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TE AMO MESSI

Entre cánticos y saltos, festejamos la alegría más grande de los últimos tiempos. La euforia se sentía en las voces, los llantos y, sobre todo, en el montón de propuestas indecorosas que Messi y el Dibu (HACEME TUYO DIBU, POR FAVOR) recibieron en un solo día.

Pero... ¿a quién le importa? ¡SOMOS CAMPEONES! ¡QUE VIVA MESSI, QUE VIVA EL FUTBOL!

"¡MESSI, MESSI, MESSI!

¡FUTBOL, FUTBOL, FUTBOL!

¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO!"

No podía dejar de pensar en la frase típica del Rodo. Cada tanto la gritaba como un desquiciado, luego me calmaba y me unía a los cánticos y arengas a la selección victoriosa. Más tarde volvía a enloquecer, al punto que incluso mis amigos comenzaron a gritar aquella muletilla que tantas veces escuchamos.

Agradezco que ella no me haya visto así de enloquecido (¿o si me vio?), tal vez hubiera perdido la fe en mí. Juro que estaba sobrio, no soy (ni era) de los que beben alcohol, pero la felicidad y la ilusión que implicaba un sueño hecho realidad me llevaron a hacer (y decir) todo tipo de locuras impropias de mí. Puedo asegurar, con toda la seguridad del mundo, que ese día yo estaba endemoniado. Es más, esa tarde, yo y los argentinos que pudimos congregarnos en el obelisco, fuimos poseídos por el espíritu del fútbol, el espíritu de Messi. Ni el cura más picante hubiera podido exorcizarnos. Decir que el Diego nos observaba desde el cielo con una sonrisa ya es delirio místico (YO VI LAS NUBES, YO LO SÉ, TE AMO DIEGOD), pero... ¿a quién le importa? Somos el único país en el mundo que le reza a un jugador de fútbol, una raya más a la cebra (¿era ese animal? ¿O era un tigre? ¿Cómo era el dicho...?) no hace ninguna diferencia.

Entre los pibes comenzó a circular cerveza, fernét, vino barato en tetrabrik, forros, copas vacías, otras llenas, fotos de San Dibu, muñecos de las tortugas ninja, bóxers, corpiños y todo tipo de objetos voladores no identificados. Tengo que admitir que, ese día, tenía la fantasía de que DIBUGOD pudiera llevarse un pequeño recuerdo de mi parte, pero fue imposible, erré todo. Al cabo de unos minutos, mis amigos ya estaban más locos que economista argentino promedio y, quizá por obra del destino, se dispersaron entre la multitud antes de la prematura partida de nuestra amada selección.

Ellos se iban, pero no importaba. La fiesta seguía y yo me dejé llevar, salté, canté y grité todo lo que me vino a la mente con los desconocidos que salieron a festejar junto conmigo. Por desgracia, hacía calor y los efectos se hicieron presentes en mi piel. Terminé más rojo que hincha de independiente. El sol opresivo (ASTRO MALAONDA, POR ESO NADIE TE QUIERE, AGUANTE LA NOCHE) me obligó a retirarme del festejo antes de que las personas comenzaran a trepar por las paredes (se los dije, estábamos endemoniados). Descansé bajo un árbol, recuperé fuerzas y volví para gritar a todo pulmón mi devoto amor por el Messias.

Me quedé sin voz, pero mi pasión por la Scaloneta logró cosas imposibles. Me clavé una cola bien fría (y no, no me refiero a la cola en la que vos pensás, lave sus impuros pensamientos con agua y jabón. Por cierto, ¡qué rica estaba esa cola!) y seguí demostrando mi devoción infinita hacia Leónidas de Pujato, como si nada hubiera pasado. Me enfrenté a centenares de idólatras que, al igual que yo, esperaban poder ver el mágico barrilete cósmico que sobrevolaba la ciudad. Éramos como niños observando una estrella fugaz, esperando que en ella viajara papa Noel. En este caso, vigilábamos un helicóptero (algo que no hacemos desde el 2001), uno muy especial. Suspendido en el cielo, por la magia de una hélice, viajaba el futbol, ahí arriba estaba nuestro Messias, el dibu comecerebros, dos ángeles, el Cum Agüero y David Beckham.

Recuerdo ver volar a una tortuga ninja por los aires ese día, luego me di cuenta de que era un muñeco cualquiera con la cara de Mbappé. Unos hinchas lo agarraron y lo quemaron en una plaza pública mientras bailaban macumba alrededor de él, por supuesto, al ritmo de un temazo de la DIOSA Lali.

Luego de echarme unos pasos bien calientes junto a la fogata de Donatello, me di cuenta de que esa pira no era lo único en llamas. Mi piel estaba al borde de derretirse, dolía como si me estuvieran bañando en aceite hirviendo, pero... ¿a quién le importa? ¡¡QUE VIVA EL FUTBOL!!

¡¡REPITAN CONMIGO!!

¡¡MESSI, MESSI, MESSI!!

¡¡FUTBOL, FUTBOL, FUTBOL!

¡¡TE AMO MESSI HACEME TUYO POR FAVOR, LLEVAME DE ESCLAVO A TU FINCA PRIVADA QUE TE CUIDO A LOS NENES, BARRO, COCINO, LAVO PLATOS, TE COSO LOS BÓXERS CON AGUJEROS, HAGO LO QUE QUIERAS MESSIAS!!

Pero ahí no termina mi peripecia, por supuesto que no.

Mi piel se derretía mientras bailaba al son de un cumbión cuando la oscuridad se apoderó de mi realidad, pero no me importó, porque somos campeones del mundo. El temazo seguía reproduciéndose sin parar (como medio país cuando ganamos la copa del mundo) y la pira donde ardía la tortuga ninja continuaba brillando en medio de la oscuridad.

¿Me había llegado la hora? ¡Qué importa!

¡¡REPITAN CONMIGO DE NUEVO!!

—¡Hooola amiguito!

Esa voz me resultó familiar. Volteé y me topé con la imponente figura de un Ángel de alas colosales y una zurda mágica, una copa del mundo en su mano derecha y la camiseta de la selección. Era Di María, ¡sin duda se había venido a sumar al cumbión!

Ambos sacamos los pasos prohibidos a la luz de la fogata mientras el muñeco de Donatello se reducía a cenizas. Entonces, por alguna razón, la tortuga ninja emergió de las llamas y se manifestó ante nosotros con gloria y majestad. Di maría y yo nos quedamos observando al 10 de Francia, de quien nos mofamos tanto durante todo este día. Pensamos que se vengaría por nuestro descaro, sin embargo, Mbappé invocó, con sus poderes supersónicos, un temazo del Biza.

Estaba claro, Di María y yo nos miramos a los ojos, sonreímos y aceptamos el desafío. Sin nada más que hacer, decidimos disputar la final definitiva: un duelo de baile.

Di María perreó hasta el suelo con la agilidad que solo la experiencia da e hizo twerk por dos horas. Por su parte, Mbappé lució su infinita habilidad para el freestyle, al menos hasta que llegó a un loop y no pudo dejar de girar. Yo me dediqué a mostrar los peligrosísimos pasos de cumbia que aprendí en mis noches más locas por los sitios más exclusivos de Palermo (son solo dos, pero muy efectivos).

Mientras Di María se dislocaba la cadera para hacer movimientos extremos y Mbappé intentaba no marearse por girar sin parar, la copa del mundo se iluminó y de ella salió un ser celestial y en 2D.

—¡Copa del mundo-Chan! —dijo Mbappé en francés, por alguna razón lo entendí.

—¡Noooo es Copita! —interrumpe Di María.

Ambos dejaron de bailar y brindaron una reverencia a la muchacha que había emergido de aquel artefacto. Extendí mi mano hacia ella y, tras arrodillarme ante su magnífica presencia, me reincorporé para bailar y pistear. Mbappé y Di María se sumaron al ritmo de un cumbión, al menos hasta que la fogata se apagó y nos quedamos en la penumbra.

En medio de la oscuridad, la copa del mundo comenzó a brillar con elegancia, mientras Angelito desplegaba sus alas para volver al cielo, su verdadero hogar. Entretanto, Kylian pegó un pique y se fue de regreso a Francia, no sin antes festejarme en la cara con su pose característica.

—¿Listo para conocer al Diego? —pregunta la copa.

—¡Nooooooooooooooooooooooooooooooooo EL DIEGO! —exclamé.

—Ah, espera, todavía no te has muerto—le interrumpe—. Una lástima, contigo podríamos ganar el mundial de cumbia. El cielo baila muy bien, dicen que los pasos prohibidos de Lutero descolocan a más de uno.

La copita levantó su mano derecha y, con la luz invadiendo la oscuridad, me pidió un último favor.

—Prométeme que serás un buen tipo—dijo—, no te burlarás de tus oponentes, no lanzarás tus bóxers al colectivo de la selección, no verás gran hermano hasta altas horas de la noche, dejarás la bebida, el ferné, el tabaco, también...

—¡Eeeeeeeeeeeeeeeeh, pará amiga, pará un poco! —le grité entre carcajadas— ¡Si querés también dejo el fulbo!

—No sería mala idea—sentenció.

La oscuridad se apoderó de mi realidad y, tan pronto volví a sentir mi cuerpo, pude oír su voz una última vez.

—Nada de lo que viviste pasó, por suerte. En un día cometiste más pecados que en toda tu vida. Ten más cuidado la próxima.

Así fue como regresé al mundo mortal y, cual Óliver Atom, me sorprendí al ver que aún conservaba mis piernas.

Abrí los ojos, la cabeza me daba vueltas, aunque todavía podía ver a Di María, perreando sin parar en el cielo con esa mística que solo él tiene. Mi piel ardía como si hubiera dado un paseo desnudo por el mismísimo desierto del Sahara, o como si hubiera visitado la cancha de Independiente. Mi rostro estaba recubierto por periódicos fríos con olor desagradable, la garganta me dolía, quería hablar, pero en mi mente solo se reproducía la voz de Rodo de Paoli obligándome a gritar una vez más su frase más célebre.

—¡PERO QUE VIVA EL FUTTTTTTTBOL!

Un grito reprimido se oyó a pocos metros, una muchacha estaba sentada junto a mí. Ella me observó de reojo y, por alguna razón, sonrió al verme despierto una vez más.

—¡MESSI, MESSI, MESSI! —gritó ella.

—¡FÚTBOL, FÚTBOL, FÚTBOL! —respondí.

D10S me puso a la indicada al lado.

Por alguna razón, siempre sonreía al verme. Además, parecía feliz de que yo estuviera despierto. Su nombre era Anabella, quería decirle Bella, pero terminé diciéndole Ana, luego me aclaró que prefería su segundo nombre: Leonela, aunque sus amigos la llamaban por el apellido, uno tan europeo que me resultó impronunciable.

Leo, Leonela. Era obvio, una señal de D10S.

Ella estaba feliz porque al fin me había despertado, puesto que se tuvo que comprometer a cuidarme hasta que llegara una ambulancia. A causa de su promesa, ella tuvo que pasar la tarde como mi escolta, puesto que yo caí descompuesto casi al comienzo de la concentración. Tal y como era de esperarse en un país tercermundista, la ambulancia nunca llegó, pero un ejército de perros salchichas apareció para lamer mis heridas. Los primeros auxilios me los dieron unos borrachos que mojaron papel de diario en vino barato para bajarme la fiebre, producto del golpe de calor, y, según sus palabras, me practicaron maniobras de RCP solo por las dudas. Quizá, eso explica el horrible aliento con el que desperté. Pero son detalles, a nadie le interesa saberlos, lo verdaderamente importante es que...

—Tengo que irme—mencionó ella—, mi familia me espera... Lejos de aquí.

Recordé las palabras de copa del mundo-chan, ella me pidió que fuera una buena persona. Como el pseudo-proto-cuasi-caballero que me considero, me ofrecí a acompañarla durante todo el trayecto de regreso. Por supuesto, la muchacha se negó y se fue a paso rápido con dirección desconocida. Sin embargo, no podía dejar ir al amor de mi vida así de fácil.

Le pedí su número telefónico, ella lo anotó en un papel y se fue, no sin antes lanzarme un beso al aire. Enamorado, comencé a gritar en solitario para demostrarle al universo que la copa del mundo solo traía cosas buenas.

—¡COPITA-CHAN! —grité— ¡LO HICE, SOY UN BUEN TIPO!

¿Mi vida podía ser mejor? Eramos campeones del mundo, una minita me había dejado su número, chapé de forma intensa con medio ejército de borrachos, conocí a un ser místico y charlé con Angelito Di María en un sueño similar a un viaje astral. Lo único malo era que mi piel ardía y mucho, pero... ¿a quién le importa? SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO. La parte quemada y débil se caería y solo prevalecería aquella más fuerte, selección na(cional)tural, como en la realidad, solo sobreviven los campeones.

Emocionado, caminé por las desoladas calles de la capital, desiertas y destrozadas. Las casetas donde vendían periódicos estaban hechas añicos, las vidrieras destruidas, los negocios vandalizados y saqueados. En las tiendas de ropa no restaba una sola prenda, en los mercados no había quedado ni un televisor. En un bar que todavía estaba abierto, se podían escuchar malas noticias: se reportaban disturbios en las zonas aledañas al obelisco. Pero, por supuesto, nada de eso importaba por las siguientes razones:

1 - Messiento fachero (bah, messientía)

2 - Francia

3 - Había bailado con Ángel y Kylian

4 - SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO

Mientras pensaba en la preciosa sonrisa de aquella muchacha, me detuve en seco frente a una vidriera. En su nítido reflejo, pude observar que mi rostro estaba dibujado y cubierto por todo tipo de formas con predominancia fálica y un maquillaje similar al de un payaso pasado de copas (copas = copa del mundo). En ese momento, entendí por qué ella sonreía al verme.

Impactado, registré el número de teléfono de la jovencita y traté de mandarle un mensaje para pedirle algún tipo de explicación, sin embargo, un aviso me detuvo en seco.

"Cuenta empresarial", el número pertenecía a una pizzería famosa de Palermo.

Consciente de la realidad, caminé cabizbajo de regreso a mi casa en las desoladas calles de la capital mientras caía la noche. Mi realidad seguía siendo igual de horrible, pero, al menos, éramos campeones del mundo y eso fue suficiente para hacerme recuperar la sonrisa.

Gracias por leer esta locura ah


Yo no tuve la suerte (o mala suerte) de ir al obelisco, así que lo vi por TV, pero todo lo que pasó me pareció tan surrealista que me vi obligado a escribir esta obra maestra.

PD: Por si no conocen el meme de copita del mundo-chan, aquí les dejo una de las imágenes de reddit que se subieron a Argnime :v XDD

TE AMO MESSIAS QUE VIVA EL FUTBOL

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