CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO - POCO A POCO
Sábado, 2 de marzo del 2024
Seguro que había notado que estaba desesperada por besarlo.
Tomando la iniciativa, así me gusta.
¿Qué iniciativa? Si no sabía ni lo que había hecho.
Matt estaba tan sorprendido como yo y cuando por fin reaccionó, yo solo quería que me tragase la tierra.
—No tan rápido, bichito. Necesito ir poco a poco contigo —me dijo, divertido.
Sabía que estaba bromeando, aunque, me avergonzaba demasiado por lo que acababa de hacer, como para seguirle la broma, así que esperé a ver lo que él hacía y unos segundos después me tomó por la cintura y me atrajo hacia él. Con la otra mano me sujetó la parte de atrás de la cabeza y acercó sus labios a los míos.
Vaya, eso sí que es un beso.
Ummm.
Parece que el beso te ha dejado sin palabras.
—Yo, yo, no, yo —fue lo único que conseguir decir, cuando se separó de mí.
—¿Tú no qué? ¿No querías que te besara?
—Yo. Yo.
—O ha sido un beso horrible y no sabes qué decirme, o te he dejado muda —dijo un poco más serio, aun así, burlándose de mí.
—Siento haberte besado —conseguí decir, avergonzada.
—¿Por qué? ¿No querías? —dijo tan tranquilo, como si no hubiese pasado nada.
—No sé si tú querías.
—¿Cuántas veces te he dicho que tenía unas ganas locas de besarte, pero que esperaría por ti?
—Sí, pero yo ni siquiera esperé a que tú...
—Puedes besarme cuando quieras, aunque ahora no vaya a poder caminar durante unos minutos —me interrumpió.
—¿Por qué? —le pregunté extrañada.
—Porque la tengo tan dura que me duele en los pantalones —hizo que me sonrojara.
No supe qué contestar a lo que me dijo. Por un lado, estaba totalmente avergonzada por lo que hice y por lo que me acababa de decir, pero, por otro lado, si se había puesto de esa forma, es que a él le había gustado el beso tanto como a mí.
Después de nuestra pequeña charla, me volvió a acercar hacia él y me abrazó, dejando que yo apoyase mi cara en su pecho y nos quedamos así unos minutos. Sin movernos, sin decir nada.
Al cabo de unos minutos, Matt se apartó un poco, me tomó de la mano y tiró de mí.
—Si seguimos todo el día así, abrazados, no voy a poder enseñarte la finca —dijo, sonriendo de oreja a oreja.
—¿Qué te hace sonreír así? —le pregunté.
—Tú.
—¿Yo?
—Sí, por fin te has decidido a besarme. Llevaba tanto tiempo esperando este momento.
—¿Te estás burlando de mí? —le dije, levantando una ceja.
—No, bichito, no me atrevería. Desde que te conocí, he hecho lo imposible para que te atrevieses a besarme y tengo que decir que has tardado mucho más de lo que esperaba. Tienes mucha fuerza de voluntad —me confesó, como si tal cosa.
—¿Lo dices en serio? —le pregunté, sin poder dar crédito a lo que me decía.
—Por supuesto. Yo casi no he podido resistirme y tengo mucha más experiencia que tú. ¿A qué estabas esperando?
—A que tú me besaras —le dije, enfadada.
—No, bichito. Siempre he pensado lo increíble que sería contarles a nuestros nietos como su abuela no se pudo resistir y me besó primero —me dijo mientras yo lo fulminaba con la mirada.
—¿Me has estado torturando a propósito por esa tontería?
—No solo por eso. También necesitaba saber que tú tenías tantas ganas como yo —se explicó, un poco más serio, porque se dio cuenta de que me estaba cabreando.
—Eres un pesado.
—Pero me deseas.
—No te lo creas tanto —le contesté, aunque sabía que debería creérselo tanto o más.
—¿A qué en los últimos meses has tenido mucha más experiencia con el sexo opuesto de lo que hubieses imaginado hace un año? —cambiando el tema de conversación.
—Tampoco he tenido tanta. Hasta hoy solo tenía un intento de cita, un beso robado y una cita como amigos con Júnior —le dije para molestarlo.
—No me hables de la cita de Eric, aún estoy enfadado —dijo amulado, mientras tiraba de mí.
—¿Dónde estamos?
—La finca donde vivieron mis padres cuando se casaron, la que era de mi abuelo. Te conté que estaba arreglando la casa.
La finca era muy grande y no la vimos toda. Lo que sí me enseñó fue la casa que estaba reformando. Era preciosa. Se notaba que tenía mucha historia y que la estaba restaurando con cariño, aunque estaba en muy buen estado. También tenía una casa que, según me contó, antiguamente era para el servicio, es decir, las personas encargadas de cocinar, limpiar y mantener la casa principal en condiciones.
Recordé que cuando me regalaron el móvil en Navidad y estuve viendo las fotos de las últimas semanas en el grupo, había algunas del primer fin de semana del castigo, donde los chicos ayudaban a Matt a arreglar una casa, si se podía llamar a arreglar quitar algunas humedades y darle dos manos de pintura.
—¿Qué te parece la casa? —me preguntó Matt, un poco nervioso.
—Es preciosa y muy cómoda. Se nota que fue una casa que se usaba mucho, es muy funcional —le dije yo divertida, no entendía el porqué a veces se ponía tan nervioso por cosas como estas.
—Podríamos vivir aquí cuando acabemos los estudios y tengamos un par de mocosos todo el día detrás de nosotros. Hay mucho espacio para que jueguen y podemos poner unos columpios entre la piscina y la barbacoa —dijo con los ojos muy brillantes.
¡Vaya! Este chico tiene casi toda su vida planificada y tú no sabes ni lo que vas a hacer mañana.
Yo también tenía mi vida planificada. Sin embargo, nunca había pensado en niños y casas, ni siquiera sabía qué quería hacer cuando terminase de estudiar.
Sí, se nota, muy planificada.
—El sitio es precioso para vivir una familia, me recuerda a mi propia casa, pero yo soy un desastre, Matt. Aún no sé ni lo que quiero hacer con mi vida —me intenté explicar.
—Soñar no cuesta dinero —dijo él, un poco triste.
—Lo sé, aun así, no crees que es muy pronto para hablar de familia cuando la única experiencia que tengo con el sexo opuesto son dos citas y tres besos.
—No te olvides de las dos citas dobles.
—Pesado.
—No, Ellie, es verdad. Tenemos una relación desde hace seis meses. Es un poco extraña y vamos a nuestro ritmo, no obstante, no puedes negar que tenemos algo. ¿Cuántas veces te he tomado de la mano o lo has hecho tú? ¿Cuántas horas hemos hablado en persona o por teléfono? ¿Cuántos besos te he dado en la mejilla? —me hizo reflexionar.
—¿Por qué solo hablamos de mí? Tú sabes todo de mí y mis experiencias y yo no sé nada de las tuyas —me atreví a decirle.
—La hora de la verdad. Pregunta lo que quieras —me desafió.
—¿Tu primera vez? —le pregunté.
—Tenía quince años recién cumplidos. Me invitaron a jugar un partido con un equipo de diecisiete y dieciocho años, yo era el único de mi edad. Ganamos el partido y fuimos a casa de uno de los jugadores a celebrarlo. Había muchas chicas y alcohol. Yo no había bebido nunca y me pasaron un vaso con algo que sabía horrible, pero tenía sed y me lo bebí.
—¿Tu primera vez fue estando borracho? —le dije, sin poder creérmelo.
—No, solo me bebí esa copa, aunque estaba bastante alegre. Una chica cuatro o cinco años mayor que yo se acercó y casi sin hablarnos nos empezamos a besar y no sé cómo acabamos en una de las habitaciones. Yo nunca había ni siquiera besado a nadie por lo que no tenía condones, pero la chica sí.
—¿Te gustó? —pregunté.
—¿De verdad quieres saberlo?
—No lo sé —fue lo único que se me ocurrió decir, encogiéndome de hombros.
—La primera vez no me di cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que me corrí. No estaba borracho, pero me dejé llevar sin saber realmente lo que estaba pasando. La segunda vez, sí, me gustó. Myriam tenía mucha experiencia, creo que era el único de la fiesta que no se la había tirado.
—¿La segunda vez? Volviste a quedar con ella —dije, un poco celosa.
—No, Ellie. Puedes tener sexo más de una vez en una misma noche. A veces me sorprende lo poco que sabes sobre el sexo. ¿Marco no te ha contado nada?
—Marco y yo tenemos un trato. Yo no le rompo la nariz y él no me cuenta nada de sus batallitas con las chicas —le contesté, lo que hizo que Matt se riese sonoramente.
—Pues debe tenerte mucho miedo, porque no veas lo que le gusta hablar de sus batallitas —me respondió, cuando dejó de reírse.
—¿Qué pasó con Myriam? —pregunté yo, porque soy masoquista.
—¿Myriam?
—Myriam, ya sabes, la de la fiesta.
—¡Ahh! Myriam tuvo un final poco feliz del cual me salvé por los pelos. Aunque no me enteré hasta pasados unos meses, porque en realidad esa noche nunca supe cómo se llamaba —dijo un poco pensativo.
—¡Qué romántico todo! —le dije en tono sarcástico.
—Myriam tenía una especie de novio o algo así. La fue a buscar a la fiesta para regresar a casa y se llevaron a dos chicos con ellos. El novio había bebido y tuvieron un accidente. Creo que el coche se salió de la carretera, pero no estoy seguro.
—¿Y les pasó algo?
—Tres murieron, solo se salvó el que estaba sentado detrás del conductor. Yo no solía salir con esa gente, así que realmente no sé quiénes estuvieron involucrados en el accidente. Pero le estaré siempre agradecido a Myriam porque hiciese que mi primera vez fuese agradable, conozco a muchos chicos que lo pasaron muy mal.
—¿Por qué? —la verdad es que Matt tenía razón, estaba muy perdida en cuestiones de sexo.
—Por los nervios, a veces no consigues que se te ponga dura o te corres muy rápido. Hay cientos de formas de cagarla la primera vez. No es lo mismo correrte mientras te masturbas en tu casa, que tener a una chica contigo en la cama. Muchos chicos sienten mucha presión al principio —me explicó en ese tono tan natural que tiene al hablar de sexo.
—¿Tú a esa edad ya te habías, ya sabes, eso? ¿Ya lo hacías en tu casa? —intenté construir una frase coherente.
—¿Te refieres a si me masturbaba?
—Sí —contesté, avergonzada.
—Pues claro, Ellie, como todos. Yo creo que empecé a los doce años y tengo amigos que empezaron mucho antes que yo. ¿Te avergüenza hablar de sexo?
—Es que eres muy directo y no te cortas en decir lo que piensas, como cuando dices que se te pone, ya sabes.
—Porque es solo sexo, no significa nada. Hablar de mis sentimientos me cuesta más.
—Yo no tengo experiencia con los chicos como la tenía Myriam.
—Y me encanta que no tengas experiencia, Ellie. Ya podremos tener muchas experiencias juntos —me dijo levantando las cejas.
—¿Y qué pasa si no te gusta tener sexo conmigo?
—Solo me has besado y me la has puesto tan dura que el simple roce del pantalón casi ha hecho que me corra, así que no te preocupes por eso, podemos hacer otras cosas.
—¿Otras cosas?
—Podemos tocarnos con los dedos o darnos placer con la boca. Sí, Ellie, créeme cuando te digo que ya he pensado mucho en ello cuando me masturbo —dijo, pegándose a mí y dejándome acorralada entre él y la pared de la casa.
—¿Y cuándo vas a hacer esas cosas? —dije con la respiración entrecortada y eso que no me había tocado.
—Tranquila, pequeña Ellie, aún tenemos tiempo —me susurró al oído antes de morderme el lóbulo de la oreja y darme un beso que hizo que me temblaran las piernas.
Definitivamente, besar a Matt era mi actividad favorita. Ahora entendía el porqué Marco y los chicos se enrollaban con una chica cada vez que podían. Aunque eso de besar a otro chico, no creía que me gustase tanto.
Tenía que reconocer que Matt era muy buen estratega y se las arregló para que tuviese tantas ganas de besarlo que no pudiese evitar hacerlo. Si en los negocios era igual, no cabía duda de que tendría mucho éxito, igual que su padre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro