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CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE - LO QUE HUBIESE HECHO ELLIE

     Sábado, 27 de julio del 2024

Cuando llegamos al restaurante, nos llevaron a un reservado. El restaurante no era muy lujoso y había varias familias comiendo en él, pero el reservado estaba apartado y daba la sensación de estar solos en un salón, sin toda esa gente que estaba comiendo al otro lado de la pared.

Nada más llegar, vi a mi padre y a Leo, que estaban charlando animadamente, a Samanta, a otra señora un poco más joven que Samanta y a un señor de la edad de mi padre, más o menos.

—Buenas tardes. Sé que no he avisado, pero ayer vino de visita sorpresa mi novia y no quería dejarla sola en la ciudad o en mi apartamento. No habíamos podido vernos desde hacía tres semanas —saludó Matt a todos mientras se sentaba en la mesa junto a Joe y yo al otro lado.

Mi padre me sonrió nada más verme y me saludó con un movimiento de cabeza que yo también respondí. Él también estaba vestido con ropa de trabajo y no como suele hacerlo los días no laborales.

Matt tenía razón cuando dijo que lo estaba ayudando mucho porque mi padre hacía lo imposible para no tener que asistir a reuniones de trabajo los fines de semana y aquí estaba un sábado por la mañana.

—¿Todo bien, Ellie? —me preguntó Samanta, que se encontraba a mi lado.

—No sé si debería estar aquí —le sinceré, un poco incómoda.

—No te preocupes, hicimos la reunión mientras almorzábamos para que fuese más informal. Todos los presentes son de máxima confianza. Nos conoces a todos menos a Jeremy, el jefe de personal, y Natalie, la directora de formación, llevan desde que acabaron sus estudios trabajando en la empresa.

—Joe ya ha pedido al camarero que nos vayan sirviendo poco a poco. Hemos pedido agua para empezar y cuando hayamos tratado los temas que nos han llevado a convocar esta reunión, podremos pedir otras bebidas ¿Cómo va el traspaso de responsabilidades, Leo? —habló en ese instante mi novio.

—Hemos estado haciendo todo lo posible para que funcione y al no tener la ayuda de Markus y, tras discutirlo con Samanta, le he pedido a Rob que me apoye. Intentaré molestarlo lo mínimo posible, pero manejar todo solo va a ser imposible. Ni siquiera tu padre podía hacerlo solo y la empresa ha crecido mucho en los últimos meses.

—Sí, tu padre no podría estar más orgulloso de ti, Matt. No solo has tomado las riendas de la compañía, la has modernizado, la has hecho más rentable y te has deshecho de los activos problemáticos. No obstante, como ya te he dicho antes, aún tienes diecinueve años y tienes que terminar de formarte. Estos años con Leo dirigiendo la empresa son necesarios, además, te mantendremos al tanto de todo y cuando quieras tomar alguna decisión, por supuesto que la tendremos en cuenta —dijo Samanta, cuando el camarero puso algunas bandejas encima de la mesa y todos nos servimos.

—¿Cómo van nuestras jóvenes promesas? —preguntó Matt, más relajado, que por lo visto era quien dirigía la reunión.

—Antes de que empiecen con este asunto, quiero expresar que estoy en desacuerdo con este proyecto de formación, aunque mi hijo esté involucrado. Son demasiado jóvenes y no son como tú, Matt. Todavía les queda mucho para madurar —interrumpió Leo a la jefa de formación, que le sonrió cuando escuchó lo que estaba diciendo.

—Tengo que darle la razón a Leo, esos chicos son pura energía. Ante cualquier oportunidad montan una fiesta, no obstante, también es verdad que todos han demostrado tener un grado de improvisación increíble y cumplen con lo planificado cien por cien —dijo Natalie.

—Años y años de planificación de bromas y quebraderos de cabeza tenían que servir para algo, ¿verdad, Rob? —bromeó Leo con mi padre.

—Sí, yo nunca me he atrevido a abrir la puerta del almacén donde guardan las pruebas de sus delitos —le apoyó mi padre, sonriendo.

—Nunca les hemos dado un quebradero de cabeza ni los hemos involucrado de alguna manera. Es como un hobby —intenté defender a mis amigos.

—Ellie es la quinta integrante del grupo y la cabecilla de todas esas bromas, por eso los defiende —explicó mi novio, mientras yo lo asesinaba con la mirada.

—Así que tú eres esa Ellie —dijo Natalie para mi sorpresa.

—¿Esa Ellie? —pregunté.

—Siempre que les pregunto el porqué hicieron esto o lo otro, los cuatro responden que es lo que hubiese hecho Ellie. Sin embargo, hasta ahora se están comportando bien. Después de los test de habilidades profesionales que les hemos hecho, creemos que lo más apropiado es centrar a los gemelos en Asia y África, a Yjo con Europa y Marco para que sea tu mano derecha. Nos queda muchísimo camino por recorrer y hasta dentro de cuatro o cinco años no podrán ocupar sus puestos. Además, tendremos que enviarlos al extranjero a todos ellos. Yjo es el más capacitado con los idiomas, ya que habla tres desde pequeño y a Marco también se le dan bien, pero los gemelos son un desastre, aunque su capacidad para resolver problemas es impresionante. No entiendo el porqué tiene que salir mal el programa, yo le veo mucho futuro. Están tan capacitados o más que los becarios que entraron el año pasado y también apostamos por ellos. Que uno de ellos sea tu hijo, no lo hace menos válido, Leo. Te prometo que lo tratamos como si fuese uno más, aunque realmente es todo un personaje.

—Sí, sacó mucho del carácter de mi mujer —dijo Leo, suspirando.

—Pues, si todos estamos de acuerdo, no hay nada que discutir —dijo Samanta satisfecha.

—Aún quedan por tratar las inversiones que la empresa tiene que no están monitorizadas correctamente —dijo mi padre.

—Sí, el problema actual lo tenemos con nuestras inversiones en Asia y en Oriente Medio. Las inversiones son hasta ahora muy beneficiosas, no obstante, desconocemos mucho sobre ellas y las únicas personas que tenían dicha información eran Markus y tu padre —informó Leo.

—¿Qué opciones tenemos? —preguntó mi novio.

—Podemos obligar a Markus a que siga trabajando o contratar a una empresa externa que nos ayude a organizar los activos en estos países, lo cual es arriesgado porque además de que puede ser muy caro, tendremos que fiarnos de estas empresas cien por cien. Me gusta confiar en la gente, pero siempre controlándolo todo y en este caso tendríamos cero control —dijo mi padre.

—Markus no va a volver, imposible. Ni él ni Kate han hablado conmigo desde el accidente de mis padres. Me pidieron tiempo y tengo la obligación de dárselo. Me han dicho que no quieren tener contacto alguno con la empresa —afirmó Matt, serio.

—¿Por qué? —dije yo sin querer, aunque una vez hecha la pregunta ya era demasiado tarde.

—Markus era el mejor amigo de mi padre desde que eran pequeños, eran como hermanos, como Marco y yo. Fue la primera persona que mi padre contrató y confiaba en él en todo lo que hacía. Cuando mis padres murieron, presentó la dimisión al día siguiente y se niega a hablar con alguien con el que hubiese tenido relación anteriormente. Ni siquiera ha contactado conmigo y soy su ahijado. Dice que es muy doloroso —me explicó Matt.

—¿Tú lo conoces, papá? —pregunté.

—Lo he visto cuatro o cinco veces porque alguna vez coincidimos cuando estaba con Phillips. La relación era cordial porque nuestros padres se criaron en el mismo barrio, al igual que el abuelo de Matt, aunque Markus tendrá cinco o seis años más que yo.

—¿Puedes llamarlo? —le pregunté a Matt en voz baja.

—No me responderá la llamada, bichito, ya lo he intentado —me contestó en el mismo tono de voz que yo para que nadie nos oyese.

—Pues pásame el número por mensaje con su nombre completo —dije mientras me levantaba de la mesa.

—¿Dónde vas, Ellie? ¿Te encuentras bien? —preguntó mi padre al darse cuenta de que me había levantado.

—Sí, si me disculpan, regreso en unos minutos —me excusé antes de salir de la sala.

Nada más empezar a caminar a la salida, me llegó un mensaje de Matt con el contacto de Markus Saab. En cuanto pisé la calle, marqué el número que me habían enviado y dejé que sonara. Al tercer tono alguien respondió.

—¿Sí? ¿Quién es? —dijo una voz suave de un señor de entre cincuenta y sesenta años con un ligero acento.

—Buenas tardes, señor Saab. Soy Ellie, la secretaria del señor Rob Aston. No sé si se acuerda de él —le dije de forma excesivamente educada.

—Claro que me acuerdo de él. Nunca se olvida a un compatriota —dijo Markus, un poco más alegre.

—Está en una reunión muy importante y me ha pedido que contacte con usted porque necesita su ayuda —le dije, cruzando los dedos para que la jugada saliera bien.

—¿Mi ayuda? En otros tiempos había sido siempre al revés. Si está en mi mano, por supuesto que lo haré.

—En unos días habrá un cambio en la dirección de la compañía de la familia Harb porque su hijo se va a ir a estudiar al extranjero. Estos dos años han sido muy duros para todos, pero sobre todo para él. Leo se hará cargo de la dirección los próximos tres años y le ha pedido ayuda a Rob como asesor externo de la empresa. A Rob le han solicitado que, sobre todo, monitorice los activos de Asia y Oriente Medio. No ha encontrado a nadie en la empresa que le ayude o le dé información sobre estas cuestiones y, quería saber, si habría una posibilidad de que pudiesen reunirse varias veces para que lo ponga al día —dije repitiendo lo que había oído en la conversación anterior.

—¿Tú eres la Ellie de Emma y Rob? —dijo Markus, soltando una carcajada mientras oía de fondo que alguien le preguntaba qué pasaba y con quién hablaba.

—Sí —le dije sin un ápice de vergüenza, total ya me habían cazado con la mentira.

—¿Y eres la secretaria de tu padre? —dijo Markus, divertido, para mi sorpresa, pensé que se iba a enfadar.

—Ya sabe, mis padres siempre nos han dado infinidad de trabajo en casa, a veces limpio, otras ayudo en la barbacoa y algunas veces hago de secretaria —intenté explicarme.

—¿Y tu padre sabe que hoy trabajas de secretaria? —dijo Markus dando en el clavo.

—No, aunque le aseguro que, si su respuesta es positiva, se lo diré —le dije lo más formal que pude, mientras oía que una señora le volvía a preguntar con quién hablaba y qué era tan divertido.

—Es Ellie, la de Rob. No le he preguntado. Después te cuento. Perdona, Ellie, mi esposa que es bastante curiosa. Además, hacía más de dos años que no me reía así —dijo, lo que hizo que entendiera cuánto había sufrido la pérdida de su amigo.

—Mi madre dice que cada uno pasa el luto como quiere y el tiempo que crea oportuno. Respeto que no quiera enfrentarse a la empresa donde compartió tanto con su amigo y le prometo que las reuniones serán cuando usted quiera, solo con mi padre y en el lugar que usted elija. Estoy segura de que a mi madre le encantará invitarlos a casa, si ese es un buen lugar para usted —le dije, intentándole transmitir el respeto que sentía por el sufrimiento que tenía que soportar tras la pérdida de su amigo.

—¿Cómo está tu familia? —me preguntó, sin darme una respuesta.

—Bien, todos bien —le contesté, no sabía cuánto conocía a mi madre o a mi hermano, así que no los nombré.

—¿Has visto al niño? —me preguntó con voz temblorosa.

—Matt está mejor. Ha pasado por mucho, pero es fuerte y joven. Tendrá que superarlo tarde o temprano. Él me pasó su número, no quería que lo llamase, aunque yo soy más testaruda que él —le dije un poco para animarlo.

—Dale a tu padre mi número y que me llame el lunes por la mañana. Será un placer ayudarlo, pero a cambio tienes que hacerme un favor —me pidió, a lo cual yo no sabía muy bien qué responder.

—Si está en mi mano —le dije, utilizando las palabras que él me había dicho cuando empezó la conversación.

—En una semana te llamará Kate, mi mujer. Habla con ella, aunque sea cinco minutos. Si no me estará peleando durante meses porque no te pregunte esto y lo otro. Ha sido un placer hablar contigo, Ellie —me dijo Markus tan emocionado que parecía que estaba a punto de llorar.

—Claro, este es mi número, puede llamarme cuando quiera y también ha sido un placer hablar con usted —le contesté, antes de que colgara.

Cuando volví a la mesa estaban discutiendo sobre contratar a una empresa para el continente asiático e ir poco a poco en Oriente Medio. Matt me miró expectante y yo asentí, lo que hizo que sus ojos brillaran aún más de lo que ya lo hacían. Le expliqué en voz alta que Markus había accedido a que mi padre lo llamase el lunes y a reunirse solo con él fuera de la oficina.

Toda la mesa se sorprendió de la noticia y Matt aclaró que lo había llamado cuando salí. Estuvieron discutiendo otros asuntos de menor importancia mientras nos iban sirviendo la comida. Todos los platos eran para compartir, estaban buenísimos y yo tenía un hambre atroz. Después de media hora empezaron a hablar de temas banales, la reunión había concluido.

Tras los postres, nos levantamos y nos dispusimos a salir de la sala. Samanta me dijo que tenía que asistir más a menudo a las reuniones y me dio un abrazo y mi padre le dio permiso a Matt para que me llevase de vuelta el domingo por la noche antes de despedirnos.

Quien me sorprendió fue Natalie ofreciéndome un plan de formación en la empresa. Se quedó muy impresionada de cómo había resuelto el problema. Si ella supiese que me había hecho pasar por la secretaria de mi padre, no estaría tan contenta.

Yo creo que sí.

¡Optimista!

Cuando salimos, yo quería volver al apartamento. Todo el ejercicio de las últimas horas me había dejado agotada, aunque no lo reconocería en voz alta. Pero Joe quiso que saliéramos a tomar algo con él, su novia y algunos amigos que tenía con Matt en común. Así que me compre ropa más a mi estilo, también para el día siguiente, fuimos al piso a cambiarnos y nos encontramos con Joe y sus amigos en una terraza cerca del muelle, muy lejos de donde habíamos estado el día anterior. Por supuesto que aprovechamos para cambiar las sábanas de la cama y ordenar un poco el cuarto. Parecía que había pasado un huracán.

Los amigos de Matt me cayeron bien y acabamos a las diez de la noche bailando en otro local donde solo ponían heavy metal y rock duro, música que solo a mi novio parecía gustarle. Tenía que admitir que a mí también me gustaba la mayor parte de la música que ponían.

Incluso encontramos a Dónovan con unos amigos, todos con pinta de delincuentes, cuando íbamos a sentarnos con los amigos de Matt después de estar dando saltos los dos como idiotas.

—¿Me permites que baile con tu novia, Harb? —le preguntó Dónovan a Matt, cuando se encontró con nosotros.

—No me preguntes a mí, creo que ella sabe decidir por sí misma. Además, si intentas propasarte, sabes quién te pondrá en tu sitio —le dijo Matt, divertido.

—Sí, mi hermano se llevó tal bronca por lo sucedido ayer, que al final se fue de la ciudad. Mi padre lo ha amenazado con no permitirle tener nada que ver con el negocio como no cambie y él lo insultó y se fue —dijo Dónovan, tan contento que no parecía que estuviese hablando de su hermano.

—En parte se lo merecía —le dijo Matt mientras empezaba a sonar una canción y se fueron los dos a bailar a la pista mientras yo me iba con los amigos de Matt porque ya no podía ni caminar.

A las once Matt y yo decidimos irnos a casa y los demás se fueron a otro local más acorde con sus gustos musicales. Matt solía frecuentar locales como en el que habíamos estado y como hacía más de dos años que no iba por ahí, tardamos un poco en salir por la cantidad de personas que tuvimos que saludar. Sorprendentemente, la mayoría eran hombres algunos años mayores que él.

Al llegar al piso, Matt se puso tan cariñoso como lo hacía últimamente cuando estábamos solos y se empeñó en que tenía que acompañarlo a la ducha porque no se quería duchar solo.

—Te prometí, bichito, que ibas a tener que pedir piedad para que dejara de masturbarte —me dijo mientras me desvestía.

—Eso ya te lo pedí ayer —le recordé, mientras dejaba que hiciera conmigo lo que le daba la gana.

—Pero no puedo olvidar cómo me pediste que te follara esta mañana y quiero oírtelo decir otra vez —me dijo el muy descarado.

—Eres un pervertido —le dije, mientras entrábamos los dos en la ducha.

—Nunca lo he negado, pero no sabía que tú también lo fueras —me dijo sin darme oportunidad a contestarle porque empezó a besarme con la misma hambre que tenía por fuera del restaurante cuando nos vio Joe.

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