CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE - DIOS HIZO EL MUNDO EN SEIS DÍAS
Sábado, 9 de marzo del 2024
¡Por fin era sábado! Si había algo que tenía que admitir era que había echado muchísimo de menos a Matt.
¡Qué exagerada! Solo han pasado seis días.
Dios hizo el mundo en seis días. Además, hemos hablado muy poco. Había tenido dos cenas de trabajo el miércoles y anoche, por lo que esos días no tuvimos nuestra habitual charla mientras lo acompañaba a cenar, aunque fuese por teléfono.
Estaba tan contenta porque iba a verlo en unas horas que ni me molestó que mi mejor amigo viniera a las ocho de la mañana a mi habitación a despertarme.
—Rubia, levántate que son las ocho.
—Si quedamos en salir a las nueve y el partido no empieza hasta las diez —me quejé por costumbre.
—Sin embargo, tengo hambre y no me gusta desayunar sin ti.
—Recuérdame que el próximo día te quedes a dormir en tu casa —bromeé.
—Si no puedes vivir sin mí —me siguió la corriente mi mejor amigo.
—Vamos a vestirnos primero y luego bajamos a desayunar.
En quince minutos ya estábamos los dos desayunando, aunque mis padres y mi hermano aún no se habían levantado. Anoche se habían acostado demasiado tarde.
Era agradable tener tiempo de sobra para variar, puesto que siempre íbamos muy justos.
—¿A qué hora pasará a buscarnos tu padre? —le pregunté a Marco.
—En media hora. Voy a tener que sacarme el carnet de conducir, no puedo estar preguntándoles a tus padres o los míos que me lleven a todos lados. Ya tengo diecinueve años.
—Estaría genial eso de tener un coche para nosotros dos.
—No tan rápido, Rubia. Las chicas tendrán prioridad número uno, eso de hacerlo en un coche, las pone mucho —intentó molestarme.
—¡Eres un asqueroso!
—¡Como si tú no hicieses lo mismo si pudieses! La semana pasada porque Matt vino en la moto, pero dime que no lo aprovechaste cuando te llevó a la finca. Seguro que con toda esa tranquilidad se pueden hacer muchas cosas.
—No voy a hablarte de mis intimidades —le dije, dando el tema por zanjado.
—¿Por qué no? Yo te contaría lo que quisieses. Además, no quiero que me lo cuentes con detalles —me contestó ofendido.
—En primer lugar, estamos hablando de lo que hago o haría con tu mejor amigo, creo que te lo debería contar él, y, en segundo lugar, no me siento cómoda hablando sobre ese tema. Considero que son cosas que tienen que quedar entre Matt y yo. ¿Por qué no le preguntas a él?
—Porque no suelta prenda —dijo, suspirando.
—¿Qué esperabas? Además, tampoco es que haya pasado tanto. Solo nos hemos besado.
—Pues tienes que ponerte las pilas, has tenido al chico varios meses a dos velas —dijo Marco, haciendo movimientos obscenos.
—Eres un guarro —le insulté.
—Gracias, Rubia, yo también te quiero.
***
El padre de Marco nos dejó en el campo y se fue a hacer unas cosas que tenía pendientes. Matt nos dijo que él nos llevaría de vuelta a casa, por lo que nos despedimos y entramos.
Nada más pisar el estadio me di cuenta de que estos partidos no tenían nada que ver a los que estaba acostumbrada a ir cuando jugaban Edu o los chicos. Las gradas estaban abarrotadas y la mayoría era público femenino.
¿Qué pretendían estas chicas? ¿Conseguir novio en un partido de fútbol de la universidad?
Creo que con un lío de una noche estarían satisfechas.
No podía creer que todo el mundo pensase como mis amigos, es imposible. ¿Dónde estaban las relaciones como la de mis padres?
Marco me dio la mano y tiró de mí. Parecía que sabía dónde nos íbamos a sentar porque no dudó ni un momento hasta que llegamos a nuestros asientos.
Otra cosa que me sorprendió, las entradas estaban enumeradas con el número y letra de los asientos donde nos tocaba sentarnos. Normalmente, nosotros nos sentábamos en cualquier sitio que estuviese libre.
Marco estaba más que contento con nuestra ubicación. Estaba literalmente rodeado de universitarias y, por supuesto, se presentó al grupo que estaba a nuestro lado como mi hermano mayor. Yo lo dejé estar, ya que no era la primera vez que lo hacía.
Le escribí un mensaje a Matt para que supiese que ya habíamos llegado, aunque aún quedaban veinte minutos para que comenzara el partido.
Yo: Hello, ya estamos en nuestros asientos. Esto está lleno.
Matt No Amigo: Sí, aunque a mí solo me interesa una persona.
Yo: ¿Quién?
Matt No Amigo: La morena que está a la derecha de Marco.
¡Será cabrito! ¿Cómo es que sabe que hay una morena a la derecha de Marco? Y encima intentando hacerse el gracioso.
Pero lo había echado tanto de menos que no tenía ganas ni de enfadarme.
Yo: ¿Nos estás viendo?
Matt No Amigo: Tengo unas vistas estupendas desde donde estoy.
Yo: ¿Desde dónde? ¿Y cómo sabes dónde estamos?
Matt No Amigo: Le pedí a Marco que me enviara la numeración de los asientos, bichito.
Yo: No sabía que fueras tan controlador. ¿Tengo que empezar a preocuparme?
Matt No Amigo: No sabes cuánto... Deja de buscarme, aún no he salido de los vestuarios.
Yo: ¿?
Matt No Amigo: Te estoy viendo a través de la ventana.
Yo: = (
Matt No Amigo: Te dejo, tengo que animar a los chicos. Este partido va a ser complicado.
Yo: ¡Suerte!
No sabía la razón, pero saber que Matt quiso saber el lugar donde estaría sentada, me alagaba. Sabía que él tenía tantas ganas de que yo fuese a un partido suyo, como yo de verlo jugar. Parecía imposible que después de tantos meses aún no lo hubiese hecho. Ni siquiera le había preguntado en la posición en la que jugaba.
—Marco, ¿en qué posición suele jugar Matt? —le dije a mi mejor amigo, cuando dejó de coquetear con la chica que estaba a su lado.
—No lo sé, Ellie. Sobre las posiciones que le gustan deberías saber tú más que yo.
—Pesado —le dije, dándole un golpe en el hombro.
—De centrocampista, normalmente de media punta. ¡Qué carácter! Aún no entiendo cómo mi amigo te aguanta —dijo, tocándose el hombro cuarenta años más tarde de manera exagerada.
El partido no tardó en empezar y se notaba que todos los jugadores estaban conteniéndose, observando la forma de actuar del otro. Efectivamente, Matt ocupó la posición de media punta.
Me gustaba cómo jugaba, sin dudar ni un momento y creando jugadas con los otros compañeros de equipo. Hizo varios buenos pases, pero los delanteros no estaban hoy por la labor, aunque había que admitir que el portero contrario era muy bueno.
A pesar de que ambos equipos se esforzaban por marcar gol, el marcador estaba igualado a cero cuando acabó el primer tiempo.
—Cierra la boca, Rubia. Seguro que ya no te queda más baba, que se te pueda caer —se burló Marco, cuando empezó el descanso.
—¡Qué gracioso! Tampoco es para tanto —intenté conservar un poco de amor propio.
—Claro, claro. ¿Deberíamos ir al vestuario a animarlos? Creo que Matt necesita un incentivo para que su equipo marque un gol —dijo el malvado de mi mejor amigo.
—No creo que necesite ningún incentivo, hasta ahora lo está haciendo muy bien. Han tirado a puerta mucho más que el equipo contrario.
—¡Qué poca empatía tienes! —se quejó Marco, pero no se movió de su asiento.
Nos pasamos los quince minutos hablando con las nuevas amigas de Marco. Eran un par de años mayores que nosotros, pero eso no las detenía para coquetear con Marco cada vez que tenían una oportunidad.
Podríamos aprender de ellas.
La verdad es que se les veía muy cómodas con el coqueteo y las insinuaciones. Yo, sinceramente, me pasé casi todo el tiempo intentando que no se me notase lo incómodo que me parecían la mayoría de sus comentarios.
En cuanto los jugadores salieron al campo, la mirada de Matt y la mía se encontraron. Estaba muy concentrado y, aun así, me regaló una pequeña sonrisa.
Respira, deberíamos estar más acostumbradas a que nos sonría así.
Diez minutos después y aprovechando un hueco libre en la defensa rival, Matt disparó directamente a puerta entre la línea de penalti y la de medio campo. El portero no pudo hacer nada y marcó el primer gol del partido. Más de la mitad de los asistentes saltaron de sus asientos para celebrar el gol, incluidos Marco y yo.
Lo que me dejó sin capacidad de reaccionar fue el ver a Matt corriendo hacia nosotros para lanzarme un beso, poniendo dos dedos sobre sus labios.
Sentí como todo el estadio posaba sus ojos sobre mí y quise hacerme pequeñita y desaparecer. Lo iba a matar. Sabía que no me gustaba ser el centro de atención, ¿cómo podía hacerme algo así?
Las nuevas amigas de Marco me miraron de arriba abajo y dejaron de celebrar el gol.
—¡Vaya! Te has llevado al soltero de oro del equipo. Nunca ha prestado mucha atención a las chicas y ya estábamos pensando que era gay —dijo una morena, que estaba sentada dos asientos de distancia de Marco.
—¿Matt? No, solo nos lo dedica porque es mi mejor amigo. Pero solo amigos, nada más —aclaró Marco al darse cuenta de lo incómodo que me resultaba toda esta situación.
—Pues tendrás que presentárnoslo luego, es muy escurridizo. ¿Es gay? —preguntó la que estaba al lado de Marco.
—No, no es gay. Solo que es muy discreto y le gustan las chicas malhumoradas, que visten como un chico y pegan puñetazos cuando se enfadan —contestó Marco, haciéndome sonreír.
Elpartido siguió y Matt le dio un pase a uno de los delanteros que anotó cincominutos antes de que acabase el encuentro. El marcador al final del partido erados a cero y los asistentes a nuestro alrededor parecían estar más quesatisfechos con el resultado.
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