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8: El encuentro con el mago. Parte 2

5 de febrero de 2003.

El ángel seguía gritando, aferrado a los barrotes de su celda. Estiró sus brazos hacia mí y una pared invisible lo detuvo. Chilló, cuando ésta lo atacó con unos rayos oscuros, entre los que se veían los símbolos en forma de insecto de la magia experimental yalten. Gritó de nuevo, enfurecido.

Trató de dispararme su fuego blanco y negro, pero este era drenado por algo... mi visión se agudizó y logré distinguir unas formas transparentes que recorrían su cuerpo y se adherían al suelo como raíces. Por ellas circulaba su poder... era drenado.

Cassiel intentó transformarse en un tornado de llamas, su forma primordial, pero los rayos oscuros lo obligaron a mantenerse en su forma de gigante. Me miró a los ojos, esta vez con tristeza. Luego apretó la mandíbula y volvió a gritar, estirándose hacia mí. Chocó sus puños contra el muro invisible, que lo atacaba sin cesar con los rayos oscuros.

En un segundo, me hallé dentro de su alma, y sentí su fuerza infinita siendo drenada, la desesperación, el odio y el miedo por hallarse preso, y también el ardor de la magia sombría, castigándolo por resistirse.

Desperté a los gritos. Por suerte, mi viejo no llegó a escucharme esa vez. El corazón me latía a mil por hora y no podía quitarme aquellas imágenes de la cabeza. Observé el póster de los X-Men en la pared de mi cuarto, después acaricié los tomos de historietas en mis estantes, pasando por los de Shazam y Hellboy. Me transformé, abrí la ventana de mi cuarto y salí volando.

Llegué hasta la casa yanten y me desplacé hasta quedar frente a la ventana del cuarto de Amanda. Toqué levemente en el vidrio un par de veces, hasta que despertó. Salió de la cama corriendo y abrió las hojas.

—¿Querés que te lleve a volar?

—¡Sí! —expresó y casi dio un alto.

—Shh. Hablá bajo. Se puede despertar mamá y no nos va a dejar. Abrigate que hace frío en el cielo —le indiqué, ya que estaba vestida con un short y una remera mangas cortas.

—Dale. Me voy a cambiar.

Asentí y volé hasta el techo, donde me senté a esperarla. Unos segundos después me chistó desde la ventana. Salté del techo y volé descendiendo. Amanda se había puesto un conjunto deportivo de tela impermeable y un gorro de lana y llevaba una pequeña mochila. Se paró en el alféizar y la tomé fuerte entre mis brazos. Con el cuerpo de adulto y la fuerza que tenía como arcano, casi ni sentía el peso.

—¿Lista? —le pregunté y asintió.

Me concentré en expandir mi aura hacia ella, para protegerla del viento y apartar a los insectos que se nos podían cruzar cuando nos desplazáramos a toda velocidad en el aire, y despegué. Amanda chilló de felicidad, aferrándose a mis hombros y a la tela en mi pecho, mirando hacia abajo con atención. La llevé a ver la playa, el mar, los acantilados y los árboles del bosque.

Después regresé hacia el vecindario y me dirigí rápido al centro comercial. Volé hasta los rascacielos y aterricé en una de las terrazas más altas, desde la que se veían las luces de los otros edificios, el muelle y el mar.

Nos quedamos observando el paisaje, apoyados en la baranda. Era un edificio de alta categoría y el lugar estaba adornado con plantas y reposeras. Por supuesto, nos habíamos asegurado de que estuviera vacío antes de bajar.

Amanda sacó unos binoculares de su bolso y me reí.

—Siempre tan preparada vos. Sos una exploradora nata —le dije.

—Ahora no te los presto —se burló, antes de ponerse a mirar.

—Tengo la vista mejorada cuando me transformo en arcano.

—No me importa. Yo me arreglo sin poderes.

Me reí de nuevo, pero luego me puse a pensar que tal vez podía sentirse mal. Todavía no había logrado avanzar como maga y tampoco había servido para recibir los poderes de Cassiel.

—¿Te molesta que todavía no seas una yalten?

Se encogió de hombros.

—Estoy casi resignada.

—Seguro vas a ser la mejor de todos... —aseguré—. Por algo tardan tanto en aparecer tus habilidades. Dicen que lo bueno lleva tiempo.

—Seguro —dijo, como restándole importancia, aunque su tono de voz se había afectado. Siguió concentrada en el paisaje, como si nada—. Y si no, como te dije antes, me las voy a arreglar igual. Voy a ser inventora, científica, algo con lo que pueda ayudar.

Su determinación me inspiró y conmovió a la vez. Me sentí orgulloso de ser su hermano y estaba feliz de que nos hubiéramos encontrado, a pesar del drama de nuestras familias. Mi vista se perdió en el oleaje del mar, pintado de naranja por las luces del muelle.

Recordé el sueño que había tenido; el dolor, la miseria y la furia del ángel. Pensé en que mi madre aseguraba que el hechizo había sido para contactar a Cassiel e invitarlo a otorgarme sus poderes. Me lo había dicho antes de que yo accediera a participar del experimento y lo repetía de nuevo tras las pesadillas que tenía. Probablemente lo había hecho para convencerme, reflexioné.

¿Qué iba a hacer? ¿Liberar al ángel? En ese caso, ¿estaba listo para abandonar esos poderes? ¿Qué haría mi madre al enterarse? ¿Podría dárselos a otra persona? A pesar del sufrimiento de Cassiel, era cierto que estaba ayudando a la gente como un arcano... No. Eso no se sentía bien. Me propuse liberar al ángel, aunque no tenía idea de cómo hacerlo.

—Qué cara seria... ¿qué te pasa? —preguntó Amanda.

—Nada. Me quedé pensando un poco. Se va a hacer tarde, es mejor que volvamos.

Amanda asintió. Guardó los binoculares en su mochila y la tomé entre mis brazos. Despegué y la llevé de nuevo a la casa yalten.

—Muchas gracias. Estuvo genial —me dijo, una vez que atravesó la ventana de su cuarto.

—Te lo debía. Hace tiempo que no teníamos un rato para divertirnos. Perdoname, entre lo que estudio con Roque y Giuseppe y mis patrullajes por la ciudad no tengo mucho tiempo.

—No pasa nada. Lo entiendo—aseguró.

Escuchamos unos maullidos y apareció Ikey, que estiraba sus patitas hacia Amanda. Ella lo levantó en sus brazos y el gato empezó a ronronear. Me observó con sus ojos entrecerrados, sin alarmarse porque estuviera flotando en el aire frente a ellos.

—Prometo que me voy a hacer un rato para que juguemos a la pelota... o a la Play.

—Dale. —Amanda sonrió.

Le hice una seña con la mano y despegué hacia el cielo, perdiéndome entre las nubes. Si rechazaba estos poderes y dejaba a los yaltens, iba a perder a mi madre y a mi hermana. No había dudas. La emperadora de la orden secreta no parecía acostumbrada a ser objetada. Todos la seguían con devoción y probablemente sabían y habían consentido en apresar al ángel. Los únicos engañados habíamos sido Amanda y yo.

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