Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. El chico lleno de bronca

Mackster

Estoy con Bruno en Enoc. Yo estudio una enciclopedia sobre las concordancias de la astrología en los planos demoníacos. Mi amigo lee un tratado llamado Poderes del Inframundo. Queremos ayudar a Gaspar a descifrar la próxima estrategia de Sebastián. Sabemos que pronto va a insistir con invocar a algún ser oscuro para absorber sus poderes, y tenemos que estar listos.

—Che, Mackster... —doy un pequeño salto al escuchar que me llama.

—¿Qué querés?

—¿Te asustaste? —se burla Bruno.

—No. —Me cruzo de brazos—. Estaba demasiado concentrado en la lectura, nada más. ¿Qué pasa?

—Ayer soñé con la Dama Plateada...

—Pervertido.

—¡Nada que ver! En el sueño, ella me decía algo, pero no puedo recordar qué era. ¿Estará bien?

—Esperemos que sí. No supimos nada más después de la pelea con Sebastián —murmuro, pensativo.

—Me dio un mensaje para vos, pero tampoco me puedo acordar de eso.

—Ah, bueno. No servís para nada vos —le reprocho.

—Callate, gil.

—¡Dale, Bruno! No te hagas el que tuviste una conexión telepática. Soñaste de pajero que sos, nomás. —Me río.

—Basta, boludo. —Golpea mi brazo.

—Cortala... Un día te voy a fajar de verdad —le advierto, aunque noto que me pegó con más suavidad que la otra vez.

Gaspar, que hasta ahora estaba ocupado con su propia lectura en la otra punta del lugar, viene hacia nosotros con un libro bajo el brazo.

—Mackster, encontré este texto acerca de tu clan de dioses —dice—. También habla sobre Abventerios.

Me alcanza un libro que tiene estrellas y galaxias ilustradas en la tapa. Cuando lo abro en la hoja señalada, las palabras desaparecen durante unos instantes.

—¡Guau!

—Es un libro mágico —explica mi maestro—. Puede mostrar textos sagrados perdidos en el espacio y en el tiempo, o que están en otras dimensiones, si es que logra sintonizar con ellos.

—Genial. Gracias —le digo y comienzo a leer.

Enciclopedia de los dioses exteriores canalizada por la médium Elina Gormsdóttir

Abventerios: Dios guardián y del crepúsculo. El protector por excelencia. Mellizo de Dushka. Invocado por viajeros, brujos, guerreros e inocentes. Quienes buscaban su favor debían ser cuidadosos y amables; Abventerios los vigilaba con rigor para probar su carácter. Si mostraban honor y bondad hacia sus semejantes, el dios se les revelaba para salvarlos.

Cuenta la leyenda que, cuando el cielo se oscurecía y aparecía la primera estrella, en especial durante una larga travesía, los fieles de los dioses de Agha encendían fuego en honor a este dios para que los protegiera e intercediera por ellos ante Dushka, la dueña de la noche.

Haciendo uso del encantamiento correcto, la plegaria era escuchada y los dioses respondían, tiñendo las llamas de azul. Entonces, Dushka y Abventerios los ayudaban a tener un buen viaje y a alejar a las bestias, los monstruos y la magia oscura.

Me fijo en la siguiente marcación de Gaspar. Esta vez, la página me muestra un fragmento de El libro sagrado de Agha.

La caída de la diosa de la noche

El Ghonteom se llenó de oscuridad en el momento en que Dushka decidió enfrentar a Ubster. La batalla duró poco, ya que el poder del líder de la estirpe de Agha era mayor al de los otros miembros de su casa.

La diosa de la noche fue gravemente herida y perdió un fragmento de sí misma a través de una brecha que se abrió entre los mundos. En ese instante, su hermano, Abventerios, salió en su defensa y pidió misericordia a Ubster, evitando que la expulsara de su reino.

El líder de los dioses confinó a Dushka a un territorio lejano, que se convertiría en el bosque nocturno. Abventerios, encargado de aprisionarla allí, le prometió recuperar la parte extraviada de su alma y conseguir el perdón de Ubster.

La diosa, enfurecida, lo expulsó de su nuevo hogar. Juró vengarse y quitó la luz de los árboles y del cielo de su territorio. Rodeada de fieles alimañas, buscó la forma de escapar para viajar por los mundos y lograr su cometido.

Levanto la mirada del texto, conmovido por la historia de Dushka y su relación con Abventerios. Recuerdo haberla encontrado en el Ghonteom la vez que viajé ahí con Bruno, a principio de año, y lo perturbada que se veía por la pérdida de aquel fragmento de su alma. Entonces, logré disuadirla de que me atacara, explicándole que el culpable de todo había sido Ubster, quien era mi padre en el mundo de los dioses.

A pesar de eso, creo que tarde o temprano voy a tener que lidiar con ella. En especial por su relación cercana con Abventerios, que también encarnó en este mundo. Recuerdo las cicatrices en el rostro y los brazos de Dushka, probablemente causadas por la separación de su alma, y siento un escalofrío. Aunque no me corresponda hacerme cargo de su desgracia, siento que tengo que reparar lo que hizo mi padre. Dushka es una diosa de mi estirpe, es parte de la familia de mi alma. Me hago la promesa de ayudarla a sanar y a encontrar su alma, a pesar de no tener idea de por dónde empezar.

***

Durante la semana, me olvido de los dramas de los dioses; me dedico a estudiar para la escuela y a entrenar con Gaspar y Bruno. El siguiente viernes llega rapidísimo y la clase de Teatro pasa volando. La disfruto mucho, improvisando con mis compañeros. Ismael se muestra más suelto y seguro conmigo. Varias veces nuestras miradas se cruzan y reímos de lo mismo.

Cuando salgo de la escuela a esperar al chofer, encuentro a Ismael en las escaleras del pórtico. Como el taller es después del horario regular de clases, no hay nadie más en el lugar. El muchacho no me habla, mira hacia las copas de los árboles.

—Estuvo bueno, ¿no? —comento, para sacarle charla.

—Sí. —Se ríe—. Fue divertido.

Nos quedamos de nuevo en silencio.

—Mirá, que compartamos Teatro no significa que tengamos que llevarnos bien. —Suelta de pronto, revoleando una mano—. No me banco a tus amigos.

—Está bien. —Me encojo de hombros—. Yo tampoco los soporto a veces.

Me mira con el ceño fruncido por unos segundos, después entrecierra los ojos y vuelvo a sentir una puntada familiar en la cabeza.

—¿Podés parar con eso? —le digo, levantándome.

—¿Con qué?

—¡Con lo que sea que estés haciendo para que me duela la cabeza!

—No soy yo...

—¿Y quién va a ser, si no?

—No me vas a creer. —El chico se levanta y suspira.

—Probame...

Camina hacia mí. No sé por qué, pero no retrocedo. Siento paz cuando toma mi cabeza con ambas manos.

El dolor cesa y el ambiente se oscurece, como si el cielo se nublara por completo. Algo se mueve, es una esfera transparente que está absorbiendo la nube oscura que nos rodea. Su imagen es intermitente mientras oscila en el aire, quizás porque no está del todo en este plano.

La esfera intenta escapar, pero la fuerza de Ismael se lo impide y la hace vibrar. La oscuridad guardada en su interior se ilumina y la esfera se desplaza por el aire con una trayectoria errática. De pronto, se sacude y estalla, liberando la energía en una lluvia multicolor.

—¿Qué carajo era esa cosa?

—Magia oscura. —Ismael quita sus manos, que ya habían llegado hasta mi rostro, y se aleja rápido.

—Pará, no te vayas. —Lo tomo por el brazo.

Se suelta enseguida, molesto.

—Salí, ¡no me toqués!

—¡No seas histérico! Vos me estabas tocando la cara y no te dije nada. —En cuanto me escucha, corre la mirada—. ¿Qué fue eso? ¿Qué hiciste?

Pone los ojos en blanco, nervioso.

—Yo... Se te fue el dolor de cabeza, ¿no?

—Sí.

—Bueno, te lo quité.

—¿Por eso la energía cambió de color? —pregunto, ansioso—. ¿La transformaste?

—Sí. No se lo digas a nadie, ¿okey? Ahora, dejame en paz.

Este pibe sabe demasiado. Tiene que ser un brujo o un arcano, como yo.

—No —espeto.

Cuando me escucha, avanza rápido hacia el portón de la escuela. Lo sigo.

—¿No vas a esperar a que te vengan a buscar? —pregunto, buscando cambiar de tema.

—Obvio que no. Prefiero caminar desde acá hasta el centro antes que escucharte.

—Decime cómo lo hiciste —exijo.

Él toca el timbre para que el guardia abra las rejas gigantescas del Applegate. Necesito que confiese pronto.

—¿Tenés poderes? —insisto entre susurros.

—Dejá de decir boludeces. No hablo con forros como vos.

Lo observo alejarse a toda velocidad por el camino de piedras sueltas. Su respuesta me deja paralizado por un instante, así que pierdo la oportunidad de salir del terreno justo tras él. Trago saliva y espero algunos segundos para pedirle al guardia que también me abra a mí.

No me cuesta mucho alcanzar al muchacho. Ismael me mira, frustrado, al notarlo. Se acomoda el pelo largo y hace un gesto de hastío.

—¿Qué te pasa? —Me pregunta—. ¿Te gusto?

—¡Ni en pedo! Solo... me llaman la atención las cosas raras.

—Ah, okey —gruñe—. Gracias por el cumplido.

—No, me refería a la magia, a los OVNIS y a lo paranormal. ¿No sabías que tengo los libros de Flavia Nermal? Los chicos me cargan por eso.

—Menos mal que te cargan. Así «el príncipe perfecto» sufre un poco, como el resto de los mortales.

¡Que pesado! Es inútil seguir hablando con él. Tengo ganas de gritarle, de responderle que sé perfectamente lo que es sufrir acoso, que se rían en tu cara, que te golpeen y que te humillen. Pero ¿de qué me serviría revivir esos recuerdos por una disputa sin sentido?

El camino de pedruscos dobla y sigue en paralelo a una calle que lleva al centro comercial. A cada lado hay pasto y una fila de eucaliptos altísimos que nos dan sombra y aromatizan el trayecto.

Intento hacer contacto visual con Ismael, pero me ignora.

A pesar de estar bien abrigado, empiezo a sentir frío y mi campera, hecha con la tecnología de Magda Wear, pasa de blanco a rojo. Miro el cielo nublado.

—¿Cuánto falta? —pregunto.

—Unas diez cuadras. Nunca venís caminando, ¿no?

—No.

—Claro, el más rico de todos siempre viene en limusina.

—Pará un poco, tarado. —Freno y él me clava la mirada—. ¿Por qué no te la agarrás con los que te joden? Yo nunca te molesté.

—Tampoco dijiste nada cuando lo hacían.

—¿No te podés defender solo?

Ismael hace un chasquido con la lengua y sigue caminando. De pronto, algo nos encandila.

—¡Guarda, boludo! ¿Qué mierda es eso? —grita Ismael.

No llego a transformarme.

Siento un golpe fuerte y caigo. Me retuerzo en el piso, adolorido.

Abro los ojos justo para ver que unos tentáculos nos atrapan. Salen de una luz violeta que se esconde entre las sombras. Creo que es otro ataque de Dashnir...

Grito cuando nos arrastran hacia la luz. Espero que Ismael esté bien y que se atreva a usar sus poderes frente a mí.

El destello violeta lo envuelve todo por varios segundos. Luego, caigo sobre Ismael. Estamos en otro lugar. Debajo de nosotros se encuentra la tierra negra del Ghonteom y nos rodean los dashnos en un paisaje con árboles morados, sin hojas, bajo un cielo lleno de esferas púrpuras.

Ismael está inconsciente. Intento moverme, pero no lo consigo. ¡Estos hijos de puta me paralizaron! De pronto, me invade un leve sopor. Quieren adormecerme. Hago fuerza con mi mente para resistirme y transformarme de una buena vez mientras nos llevan, levitando, hacia alguna parte que desconozco.

¡Vamos! ¡Tengo que liberarme!

Pego un alarido cuando rompo los tentáculos violetas que me atan y deshago el hechizo. La luz blanca me rodea y me cubre mi ropa de dios.

Con cierta torpeza, disparo contra los dashnos, que intentan huir cargando el cuerpo de Ismael. Vuelo hacia él apartando a los que me enfrentan, protegiéndome de los disparos con escudos de energía.

Cuando alcanzo a los enemigos, uso el filo blanco de mi hacha para cortar los tentáculos que apresan a Ismael. Él se despierta, todavía flotando en el aire, y grita, asustado. En ese instante, la fuerza que lo trasladaba desaparece y lo hace caer. No llego a atajarlo y, cuando quiero descender hacia él, los dashnos se interponen.

Miro horrorizado a Ismael, que está a punto de estrellarse contra el suelo. intento alcanzarlo otra vez, pero los enemigos me apartan con espadazos y disparos. Los segundos pasan sin tregura y me invade el pánico. Ismael, ¿murió...?

Desesperado, elimino a los dashnos que me rodeaban con una lluvia de rayos y comienzo a descender. Me preparo para aterrizar y encontrar lo peor. ¿Dónde está Ismael?

Escucho una explosión bastante cerca de donde me encuentro y soy encandilado por una luz blanca repentina. Reconozco a mi enemigo. Me preparo para enfrentar al dios Dashnir, que se aproxima a mí, pero lo intercepta un trueno azulado.

Abventerios vino a rescatarme.

Intento observar la pelea, que está casi oculta por los rayos de energía blanca y azulada. Logro distinguir a Dashnir, que agita sus alas, contraataca con disparos y blande su espada eléctrica, listo para clavarla en Abventerios, pero no lo logra.

Sigo mi búsqueda del cuerpo de Ismael. No lo encuentro por ningún lado. Es como si se hubiese esfumado... ¿Lo han desintegrado con su poder? ¡No puede ser! Vuelo en dirección a la contienda con las manos envueltas en chispas a causa de la furia. Disparo sin cesar hacia el tornado de fuego blanco que emana Dashnir.

El dios retrocede.

Me pongo a un lado del fulgor azul que envuelve a Abventerios. Parpadeo varias veces hasta que logro distinguir el cabello largo y celeste que flota delante de su rostro, ahora lampiño. Sus ojos son como dos cianitas y sus pestañas me recuerdan a los cristales del hielo. Noto la delgadez y la falta de músculos debajo del traje metálico azulado y de la pechera turquesa. Ya no es el dios barbudo de cuerpo ancho y voz grave.

Me mira, alarmado, y tardo unos instantes en reaccionar.

—¡Cuidado! —grita y me aparta hacia un lado.

Me salvo por segundos de una estocada mortal de Dashnir que el chico bloquea con su brazalete turquesa.

—Sos... sos... —No logro pronunciar más palabras.

¡Ismael es Abventerios!

Él esquiva el filo de Dashnir con un salto y un giro, dignos de un bailarín clásico, mientras dispara un rayo que hace volar el arma del dios por los aires. Pega un chillido agudo de emoción y ríe antes de volver a ponerse en guardia. Dashnir arremete contra Abventerios, pero es detenido por una lluvia verdosa de espinas gigantes.

—¡Vanesa! —exclamo. Mi amiga flota sobre nosotros.

Los tres llevamos nuestras manos hacia Dashnir y lo enfrentamos con rayos de energía. Tiemblo al ver que se acercan sus sirvientes, pero son interceptados por dos dioses de Agha: Ocghot, el de cabeza de pulpo, y Yada, la de alas de insecto y múltiples ojos.

Detrás de ellos está Ubster, mi padre, que nos busca en medio del caos.

El enemigo se transforma en una nube blanca y huye a toda velocidad junto con sus vástagos. Ubster nos distingue y vuela sonriente hasta nosotros. Sus aliados lo siguen.

—¡A la mierda con todo esto! —grita Abventerios.

Gira y corta el aire con su espada, dejando una estela de fuego azul. En ese espacio se abre un portal. El dios me mira, impaciente, y reconozco cada vez más a Ismael dentro suyo. Le hago una seña a Vane y nos lanzamos juntos hacia la brecha. Una vez que atravesamos la luz, aparecemos flotando sobre el camino de pedruscos que lleva al Applegate.

Aterrizamos.

—¡Cerrate! —grita Ismael, y la puerta cósmica desaparece.

Recuperamos el aire por unos instantes, que aprovecho para observar de nuevo a Ismael en su forma arcana. Noto algunos detalles del traje: el borde izquierdo de su pechera está decorado por una franja de nubes plateadas, al igual que los brazaletes.

Vanesa y yo pasamos a nuestra forma humana antes que él. Me levanto y le extiendo la mano a Ismael, ansioso, mientras la chica termina de sacudirse el polvo de la ropa.

Con lentitud, el muchacho es cubierto por la luz azul que vuelve su pelo castaño, sus ojos oscuros y lo viste con ropa humana.

—No puedo creer que seas él —estrecho su mano—. Encima sos capaz de abrir portales de regreso del Ghonteom. Tenemos que trabajar juntos para...

—No voy a ayudarte —interrumpe y se suelta.

—Is... Abventerios, prometimos que íbamos a venir a la Tierra juntos a buscar la forma de terminar con la guerra de los dioses —insisto.

Niega con la cabeza.

—Prometimos cuidar a Mackster y ayudarnos en esta encarnación —asegura Vanesa.

—Todo bien, pero no te conozco —dice él—. Y vos —me señala con un gesto dramático—, no esperes que seamos amigos después de todas las veces que Tomás, su séquito y vos me cargaron.

—¡Nunca me burlé de vos!

—¿Otra vez con lo mismo? Te reías igual, pelotudo. Los avalaste con tu silencio, siempre. ¡Sos un cagón! No me importa lo que hayamos acordado en otra vida. Te reconocí a principio de este año: eras el chico que aparecía en mis sueños. Durante todos estos meses te observé, preguntándome qué tipo de conexión podría llegar a tener con vos. Pero siempre me ignoraste y preferiste juntarte con «los chicos». —Simula comillas con los dedos al pronunciar esas últimas palabras—. Te reíste de las jodas que Tomás y los demás le hacían a Miriam por gorda, a Astrid por ser adoptada y a mí por puto. Ibas por los pasillos creyéndote la estrella del colegio, haciéndote el canchero, y te chupaba un huevo cuando me empujaban, me perseguían o me pegaban.

El corazón me late a mil por hora, trago saliva al escucharlo. ¿No se acuerda que la última vez sí lo defendí? Sus palabras me duelen más que los golpes de cada pelea con los dashnos. Me da una vergüenza inmensa que Vanesa escuche todo esto.

—No es cierto. La otra vez, cuando salí de la biblioteca...

—No te voy a perdonar porque hayas saltado una sola vez en mi defensa, Mackster. Hace pocas semanas terminé de entender que soy Abventerios y que nos conocemos de nuestras vidas pasadas como dioses de Agha. Jamás se me ocurrió ir a hablarte. Tampoco sobre nuestros enemigos o sobre los arcanos. No me importa lo que hayamos compartido antes. No sos mi amigo y nunca lo vas a ser, porque sos una basura, como los demás. No te banco, flaco.

—¡Pará Ismael, calmate un poco!

—¡No me digás qué hacer! ¿Cómo vas a reaccionar cuando cague a trompadas a tus compañeros con mis poderes? Así sí puedo enfrentarme con tres o con cuatro, como cada vez que vienen a buscarme.

—Estás loco... ¿Qué te pasa? No podés usar tus poderes en los pibes. Hay cosas más importantes que...

—¿Que qué? ¿Que tener un poco de empatía? Somos arcanos, ¿no leíste sobre el tema en Internet? ¿Sabés que hay sectas que nos odian?

—Sí, lo sé.

—Entonces, ¿por qué te chupa un huevo cuando joden a alguien en clase? Es lo mismo.

—No es lo mismo, Ismael. Cortala con eso.

—Chicos, por favor —interrumpe Vanesa—. Deberíamos llevarnos bien, no podemos dividirnos ahora que tenemos la oportunidad de vencer a Dashnir. Si estamos separados, le va a ser más fácil atacarnos, ¡incluso podría matarnos!

Ismael la mira con los ojos vidriosos y se seca las lágrimas.

Yo estoy exhausto, siento un dolor de cabeza inmenso.

Ojalá yo fuera capaz de llorar así y aliviarme. Tengo un nudo de angustia acumulada en la garganta que no se deshace desde principio de año.

—Yo también tengo problemas que ni te imaginás. Y, aunque no lo creas, te entiendo. Me gustaría que volvamos a hablar en otro momento —le digo y no espero a que me responda.

Me transformo y despego. Vanesa tarda unos instantes en seguirme.

Nos vamos, dejando a Ismael, a Abventerios, solo con su miedo y su dolor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro