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23: Fuera de la maqueta. Parte 1

Mackster

Volamos sobre las rejas y el muro de piedra que rodean al Applegate, la fuerza escondida en el lugar nos recibe con resistencia, sacudiéndonos en el aire. Seguimos adelante.

Aterrizamos frente a la puerta doble del instituto. Ismael quemó las cámaras de seguridad y durmió a los serenos con su magia algunos minutos atrás.

Saco mi celular e intento contactarme con Gaspar y León una vez más, pero siguen sin responder. Bruno y Débora continúan hablando por teléfono, es obvio: los llamo a cada uno por separado y me da ocupado por milésima vez. Vane y yo íbamos a pasar por sus casas, pero Ismael insistió en que no había tiempo que perder si queríamos salvar a nuestros compañeros.

—Hola, chicos. Vine a ayudarlos.

Levanto la mirada cuando escucho una voz inesperada. Astrid sale de detrás de una columna, a unos pocos metros de nosotros. Está abrigada con una campera de cuero con tachas, un aro con una cruz cuelga de su oreja izquierda.

—¿Quién es? —pregunta Vanesa, alarmada.

—Astrid, compañera de mi curso —las presento—. ¿Te acordás que te conté de la chica que salvó a la araña? Es ella.

—Genial. —Vane sonríe.

—Te tengo vista del pasillo. Vas a noveno, ¿no? —pregunta Astrid.

Vane asiente.

—¿Por qué viniste? —Ismael le pregunta a la morocha, entrecerrando los ojos.

—No se hagan los boludos. ¿No se dieron cuenta de que yo también soy una arcana? —Nos mira a los tres. Ismael y Vane niegan con la cabeza—. ¿En serio? Okey... Necesitan desarrollar más sus poderes, chicos.

—Yo lo sospeché un par de veces —admito—. Qué bueno que viniste a ayudarnos.

Astrid sonríe.

—Sentí una perturbación dimensional en la escuela y supuse que iban a llegar tarde o temprano.

—Fuiste sigilosa. Ningún sereno te vio, ni hiciste sonar las alarmas. ¿Magia?

Ella niega con la cabeza.

—No viví siempre en una mansión, como ustedes —dice y levanta una ceja—. Son cosas que aprendí en la calle.

—Okey... Entremos. —Prefiero no ahondar en su pasado.

Un fuego recorre a Astrid, que es cubierta por un traje púrpura con protectores grises, como las alas que despliega. Su piel se tiñe de un tono blanco dorado y le aparece una tiara plateada en la cabeza.

La observo por algunos segundos, curioso, y luego camino hacia las puertas altas de madera, listo para abrirlas con mi súper fuerza.

—Esperen. —Interrumpe Ismael—. No podemos entrar así nomás. Lo que sea que esté detrás de todo esto, actúa desde otra dimensión. No vamos a verlo si no nos sintonizamos con ella.

—Esperá, Ismael, ¿hablás de la zona crepuscular? —Astrid frunce el ceño.

—Sí. Así que también sabés de estas cosas... —Hace una pausa, pensativo—. Me ahorrás la explicación, perfecto —afirma él—. ¿Listos?

Noto a Vanesa algo nerviosa, aunque se muestra segura. Astrid tiene un brillo de excitación en la mirada. Yo asiento en silencio.

—Okey. Primero, necesito pedir protección para todos.

Ismael da un paso adelante. Extiende su mano izquierda frente a él y cierra los ojos. Siento que me atraviesa una fuerza eléctrica, que es cálida y reconfortante. Veo figuras geométricas de luz sobre un fondo rojo: triángulos combinados con círculos y cruces, algunos entrelazados.

—La magia yalten original... —dice Astrid, que mira a Ismael sorprendida—. ¡Es increíble! Dicen que quedan muy pocos y que hace varios años no pueden activarla. ¿Sos uno de ellos?

Ismael niega con la cabeza.

—Estudié de un libro.

—¡No puede ser! —La chica da unos pasos rápidos hacia él, que se pone en guardia. Astrid se tranquiliza y habla con más calma—. Estamos hablando de la magia original del santo... Ni siquiera un yalten avanzado, si es que queda alguno, puede convocarla en la actualidad. ¿De qué libro lo sacaste? Necesito verlo.

—Olvidate de que te lo muestre.

—¡Por favor! —grita Astrid.

Me interpongo.

Vanesa apunta su mano chispeante hacia la arcana.

—¿Y vos cómo sabés tanto de magia? —pregunto a Astrid con severidad—. ¿Sos bruja, además de arcana?

—Sí, pero... ¡No soy mala, la uso para el bien!

—Basta, cortenla. —Interrumpe Ismael, alejándose de nosotros—. Voy a abrir el portal.

Materializa su espada y va hacia la puerta doble. Se concentra y camina pasando el filo por el aire, de un extremo al otro. Pronto, surge un destello azul en el lugar que atravesó la espada. Flota hasta impactar en la puerta y se extiende por ella, cubriéndola.

—Listo. En cuanto la crucemos, vamos a estar en la zona crepuscular —asegura.

Voy hacia ahí, decidido. Abro la puerta de un empujón y doy los primeros pasos al interior. Percibo una vibración que me recorre de pies a cabeza. Los demás me siguen.

Frente a nosotros, encontramos el vestíbulo diferente: lleno de cables oscuros y globos de luz pálida que titilan. Giro hacia atrás y me asusto al encontrar una versión extraña de los jardines del Applegate. Señalo hacia ahí y los chicos se voltean.

Los canteros tienen vegetación negra o muerta. Muchos de los árboles están ausentes o fueron reemplazados por simulaciones con tentáculos de metal que escupen filamentos y electricidad. Se hallan iluminados por unas esferas que brotan de ellos como lámparas.

El cielo está casi vacío, con solo un par de estrellas rojas y amarillas.

—Entramos en una dimensión paralela —explica Ismael. Aunque se hace el tipo duro, su voz tiembla—. Vamos a encontrar cosas más raras que estas.

—El lugar no está muerto, pero tampoco está vivo —afirma Vanesa—. Al menos, no como lo estamos en la Tierra.

—Es como una dimensión artificial, creada en superposición con la zona crepuscular —dice Ismael—. Tengamos cuidado. Puede haber portales hacia otros mundos.

—¿Cómo sabés eso?

—Por mis recuerdos de dios, Vane. Solía viajar por el multiverso con Dushka.

En cuanto nos adentramos un poco más, las puertas se cierran solas y desaparecen. Hay huecos en el piso y en las paredes. A través de ellos se ve aquel cielo siniestro.

Nos mantenemos alejados de esas brechas. El silencio es abrumador, pero se perciben vibraciones en el ambiente, como si atravesáramos algunos sectores de atmósfera más densa. Subimos las escaleras esquivando los chispazos de los cables y los circuitos en las paredes.

—Parece una mezcla de nuestra escuela con una nave espacial destruida —digo.

Ellos asienten con gestos, tratando de digerir piezas de información cada vez más perturbadoras.

Vamos por el pasillo donde están las aulas del polimodal. Avanzamos unos metros, hasta que aparece una figura en el otro extremo. Un ser... no puedo decir si es una bestia o si es, al menos en parte, humano. Blanco y jorobado, sin ojos, olfatea el aire con un hocico puntiagudo. Es espantoso.

Tiene filos que salen de sus brazos y de su espalda. Se mueve dejando una estela de reflejos, como si existiera en varias realidades a la vez. Apunta su nariz hacia nosotros y empieza a chillar.

Gritamos desesperados cuando corre en nuestra dirección.

Me adelanto y disparo varias veces. La criatura me esquiva con velocidad. Está casi por alcanzarnos, pero logro acertarle y cae desintegrado. En ese momento, se abre la puerta de un aula.

—Mi curso —dice Vanesa y camina rápido hacia el umbral.

—¿Te volviste loca? Si se abrió sola es porque este lugar quiere que entremos ahí.

Ella se detiene.

—No la abrió este lugar... Fue otra cosa. —Los ojos de Vanesa brillan—. Algo que me está llamando. —Termina de hablar y entra al salón.

No nos queda más que seguirla. Lo que encontramos dentro me pone la piel de gallina.

En vez de bancos y sillas, distingo una serie de compartimentos ovoides... ¡Son cápsulas! Están conectadas entre ellas por cables que serpentean por el piso negro.

De pronto, cambio de lugar. Me rodea una atmósfera azulada. Unos cables salen de mi pecho, atravesando mi uniforme de la escuela, y se estiran hacia algún lugar desconocido. Mientras floto, somnoliento, puedo ver otros cables enredados en mis brazos y en mis piernas.

—¡Mackster! ¡Mackster! ¿Estás bien?

Las sacudidas de Vanesa e Ismael me traen de regreso al aula sombría. Tengo mis ropas de dios, estoy transformado y fuera de la bruma azul. Astrid nos mira desde lejos, asustada. ¿Por qué tiemblo? Una vez que me calmo, levanto la vista hacia las cápsulas.

Me acerco con cautela hacia una de ellas y los demás me siguen. Limpio el vidrio empañado que tengo enfrente para ver la cara de una chica durmiendo en medio del vapor azulado. Ismael y Astrid ahogan una exclamación.

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