia —dijo mi madre para la sorpresa de todos los presentes.
—¡Mamá! ¿Tirarme un vaso de agua no es violencia? —se quejó Marco.
—Para lo cabreada que estaba, yo esperaba algún puñetazo y una patada. Creo que has salido bien parado, Marco. ¿No te parece? —le dijo mi madre, picándole un ojo.
—Visto así —dijo Marco, que estaba otra vez de buen humor.
—¿Ya está? ¿Ya habéis hecho las paces? —preguntó mi no-amigo.
—No, todavía sigo enfadada —le contesté, aunque en realidad ya se me había pasado.
—En media hora se habrá olvidado de todo. Al fin y al cabo, siempre dice que soy al que más quiere. ¿Verdad, bichito? —dijo mi mejor amigo, dándole mucha entonación a la última palabra.
—¡Eh! Solo yo puedo meterme con ella diciéndole apodos cariñosos —lo amenazó Matt.
Tardamos más de una hora en empezar a comer porque, como mi padre nos echó en cara luego, no habíamos encendido el fuego de la barbacoa. Tampoco teníamos prisa.
Después de almorzar vinieron los padres de Marco que, aprovechando que tenían que recoger a su hijo, se quedaron charlando con mis padres en el jardín, mientras nosotros nos pasamos la tarde en el cuarto de Edu jugando al ordenador y haciendo el tonto.
Los padres de Marco no sabían que Matt estaría en casa, por eso vinieron a buscar a su hijo. Se saludaron y hablaron con él un rato, pero por supuesto no se mencionó el ascenso de Leo.
Cuando nos despedimos Matt y yo, él tenía tan pocas ganas de irse como yo de que se fuese. Quedamos en que Marco y yo lo iríamos a ver jugar el sábado. Espero que esta vez no sucediese algún improvisto. Lo único que quería era verlo.
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