24. La estirpe de Agha
Pasa una semana en la que me la paso ocupado con tareas pendientes de la escuela, pero hablo por teléfono con Mackster y arreglo para que el sábado venga a conocer a mis viejos. Cuando por fin llega el día, lo espero ansioso. Mamá preparó una picada con quesos y embutidos, pizza a la napolitana para la cena y compró helado de postre. Yo la ayudé a cocinar y después ordené y limpié mi cuarto: puse a mano los mejores juegos de PlayStation que tengo, también alquilé unas películas de ciencia ficción. Todavía no conozco mucho a Mackster y no sé bien qué le gusta hacer para pasar el rato, pero eso es algo secundario; ya me voy a enterar con el tiempo. Lo importante es que ambos somos arcanos y que tal vez
Escucho el timbre y me asomo a la ventana de mi cuarto para asegurarme de que es Mackster. En cuanto lo veo, bajo rápido a recibirlo y lo hago pasar al salón de estar, donde mis viejos se acercan a saludarlo.
Mackster los saluda con amabilidad, aunque noto que tiene los ojos vidriosos y que está más apagado que de costumbre. ¿Qué le pasa? Hasta ahora, siempre lo vi muy animado y seguro, suele sacar conversación y hablar bastante. ¿Sentirá vergüenza?
Una vez en mi cuarto, se acerca a curiosear mi biblioteca.
—Tenés un montón de clásicos, ¡qué bueno! —Saca algunos libros, como Las aventuras de Tom Sawyer, El mago de Oz y Hombrecitos. Arruga la frente cuando pasa por el estante con mis libros pulp y se detiene en el de cómics—. No conozco mucho de esto. —Saca uno y lo hojea un poco. Después, suspira y lo devuelve al estante.
—¿Qué te pasa?
—Nada.
—Dale, no seas boludo, contame —insisto.
Se pasa una mano por la cara.
—Vas a pensar que estoy loco.
—¿En serio te preocupás por eso? Somos arcanos, medio que deberíamos estar acostumbrados ya a cosas que son "locas" para el resto, ¿no? —pregunto, marcado las comillas con los dedos en el aire.
Le saco una sonrisa. Se sienta en mi cama y toma aire antes de empezar a hablar:
—Después de nuestro encuentro con esa esfera violeta, tuve problemas para dormir. Sentí muchísima ansiedad y me desperté varias veces en la noche con palpitaciones. Hasta que recordé que el tipo con cuernos no era un demonio, sino un antiguo enemigo. En mis sueños, reviví algunos de los contactos con los dioses de Agha que mi mente había bloqueado. Vi muchas cosas más, surgieren muchísimos recuerdos y, como no quería perderlos, los anoté. Mirá... —Se saca del bolsillo unas hojas de papel plegadas y me las alcanza—. Está todo acá.
*
Las tomo y parpadeo, inquieto. Me siento intimidado de leer algo tan personal de Mackster, pero él me mira y asiente, para indicarme de nuevo que está todo bien.
Abro las hojas de papel y encuentro su caligrafía prolija y elegante:
Lo primero que sentí en mis sueños fue que era parte de algo mayor, de un mar de energía inmenso, antes de tomar forma en medio del cosmos. Lo siguiente que recuerdo es habitar con los otros dioses en un planeta que podíamos moldear a voluntad. Lo llamábamos el Ghonteom. Tenía paisajes con llanuras, templos y fuentes de agua. Ahí también vivían los coros de Agha: unas voces vivientes, sin cuerpo, que habíamos creado para que rezaran y cantaran constantemente, casi siempre a la primera diosa.
Solían contar la leyenda de nuestra creación, que quedó grabada en mi memoria, solo que recién ahora pude acceder a ella, después de nacer como humano. No sé cuán real será esa leyenda, de hecho en este momento dudo bastante de ella; lo cierto es que narraba que la primera diosa había llegado a nuestro universo desde otro ya destruido, para crear una nueva raza de dioses.
Descendió del cielo hasta un planeta que era puro desierto. Allí, utilizó su sangre y polvo que sacó de las estrellas para traernos a la vida y otorgarnos distintas habilidades.
El primero fue Ubster, elegido por Agha como el líder de los dioses, capaz de dar fuerza física y mental, así como autoridad, a cualquier criatura que lo invocara en el cosmos.
Luego siguieron otros. Apafaste gobernaba el fuego y los volcanes. Ocghot; el agua, las tormentas y los océanos. Ghabia, la tierra y las plantas. Había más, pero no puedo recordarlos con claridad.
Los dioses se desarrollaron, colaborando con Agha en la organización de ese mundo y de muchos otros. Crearon distintas especies de plantas y animales, inventaron formas de arte y tecnología, que obsequiaron a pueblos elegidos en algunos puntos apartados del espacio. También exploraron dimensiones y planetas de universos paralelos.
Ubster era mi padre. Me enseñaba a luchar y a leer las estrellas. Siempre me contaba que, luego de construir su templo y reinar por varios ciclos, quiso honrar de manera diferente a Agha. Meditó y sintió el llamado de una estrella en los confines de su galaxia. Viajó hasta ella para tomar parte de su luz y sus partículas, a las que mezcló con su sangre. Así fue como me creó.
Siendo un dios, crecí en ese paraíso, aprendiendo de cada uno de mis familiares.
Agha me enseñó a volar. Yada, sobre el poder sanador del viento y la sabiduría de los insectos. Dushka, a no temer a la oscuridad ni a los animales de la noche. Dashnir, el de las alas blancas, a crear arte y apreciar la belleza.
Aunque era feliz en nuestro mundo y no deseaba conocer las penurias de los mortales, había cosas que no terminaba de comprender. Al principio las ignoraba, sin embargo, poco a poco mis inquietudes fueron creciendo en el fondo de mi conciencia hasta que no pude más con ellas. Y para poder resolverlas, para poder conocer más sobre nuestra naturaleza como dioses, tuve que transformarme, que cambiar... que volverme humano. No tengo más detalles sobre el asunto; no recuerdo bien cómo lo hice, ni el carácter exacto de mis dudas y de lo que me atormentaba. Pero estoy seguro de que mi alma me lo va a revelar con el tiempo
antes de que lo olvide, quiero anotar cómo fue la celebración del día en que pasé de ser un dios niño a un dios adulto, con mi formación avanzada y mis poderes manifestados por completo.
Esa jornada, el Ghonteom se llenó de criaturas, espíritus y dioses de otros mundos que vinieron a mostrar su respeto. Los animales y los seres que habíamos creado en el planeta, los coros vivientes, se reunieron para organizar crear todo tipo de festejos y obras de arte en mi honor y el de los otros dioses. Civilizaciones de planetas distantes me dedicaron sus rituales y alabanzas, que podía ver desde las esferas de luz que teníamos en el Ghonteom.
Todo elaborado como antesala para el momento más importante del día; cuando iba a dirigirme en soledad hasta el centro del templo de Agha, donde la diosa suprema iba a decidir mi título y mi rol como deidad de su panteón. En los instantes previos a aquel momento, cuando subía los cientos de peldaños para llegar hasta la diosa, porque tenía prohibido volar durante la ceremonia, me acompañaron los coros del Ghonteom, que crecían en su intensidad e iban complejizando sus himnos y melodías a medida que avanzaba. Cantaban sobre mí y todos los aprendizajes y las pruebas que había tenido que pasar en galaxias lejanas para ganar mi nuevo estatus. En cuanto llegué al último tramo, las voces me dejaron solo, como indicaba el protocolo creado por los dioses.
Continué hasta que por fin llegué al patio de entrada, que estaba vacío y bajo un silencio que aturdía. Atravesé la entrada flanqueada por pilares traslúcidos para llegar hasta la diosa de piel blanca como el mármol, sentada en su trono, y me arrodillé ante ella, que se incorporó y levantó mi rostro.
Trazó una bendición delante de mis ojos y dijo, solo para mis oídos: «Serás el dios de la fuerza y de la valentía».
Tras eso, salí del recinto sagrado volando y la multitud comenzó con nuevos festejos, de los que formé parte, para dar la bienvenida a un nuevo ciclo en mi existencia como dios en aquel universo.
***
La estirpe de Agha continuó su labor viajando hasta distintos planetas y dimensiones con seres inteligentes a los que podían ayudar y transmitirles conocimientos. Para esas comunidades, muchas de nuestras acciones eran consideradas milagros. También los castigábamos cuando no nos alababan, porque necesitábamos sus plegarias para fortalecernos. Esa nueva etapa no duró mucho. Tuvimos que abandonarlos, dado que Agha había desaparecido.
Fue espantoso cuando la encontramos. Su cuerpo, ya sin vida, tenía el pecho y el abdomen abiertos; le habían extraído el corazón y varios órganos más, dejando al resto para que se marchitara. Sus muñecas y tobillos tenían incisiones que indicaban que habían extraído y recogido su sangre.
Su lengua, había sido arrancada; sus cuencas, estaban vacías. ¿Quién la había drenado así?
El dolor que sus descendientes sentimos. El odio. El llanto. Fueron tan intensos que obligaron a las voces vivientes que conforman los coros del Ghonteom a entonar nuevas canciones, canciones sombrías que liberaran y transmutaran parte de la angustia, para que la oscuridad no nos consumiera. Su vibración tuvo un efecto sobre la atmósfera de nuestro mundo, que se tiñó de rojo para siempre, solo variando en sus tonos de acuerdo al momento del día.
Sospechamos quién había sido el responsable del asesinato desde el primer momento; había desaparecido poco después de Agha y no estaba con nosotros contemplando la horrorosa escena: Dashnir, el dios de las alas blancas. En cuanto regresó, comprendimos la magnitud de su plan macabro, para el que había robado la magia de la diosa primigenia.
Lo acompañaban unos seres humanoides a su servicio, creados con la sangre del asesinato, a quienes había bautizado como Dashnos. Sus flamantes devotos estaban listos para luchar con un objetivo claro: destronar a mi padre. Fue una guerra dolorosa; en cada uno de los Dashnos que combatíamos veíamos algo de nosotros y de nuestra amada Agha. En Dashnir veíamos la traición de un hermano.
A pesar de eso, logramos prevalecer. Dashnir y los suyos se refugiaron en los bosques del Ghonteom, pero antes, Apafaste quemó al dios hasta convertirlo en una calavera con cuerpo negro. No tocó sus alas blancas para que recordara por siempre quién había sido.
Desde entonces, se volvió un enemigo eterno que no cesó en sus ataques. Sus Dashnos le construyeron un templo oscuro, alrededor del cual levantaron sus viviendas. Poco a poco, el territorio se convirtió en un bosque de árboles retorcidos y siniestros. Dashnir también cambió; en su cabeza aparecieron unos cuernos y su mente se concentró en desarrollar nuevas tecnologías que dieran armas y fortalecieran a sus servidores en su cruzada en nuestra contra.
A pesar de eso, logramos prevalecer. Pero sus ataques no cesaban y nos hallábamos presos de un ciclo de violencia eterno que nos alejaba de nuestra misión de generar nueva vida y conocimientos. Los recuerdos de esa guerra siguen en mí, a pesar de haber encarnado como humano. Por momentos, siento el eco del dolor de los golpes y cortes en mi cuerpo, de las quemaduras provocadas por los rayos láser de los dashnos o del fuego del dios enemigo. Escucho espadas chocando, gritos, explosiones y disparos de tantas batallas, así como las canciones lúgubres de los coros del Ghonteom, que no dejaban de narrar estos hechos.
La guerra incesante me tenía harto.
Si ese era el destino de la estirpe de Agha, no quería que fuese el mío. Por eso, decidí escapar hacia un lugar desconocido, donde creí que no me encontrarían jamás. Nací como humano en la Tierra para ser uno de los arcanos.
***
Levanto la mirada del texto y me encuentro con losojos tristes de Mackster. Lo único que me sale como respuesta es abrazarlo ydecirle que va a estar todo bien, aunque no tengo forma de saber si estoymintiendo, engañado por una fe absurda. Lo verdad es que no sé lo que nosdeparará el destino a cada uno, tampoco qué conflictos y batallas pendientes traigami propia alma, solo me consuela pensar que ya no estamos solos y que quizáspodamos ayudarnos.
***
Por fin conocimos algo más acerca del origen de Mackster! Reescribí bastaste porque no me gustaba la versión original y quedé mucho más conforme con esta. Por eso me llevó algo más de tiempo subir este capítulo. ¿Aparecerán algunos de estos dioses en la historia? ¿Cuál les gustó más? ¿A cuál les gustaría ver?
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